Siete partidos, el ¨²ltimo con pr¨®rroga, pol¨¦mica, tiros ganadores¡ Lakers y Kings protagonizaron en 2002, una de las mejores series de playoffs de la historia.
"It's a kind of magic..."
La frase, encuadrada dentro de la canci¨®n del mismo nombre del grupo Queen, parec¨ªa representar como ninguna la figura de Robert Horry. El por entonces jugador de los Lakers no era una referencia en la NBA, ni pertenec¨ªa tampoco a la burgues¨ªa de la Liga o a esa clase acomodada donde se sit¨²an muchos profesionales, capaces de codearse con la ¨¦lite pero tambi¨¦n (a veces) con esos secundarios olvidados. Pero de cuando en cuando, se convert¨ªa en una especia de hechicero, capaz de hacer alguna clase de magia, tan extra?a de ver en alguien de su categor¨ªa, alejado de los focos y el talento de las grandes estrellas pero con un don para la pertinencia pocas veces visto en la historia del deporte. La canci¨®n, escrita por Roger Taylor en 1986 y acompa?ada de la inconfundible voz de Freddy Mercury, fue parte de la banda sonora de la pel¨ªcula Los Inmortales, y fueron varias las ocasiones en las que Horry hizo honor a su t¨ªtulo y estribillo, que dieron tambi¨¦n nombre al ¨¢lbum. Eso s¨ª, ninguna como el triple ganador que conseguir¨ªa en el cuarto partido de las finales de la Conferencia Oeste de 2002. La jugada clave de una serie de playoffs, que puede ser (y es para muchos) la mejor eliminatoria que jam¨¢s ha visto la NBA en su larga historia.
Al pueblo de Sacramento, ciudad que acog¨ªa al equipo con el mejor r¨¦cord de la temporada 2001-02, le encantaba odiar a los Lakers. No hab¨ªa una especial rivalidad hist¨®rica que hubiera trascendido a lo largo de los a?os, ni episodios virulentos que dieran razones a semejante sentimiento, pero el momento en el que se encontraba la Liga invitaba a la animadversi¨®n. Sobre todo cuando se trataba de juzgar a los de p¨²rpura y oro, que ven¨ªan de ganar los dos ¨²ltimos campeonatos con Shaquille O¡¯Neal, Kobe Bryant y Phil Jackson a la cabeza. Tres figuras imponentes que resultan imprescindibles para entender tanto la NBA en general como a la franquicia angelina en particular.
Es posible que las palabras del Maestro Zen en alg¨²n momento de la d¨¦cada de los 90, cuando defini¨® a la capital del estado como una ciudad ganadera a medio civilizar, tuvieran que ver en el sentimiento de repulsa que emanaba de unos aficionados que se encargaron de hacer sonar los cencerros y entonar el beat LA cada vez que los Lakers visitaban el Arco Arena. Tambi¨¦n ayudaban las constantes pullas de Shaquille, que dirig¨ªa hacia ellos esa expresi¨®n que tanto les molestaba, la de Sacramento Queens. Pero seguro que tambi¨¦n influ¨ªan las dos victorias consecutivas de los angelinos sobre los Kings en los dos ¨²ltimos a?os, en los que les hab¨ªan apeado de los playoffs. En una sufrida serie en el 2000, cuando Shaq resolvi¨® en el quinto y definitivo partido en el Staples (hasta 2003, la primera ronda se jug¨® al mejor de 5) y en un paseo al a?o siguiente, cuando Kobe les endos¨® 48 puntos y 16 rebotes en el cuarto encuentro para certificar el sweep (4-0) y mandar a la calle a sus rivales, que poco o nada pudieron hacer en una eliminatoria, esta vez semifinales, a la que llegaban con m¨¢s esperanzas y de la que se fueron nadando en un mar de dudas.
Esa serie fue aleccionadora para los Kings, que se vieron en la necesidad de hacer el cambio definitivo que les transportara desde la nomenclatura de contender hasta la posici¨®n de favorito. Rick Adelman, un t¨¦cnico con una reputaci¨®n intachable que hab¨ªa liderado a los Blazers de Clyde Drexler a las Finales de 1990 y 1992 (derrotas ante Pistons y Bulls) estaba limando las bases de un proyecto prometedor pero al que le faltaba una pieza. Jason Williams, uno de los playmakers m¨¢s imaginativos que han pasado por la Liga, pose¨ªa un talento innegable, pero monopolizaba sobremanera el juego de los Kings y no dejaba a su entrenador moldearlo a su antojo. Como chivo expiatorio de las dos eliminaciones consecutivas, fue traspasado a los Vancouver Grizzlies (que se trasladaban a Memphis esa misma campa?a), en julio de 2001. Williams cay¨® (parcialmente) en el olvido y no volvi¨® a ser ese base que dio el pase con el codo en el Rookie Challenge del 2000. Su car¨¢cter, solitario y hasta cierto punto pasota, unido al incumplimiento de la pol¨ªtica anti-drogas al dar positivo un a?o antes de su traspaso, mancharon su reputaci¨®n, recuperada en parte tras ganar el anillo de 2006 con los Heat en una de las mayores aglomeraciones de egos jam¨¢s vista (Shaq, Wade, Payton, Walker, Mourning¡), pero magn¨ªficamente resuelta por la magia de Pat Riley y su eterna (y eternizada) figura. Fue el culmen de Williams como profesional, aunque antes del mismo tuvo un gui?o por el que una parte de los fan¨¢ticos espa?oles le recordar¨¢n: suya fue la asistencia que acab¨® con la primera canasta de Pau Gasol en la NBA. Ha llovido desde entonces.
Curiosidades al margen, era a Sacramento donde llegaba la mejor parte. Jeoff Petrie, ex jugador y Presidente de Operaciones de los Kings en esa ¨¦poca (lo fue hasta 2013), consegu¨ªa con ese movimiento la que ser¨ªa la joya de la corona para Adelman, impulsor del traspaso, y la pieza que faltaba en un equipo que la historia recuerda con un cari?o especialmente grande para los pocos ¨¦xitos (en forma de anillos, por supuesto) cosechados. Mike Bibby hizo olvidar a Williams y su err¨¢tico comportamiento y se adapt¨® perfectamente a un sistema donde primaban los hombres altos, que actuaban como distribuidores y repart¨ªan asistencias a mansalva. El juego ofensivo, imaginativo, original y vistoso de los Kings sobrevivi¨® sin Chocolate Blanco Williams y el equipo al que Sports Illustrated hab¨ªa definido como The Greatest Show On The Court (El Mayor Espect¨¢culo en la Cancha) pas¨® de ser atractivo a convertirse en la sensaci¨®n de la temporada.
El protagonismo de los Kings fue un respiro para la NBA, siempre aliviada cuando el aficionado medio ve relevo a sus grandes referencias. Si los Bulls de Jordan hab¨ªan sido sustituidos por la fiebre amarilla (como defin¨ªa Andr¨¦s Montes a los Lakers), el advenimiento de una posible nueva dinast¨ªa que ganara campeonatos y contara con la aprobaci¨®n de los fan¨¢ticos era siempre bienvenido. Finalmente ese lugar ser¨ªa ocupado por los Spurs, que ya hab¨ªan ganado en 1999, pero Sacramento fue la cuna del baloncesto durante unos meses y su carisma era superior a la de los compa?eros texanos, poco amigos de la parafernalia hollywoodense que encerraba a la Liga en muchas ocasiones. Chris Webber fue All Star y estuvo en el Segundo Mejor Quinteto de la temporada y la plantilla cont¨® con hasta siete jugadores por encima de los 10 puntos. Adem¨¢s, ten¨ªan un sustituto prometedor en la pintura (Scott Pollard) y su estilo colaborativo se observ¨® en que su base, Bibby, reparti¨® casi las mismas asistencias (5), que Webber (4,8) y Vlade Divac (3,7), ese p¨ªvot europeo que ten¨ªa los mismos motivos o m¨¢s que sus compa?eros para odiar a los Lakers y, m¨¢s especialmente, a Kobe Bryant. No en vano, el escolta fue elegido en el draft de 1996 por los Hornets, pero Jerry West, en una jugada maestra sin precedentes, lo consigui¨® a cambio y contra la voluntad de Divac, que quer¨ªa quedarse (al igual que su mujer) en Los ?ngeles. Otra curiosidad del destino para un jugador que quer¨ªa ver cumplida su venganza dentro de un vestuario que cont¨® tambi¨¦n con los 21 puntos por partido de Pedja Stojakovic, la defensa de Doug Christie, o la aportaci¨®n de Haedo Turkoglu o Bobby Jackson desde el banquillo.
¡°El tercer a?o no fue sencillo. Los three peats nunca lo son¡±. Eran palabras de Phil Jackson, al que la realidad le avala. Ya en el primero conseguido con los Bulls en 1993 tuvieron que remontar un 2-0 en las finales del Este y superar a los Suns en las de la NBA, con un tiro ganador en el sexto partido de John Paxson que les permiti¨® librarse de la ignominiosa situaci¨®n de tener que jugar un s¨¦ptimo en Phoenix. En 1998, a?o del segundo triplete, la situaci¨®n fue m¨¢s complicada, esta vez con el ic¨®nico lanzamiento de Jordan sobre Byron Russell en unas Finales en las que, por primera vez, los Bulls no part¨ªan como favoritos y tras una temporada en la que llegaron a remolque, consiguieron 62 victorias casi por inercia y los rumores sobre la retirada del escolta y la disoluci¨®n de la m¨ªtica plantilla, en lo que tuvo mucho (?o no?) que ver Jerry Krause, eran muy repetidos en el entorno de un equipo que sobrevivi¨® como pudo a los Pacers de Reggie Miller y Larry Bird en las finales del Este (4-3) antes de poner el broche de oro a su dinast¨ªa.
Bien es cierto que los Lakers no eran los Bulls, pero Jackson conoc¨ªa como nadie la dificultad para mantener focalizados y motivados a sus jugadores durante tres a?os consecutivos. Sobre todo si se trataba de un grupo que hab¨ªa experimentado el ¨¦xito demasiado pronto, nada m¨¢s aterrizar el t¨¦cnico en Hollywood, acompa?ado de Tex Winter y su tri¨¢ngulo ofensivo, y con un proceso m¨¢s corto en cuanto al tiempo que Jordan y compa?¨ªa, que se las vieron y se las desearon en los 80 antes de tocar la gloria. Esta vez adem¨¢s, era innegable que la plantilla no era la misma que en el 2000, primer a?o del Maestro Zen en Los ?ngeles. No hab¨ªa ni rastro de los Glenn Rice, AC Green o John Salley, que tuvieron m¨¢s o menos influencia en el primer campeonato y que representaron un papel capital (en el caso de Rice) o de apoyo como parte del grupo de veteranos (Green y Salley). Tras el segundo anillo perdieron a piezas a¨²n m¨¢s importantes: Ron Harper, Horace Grant y Tyron Lue se quedaban por el camino dejando hu¨¦rfana a esa intendencia que tantas veces hab¨ªa rescatado a la franquicia. Harper en particular, parte tambi¨¦n de los ¨²ltimos tres anillos en Chicago, hab¨ªa actuado como mentor de Kobe y dejaba un vac¨ªo espiritual imposible de llenar con una retirada eternamente postergada, mientras que Grant era un gran conocedor del tri¨¢ngulo ofensivo que tambi¨¦n hab¨ªa vivido con Jackson, esta vez en el primer triplete de los Bulls. Lue por su parte fue clave un a?o antes en la defensa sobre Iverson durante las Finales del 2001... y m¨¢s de uno se acordar¨ªa de ¨¦l en lo que estaba por venir.
En definitiva, los Lakers andaban justitos. Justitos entre comillas, ya que Kobe y Shaq segu¨ªan siendo las piedras angulares del proyecto en un a?o en el que, por cierto, se llevaron muy bien si lo comparamos con otras etapas m¨¢s tumultuosas de su convivencia, a?o 2004 aparte. Incluso O¡¯Neal, junto a otros compa?eros de equipo, fue a la retirada de la camiseta del Lower Merion High School de Bryant y al concluir se fundi¨® con ¨¦l en un largo abrazo. La relaci¨®n de ambos jugadores siempre tuvo altas dosis de amor y odio y en esa campa?a la moneda sali¨® cara. Y su nivel, por supuesto, sigui¨® siendo excelente; el escolta segu¨ªa su progresi¨®n y se iba a 25,2 puntos, 5,5 rebotes, 5,5 asistencias y 1,5 robos de bal¨®n, siendo incluido por primera vez en el Mejor Quinteto de la NBA, adem¨¢s de en el Segundo Mejor Quinteto Defensivo. Al p¨ªvot por su parte, le empezaban a acechar los problemas de su poca ¨¦tica de trabajo y escaso cuidado de su alimentaci¨®n, aunque se las arregl¨® para llegar a los 27,2 puntos y 10,7 rebotes con 3 asistencias y 2 tapones. Sin hablar de declive, eran sus peores n¨²meros desde que Jackson llegara a la franquicia, su promedio m¨¢s bajo en rebotes en lo que llevaba de carrera (empatado con la 98-99) y el segundo peor en tapones (los 1,7 de la misma temporada). Lo que quedaba de la intendencia (Horry, Fisher, Fox, Shaw) apenas apareci¨® durante la regular season m¨¢s all¨¢ de los 11 puntos por partido de un Fisher que ni en esos playoffs ni en ning¨²n otro momento de su carrera lleg¨® al nivel de la fase final del 2001, cuando se fue a los 15 tantos por noche siendo el tercer hombre en ataque de unos Lakers que finalizar¨ªan 15-1 en la post temporada, tope hist¨®rico hasta el 16-1 de los Warriors de Curry, Durant y compa?¨ªa 15 a?os m¨¢s tarde (2016-17).
Las fases regulares de ambos equipos no fueron polos opuestos, pero s¨ª que estuvieron m¨¢s lejos de lo que demuestran sus respectivos balances. Al fin y al cabo, los Lakers se fueron a un excelente 58-24 que superaba en dos victorias el del a?o anterior y se situaba a solo tres del de los Kings y en el segundo puesto de un ultracompetitivo Oeste empatados con los Spurs (por detr¨¢s de ellos en la clasificaci¨®n pero con ventaja de campo en la serie que les enfrentar¨ªa en playoffs). Y sin embargo, presentaban m¨¢s dudas y parec¨ªan m¨¢s vulnerables que nunca en la era Jackson. Se manten¨ªan s¨®lidos en el Staples pero su r¨¦cord fuera de casa era el peor de las tres ¨²ltimas campa?as (24-17), al igual que el rating ofensivo (107,2, el m¨¢s bajo desde la 1993-94). Y sin embargo, era el juego lo que m¨¢s hab¨ªa sufrido; la monoton¨ªa de buscar el poste siguiendo el tri¨¢ngulo se hab¨ªa convertido en algo demasiado aburrido para unos jugadores que decidieron hacer las cosas por su cuenta. Las ausencias de Harper y Lue supusieron un problema en el puesto de base que no se pudo suplir con la ayuda del otrora All Star Mitch Richmond, un ¡®2¡¯ puro m¨¢s que un ¡®1¡¯. Muchas veces se ve¨ªan las dificultades de Fisher, un hombre que ha sabido sacar todo el partido de sus pocas cualidades pero que ten¨ªa muchos defectos, para emparejarse con rivales m¨¢s r¨¢pidos y con m¨¢s talento, algo que se hizo obvio en playoffs, especialmente contra Bibby. Los Lakers ganaban por inercia, pero las cosas no funcionaban como antes.
El tercer a?o no fue sencillo. Los three peats nunca lo son
Phil Jakson
¡°El primer a?o seguimos a Phil ciegamente. El segundo, colaboramos con alegr¨ªa. El tercero quisimos pilotar la nave¡±. Las palabras de Rick Fox, criado en el seno de una familia pentecostal de las Bahamas, describ¨ªan un problema m¨¢s espiritual que de calidad. Se hab¨ªan perdido integrantes importantes, pero la mayor preocupaci¨®n era que nada flu¨ªa como anta?o. Fox dijo que ya no se encontraba en la cresta de la ola. La abnegaci¨®n y la sensaci¨®n grupal de los dos primeros campeonatos, tan importantes para Jackson, se hab¨ªan esfumado y los jugadores, que ya hab¨ªan experimentado el ¨¦xito, buscaban saciarse individualmente. El resultado fue una l¨®gica falta de sincron¨ªa. Shaq empezaba a perder luz, pero su talento todav¨ªa le dar¨ªa para mantenerse en la ¨¦lite de la Liga hasta 2006, y en 2002 continuaba siendo una mole que estaba lejos (en cuanto a votaciones, que no a n¨²meros) del MVP que hab¨ªa conquistado dos a?os antes pero que, centrado, era imparable. M¨¢s de lo mismo para Bryant, que en su af¨¢n de superar a Jordan buscaba cualquier camino para ganar, estuviera o no en consonancia con el equipo. El talento de estos dos jugadores fue lo que permiti¨® a los Lakers sobrevivir a una temporada larga, perezosa y tediosa, con escasos retos y de la que no despertar¨ªan hasta abril.
En el lado opuesto, la transgresi¨®n, el cambio. Los Kings s¨ª que estaban con ganas. Era el cl¨ªmax de su proyecto, al final de su progresi¨®n se ve¨ªa el ansiado anillo y se divert¨ªan en el Arco Arena, donde tuvieron, con un 36-5, el mejor home record de la NBA y algo importante de cara a unos playoffs donde tendr¨ªan ventaja de campo en todas las rondas que disputasen. No en vano, fueron el ¨²nico equipo en llegar a las 60 victorias (61-21, mejor balance de la historia de la franquicia). Tambi¨¦n fueron los segundos que m¨¢s anotaron durante la temporada regular (104,6 puntos por partido, una rareza por aquel entonces y solo por detr¨¢s de los 105 de los Dallas Mavericks), tambi¨¦n los segundos con mejor promedio de rebotes (45,3, detr¨¢s de los Warriors), cuartos en asistencias (23,9), tercero en robos (9), segundo en porcentaje en tiros de campo (46,7%), noveno en triples (37%) y l¨ªder en tiros anotados (39,8) e intentados (85,4), lo que daba buena muestra del juego ofensivo y atractivo que practicaban. Y r¨¢pido, claro, liderando la Liga en pace (ritmo de juego) con un 95,6.
Los Kings llegaban, adem¨¢s, al pico de una reconstrucci¨®n que les daba una oportunidad tradicionalmente esquiva, sobre todo desde su ¨²ltimo traslado, de Kansas a Sacramento. Hist¨®ricamente eran una franquicia n¨®mada, pero el ¨¦xito no les hab¨ªa acompa?ado all¨ª donde viajaban, m¨¢s all¨¢ de ese solitario anillo conquistado en 1951, cuando eran conocidos como Rochester Royals. Ni en Cincinnati ni en Kansas consiguieron igualar semejante ¨¦xito, y desde la disputa de las finales del Oeste de 1981 hab¨ªan vivido una crisis que se tradujo en solo tres participaciones en playoffs en 17 temporadas, todas ellas con la primera ronda como tope y en una tendencia que se mantuvo con el ¨²ltimo cambio de ciudad, esta vez a Sacramento, en 1985. La llegada a los despachos del ya mencionado Geoff Petrie en 1995 vino acompa?ada de cambios que convirtieron a los Kings en aspirantes. Escaparon de la mediocridad con la llegada de Rick Adelman y Jason Williams en 1998, mismo verano que utilizaron para fichar a Vlade Divac y traspasar a Mitch Richmond por Chris Webber. Estas adquisiciones coincidieron con la llegada del alero Peja Stojakovic, quien hab¨ªa sido seleccionado en el draft de 1996. Todos estos movimientos permitieron a Petrie ser nombrado Ejecutivo del A?o en 1999 y 2001, justo antes del traspaso de Williams y el broche de oro para una plantilla que ya lo ten¨ªa todo para ganar.
Caminos paralelos
Tanto Lakers como Kings llegaron en un buen momento a los playoffs de 2002. Los angelinos lo har¨ªan con cinco victorias en los ¨²ltimos seis partidos y una el 31 de marzo de un solo punto ante los Spurs de Tim Duncan y David Robinson que ser¨ªa clave para decidir la ventaja de campo de las semifinales, en las que ambas franquicias se ver¨ªan las caras. Sacramento lleg¨® volando a la recta final de la regular season, y una racha de 11 victorias consecutivas les aseguraba el mejor r¨¦cord de la NBA con tres partidos por jugarse en los que Adelman pudo dar descanso a sus estrellas.
Parece un t¨®pico, pero en nada se parecen la temporada regular y los playoffs. Los Kings llegaban a la fase final con ganas, pero tambi¨¦n con la presi¨®n a?adida de tener que ganar. Cuando el anillo no ha llamado a tu puerta, la ansiedad aumenta y muchos han visto las oportunidades pasar hasta conseguir el ansiado premio o quedarse sin ¨¦l para siempre. Ah¨ª est¨¢ LeBron, al que le cost¨® un esfuerzo supremo y un movimiento muy criticado (bendita The Decision) en el advenimiento de la era de los jugadores empoderados, llegar al campeonato. Tambi¨¦n le pas¨® a Jordan, por mucho que sea recordado por los exitosos 90 y no por unos a?os 80 en los que pareci¨® incluso imposible que tocara la gloria, Bad Boys mediante. Y en el lado opuesto se sit¨²an los Jerry Sloan (fallecido recientemente), John Stockton, Karl Malone, Charles Barkley, Pat Ewing o, m¨¢s recientemente, Mike D¡¯Antoni ya sea con los Suns de Steve Nash o los Rockets de James Harden. Todos ellos han cedido ante la presi¨®n a?adida, esa que te pones t¨² mismo y que provoca que en el momento de la verdad, ese que distingue a los aspirantes de los campeones, la mu?eca no funcione tan bien como deber¨ªa. Eso les pas¨®, solo en parte, a los Kings en esos playoffs¡ aunque quedarse ah¨ª ser¨ªa injusto, obviamente, y hay que hablar de un an¨¢lisis mucho m¨¢s elaborado.
Los Lakers eran la otra cara de la moneda. El ¨¦xito reciente les hab¨ªa desenfocado durante la regular season, en la que se mostraron despistados e incluso aburridos. Pero los grandes campeones saben que el momento clave empieza en abril y las dinast¨ªas suelen tener un com¨²n denominador, ese que pone el piloto autom¨¢tico en una temporada regular a veces dejada de lado, para despertar de un largo letargo en las eliminatorias por el t¨ªtulo, donde vuelve a aparecer, insaciable, el deseo de ganar. Los angelinos, alejados de la presi¨®n de ganar un campeonato que ya ten¨ªan, volvieron a la cresta de la ola espiritual en la fase final, cuando se sent¨ªan por encima de todo y de todos, inmortales. Y, desde luego, esa es la sensaci¨®n que dieron, al menos en la serie contra los Kings. Ya lo avis¨® Shaq tras la ¨²nica derrota ante los Kings que sufrieron los angelinos esa temporada regular (3-1 de balance), despu¨¦s de endosarles 31 puntos y 16 rebotes que no sirvieron para ganar y soportar el atronador sonido de la afici¨®n del Arco Arena: ¡°Ya veremos luego en playoffs¡±. A alguno le sonar¨¢ eso de qui¨¦n r¨ªe el ¨²ltimo¡
En primera ronda, los Lakers pasaron por encima de unos Blazers que eran una sombra de ese equipo que les llev¨® a siete partidos y una remontada hist¨®rica dos a?os antes, en el que fue el inicio de la fiebre amarilla. En semifinales se dejaron el segundo partido en el Staples ante los Spurs, pero reaccionaron ganando los tres siguientes para eliminar a los de Popovich. Curiosamente, los de p¨²rpura y oro fueron superiores a los texanos a inicios de siglo, al menos en lo que se refiere a los playoffs. Les ganaron en 2001 y 2002 tras perder en 1999, antes de la llegada de Phil Jackson. Y cayeron en 2003 ya en pleno baj¨®n del proyecto y en una serie de la que se habl¨® muy poco pero en la que un triple de Robert Horry se sali¨® de dentro en el quinto partido. La famosa canasta de Derek Fisher a 4 d¨¦cimas del final supuso la venganza en 2004 y ya en otra era pero con protagonistas parecidos, los Lakers vencieron 4-1 en las finales del Oeste del 2008. Solo se volvieron a enfrentar en 2013, en una serie sin historia en la que los angelinos llegaron sin un Kobe que hab¨ªa visto su final anticipado con la lesi¨®n del tend¨®n de Aquiles.
Hablar de la rivalidad entre Lakers y Spurs da para escribir m¨¢s p¨¢ginas incluso que este art¨ªculo, pero vale la pena detenerse un instante para saber lo que ha significado¡ o lo que no. Con dos estrellas adimensionales como referentes de su historia reciente (Kobe y Duncan) y de talento de sus entrenadores, es muy dif¨ªcil entender la NBA sin ninguna de estas dos franquicias. Phil Jackson, que utilizaba como nadie el juego psicol¨®gico, no se limit¨® a dirigir su consabida verborrea a la ciudad de Sacramento, sino tambi¨¦n contra los Spurs. El Maestro Zen quit¨® importancia al anillo de los texanos en 1999, temporada del primer lockout que provocaba un acortamiento de la temporada, defini¨¦ndolo como el a?o del asterisco (se jugaron 50 partidos y no hubo All Star), algo que Popovich jam¨¢s le perdon¨®. El t¨¦cnico desarroll¨® desde entonces una animadversi¨®n hacia los Lakers que qued¨® patente en la celebraci¨®n de ciertos sectores de San Antonio cuando tuvo lugar el traspaso que acab¨® con el sainete Kawhi Leonard, que pondr¨ªa rumbo a Toronto y no a Los ?ngeles, esa ciudad enemiga que genera unos sentimientos para nada rec¨ªprocos. Al fin y al cabo, para rivalidad, los de p¨²rpura y oro ya tienen a los Celtics, mientras que los Spurs se quedaron con un premio muy cuestionado en ese traspaso (DeMar DeRozan), en el que iniciaron una ca¨ªda paulatina que puede acabar, coronavirus aparte, con 22 temporadas consecutivas en playoffs. Popovich consigui¨® un objetivo, llevarse los mismos anillos que su te¨®rico archienemigo desde la retirada de Jordan hasta ahora (5 por franquicia), pero cay¨® preso de su propio sentimiento de rechazo y cometi¨® un error que le ha dejado sin margen para reconstruir. Desde luego, Pop es humano¡ y se puede quedar tranquilo. Con muchos aciertos y escasos errores, el t¨¦cnico es y ser¨¢ siempre uno de los personajes baloncest¨ªsticos m¨¢s importantes de la historia. Y todo ello es puramente objetivo por mucho que se haya visto como acababa una racha en un mundo en el que, por mucho que (nos) pese, nada es para siempre.
Pugnas aparte, los Kings tendr¨ªan la suya particular en la serie so?ada: las finales del Oeste del 2002. Si los Lakers llegaban con un 8-1 y sensaciones cada vez m¨¢s positivas tras la victoria en segunda ronda, los de Adelman tampoco hab¨ªan tenido demasiadas dificultades. Solo se dejaron un encuentro m¨¢s, en primera ronda ante los veteranos (y ya con poco recorrido) Jazz de Stockton y Malone antes de superar en semifinales a los Dallas Mavericks por 4-1 en una serie id¨¦ntica a la de los Lakers, cayendo en el segundo encuentro y venciendo en los tres siguientes. S¨ª, esos Mavs de Steve Nash, Dirk Nowitzki, Mike Finley o Nick Van Exel que tan bien jugaron al baloncesto con Don Nelson en los banquillos. Desde luego, a inicios de siglo XXI, en el Oeste hab¨ªa aut¨¦nticos equipazos; y no tanto en el Este. Una tradici¨®n que ocupa, por desgracia, las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. La sombra de Jordan es, desde luego, incre¨ªble y espectacularmente larga.
Dos equipos y un destino
Todo lo acontecido provoc¨® que la expectaci¨®n fuera m¨¢xima de cara a la serie. Dos a?os atr¨¢s, el desarrollo de las finales del Oeste hizo que explotaran las audiencias televisivas, con esa remontada hist¨®rica de los Lakers en el s¨¦ptimo partido ante los Blazers, en el que llegaron a ir 16 abajo. Sin embargo, los playoffs del 2001 hab¨ªan dejado fr¨ªos a los televidentes. No es para menos, ya que los Lakers resolvieron por 3-0, 4-0 y 4-0 (fo, fo, fo, que dir¨ªa Moses Malone) las tres eliminatorias previas a las Finales, a las que Iverson dio algo de emoci¨®n anotando 48 tantos en el primer duelo antes de que los angelinos ganaran los cuatro siguientes con mucho talento y no demasiado esfuerzo. La eliminatoria de este a?o llegaba pues, llena de expectativas para unos aficionados que estaban divididos entre ver caer a la fiebre amarilla en favor de los carism¨¢ticos Kings, o que siguieran su camino al estrellato y a lo que estaba a punto de convertirse en una dinast¨ªa. La te¨®rica inferioridad con la que llegaban los Lakers dio un impulso extra a un inter¨¦s ya de por s¨ª elevado. Y el desarrollo mismo de la propia eliminatoria, hizo el resto.
A todo esto, los Lakers llegaban bien a la serie; mejor que los Kings, de hecho. Si bien no hab¨ªan sido un equipo dominante en regular season, el car¨¢cter del campe¨®n apareci¨®, como ya hemos mencionado antes, en el momento clave y dieron la sensaci¨®n de llegar a la ¨²ltima ronda del Oeste con m¨¢s facilidad que sus rivales. Kobe estaba en 26 puntos de promedio y ligeros problemas de tiro (42%), que hab¨ªan mejorado en la eliminatoria contra los Spurs (casi un 46). Shaquille, con un doble-doble de media, pero con menos protagonismo en ataque que otras veces (23 puntos por partido). Lejos de los 27 de la temporada regular, en todo caso, pero con 12 rebotes, 3,5 asistencias y 2,5 tapones. El resto, eso s¨ª, nada de nada; Fisher estaba en 11, pero con un 35% en tiros de campo y siendo una sombra de ese tercer hombre en el que se hab¨ªa convertido un a?o antes. Rick Fox, con 10 justos y Devean Geoge, con menos de 5. Lindsey Hunter y (sobre todo) el otrora MVP del All Star Mitch Richmond apenas participaban en la rotaci¨®n, al igual que un cada vez m¨¢s veterano Brian Shaw, ya pr¨¢cticamente en labores de asistente, puesto que ocupar¨ªa al lado del t¨ªo Phil tras su retirada. Y Robert Horry era la referencia de la intendencia m¨¢s all¨¢ de la estad¨ªstica (9+6 hasta esa ronda) en lo que fue un calentamiento para ¨¦l, previo a un protagonismo tan inopinado como merecido.
Los Kings aterrizaban en sus primeras finales de Conferencia desde que estaban en Kansas, 21 a?os atr¨¢s. Y lo hac¨ªan con un punto m¨¢s de dificultad que sus rivales, pero con unas tornas que cambiaron ligeramente respecto a la fase regular y que se convertir¨ªan en la t¨®nica de la serie que se avecinaba: la aparici¨®n de Mike Bibby. El ataque, lejos de las individualidades, s¨ª que hab¨ªa sido liderado por la figura de Chris Webber, pero ahora el ala-p¨ªvot compartir¨ªa protagonismo con el base, que explot¨® en playoffs: de los 13,7 puntos que promedi¨® durante el curso pas¨® a los 18,3, con 4 rebotes y 5 asistencias. 22+7 en semifinales contra los Mavs, en una serie en la que super¨® la veintena en los ¨²ltimos cuatro enfrentamientos. Sin duda alguna, Bibby se convertir¨ªa en el elemento diferenciador de Sacramento y fue ah¨ª donde demostr¨® que era mejor que Jason Williams, su predecesor. Con menos tiempo de bote de bal¨®n y m¨¢s fiabilidad para el tiro exterior, se postul¨® como el arma perfecta para el proyecto de Adelman y sin los pulsos de liderato que Chocolate Blanco siempre estaba dispuesto a plantear. Los Kings, adem¨¢s, llegaron con Webber lanzado: con 23 puntos de promedio en los 9 partidos disputados, 25+11 en semifinales. Y con una variante obligada, la de un Pedja Stojakovic, que se lesionar¨ªa en el tercer partido ante los Mavs (y el m¨¦rito a?adido de finiquitar la serie sin ¨¦l) y que no ser¨ªa introducido en la rotaci¨®n hasta el quinto partido de la eliminatoria, y de suplente. Nunca es bueno hacer cambios tan bruscos en una parte tan crucial de la temporada, pero en este caso no quedaba otra que ir con todo, y el ascenso a la titularidad de Haedo Turkoglu, con menos tiro pero m¨¢s penetraci¨®n y movilidad, plante¨® serios problemas de emparejamiento a la defensa de los Lakers. El turco, por cierto, ven¨ªa de sentenciar a Dallas con 20 puntos, 13 rebotes, 2 asistencias y un +13 con ¨¦l en pista en el quinto y definitivo. Tutelado por Divac desde sus inicios en la NBA, el serbio le acogi¨® incluso en su casa en sus primeros meses en Estados Unidos, en el 2000, y se hizo cargo de su adaptaci¨®n a una competici¨®n radicalmente distinta a la europea y con un nivel de expansi¨®n que dista mucho del actual, por mucho que el aperturismo ya experimentara una ligera efervescencia. Turkoglu tuvo luego recorrido en la Liga y buenas actitudes de point forward (un alero pasador), ese puesto inventado por Don Nelson tiempo atr¨¢s, y en ese momento dejaba unas buenas impresiones que preced¨ªan el inevitable enfrentamiento.
De la aparici¨®n de Kobe a su misteriosa intoxicaci¨®n
Los aficionados de Sacramento esperaban la serie con ansia. Quiz¨¢ demasiada. La impaciencia nunca es buena consejera y los Lakers se estrenaron con victoria. Los nervios, eso de lo que ya hemos hablado antes, pasaron factura a los Kings en el primer asalto, que los angelinos dominaron sin mucho brillo pero en un encuentro muy repetido en playoffs: un inicio fuerte (22-36 al t¨¦rmino del primer periodo) ventajas siempre de entre 7 y 10 puntos, control de las acometidas del rival, buena toma de decisiones en los momentos oportunos y sentencia al final (99-106). Fue el partido de Kobe, que se fue a 30 puntos, 6 rebotes, 5 asistencias, 2 robos y 2 tapones en 44 minutos con un aceptable 12 de 26 en tiros. Y defendi¨® a Turkoglu en algunos momentos del choque, aunque esto corresponder¨ªa a Rick Fox en la mayor parte de una serie en la que Bryant tendr¨ªa que ayudar (mucho) con los emparejamientos con un Bibby que lleg¨® a los 19 tantos en el duelo inaugural. El turco, acab¨® con 0 de 8 en tiros y sin anotar en un duelo en el que Webber fue el mejor de los locales (28+14+6) y O¡¯Neal apareci¨® de forma t¨ªmida, pero segura (26+9 al final). Mientras, Robert Horry se situaba como ese tercer hombre (18+8), m¨¢s por necesidad que por estad¨ªsticas, con mucho oficio y no poca experiencia.
Antes del segundo duelo, la pol¨¦mica apareci¨® por primera vez en una serie de la que ya no se fue. Kobe sufr¨ªa una fuerte intoxicaci¨®n alimenticia debido a una hamburguesa con queso que pidi¨® en su hotel de Sacramento. El escolta estuvo vomitando de manera constante y tuvo que recibir hasta tres litros de suero v¨ªa intravenosa antes de saltar a la pista, para lo que fue duda hasta el ¨²ltimo momento. Acab¨® con 22 puntos en 40 minutos y los Kings ganaron, no sin dificultades (96-90): 21+13+5 de Webber, 15+14 de Divac, 20+8 para Bibby, 17 para Jackson desde el banquillo y 13 v¨ªa Christie con 8 de un Turkoglu que no terminaba de carburar. Todos anotaban en los Kings, que todav¨ªa no estaban jugando su mejor baloncesto y tuvieron que hacer frente a la primera versi¨®n monstruosa de Shaq en las series (35+12 con 15 de 27 en tiros) y a las cr¨ªticas veladas e indirectas de unos Lakers que sospechaban que la intoxicaci¨®n de Kobe no hab¨ªa sido un simple accidente. Lo fuera o no, la serie se marchaba a Los ?ngeles con tablas y la ventaja de campo en manos de los angelinos¡ aunque las tornas empezar¨ªan a cambiar muy pronto. Horry, por cierto, ya empezaba a carburar, con n¨²meros excepcionales: 8 puntos, 20 rebotes y 4 asistencias para ¨¦l, ya postulado de manera definitiva como la tercera espada de los suyos.
La La Land: los Kings, a la conquista de Hollywood
El viaje a Los ?ngeles no fue especialmente largo, pero s¨ª fruct¨ªfero para los Kings, que iniciaron un claro dominio que se prolong¨® durante un partido y medio, desmadejando a los Lakers como nadie lo hab¨ªa hecho en los tres ¨²ltimos a?os. El three peat de la fiebre amarilla nunca se vio tan puesto a prueba como entonces, ni siquiera en las finales del Oeste ante los Blazers, cuyo desarrollo no fue ni parecido a este en una eliminatoria en la que los de p¨²rpura y oro contaban con m¨¢s argumentos y talento que en 2002. Kobe llegaba al tercer encuentro parcialmente recuperado de una intoxicaci¨®n a la que se le dio menos importancia de la que tuvo, y los medios estadounidenses recalcaban que la ventaja de campo estaba ahora en manos de los de Phil Jackson, que ten¨ªan en playoffs, un r¨¦cord de 22-4 en el Staples desde su inauguraci¨®n en 1999 cuando dejaron atr¨¢s el antiguo Forum y fueron pioneros de esa estela luego imitada por numerosas franquicias en el siglo XXI de pabellones que son mucho m¨¢s que pabellones.
El Staples inici¨® una nueva era para los Lakers; la de Kobe y Shaq primero y la del escolta despu¨¦s, la de 5 anillos en el inicio del nuevo siglo con Phil Jackson como mes¨ªas y la Mamba Negra como gran referente. Fueros tiempos de anillos y cambios, con Jerry West diciendo adi¨®s (tras el anillo del 2000) mientras Jackson, al que el propio West hab¨ªa fichado junto con el Doctor Buss, saludaba alegremente a la hija del due?o y ganaba demasiado poder (y dinero, 8 millones de d¨®lares por aquel entonces) en la franquicia. Pero al margen de eso, nunca, probablemente hasta los Celtics (2008 y 2010), hubo tanta oposici¨®n a los Lakers en playoffs desde que se hicieron con el primer anillo del siglo XXI. Los Kings arrollaron en el tercer partido de la serie, el menos igualado de todos y el que daba un nuevo cariz a la eliminatoria. Los dos partidos de Sacramento parec¨ªan historia, y para muchos, en ese duelo se vio reflejado el nivel mostrado por ambos equipos en temporada regular. En el primer cuarto ya dominaban por m¨¢s del doble de puntos de los que ten¨ªan los anfitriones (15-32), y al descanso se iban con un c¨®modo 40-52, y los 35 puntos que sumaban Bibby, Webber y Turkoglu de forma combinada solo eran contestados por O¡¯Neal (15). Kobe, con 2 solitarios puntos y 1 de 7 en tiros, parec¨ªa seguir intoxicado, pero no tanto por una hamburguesa como por el br¨ªo de los Kings y la defensa de Doug Christie, que le ten¨ªa totalmente fuera del partido. Los angelinos sufr¨ªan; el silencio del Staples era mayor incluso del que sol¨ªa hacer gala una pista m¨¢s pendiente de la far¨¢ndula que del juego. Jack Nicholson, en su habitual asiento de primera fila, se mostraba visiblemente exasperado ante la din¨¢mica de un equipo que ni estaba ni se le esperaba.
Los Kings sentenciaron el partido en el tercer cuarto, sin descansos para su equipo titular al completo (a excepci¨®n de 6 segundos que Pollard le dio a Divac) y con un parcial de 23¡a 12. La p¨¢jara era tremenda; en total, hubo en ese periodo 5 de 25 en tiros de campo, solo 6 puntos entre Shaq y Kobe y 1 de 9 en triples con 3 asistencias repartidas. Todo estaba finiquitado a falta de 12 minutos por jugarse (52-75), y aunque un parcial de 14-0 a 7 minutos del final despertaba de su letargo a la afici¨®n angelina y sembraba una ligera (liger¨ªsima) duda (75-87), los Kings mantuvieron la cabeza fr¨ªa y se llevaron el encuentro con un resultado algo maquillado (90-103) pero una diferencia en cuanto al juego absolutamente asombrosa. Y con 24+4+5 de Bibby, 26+9+6 de Webber, partidazo de Christie (17+12+6+3+1), un Divac que tambi¨¦n hizo de todo (11+9+4+2+3) y Tukoglu claro, que se fue a los 14 tantos y un +27 con ¨¦l en pista. Ah, y 11 puntos de Bobby Jackson en el banquillo. Adelman no tuvo que utilizar m¨¢s que a seis jugadores de la rotaci¨®n (con seis minutos de Pollard) para infligir a los Lakers una dura derrota e hincharse de un optimismo acrecentado por los solo 20 puntos de O¡¯Neal (19 rebotes, 4 asistencias pero 5 p¨¦rdidas) y otros 22 de un Bryant (16 en el ¨²ltimo cuarto) caprichoso en el tiro (8 de 24) y todav¨ªa en v¨ªas de recuperaci¨®n por esa famosa intoxicaci¨®n cuya autor¨ªa siempre estar¨¢ bajo sospecha. Que Shaw, Hunter y George dieran m¨¢s impulso a los Lakers que cualquiera de los titulares, resum¨ªa la noche a la perfecci¨®n. De repente, a la conclusi¨®n del tercer partido, estaba claro que los Kings buscaban hacer sus sue?os realidad en la Ciudad de las Estrellas, igual que Mia y Sebastian en La La Land. Solo que esta pel¨ªcula no era de amor, claro.
El cuarto partido marc¨® un antes y un despu¨¦s. La eliminatoria pasar¨ªa de ser buena a hist¨®rica, de poseer un gran nivel a tener tintes m¨¢gicos, casi ¨¦picos; de contar con la atenci¨®n de casi todos los espectadores, a dejarlos pegados a su asiento, ya fuera en el Staples (que era donde se jugaba ese encuentro), el Arco Arena o el sill¨®n de casa. El encuentro fue tit¨¢nico, casi perteneciente a una epopeya, uno de esos duelos que marcan al aficionado y que se establece como parte de la historia de una competici¨®n que no espera a nadie. Y los Kings, que siguieron siendo candidatos los dos a?os siguientes pero ten¨ªan su gran oportunidad ante ellos, lo sab¨ªan. Igual que sab¨ªan, como no pod¨ªa ser de otra manera, que ese triple de Robert Horry dejaba un regusto amargo, como a derrota, no de un partido, de algo un poco m¨¢s grande. Que una eliminatoria que podr¨ªan haber sentenciado se hab¨ªa quedado en tablas, y que ni la ventaja de campo recuperada bastar¨ªa. Si era o no lo que pensaban en Sacramento no lo sabemos, igual que ser¨ªa ventajista asegurar que nosotros est¨¢bamos convencidos de que la serie se decidi¨® entonces. Pero, en retrospectiva, es una obviedad supina que el golpe de gracia podr¨ªa haberse dado en esos segundos finales, en los que la posici¨®n de Horry en pista, el palmeo de Divac o el recuerdo de la ventaja de 24 puntos que llegaron a tener los visitantes, se fusionaron para dar lugar a una de las jugadas m¨¢s memorables de siempre.
Eso s¨ª, nadie lo pod¨ªa prever en un inicio calcado al del tercer partido. Casi m¨¢s bochornoso, igual de desvergonzado y extendiendo el inopinado dominio que los Kings estaban teniendo sobre unos Lakers maniatados, alica¨ªdos y a merced de un rival que ya les doblaba en el primer periodo (40-20) tras anotar una cantidad ingente de puntos, 20 entre Divac y Bibby, que entre ambos sumaron 7 de 8 en tiros de campo pr¨¢cticamente sin oposici¨®n. Y dejando a Bryant sin anotar, una proeza al alcance de muy pocos para la que ya, con la famosa intoxicaci¨®n a lo lejos, no quedaban excusas. Durante el segundo cuarto, los Kings tuvieron ventajas de 43-20, 48-24 y 50-26 antes de que Kobe despertara con 13 puntos que, unidos a un postrero triple de Samaki Walker desde m¨¢s de siete metros (y fuera de tiempo, bendito Instant Replay, entonces inexistente) dejaba a unos ignotos Lakers vivos al descanso (65-51), pero muy por detr¨¢s en cuanto a sensaciones. El p¨²blico del Staples, at¨®nito ante lo in¨¦dito, se encontraba de pie casi en su totalidad durante la primera mitad, dejando atr¨¢s esa fama de estadio glamuroso pero fr¨ªo, hist¨®rico pero con una afici¨®n, la que siempre le hab¨ªa acompa?ado, m¨¢s pendiente de parecer que de ser. Ver a los Lakers en tal situaci¨®n anim¨® a unos seguidores de dif¨ªcil mutaci¨®n, que sinti¨® que su equipo se encontraba ante el mayor desaf¨ªo desde la llegada de Phil Jackson. Por una vez, los de p¨²rpura y oro no parec¨ªan invencibles. Y los Kings, culpables de ello, se gustaban mientras practicaban el baloncesto que les caracterizaba.
Al descanso las cosas cambiaron; no de repente, pero s¨ª gradualmente. Los Lakers empezaron a remontar, sin prisa pero sin pausa, como un martillo pil¨®n que sabe que no est¨¢ jugando bien pero que insiste, aplicando la teor¨ªa a la pr¨¢ctica, llevando el tri¨¢ngulo ofensivo hasta la extenuaci¨®n. Eso s¨ª, hubo un cambio clave introducido por Phil Jackson a inicios del tercer cuarto: el de poner a Kobe Bryant sobre un Bibby incontrolable que llevaba 18 puntos, con 8 de 11 en tiros al intermedio. El escolta, un defensor excelso sobre el bal¨®n y con un uno contra uno excepcional tambi¨¦n en ese lado de la pista, ya hab¨ªa dejado dos a?os antes a Steve Smith sin anotar en los ¨²ltimos 11:40 del s¨¦ptimo partido en el que los Lakers se impusieron a los Blazers, con una remontada para los anales liderada por la propia Mamba Negra. Ahora, volver¨ªa a ser clave en un emparejamiento dejando a Bibby en 3 puntos con 1 de 5 en tiros de campo en toda la segunda mitad. Sin dejarle recibir, impidiendo que hiciera de recipiente de esos p¨ªvots que tan bien mov¨ªan el bal¨®n (marca Adelman) y que se vieron obligados a jug¨¢rsela ante O¡¯Neal al no encontrar a su base y l¨ªder, ahogado por la defensa de Bryant. La realidad, eso s¨ª, fue que los Kings nunca le perdieron la cara al cuarto asalto. La remontada no fue fruto de una mala racha, sino paulatina, lenta y trabajada. Sacramento, sin la aportaci¨®n de Bibby, se qued¨® en 15 y 19 puntos en los dos ¨²ltimos cuartos, y los Lakers se acercar¨ªan hasta que se ganaron, m¨¢s por insistencia que por merecimiento en cuanto a juego, la oportunidad de forzar la pr¨®rroga en la ¨²ltima jugada¡ o sentenciar con un triple.
Hablar de Robert Horry es hacerlo de un hombre de dif¨ªcil an¨¢lisis, que siempre ha andado de puntillas en esa fina l¨ªnea que separa la oportunidad del oportunismo. Nunca es (ni ser¨¢) considerado un gran jugador, por mucho que destacara en el instituto y firmara en la Universidad de Alabama 12 puntos y 7 rebotes de promedio en cuatro a?os, coincidiendo con uno de esos jugones que luego dar¨ªa mucho que hablar en la NBA, Latrell Sprewell. Sin embargo, y por mucho que Sprewell alternara altercados con momentos de gloria en Knicks (Finales de 1999) y Wolves (big three con Sam Cassell y Kevin Garnett en 2004), ser¨ªa Horry, ese ala-p¨ªvot que pod¨ªa jugar de alero y ten¨ªa brazos largos y buenas aptitudes para el rebote y la defensa, el que entrar¨ªa en una historia entendible sin ¨¦l, pero que queda incompleta sin mencionarle. Elegido en el puesto n¨²mero 11 del draft por los Houston Rockets, fue parte de la plantilla que gan¨® el campeonato en 1994 y 1995, el del nunca subestimes el coraz¨®n de un campe¨®n. Ah¨ª fue donde Rudy Tomjanovich supo aprovechar hasta cierto punto ese avance evolutivo que representaba, tan extra?o a principios de los 90: el del cuatro abierto. Una posici¨®n consolidada luego por Dirk Nowitzki, un hombre con mucho (much¨ªsimo) m¨¢s talento, pero tambi¨¦n (much¨ªsimos) menos anillos. Aunque en realidad, todos tienen menos anillos que Horry excepto los Celtics de Bill Russell, ese equipo legendario, tan hist¨®rico como prehist¨®rico. El n¨²mero siete ha sido una cifra imposible de alcanzar incluso para Jordan, Kobe, LeBron y compa?¨ªa; pero no para Horry, que cuando pas¨® de Lakers a Spurs y en 2005 gan¨® el anillo con ellos (algo que repiti¨® en 2007), no se convirti¨® solo en el ¨²nico en hacerlo en tres equipos diferentes, tambi¨¦n llev¨® hasta el extremo su cualidad m¨¢s destacada: estar siempre en el sitio y lugar adecuados. Y ser clave en ellos, algo indivisible de lo primero si quieres ganar siete anillos. Solo con suerte puedes ganar uno, dos como mucho, pero en alg¨²n momento tienes que aparecer para salir campe¨®n tantas veces como ¨¦l lo hizo.
Horry promedi¨® 10,1, 9,9, 10,2 y 12 puntos en sus cuatro primeras campa?as. Nunca se volver¨ªa a acercar a esas cifras y su ¨²nica distinci¨®n individual consisti¨® en ser elegido en el Segundo Mejor Quinteto de Rookies. Eso y sus anillos, que ocupan una mano y dos dedos, ser¨ªan su ¨²nico legado si no fuera porque en ese encuentro, con los Lakers moribundos, rozando una eliminaci¨®n no efectiva pero s¨ª moral, anotar¨ªa el triple de la victoria. Antes de eso, Vlade Divac hab¨ªa anotado solo uno de dos tiros libres, y fue el p¨ªvot el que palme¨® el bal¨®n, alej¨¢ndolo de la canasta, despu¨¦s de que Kobe fallara una bandeja tras tiempo muerto para forzar la pr¨®rroga y Shaq no concretara con el rebote ofensivo. La pelota lleg¨® a Horry que, c¨®mo no, estaba donde ten¨ªa que estar, en la cabeza de la bombilla, fuera de la l¨ªnea de tres y preparado para encestar un triple que salvaba a los Lakers de una situaci¨®n casi imposible y hac¨ªa estallar al Staples Center como nunca antes lo hab¨ªa hecho. Todos cargaron a por el rebote excepto el ala-p¨ªvot, que intuy¨® que su lugar estaba en una posici¨®n algo m¨¢s alejada. Horry cuaj¨® las series de su vida (11 puntos y 11 rebotes de promedio) y uno de sus mejores partidos en playoffs (18 puntos, 11 en el ¨²ltimo cuarto con 3 de 4 en triples, 14 rebotes y 5 asistencias), ya hab¨ªa sido importante en determinados momentos con los Rockets, como tambi¨¦n en ese s¨¦ptimo partido ante los Blazers o en el tercero de las Finales ante los Sixers del curso anterior. Tambi¨¦n lo ser¨ªa en 2005, con los Spurs, cuando un triple suyo daba la victoria a los texanos en el quinto, a la postre clave, en las Finales ante los Pistons. Pero esa canasta represent¨® su cl¨ªmax como jugador, y pas¨® a los anales como una de las mejores de la historia de la NBA. Algo importante, teniendo en cuenta que este hombre hizo de ganar algo normal.
¡°Solo ha sido suerte¡±, comentar¨ªa despu¨¦s Divac en rueda de prensa. ¡°Deber¨ªa leer m¨¢s los peri¨®dicos. No es la primera vez que lo hago¡±, replicaba Horry, alimentando esas dosis de pol¨¦mica y declaraciones cruzadas que elevaron la serie a un nivel en el que ya se encontraba y del que no bajar¨ªa hasta su conclusi¨®n. La imagen del jugador de los Lakers en el centro de la pista abrazado por sus compa?eros tras el yes del comentarista Marv Albert, es historia del Staples y el alivio era palpable en todas las caras menos en la de Phil Jackson, siempre impert¨¦rrito, como si su aura estuviera por encima del bien y del mal y nada ni nadie fuera capaz de da?ar al ser celestial que parec¨ªa (y parece) representar. Los Kings, que lo hab¨ªan hecho todo bien pero hab¨ªan perdido, debieron pensar que los Lakers eran inmortales. Al igual que ese quinto encuentro que los Warriors ganaron en las ¨²ltimas Finales en Toronto, cuando parec¨ªan haber sucumbido ante un rival que llegaba a los ¨²ltimos minutos por delante y con una din¨¢mica ascendente. Es esa sensaci¨®n que muchas veces envuelve a los grandes campeones y que decanta la balanza en determinadas eliminatorias. A agua pasada todos dijeron que ese tiro ser¨ªa la clave. Y seguramente lo fuera. Pero lo realmente importante, fue que el baloncesto y (sobre todo) el relato originando en la eliminatoria se magnificaban, ascend¨ªan y se multiplicaban, disparando (todav¨ªa m¨¢s) unas audiencias televisivas ¨¢vidas de saber el gran desenlace.
Los Kings todav¨ªa ten¨ªan mucho que decir y lo dijeron, al igual que los Lakers despertaron de ese partido y medio de duermevela y se metieron de lleno en las finales del Oeste. Los angelinos, por cierto, jam¨¢s perdieron dos partidos seguidos en el Staples en playoffs en todo el siglo XXI hasta esa malograda y dolorosa segunda ronda ante los Mavericks, en 2011. Antes, solo Sacramento estuvo cerca de romper esa incre¨ªble racha, aunque sin suerte. Si cogemos del cuarto al s¨¦ptimo encuentro, podr¨ªamos estar hablando de una serie distinta a la anterior (y a cualquiera que se hubiera jugado antes o despu¨¦s). Y todo empez¨® y cambi¨® con el tiro de, en palabras (otra vez) de Andr¨¦s Montes, ese extra?o elemento llamado Horry. Un hombre con poca historia¡ pero hist¨®rico, al fin y al cabo.
La fe de Mike Bibby
Se podr¨ªa decir que Mike Bibby hab¨ªa nacido para jugar al baloncesto. Procedente de una estirpe de deportistas que inclu¨ªa a su t¨ªo Jim Bibby, jugador de la MLS, y sobre todo a su padre, Henry Bibby, antiguo miembro de los Knicks que ganaron el ¨²ltimo anillo de su historia (1973, con Phil Jackson en el equipo) y de los Sixers de Julius Erving que se colaron en las Finales de 1977 y 1980, Mike estaba destinado a grandes cosas. O por lo menos, a ser parte, aunque peque?a, de la historia de la competici¨®n. Su progenitor no tuvo tanta suerte en Philadelphia, donde se le escurri¨® el campeonato que ya hab¨ªa conquistado en Nueva York de entre los dedos, antes de que la franquicia llegara a unas nuevas Finales en 1982 y ganara el t¨ªtulo con Moses Malone y su fo, fo, fo en 1983, con Henry ya retirado. All¨ª, curiosidades del destino, comparti¨® equipo con Joe Bryant, padre de Kobe, al que tuvo enfrente en el instituto y tambi¨¦n durante la serie.
Bibby, que nunca tuvo la cualidad de la que Robert Horry siempre hizo gala, esa de estar en el momento y lugar adecuados, pose¨ªa un talento mucho mayor que el ala-p¨ªvot y que el de su propio padre, pero se retir¨® sin esos t¨ªtulos que todos los grandes jugadores en alg¨²n momento de su carrera persiguen. El base empez¨® perdido en Vancouver, con unos Grizzlies cuyas dos ¨²nicas buenas noticias aparte de ¨¦l fueron Shareef Abdur-Rahim y Michael Dickerson, y con los que sum¨® tan solo 76 victorias en 214 partidos antes de dar el salto a un equipo ganador por primera vez en verano de 2002. Bibby era un playmaker menos imaginativo pero m¨¢s eficaz que Jason Williams, con una menor dosis de egocentrismo y deseos de protagonismo y una mayor abnegaci¨®n que le permiti¨® cuadrar muy bien en un equipo en el que se erigi¨® como l¨ªder en esos playoffs. Curiosamente, sus mejores estad¨ªsticas individuales coincidieron con las siguientes temporadas, cuando el equipo era contender, pero no tan favorito. En las cuatro siguientes temporadas Bibbly promedi¨® 15,9, 18,4, 19,6 y 21,1 puntos por partido con porcentajes siempre superiores al 36% en triples y a las 5 asistencias pero sin llegar a un All Star cuya ausencia es muy parecida a otras tan hist¨®ricas o m¨¢s como las de Ron Harper o Mike Conley, o a los mejores quintetos de la temporada. Estamos hablando de un jugador descarado, mejor de lo que se le recuerda y con un talento innato, que se qued¨® sin premio. Aguant¨® en los Kings hasta 2008 como ¨²ltimo reducto de un equipo que ya no contaba ni con Adelman y que se fue deshaciendo paulatinamente desde 2002 sin volver a estar tan cerca de esa oportunidad perdida. Antes, en la 2004-05, y en su en¨¦simo lazo familiar con el baloncesto, comparti¨® equipo con Eddie House, su cu?ado, un buen jugador que ganar¨ªa el anillo con los Celtics de Garnett y compa?¨ªa tres a?os despu¨¦s. Desde luego, eran todo un clan, con un v¨ªnculo inabarcable dentro del deporte.
Tras su aventura en Sacramento, Bibby pas¨® por los Hawks hasta que en 2011 fue traspasado a los Heat (tras dos solitarios encuentros con los Wizards), disputando unas Finales, las ¨²nicas de su carrera, que se saldar¨ªan con derrota ante los Mavericks de Nowitzki¡ y Stojakovic, ¨²nico representante de aquellos Kings que se retirar¨ªa con un anillo de campe¨®n m¨¢s all¨¢ de un Pollard que tuvo un papel irrisorio en los Celtics de 2008. Un a?o despu¨¦s y tras una temporada sin historia en los Knicks, Bibby pon¨ªa punto y final a su carrera con un pobre balance para aquel chico que se tatu¨® (entre muchas otras cosas), como elemento premonitorio, el logo de la NBA con tan solo 16 a?os. Un curr¨ªculum que contrasta con el incre¨ªble juego que desarroll¨® en buena parte de su carrera y, sobre todo, en esas series, en las que se erigi¨® como el elemento diferenciador. Ese del que los Kings carec¨ªan anteriormente.
Bibby respondi¨® al tiro ganador de Robert Horry en el cuarto partido con otro en el quinto. El desarrollo esta vez fue totalmente distinto al de los cuatro anteriores y diametralmente opuesto a los dos celebrados en Los ?ngeles. Esta vez, no hubo grandes ventajas en el marcador, ning¨²n cuarto se resolvi¨® por m¨¢s de nueve puntos de diferencia y el final fue de una igualdad que rozaba el infarto. Los Lakers, m¨¢s c¨®modos ante los cencerros de Sacramento que en su propia casa, no repitieron sus dos ¨²ltimos inicios, completa y netamente dominados por sus rivales, y se adelantaron en el primer periodo (27-33), antes de que los locales le dieran la vuelta al descanso (51-46). En la segunda mitad, los intercambios se hicieron constantes dentro de un com¨²n denominador que marc¨® el duelo y que maniat¨® a los Lakers: la faltas de O¡¯Neal. El p¨ªvot solo pudo disputar 31 minutos (28 puntos con 14 de 18 en tiros y un solo tiro libre intentado) y fue eliminado por faltas cuando todav¨ªa faltaban tres para el final del partido. Los ¨²ltimos cuartos no se le estaban dando especialmente bien durante la fase final, y en los siete partidos anteriores apenas promediaba un 20% en tiros en los 12 minutos finales de partido. En el quinto ante los Kings, el bochorno fue a¨²n mayor, y ni siquiera mir¨® a canasta, siempre rodeado de dos, o hasta tres defensores locales.
Kobe intent¨® resolver las cosas por su cuenta, pero esa valent¨ªa que le caracterizaba de asumir tiros imposibles en momentos complicados torn¨® en defecto en ese final de partido. A los Lakers les vali¨® durante un breve periodo de tiempo y llegaron con empate a 89 con dos minutos por jugar y 8 puntos de Bryant, que ya hab¨ªa alcanzado los 30 con los que finaliz¨® el encuentro. El escolta no anot¨® m¨¢s y fall¨® sus cuatro ¨²ltimos lanzamientos en los cuatro ¨²ltimos ataques de los angelinos, incluido el que les habr¨ªa dado la victoria. Antes de eso, Bibby hab¨ªa sacado de banda tras tiempo muerto habilitando a Webber, y ¨¦ste se la devolvi¨® a su compa?ero, que transform¨® un lanzamiento en suspensi¨®n desde seis metros que daba la delantera a su equipo. ¡°Bibby, siempre que hay que meterla, la mete¡±, zanjaba Antoni Daimiel. Los ¨¢rbitros obviaron el bloqueo en movimiento en el que se qued¨® Fisher, auspiciado por el propio Webber. El fallo posterior de Bryant, que asumi¨® mucho (demasiado) en los ¨²ltimos instantes, hac¨ªa estallar el Arco Arena.
La celebraci¨®n de los Kings demostr¨® sobradamente el nivel emocional que hab¨ªa alcanzado una serie que ya era hist¨®rica. Dos tiros ganadores en dos partidos consecutivos daban buena cuenta de ello, pero lo m¨¢s importante para Sacramento era haberse repuesto moralmente del palo que supuso rozar el 3-1, que se escap¨® en el ¨²ltimo suspiro, y conseguir sufrir ante su p¨²blico para sacar una victoria bajo mucha presi¨®n. Si ese tiro de Bibby no hubiera entrado, habr¨ªan viajado a Los ?ngeles con un 3-2 en contra y habiendo perdidos dos encuentros muy igualados. La victoria, muy trabajada, soportando, como si de grandes campeones se tratase, las acometidas de los vigentes campeones, supuso un alivio para los jugadores locales. Incluso para Adelman, no tan impasible como Jackson, pero con ese envoltorio de tranquilidad inherente al entrenador NBA, al que le acompa?a una marcada ausencia de grandes aspavientos o celebraciones y que pasa m¨¢s tiempo sentado y sin dar tantas indicaciones como su hom¨®logo europeo. El abrazo de Divac a Bibby en mitad de pista y la manera que tuvo la afici¨®n de jalear la victoria, demostr¨® todo lo que hab¨ªa soportado el equipo los dos a?os anteriores, incapaces de ganar a los Lakers. Webber, criticado por sus malos porcentajes de acierto en playoffs durante los dos ¨²ltimos playoffs, respondi¨® con 29 puntos y 13 rebotes. Divac y Turkoglu anotaron 13 por cabeza. Pero fue Bibby, con 23, el elemento diferenciador que permiti¨® a los Kings so?ar a lo grande. Por primera vez, la ciudad de Sacramento se ve¨ªa en las Finales. Los aficionados, que empezaban a hablar del anillo sin tapujos, se sent¨ªan ganadores. Y con todo merecimiento.
¡°Los Kings no se han visto en otra¡±. Las palabras de Montes, pronunciadas cuando el quinto partido todav¨ªa estaba en marcha, resum¨ªan perfectamente la sensaci¨®n de analistas y aficionados. Era su momento, ese que llevaban tanto tiempo esperando, y con 3-2 arriba ten¨ªan dos match balls y afrontaban el sexto encuentro sin la presi¨®n de la eliminaci¨®n y con la tranquilidad de que ten¨ªan una bala guardada en la rec¨¢mara, la de un hipot¨¦tico s¨¦ptimo partido en casa. All¨ª donde el ruido se acrecentaba y la confianza se disparaba, acongojando a unos rivales que casi nunca pod¨ªan soportar el ambiente que all¨ª se originaba. Eso s¨ª, algunos pensaban que la experiencia de los Lakers en un s¨¦ptimo jugar¨ªa a su favor, y que el equipo de Adelman ten¨ªa que ganar en el Staples para llevarse la eliminatoria. En lo que s¨ª se coincidi¨®, como no pod¨ªa ser de otra manera, era en que los Kings eran un equipazo. El quinto partido hab¨ªa sido la confirmaci¨®n; en esos momentos en los que tiembla el pulso, Sacramento supo sufrir ante su p¨²blico, consigui¨® llevar el partido hasta el final, luchar contra la insistencia laker y sentenciar tras un duro (dur¨ªsimo) mazazo, el que hab¨ªa supuesto ese triple de Horry sin el que ya era imposible entender la eliminatoria.
Los Lakers nunca se hab¨ªan enfrentado a una situaci¨®n parecida en la era Jackson. Se hab¨ªan jugado la eliminaci¨®n en otras dos ocasiones, ambas en el 2000: en primera ronda ante los Kings, con 2-2 y el quinto partido en el Staples; y en las finales del Oeste con aquel s¨¦ptimo partido ante los Blazers, tambi¨¦n en casa. Esta vez, la ocasi¨®n era in¨¦dita por partida doble. Por un lado, el hipot¨¦tico s¨¦ptimo partido lo disputar¨ªan como visitantes. Y por otro, era la primera ocasi¨®n en la que estaban 3-2 abajo. De nuevo, y aunque ya hab¨ªa quedado m¨¢s que demostrado, se certificaba que la fiebre amarilla estaba ante su mayor desaf¨ªo. La tradici¨®n forjada por el Doctor Buss en los 80, esa cuya visi¨®n era la de forjar celebrities en la pista a base de acumularlas en las gradas y capitalizar la vida de Los ?ngeles, que se materializ¨® en el viejo Forum y resucit¨® en el Staples, pend¨ªa de un hilo ante la revoluci¨®n de unos Kings dispuestos a acabar con el orden establecido desde la mudanza de la franquicia angelina en 1999. Y si bien el nuevo cap¨ªtulo, el sexto dentro de una serie con tintes ¨¦picos, no fue hist¨®rico por acabar con la dinast¨ªa de los Lakers o por tener otro tiro ganador para el recuerdo, s¨ª lo fue por la controversia que origin¨®, convirti¨¦ndolo en uno de los m¨¢s pol¨¦micos de la historia de la NBA.
Transcurridos apenas algo m¨¢s de tres minutos, Kobe Bryant recorr¨ªa la cancha y se paraba a la altura del tiro libre para lanzar en suspensi¨®n por encima de Mike Bibby. El escolta anot¨®, pero adem¨¢s, el ¨¢rbitro se?al¨® falta, por lo que consegu¨ªa un 2+1. Bibby le hac¨ªa gestos de incomprensi¨®n al ¨¢rbitro, visiblemente molesto. En la repetici¨®n, se ve claramente que el base no toca el brazo de Bryant en ning¨²n momento. ¡°Jugu¨¦ un partido en el que pasaron cosas muy extra?as¡±, dir¨ªa Chris Webber 16 a?os despu¨¦s. La realidad, dif¨ªcilmente discutible, es que el arbitraje, aposta o no, favoreci¨® a los Lakers. M¨¢s all¨¢ de las conspiraciones mas¨®nicas originadas en torno al encuentro, que hablaban de que la NBA quer¨ªa forzar un s¨¦ptimo partido para impulsar a¨²n m¨¢s unas audiencias televisivas que estaban alcanzando cotas insuperables, es complicado argumentar que el arbitraje fuera bueno. En ese sexto duelo (106-102 final) los Lakers tiraron 40 tiros libres (34/40 por el 18/25 de los Kings)¡ 27 de ellos en el ¨²ltimo cuarto. A los p¨ªvots de los Kings les pitaron 20 personales, dos consecutivas y muy dudosas a Scott Pollard a inicios del ¨²ltimo cuarto (una en ataque y otra en defensa) que obligaron a Adelman a alinear a un Divac que ya llevaba 5, y que ser¨ªa eliminado minutos despu¨¦s de su compa?ero, lo que dejaba a Sacramento con un solo hombre para defender a Shaq m¨¢s all¨¢ de Webber: Lawrence Funderburke, que hab¨ªa disputado cuatro de los 14 encuentros de playoffs, con apenas 14 minutos en total. Por si eso fuera poco, los ¨¢rbitros no vieron un codazo de Kobe a Bibby cuando los locales intentaban cerrar el partido desde la personal y que habr¨ªa dado a los Kings bal¨®n para ganar. Michael Wilbon, del Washington Post, lleg¨® a asegurar que hab¨ªa contado ¡°seis errores arbitrales, todos contra Sacramento, solo en ese ¨²ltimo cuarto¡± en el que los angelinos anotaron cinco canastas en juego¡ y 21 tiros libres.
Y si ya es imposible defender la actuaci¨®n arbitral en ese encuentro, las teor¨ªas sobre el papel de David Stern y la propia NBA fueron imposibles de acallar. Sobre todo cuando Tim Donaghy, ¨¢rbitro que acab¨® condenado por ama?o de partidos, asegur¨® que se pit¨® con la intenci¨®n de que se llegara al s¨¦ptimo y definitivo, todo para mayor beneficio de la NBA ante el inter¨¦s que la eliminatoria estaba despertando. ¡°Sacramento ten¨ªa el mejor equipo de la Liga. Pero los ¨¢rbitros no permitieron que ganara el mejor equipo¡±, escribi¨® Donaghy, que no estaba ese d¨ªa pero dijo conocer las intenciones del equipo arbitral que formaron Dick Bavetta, Ted Bernhardt, Bob Delaney. ¡°S¨¦ lo que sucedi¨®, estoy seguro¡±, insist¨ªa Webber, que nunca vio tan de cerca el anillo. ¡°No voy a decir que hubo una conspiraci¨®n. Simplemente creo que algo no estaba bien. Fue injusto. No tuvimos la oportunidad de ganar ese partido¡±, dir¨ªa Pollard. Las declaraciones de protagonistas y analistas no hicieron m¨¢s que repetirse y el periodista Bill Simmons, entonces de la ESPN, dijo que ¡°desde el punto de vista arbitral, es el partido m¨¢s unilateral de la ¨²ltima d¨¦cada¡±. Como no pod¨ªa ser de otra manera, el comisionado neg¨® vehementemente todas las acusaciones.
Jugu¨¦ un partido en el que pasaron cosas muy extra?as
Chris Webber
A todo esto, Shaq y Kobe se combinaron para 72 puntos y 28 rebotes. 41+17 (con 2 tapones) del p¨ªvot, que mostr¨® su versi¨®n m¨¢s dominante, y 31+11 (con 5 asistencias) de Bryant en una buena serie de tiro (10 de 20, con 11 de 11 desde la personal). Entre los dos anotaron 23 de los 31 puntos de los Lakers en el ¨²ltimo cuarto y O¡¯Neal transform¨® los seis ¨²ltimos tiros libres que intent¨® tras lanzar solo uno en el tercer partido, ambas noticias in¨¦ditas. Eso s¨ª, los Kings, una vez m¨¢s, estuvieron todo el rato en el partido. Se fueron cinco arriba al descanso y entraron con 75 iguales a los ¨²ltimos 12 minutos. Nunca, en ning¨²n momento en toda la eliminatoria, Sacramento se desconect¨®, o estuvo mentalmente fuera de alguno de los siete partidos, y todav¨ªa a falta de tres minutos para la conclusi¨®n del sexto mandaban 90-92, iban solo uno abajo a falta de menos de 90 segundos (97-96), de 20 (101-100) y de 12 (103-102), antes del afrentoso codazo de Kobe (lo m¨¢s protestado) y el intento fallido de triple del noqueado Bibby, que err¨® ante la defensa del escolta. Los Lakers sufrieron en uno de los partidos m¨¢s pol¨¦micos de siempre y lo sacaron adelante con decisiones m¨¢s que cuestionables¡ pero lo sacaron. Habr¨ªa, por tanto, s¨¦ptimo partido. Ese que (no sabemos si) los ¨¢rbitros se empe?aron en forzar y que el aficionado hab¨ªa so?ado y deseado durante toda una serie de playoffs, quiz¨¢ desde toda una temporada, acrecentada por la especial rivalidad que se forjaba entre los dos equipos en los ¨²ltimos a?os. Y parec¨ªa, todo hay que decirlo, que la resoluci¨®n de la serie en un game seven era de justicia po¨¦tica ante una eliminatoria que, para un alto porcentaje de los aficionados, era la mejor que hab¨ªan vivido en mucho, mucho tiempo.
Ya dijo el gran Bill Russell, por nombrar otra cita para la historia: "las dos palabras m¨¢s importantes del deporte: game seven". Andr¨¦s Montes era m¨¢s b¨¢sico: ¡°el d¨ªa D, la hora H¡±. As¨ª de rotundo se mostraba en el inicio de la retransmisi¨®n del s¨¦ptimo partido, disputado el 2 de junio de 2002 en el Arco Arena de Sacramento. ¡°En temporada regular se pelea, se lucha y se juega precisamente para que un partido como ¨¦ste se pueda jugar ante tu p¨²blico¡±, apuntillaba Daimiel en unas declaraciones con un trasfondo mayor del que parece. Sobre todo para el baloncesto actual, inmerso en el debate del load management. Poco de eso ten¨ªan ninguno de los dos equipos que se iba a ver las caras en lo que muchos consideraban una final anticipada: cinco jugadores de los Lakers jugaron 80 o m¨¢s partidos ese a?o, siete m¨¢s de 70 y 10, 64 o m¨¢s encuentros, superando la cifra de los 60 que Kawhi Leonard, m¨¢ximo precursor de esa nueva idea que tanta pol¨¦mica ha generado, disput¨® con los Raptors en la 2018-19. Y m¨¢s de lo mismo en los Kings, donde excepto Chris Webber (54), toda la rotaci¨®n principal hab¨ªa superado los 70 partidos. El baloncesto en 2002 ya estaba en v¨ªas de evoluci¨®n, con el ya mencionado Don Nelson haciendo de las suyas en unos Mavs que, con Nowitzki, consolidar¨ªan definitivamente la tambi¨¦n nombrada figura del cuatro abierto y que con Nash tendr¨ªan al precursor del pick and roll, popularizado cuando el base puso rumbo a los Suns con Mike D¡¯Antoni para dar por finalizada la era de los hombres altos cl¨¢sicos, una especie que ha pasado de la disgregaci¨®n a (casi) la extinci¨®n y que cuenta hoy con un perfil distinto al que representaba en esa serie O¡¯Neal, una figura baloncest¨ªstica que brilla por su ausencia en el presente.
El juego r¨¢pido, vistoso y ofensivo de los Kings, con los p¨ªvots como canalizadores, tambi¨¦n era parte de la representaci¨®n de esa evoluci¨®n, y la habilidad que ten¨ªan los hombres interiores de Adelman para mover el bal¨®n fue el germen que luego tuvo a grandes centers pasadores, algunos ya en esa ¨¦poca como Kevin Garnett, y luego otros como Pau Gasol u hoy Nikola Jokic, un tipo de jugador distinto pero a la vez parecido. Esos Kings, que practicaban uno de los baloncestos m¨¢s espectaculares del siglo XXI (o de siempre) estaban ante su gran oportunidad en un encuentro en el que ya no val¨ªan las medias tintas. Todo o nada. Win or go home. La temporada en su totalidad hab¨ªa conducido a ese partido, en el que uno de los dos equipos dir¨ªa adi¨®s al campeonato y el otro se proclamar¨ªa vencedor virtual de unas Finales en los que esperaban los Nets de Jason Kidd y Byron Scott, que hab¨ªan ganado a los Celtics 4-2 tras ser v¨ªctimas en el tercer partido en el Garden de la mayor remontada de la historia de los playoffs. Nadie daba posibilidades a New Jersey, que representaba, en mayor medida incluso que los Sixers el a?o anterior, la inmensa brecha de la que ya hemos hablado, esa que hab¨ªa entre ambas Conferencias en ese momento, que se pali¨® ligeramente de 2004 a 2012 (Pistons, Magic, Celtics, Heat, Cavs¡) para luego volverse a hacer evidente.
A las cuatro y media de la tarde, el ruido era atronador en el Arco Arena. Las audiencias (otra vez las audiencias) que se hab¨ªan provocado con la oposici¨®n de los Kings a los Lakers hab¨ªan sido espectaculares en todo Estados Unidos y en Los ?ngeles, donde la eliminatoria se vivi¨® con una emoci¨®n alejada de la idiosincrasia del Staples, siempre tan pulcro y aseado pero poco dado a la falta de convencionalismos que demostraban los aficionados de Sacramento y sus cencerros. A todo esto, esos n¨²meros televisivos tan brutales al otro lado del Atl¨¢ntico contrastaban con el seguimiento en Espa?a, muy lejano todav¨ªa a lo que ha acabado siendo y cuya informaci¨®n monopolizaban por aquel entonces ese d¨²o de periodistas que se hizo viral en el tiempo, como una pel¨ªcula con mala recepci¨®n que acaba siendo de culto. Fue Montes, ese ser imaginativo, pionero y precursor de una manera de narrar los encuentros que ha tornado en fracaso cada vez que ha intentado ser imitada, el que defini¨® como nadie al equipo de Adelman justo antes de empezar el choque: ¡°Los Kings, un equipo descarado, un equipo yey¨¦, el tocata de pilas, la tortilla de patata, el seiscientos, la vespa, el guateque, aquellos maravillosos a?os¡ eso es lo que nos inspiran los Kings¡±.
El r¨®tulo que presentaba la televisi¨®n americana antes del salto inicial era esperanzador para los locales; hasta entonces, el equipo que hab¨ªa jugado en casa ten¨ªa un r¨¦cord de 67-14 en s¨¦ptimos partidos (un 82,7%), con un 23-5 cuando la situaci¨®n se daba en finales de Conferencia (82,1%). ¡°Las estad¨ªsticas dicen que est¨¢n para eso¡¡±, dejaba caer Montes antes de que Mike Bibby (c¨®mo no) anotara una canasta imposible ante O¡¯Neal que era jaleada por el p¨²blico local, que no se sentar¨ªa en pr¨¢cticamente todo el choque. Los Lakers, curtidos en mil batallas, hab¨ªan dejado claro antes del partido que estaban encantados de tener que jugar el s¨¦ptimo encuentro fuera de casa y la presi¨®n tendr¨ªan que manejarla de nuevo los locales, que estaban ante su gran oportunidad. Una que no sab¨ªan si iba a volver a repetirse en una NBA que, recordemos, no espera a nadie.
Del duelo poco se puede decir, m¨¢s all¨¢ de que sigui¨® con la t¨®nica de igualdad total en la que se hab¨ªan desarrollado los dos ¨²ltimos. Todos los cuartos se decidieron por tres o menos puntos, ninguna ventaja super¨® la decena de diferencia y hubo 19 cambios de liderato en el marcador y 16 empates. Hubo tan solo dos momentos en el que los Kings amenazaron con romper el partido; el primero fue en el inicio, envalentonados los locales por su p¨²blico y anotando mucho debajo de la canasta rival, bien resuelto por un temprano tiempo muerto de un Phil Jackson que se emple¨® al fondo en el duelo. De hecho, el t¨¦cnico era siempre partidario de saltarse esa regla no escrita que muchos de sus colegas ten¨ªan en playoffs, cuando paraban el duelo tras dos canastas del rival. Jackson prefer¨ªa que los jugadores encontraran las soluciones por s¨ª mismos¡ pero en un s¨¦ptimo partido, con un anillo en juego, no era momento de esperar a que sus hombres reaccionaran. La importancia del momento se demostr¨® con el esfuerzo que puso el Maestro Zen durante todo el partido, ataviado con esos tapones que disminu¨ªan el ruido procedente de los cencerros, silbando sin parar con sus dos dedos me?iques en la boca, de pie m¨¢s tiempo del habitual, protestando mucho e insistiendo, como siempre, en el uso de ese tri¨¢ngulo que representaba un plan que los jugadores, esta vez s¨ª, siguieron sin dudar. No era hora de querer pilotar la nave cuando el esquema habitual funcionaba a la perfecci¨®n. A Jackson, esa figura magn¨¦tica, casi m¨ªstica, hab¨ªa que seguirlo con una fe ciega en el momento de la verdad. La experiencia as¨ª lo exig¨ªa.
El otro momento importante fue a inicios de tercer cuarto, cuando los Kings consiguieron la m¨¢xima diferencia del partido, nueve puntos (63-54) que, unidos a los fallos del rival (0 de 7 en tiros de campo al inicio de la segunda parte) invitaban a pensar que los Kings se pod¨ªan escapar. Otro tiempo muerto de Jackson y una buena racha de Bryant, que lider¨® con 6 puntos y 1 asistencia un parcial de 10-2 para los Lakers, volvieron a establecer una igualdad que ya no desapareci¨® del partido. Uno resuelto al final del todo, en una pr¨®rroga que alargaba la eliminatoria cinco minutos m¨¢s y que fue el broche de oro a una de las series m¨¢s impresionantes de la historia, como una justicia divina que el baloncesto regalaba al aficionado, afortunado por ser testigo de semejante cantidad de magia. Una pr¨®rroga que ganaron los Lakers o, que m¨¢s bien, perdieron los Kings. Que siempre, siempre, siempre estuvieron en la eliminatoria, pero que fallaron en el momento de la verdad, una conclusi¨®n injusta si tenemos en cuenta la cantidad de instantes clave que hubo en las finales del Oeste (siempre con Sacramento a la altura), pero que es adecuado para ese s¨¦ptimo partido, analizado de manera ventajista y a posteriori¡ pero en la que fallaron, al fin y al cabo.
Y a los Kings les tembl¨® el pulso
La representaci¨®n m¨¢xima de la derrota tuvo lugar en los ¨²ltimos minutos del tiempo reglamentario, cuando Pedja Stojakovic, que hab¨ªa retornado en el quinto partido de la serie, recibi¨® el pase de Turkoglu y se dispuso a lanzar totalmente solo desde la esquina. Se plant¨®, arque¨® perfectamente los brazos, hizo el movimiento al mil¨ªmetro, como siempre hac¨ªa un tirador de su categor¨ªa, antes de lanzar para poner a los Kings por delante¡ pero hizo airball. Si bien Bibby (siempre Bibby) forzar¨ªa la pr¨®rroga luego desde la personal, una revisi¨®n no demasiado exhaustiva nos muestra que Sacramento lanz¨® con un 45% en tiros de campo, mejor que los Lakers (41%), pero permiti¨® numerosos puntos de segundas oportunidades y un dominio angelino en el rebotes que, si bien no fue num¨¦rico (52 a 51) se not¨® en cuanto a la rentabilidad, con hasta cuatro jugadores visitantes con 10 o m¨¢s rechaces.
Adem¨¢s, los Kings fueron un desastre desde el triple, anotando solo 2 de 20 intentos y permitiendo muchos tiros abiertos de sus rivales (7 de 17) motivados por las continuas ayudas a O¡¯Neal. Doug Christie estuvo desaparecido (2 de 11), Divac fue eliminado, esta vez de manera justa, por faltas, y Sacramento tuvo otro error que no se nota tanto cuando est¨¢s viendo el duelo pero que es escalofriante al final: 16 de 30 en tiros libres, 14 fallos que permitieron a los Lakers estar siempre al acecho (o por delante) y que acabaron condenado a los de Adelman, que se quedaron sin anotar en los ¨²ltimos 2 minutos y 15 segundos, con seis ataques consecutivos sin ver aro que incluyeron un 0 de 4 en tiros y 2 p¨¦rdidas, con un bochornoso intento de triple de Christie que fue una piedra de la misma magnitud que la que cay¨® sobre los ¨¢nimos de los seguidores de los Kings, silenciados en esos ¨²ltimos segundos en los que se certificaba la derrota de los suyos y sin dar cr¨¦dito a lo que ve¨ªan, como viviendo una pesadilla de la que no despertaban, ni de la que despertar¨ªan.
Hubo una t¨®nica general en la que se coincidi¨® casi por unanimidad: los Kings fueron mejores. De hecho, Jackson revel¨® una conversaci¨®n con Bryant durante el partido en la que el escolta reconoc¨ªa la superioridad del rival. ¡°Kobe me dijo que le pareci¨® que los Kings jugaban mejor, pero que nosotros tuvimos m¨¢s perseverancia¡±. Desde luego, los Lakers insistieron en el tri¨¢ngulo, buscando siempre el poste, sin variar un ¨¢pice el plan que les hab¨ªa llevado a los dos ¨²ltimos t¨ªtulos, con m¨¢s oficio que talento, siendo predecibles, pero sin decaer en ning¨²n momento. Y con Kobe y Shaq de nuevo en su m¨¢ximo apogeo: 65 puntos, 23 rebotes, 9 asistencias, 2 robos y 4 tapones de forma combinada. 35+13 de Shaq por los 30+10+7 de Kobe, que no anot¨® ni un solo tiro de campo entre el ¨²ltimo cuarto y la pr¨®rroga (6 tiros libres), otra variable que no supieron aprovechar los Kings. Adem¨¢s, 13+14+7 de Fox, y 13 puntos de Fisher, apareciendo la intendencia, inexistente durante casi el resto de la serie, en el momento oportuno. Y 16+12+5 de Horry, que estuvo apunto de ser el h¨¦roe absoluto si un palmeo suyo hubiera entrado antes de que sonara la bocina que indicaba el final del ¨²ltimo periodo, dando paso a la pr¨®rroga. En esa ¨²ltima jugada, los Kings no dejaron recibir a Kobe, y Shaq intent¨® un tiro desde 5 metros aue fue palmeado primero por Bryant y luego por el propio Horry, que como dijo Daimiel, siempre estaba donde hab¨ªa que estar.
Tampoco fueron malos los n¨²meros de Sacramento, m¨¢s all¨¢ de la p¨¦sima actuaci¨®n de Christie en el tiro: 20+8, con 11 asistencias (s¨ª, han le¨ªdo bien) de un Webber con una calidad inversamente proporcional a su n¨²mero de anillos. 29 puntos de Bibby, el ¨²nico que mantuvo la calma en los momentos calientes. 10 para Turkoglu, buen partido de Divac (15+10) y 8+8 para un Stojakovic que lleg¨® verde por la lesi¨®n en semifinales ante los Mavericks. Otro condicionante que se puede analizar, pero que no deja de ser eso, un condicionante. Sin embargo y por mucho an¨¢lisis que hagamos, ese s¨¦ptimo partido fue la evidencia de que a los Kings les faltaba un poco (muy poco) de fritura para dar el paso definitivo hacia el anillo. Los fallos en casi la mitad de los tiros libres o el ignominioso 10% en triples dan buena muestra de ello, de un pulso que tembl¨® en el momento clave y cuya p¨¢jara, m¨ªnima si se repasa el general de la serie pero clave si se analiza en profundidad, estuvo tan bien representada en ese triple de un sensacional tirador europeo, que ni vio el aro cuando m¨¢s necesitaba hacerlo. Jam¨¢s los Kings, en su etapa m¨¢s gloriosa, pudieron ganar el anillo, el ¨²nico pecado de un equipo excepcional, que devolvi¨® a la NBA el honor de presumir del juego m¨¢s cautivador del planeta, a a?os luz del resto.
El culo de Shaq
Como suele ser habitual, no hay met¨¢fora m¨¢s acertada que la hecha por ese hombre tan soez que, dentro de su irreverencia y ante todo pron¨®stico, posee una inteligencia fuera de lo com¨²n. Lo cierto es que cuando los Lakers llegaron al Arco Arena para disputar el ¨²ltimo encuentro de la serie, los aficionados de Sacramento mostraron una vez m¨¢s su menosprecio a la franquicia de p¨²rpura y oro, y se bajaron los pantalones, mostrando el culo al autob¨²s del equipo. ¡°Nos re¨ªmos. Aunque solo fuera por eso, esa gamberrada contribuy¨® a quitar hierro a lo que podr¨ªa haber sido el partido m¨¢s complicado al que se enfrentaron nuestros jugadores¡±, dijo Phil Jackson a?os despu¨¦s, reconociendo que jugar un s¨¦ptimo partido fuera de casa era ¡°la prueba m¨¢s letal y desafiante que existe¡±. Bien lo sabe el t¨¦cnico, que nunca con los Bulls tuvo que enfrentarse a algo as¨ª m¨¢s all¨¢ del s¨¦ptimo ante los Knicks de 1994, con derrota de Chicago en otra serie para la historia, sin Jordan y con una pol¨¦mica impresionante. Antes, como jugador, el t¨ªo Phil hab¨ªa disputado con los Knicks unas espectaculares finales del Este en 1973, en la que los neoyorquinos ganaron el s¨¦ptimo partido fuera de casa para pasar a las Finales, en las que vencieron a unos Lakers, los de West y Chamberlain, que hab¨ªan ganado (por fin) el anillo un a?o antes.
Esas fueron las dos experiencias del Maestro Zen en un s¨¦ptimo fuera de casa, aleccionadoras para los equipos visitantes y que hemos visto en encuentros magn¨ªficos en el ¨²ltimo lustro, con los Warriors ganando a los Rockets en 2018 y, sobre todo, los Cavs a Golden State en las Finales de 2016. M¨¢s all¨¢ de todo eso, los Lakers superaron el examen con creces y se vengaron de todos los insultos, cencerros y acusaciones de ama?o. Eso s¨ª, no se sorprendieron con el resultado, mostrando una inusitada calma antes, durante y despu¨¦s del partido: ¡°Hace cinco a?os que jugamos juntos. Si a estas alturas no sabemos lo que hay que hacer, algo falla¡±, dijo Horry. Shaq, que permaneci¨® 51 agotadores minutos en pista, promedi¨® 30,3 puntos y 13,6 rebotes en la eliminatoria, y decidi¨® despedirse a su manera de un grupo de aficionados de Sacramento que increpaban al autob¨²s del equipo en su salida del Arco Arena. El p¨ªvot se desprendi¨® de la ropa que ocupaba el tren inferior de su cuerpo y estamp¨® su trasero en el cristal, una imagen poco agradable a la imaginaci¨®n pero que da buena muestra del car¨¢cter del jugador angelino. ¡°Ahora si eso volv¨¦is¡±, parec¨ªa decir con el gesto, al que sus compa?eros bautizaron como ¡°la salida de la luna llena¡±.
Como no pod¨ªa ser de otra manera, los Lakers volaron hasta su tercer anillo consecutivo. Fue el tercer triplete desde 1991, dos de los Bulls y uno de los de p¨²rpura y oro, lo que permiti¨® que Pat Riley, creador de una expresi¨®n (la del three peat) que patent¨® y populariz¨® en los 80, se llevara su parte del bot¨ªn. Desde 1966, con el octavo campeonato consecutivo de los Celtics de Russell, nunca hubo equipos que lograran el triplete, algo que no ha vuelto a pasar desde Shaq y Kobe, ni siquiera con los Warriors y su particular dinast¨ªa. Los Nets ten¨ªan un buen equipo, con Jason Kidd, Kerry Kittles, Kenyon Martin o Keith Van Horn, pero nada que proponer ante Shaq, que se fue a 36,3 puntos y 12,3 rebotes en las Finales, con apenas resistencia de Todd MacCulloch o un joven Jason Collins. Kobe, que solo descans¨® 27 segundos en el s¨¦ptimo (y fue para cambiarse el pantal¨®n), se movi¨® por el mismo camino y produjo menos que su compa?ero, algo com¨²n por aquel entonces pero que no le impidi¨® irse a los 27,1 puntos, 6,3 rebotes y 4 asistencias contra los Kings, con un final de eliminatoria excelso y unos promedios de 30,3+8,7+5, con un 40% en triples en los tres ¨²ltimos duelos. Ante los Nets, 26,8+5,8+5,3, con un 51,4% en tiros de campo y un 54,5% (??!!) en triples. Una cosa est¨¢ clara, no ha habido segunda espada como la Mamba Negra, una que haya sido tan buena ni que haya estado tan cerca de la primera, incluso sobrepas¨¢ndola en determinados momentos de la dinast¨ªa. Por mucho que en presencia de problemas, la mejor soluci¨®n fuera buscar el poste, el v¨¦rtice interior de ese famoso tri¨¢ngulo.
Fue el ¨²ltimo anillo que produjo la alianza entre Shaquille O¡¯Neal, Kobe Bryant y Phil Jackson. Hasta ah¨ª lleg¨® la relaci¨®n entre ambas estrellas, siempre complicada, con luces y sombras, muchas peleas y una reconciliaci¨®n eternamente postergada, ya con ambos en diferentes equipos y confirmada del todo con la desgraciada muerte de Kobe, el pasado 26 de enero. La 2002-03 certific¨® que el escolta iba para arriba y el p¨ªvot era una estrella que empezaba a perder luz. Bryant firm¨® las mejores estad¨ªsticas de su carrera, con 30 puntos, 7 rebotes, 6 asistencias, y m¨¢s de 2 robos, con unos playoffs espectaculares en los que promedi¨® m¨¢s de 32 puntos por partido y en los que Shaq se fue, despu¨¦s de algunos problemas f¨ªsicos en la regular season, a 27+14,8. La derrota en semifinales ante los Spurs, con un triple de Horry que, ir¨®nicamente, se sali¨® de dentro (de manera literal) en el quinto partido, certific¨® el fin de la dinast¨ªa de los Lakers y la primera derrota de Phil Jackson en playoffs desde 1995. El t¨¦cnico hab¨ªa igualado a Red Auerbach en 2002 logrando su noveno t¨ªtulo, algo que no gust¨® al m¨ªtico entrenador de los Celtics, que siempre mantuvo con el Maestro Zen una rivalidad poco correspondida y absolutamente unidireccional. La alianza se rompi¨® en la 2003-04, con el equipo de Play Station que formaron con Karl Malone y Gary Payton y que cay¨® en las Finales ante la ¨²ltima versi¨®n competitiva de los Pistons. Ya saben, la campa?a de la denuncia por violaci¨®n de Kobe, las exigencias de un contrato de Shaq de dos a?os y 60 millones, los problemas irresolubles entre un matrimonio irreconciliable, un Jackson que siempre tir¨® m¨¢s hacia el p¨ªvot y la disoluci¨®n definitiva del proyecto, con O¡¯Neal poniendo rumbo a Miami y el entrenador a la clandestinidad. El resto es de sobra conocido, con el retorno al banquillo del t¨ªo Phil, los anillos con Pau, la reconciliaci¨®n con un Shaq que conquist¨® su cuarto y ¨²ltimo anillo en 2006 con los Heat... Una historia cada vez m¨¢s reciente que ha acabado con el recuerdo de una dinast¨ªa a?orada, querida y legendaria.
?Y los Kings? Desde luego, se llevaron la peor parte. ¡°Creo que nuestro momento llegar¨¢ pronto¡±, dir¨ªa Adelman en la rueda de prensa posterior a la eliminaci¨®n. Ni que decir tiene que no fue as¨ª; la lesi¨®n de Webber en el segundo partido de las semifinales de 2003 sentenci¨® a los Kings, que aguantaron hasta el s¨¦ptimo partido ante los Mavericks antes de ser eliminados, curiosamente, en la misma ronda que los Lakers y en un a?o que se qued¨® sin otras finales del Oeste entre ambos equipos. Al a?o siguiente, Sacramento junt¨® su ¨²ltimo gran equipo competitivo, con Brad Miller a nivel All Star (14+11) y un Bibby, ya se sabe, impresionante. Se vengaron de Dallas en primera ronda, pero cayeron en el s¨¦ptimo partido ante los Timberwolves de Kevin Garnett con un triple de Webber que se sali¨® para forzar la pr¨®rroga del s¨¦ptimo partido. Con Adelman en el banquillo, Sacramento jug¨® el partido definitivo ante los Lakers en el 2000 (primera ronda), y en 2002 (finales del Oeste). Tambi¨¦n en semifinales ante Mavs y Wolves, en 2003 y 2004 respectivamente. Y cayeron en todos y cada uno de esos encuentros. El m¨¢s doloroso, c¨®mo no, ese s¨¦ptimo ante los Lakers.
Como no pod¨ªa ser de otra manera, los Kings se acabaron disolviendo. Webber dijo adi¨®s tras la eliminaci¨®n a mitad de la 2004-05 rumbo a los Sixers de Allen Iverson, con el que coincidir¨ªa una temporada y media antes de que ¨¦ste se fuera a los Nuggets. Nunca volvi¨® a estar tan cerca del anillo y se convirti¨® en un jugador venido a menos que acab¨® su carrera en los Warriors post We Believe de la 2007-08, disputando nueve solitarios partidos. Una pena para alguien que, potencialmente (en su pico m¨¢s alto y teniendo en cuenta su talento), era comparable a estrellas como Dirk Nowitzki pero que tiene una carrera infinitamente peor. Divac regres¨® a los Lakers en la 2004-05, aunque apenas particip¨® en la rotaci¨®n de Rudy Tomjanovich o Frank Hamblen antes de decir adi¨®s al baloncesto en la ciudad de la que nunca se quiso ir, siendo hoy General Manager de los Kings en una gesti¨®n que dista muy lejos de ser buena. Pollard nunca desarroll¨® su carrera como parec¨ªa en un inicio, como tampoco lo hizo Bobby Jackson. Adelman aguant¨® hasta el final de la 2005-06, dejando un legado que nadie ha estado ni cerca de igualar y un techo inalcanzable, el de los playoffs, que los Kings no alcanzan desde aquel entones con una crisis pantagru¨¦lica, la mayor de la NBA entre los equipos en activo. Tukoglu pas¨® luego por los Magic de Stan Van Gundy y Dwight Howard, esos que jugaron las Finales en 2009, mientras que Stojakovic, como ya hemos dicho y con permiso de Pollard, fue el ¨²nico que se retir¨® con anillo en 2011. En esos playoffs, en semifinales, vivi¨® su redenci¨®n particular endosando un triple clave a los Lakers en los ¨²ltimos minutos del tercer partido y cuajando un espectacular 6 de 6 en el cuarto. Nueve a?os despu¨¦s, no le tembl¨® el pulso
Bibby fue el ¨²ltimo en salir de ese proyecto fallido que ha jugado uno de los mejores baloncestos de la historia y cuyo legado se qued¨® incompleto ante la falta de anillos. Los Suns del Seven Seconds or Less, los Magic de Howard en las finales del Este de 2009, los Lakers 2008-10, los Spurs del anillo del 2014 o los Warriors, claro. Son algunos de los pocos (poqu¨ªsimos) equipos que han jugado tan bien como lo hac¨ªan esos Kings, una maravilla deportiva que sobrepas¨® los l¨ªmites y deleit¨® a los aficionados con una de las mejores series de playoffs de todos los tiempos. Solo el triple de Horry y el culo de Shaq (y todo lo derivado de un gesto convertido en met¨¢fora) acabaron con ese equipo, uno ¨²nico e irrepetible al que le tembl¨® el pulso solo un instante, suficiente para que Kobe Bryant, Shaquille O¡¯Neal y Phil Jackson lo aprovecharan magn¨ªficamente. Tres figuras adimensionales que tuvieron que emplearse al m¨¢ximo para acabar con una revoluci¨®n incompleta, pero tambi¨¦n irrepetible. Y solo eso, ya es un halago del que muy pocos pueden presumir. Ya saben, un equipo descarado, un equipo yey¨¦, el tocata de pilas, la tortilla de patata, el seiscientos, la vespa, el guateque, aquellos maravillosos a?os¡ Los Kings maniataron a uno de los mejores d¨²os de siempre. Los Kings fueron la referencia baloncest¨ªstica de la NBA. Los Kings practicaron uno de los estilos m¨¢s impresionantes del siglo XXI. Los Kings fueron mejores. Pero los Kings perdieron.
En tiempos del baloncesto moderno, es algo frecuente recordar tiempos que muchos (algunos) consideran mejores. Y sea cierto o no, no hay nada mejor que hablar de esa generaci¨®n extraordinaria que sirvi¨® de puente entre el juego de los 80 y 90, y la era del pick and roll, sentando las bases de la que luego ser¨ªa la de los triples, una historia ligeramente distinta y que tendr¨¢ que ser contada en otra ocasi¨®n. Pocas veces una eliminatoria ha mezclado tantas dosis de talento, pol¨¦mica, declaraciones cruzadas, tiros ganadores y estilos contrapuestos pero atractivos, cada uno a su manera. Kobe, Bibby, Webber, Shaq, Horry, Jackson, Divac, Adelman, Fisher, Lakers, Kings¡. Al final, todo lo extraordinario que ten¨ªan los dos equipos y 22 jugadores que participaron en esa serie, se junt¨® y dio como resultado algo absolutamente incre¨ªble. Ya saben, alg¨²n tipo de magia...