Cuando los Knicks ganaban: Mr.Cool, Reed, Holzman y el Madison como centro del mundo
Frazier, Reed, Holzman... aunque parezca mentira, los Knicks fueron el epicentro de la NBA a principios de los 70, con dos anillos y un equipo para la historia.
Todo tiempo pasado fue mejor. Esa frase que tan poco gusta a las generaciones actuales, nunca ha sido tan aplicable a un caso como lo es con los Knicks. Porque parece mentira, pero la franquicia neoyorquina fue hace mucho tiempo, la referencia de la NBA. Y no solo en el ¨¢mbito baloncest¨ªstico, tambi¨¦n en el deportivo y cultural. Como si de un mal chiste se tratase, los Knicks representaron, hace infinidad de a?os, ese glamour inherente a una franquicia que ahora no tiene ni eso, y ese discurso hollywoodense que antes de trasladarse a Los ?ngeles de la mano de Jerry Buss tuvo sus dosis de magia en Nueva York. Ni los Lakers de George Mikan o los Celtics de Bill Russell, dinast¨ªas que dominaron los inicios de la competici¨®n y que representan hoy recuerdos lejanos, tan hist¨®ricos como prehist¨®ricos, tuvieron tanta relaci¨®n con la idiosincrasia de una ciudad llena de luz, transgresi¨®n y cambio, con ramalazos de ilustraci¨®n y progresismo y una base s¨®lida de ciudadanos reivindicativos, que contrastaba con esa otra cara que marcaba, a pasos agigantados, el rumbo del capitalismo, tan bien representado en Wall Street.
Han pasado 47 a?os desde el ¨²ltimo campeonato de los Knicks. Casi medio siglo en el que se ha hablado de la ciudad como el mejor destino para los agentes libres, del mercado de la franquicia como el m¨¢s grande de todos y de la entidad, esa tan ilustre, como la que ha desarrollado una cultura intr¨ªnseca al coraz¨®n de Estados Unidos. Sin embargo y por desgracia, aunque esa poblaci¨®n civilizada y con ricos y extravagantes intereses sigue siendo as¨ª, el equipo es una sombra de lo que fue. La pomposidad ha quedado desprovista de sentido y la idea de forjar celebridades en pista a base de coleccionarlas en las gradas ha quedado coja de una pata, sin deportistas que representen la grandiosidad (y grandilocuencia, claro) del Madison, con ese p¨²blico que sale en la televisi¨®n con ropajes nada baratos, variopintas compa?¨ªas y una pose muy caracter¨ªstica. De hecho, la afici¨®n de los Knicks siempre ha sido semejante a la de Los ?ngeles en ese aspecto, de dif¨ªcil mutaci¨®n, con tonalidades fr¨ªas en cuanto a la adoraci¨®n a unos deportistas que antes, en Nueva York, eran tan solicitados como ellos, y ahora lo son infinitamente menos.
Mucho en ello ha tenido que ver James Dolan, ese amigo de los excesos que ha pasado de gastar a malgastar, sobre todo en lo que se refiere a contratos demasiado altos para jugadores demasiado peque?os y movimientos arriesgados que han acabado hundiendo lo poco que ha parecido prometedor. Eso pas¨® con el fichaje de Carmelo Anthony, una estrella muy deseada por el due?o, pero cuya llegada trunc¨® la progresi¨®n que llevaba una plantilla liderada por el mejor Raymond Felton (que sali¨® de la Gran Manzana en el traspaso) que ha visto la NBA, formando pareja con un Amar'e Stoudemire que qued¨® desprovisto de bal¨®n con la llegada del alero, sin un distribuidor al que siempre ha necesitado para realizar un pick and roll que ha sido su santo y se?a y que se convirti¨® en un arma irrisoria dentro de un esquema, el de Mike D'Antoni, en el que era la primera, segunda y tercera norma. Ni entrenador ni ala-p¨ªvot (en n¨²meros de MVP hasta entonces) se consiguieron adaptar a un Carmelo que juega de una manera muy particular y que se convirti¨® en el hijo pr¨®digo de una ciudad que a?ora como ninguna aquellos maravillosos a?os.
Antes de todo eso, y solo un poco despu¨¦s de que finalizara la II Guerra Mundial, los Knicks se presentaban ante el mundo. Lo hac¨ªan en la BAA (Basketball Association of America), de la que son miembros fundadores, siendo hoy uno de los dos equipos que se mantiene en su ciudad de origen (junto a Boston Celtics). Los Knicks disputaron varias Finales a inicios de los 50, con Joe Lapchick en los banquillos y Harry Gallatin de referencia en pista, pero no fue hasta los ¨²ltimos a?os de la d¨¦cada de los 60 cuando empezar¨ªan a tener mimbres para asaltar el campeonato. Fue tras unos a?os dif¨ªciles, con el peor r¨¦cord de la NBA de 1960 a 1966 y muchas dificultades que empezaron a solventarse con altas rondas del draft procedentes de esos paup¨¦rrimos balances. Willis Reed lleg¨® en 1964 y fue Rookie del A?o, Bill Bradley y Dave Stallworth lo har¨ªan en 1965, y Walt Frazier completar¨ªa la joya de la corona en 1967, en el quinto puesto del draft. Solo unos meses antes, las 36 victorias de la 1966-67 les permitieron llegar a playoffs por primera vez desde 1959, sumando entre medias 181 victorias en 474 partidos, una crisis pantagru¨¦lica que finaliz¨® con la llegada de Red Holzman, el arquitecto que permiti¨® llevar a los Knicks a lo m¨¢s alto.
Los Knicks de Red Holzman: llegan los anillos
Para entender a esos Knicks hay que tener en cuenta el contexto en el que se desarrollaron. Holzman llegaba al final de una d¨¦cada en la que la evoluci¨®n amenazaba a una NBA siempre preparada para adaptarse a los nuevos tiempos, con una serie de hitos que inclu¨ªan las haza?as anotadoras de Elgin Baylor, el promedio de triple-doble en la 1961-62 de Oscar Robertson o los 100 puntos en un partido de Wilt Chamberlain. Los Knicks se convert¨ªan en competitivos en el ocaso de los Celtics de Bill Russell, que todav¨ªa tuvieron tiempo de ganar el anillo de 1968 y 1969, los dos primeros a?os de la llegada de Holzman. Tambi¨¦n en las ¨²ltimas balas de los Lakers del ya mencionado Baylor, que compart¨ªa equipo con un tal Jerry West y las nueve Finales que disput¨® a lo largo de su carrera, ganando una sola, precisamente a los Knicks. O los Sixers de Billy Cunningham, que se impondr¨ªan tambi¨¦n a la eternizada sombra de los Celtics con Wilt Chamberlain a la cabeza, en el que fue definido por el p¨ªvot como "el mejor equipo de la historia".
Sin embargo, eso no fue lo ¨²nico a lo que se tuvieron que enfrentar los Knicks. Nueva York se volver¨ªa cosmopolita en los 70, con nuevos barrios ¨¦tnicos, pero esto fue fruto de los acontecimientos de la d¨¦cada anterior, que sacudieron los cimientos de la cultura norteamericana y tuvo su epicentro en la metr¨®poli neoyorquina. Pronto, la urbe constat¨® ser una ciudad clave dentro del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, liderado por un Marthin Luther King, asesinado en 1968, apenas unos meses despu¨¦s de la llegada de Holzman a la NBA. El movimiento violento organizado por Malcolm X tambi¨¦n fue cuna de una serie de reivindicaciones sociales que afectaron sobremanera a la ciudad y que tuvieron su origen en el barrio de Harlem. Y todo, dentro de una d¨¦cada que tambi¨¦n vivi¨®, en la misma ciudad, los disturbios de Stonewall (1969), primera ocasi¨®n en la historia del pa¨ªs en el que la comunidad LGTB reivindic¨® sus derechos; y a nivel nacional, el asesinato de Kennedy, que tuvo lugar en Dallas, Texas, siete a?os antes (en 1962).
Nueva York se encontraba pues en plena ebullici¨®n, con cambios constantes que permitieron que llegara a la ciudad un inopinado progresismo que vio con optimismo la combinaci¨®n que supon¨ªa la llegada de un entrenador blanco, nacido en Booklyn y con ra¨ªces en la metr¨®poli con dos jugadores, Frazier y Reed, criados en Virginia y Louisiana respectivamente. La NBA ha querido estar (casi) siempre a la vanguardia de diversos cambios sociales, que supo aceptar muy bien superando barreras raciales desde los 50 antes de convertirse en lo que com¨²nmente se llam¨® luego, un deporte de negros, algo que se mantuvo hasta la llegada de Larry Bird. Sin embargo, la figura de poder que representaba el entrenador fue mayoritaria y tradicionalmente blanca, una costumbre que se mantiene hoy en d¨ªa. De hecho, todos los entrenadores de la Gran Manzana hab¨ªan sido blancos, y no fue hasta la llegada de Willis Reed, que cambi¨® la pista por el banquillo, cuando cambi¨® una regla no escrita pero que tard¨® mucho en ser superada, algo que todav¨ªa no ha hecho del todo. Pero m¨¢s all¨¢ del color de la piel, era el car¨¢cter de los protagonistas lo que creaba recelos, con Frazier en particular habi¨¦ndose criado en un ambiente en el que la discriminaci¨®n racial le oblig¨® incluso a trasladarse a Illinois durante su etapa universitaria.
Red Holzman era un amante de la simplicidad. Nunca defendi¨® un sistema de juego concreto, ni fue el t¨ªpico que se quedaba despierto hasta horas intempestivas maquinando excepcionales jugadas. Quer¨ªa mover el bal¨®n en ataque y defender bien, siendo esto ¨²ltimo una constante dentro de su estilo. Sus dos reglas principales eran "mira a la pelota" y "pasa al que est¨¢ libre". Aparte de eso, a Holzman le encantaba presionar en toda la pista y era muy amigo del juego abnegado, sin las grandes porciones de egocentrismo que predominan hoy en d¨ªa. "En un buen equipo no hay superestrellas. Hay excelentes jugadores que demuestran que lo son por la capacidad de jugar en equipo. Poseen la facultad de ser superestrellas, pero, si se incorporan a un buen equipo, realizan sacrificios para contribuir a la victoria. La cifra de los salarios y de las estad¨ªsticas no tiene importancia. Lo que cuenta es c¨®mo juegan juntos". Esa era, exactamente, su filosof¨ªa.
Tras un primer a?o complicado en el que no se termin¨® de ganar la confianza de su entrenador, Frazier se fue a 17,5 puntos y 7,9 asistencias como sophomore, a?adiendo Reed 21,1 tantos y 14,5 rebotes. Ese a?o cayeron contra los Celtics en las finales de Divisi¨®n (que no de Conferencia, como se pas¨® a llamar poco despu¨¦s), antes de conquistar el anillo en 1970, en una de las exhibiciones m¨¢s impresionantes que jam¨¢s ha vivido la ciudad de Nueva York. Frazier cuaj¨® una regular season de 21 puntos y 8 asistencias, con Reed en n¨²meros parecidos al a?o anterior (21,7+13,9). Sin embargo, no fue hasta las Finales donde la ciudad de Nueva York experiment¨® su momento culmen. Curiosamente, el Madison Square Garden, erigido en 1968, cogi¨® lo mejor de sus rivales en esas Finales, los Lakers, ese gui¨®n hollywoodense que dejaba de lado la fina iron¨ªa de un cineasta neoyorquino en ascenso como era Woody Allen y convert¨ªa el s¨¦ptimo partido en un cuento ¨¦pico que nadie ha olvidado.
Reed se lesion¨® en el quinto partido, cuando promediaba 32 puntos y 15 rebotes, un hecho que lo cambi¨® todo. Intent¨® disputar el sexto, pero solo pudo hacerlo 8 minutos antes de ceder al dolor y retirarse. Nadie pensaba que fuera a jugar el s¨¦ptimo partido, pero antes de que sonara el pitido inicial, el speaker Marv Albert exclamaba: "?Aqu¨ª viene Willis! ?El p¨²blico est¨¢ euf¨®rico! Willis pasa por delante de la mesa de anotadores, toma una pelota. Los Lakers han dejado de lanzar, ?ahora est¨¢n observando a Willis!". Reed jug¨® 27 minutos y dej¨® a Chamberlain en 2 de 9 en tiros antes de irse al banquillo, con el Madison rendido a sus pies. Curiosamente, fue tras la marcha de Walt Bellamy y sus peleas por el liderato cuando finalmente se erigi¨® como el l¨ªder espiritual del equipo. La carga emocional dio la victoria a los Knicks, que se coronaron por primera vez en su historia con 36 puntos y 19 asistencias de Frazier, 21 puntos de Dick Barnnet y 17 rebotes de Dave DeBusschere, que hab¨ªa llegado en el traspaso por Bellamy.
Todo tiempo pasado fue mejor
Desde luego, Nueva York no ha vuelto a ver nada parecido, al menos baloncest¨ªsticamente hablando. Reed fue elegido MVP de esas Finales, dentro de una narraci¨®n ¨¦pica, casi po¨¦tica. En 1971 disput¨® su ¨²ltimo All Star, pero se mantuvo en el equipo hasta 1974, cuando se retir¨®. En esos a?os cedi¨® el protagonismo a Frazier, que asumi¨® su papel con mucha personalidad y hoy todav¨ªa sigue siendo el mejor base de la historia de la franquicia. Los Knicks volver¨ªan a jugar las Finales en 1972, con venganza de unos Lakers que cuajaron una de las mejores temporadas de su larga historia (69-13 y anillo). Chamberlain se fue a 24 puntos y 29 rebotes en el quinto y definitivo encuentro ante los neoyorquinos, desmadejados por las lesiones, con Reed renqueante y DeBusschere tocado la mayor parte de la eliminatoria. Jerry West ganaba, por fin y tras 12 a?os en la ¨¦lite, su primer anillo de campe¨®n. Uno sin el que, por cierto, se qued¨® Baylor, retirado a mitad de campa?a por una lesi¨®n. Los Lakers le dieron la r¨¦plica, pero la NBA nunca reconoci¨® como campe¨®n al alero, prol¨ªfico anotador.
En 1973, los Knicks conseguir¨ªan el segundo y ¨²ltimo anillo de su historia. Frazier les lider¨® a las Finales con 25 puntos en el s¨¦ptimo partido de las finales del Este, en la que eliminaron a los Celtics del 68-14 en una serie hist¨®rica. Curiosamente, fue Mr.Cool (as¨ª le llamaban) el que encajar¨ªa mejor con la ciudad, con sus extravagantes trajes y su inter¨¦s por la moda. El playmaker se supo mover perfectamente en un contexto y una nueva d¨¦cada, la de los 70, donde el Power Black y la est¨¦tica Black Noir estaban en auge. De nuevo, Nueva York estaba a la vanguardia, con Frazier representando perfectamente todo aquel microcosmos de amante de la m¨²sica, las salidas nocturnas (muy jugosas para la prensa), los costosos abrigos de vis¨®n, los coches llamativos, la ropa m¨¢s estrafalaria y el ¨¦xito afroamericano, siendo patrocinado adem¨¢s por la marca alemana Puma y llevando sus zapatillas.
Sin embargo, fue de nuevo Willis el que se llev¨® el MVP en las Finales, marcadas por la veteran¨ªa de sus participantes, con todo el quinteto de los Knicks (con Jerry Lucas, otro gran nombre llegado un a?o antes) por encima de la treintena y unos rivales, de nuevo los Lakers, que arrastraban los 36 a?os de Chamberlain y casi los 35 de West. Reed solo necesit¨® 16 puntos y 9 rebotes para llevarse el trofeo, que bien podr¨ªa haber sido para Frazier (16,6+6,8+5,2). La victoria esta vez fue en el Forum angelino, pero constat¨® el fin de una era y el inicio de unos a?os en los que las audiencias televisivas se tambaleaban con campeones menos carism¨¢ticos (Warriors, Blazers, Bullets, Sonics...) que daban relevo a lo viejo y serv¨ªan como preludio a la llegada de Magic y Bird. Y David Stern, claro. Y todo lo que ello supuso, aunque esa es otra historia que ser¨¢ contada en otra ocasi¨®n.
En el coraz¨®n del Madison, el centro del mundo en aquellos a?os, solo hubo lugar para la nostalgia. Las Finales del Este de 1974 supusieron el adi¨®s de Willis, y Holzman sigui¨® ligado a una franquicia, en la que la magia se hab¨ªa acabado. En esos dos anillos estuvo, por cierto, Phil Jackson, lesionado en el primero pero no en el segundo, y consiguiendo los dos primeros campeonatos de su cuenta particular, que sigue liderando por encima de todo y de todos. El Maestro Zen siempre ha tenido a Holzman como a una de sus referencias, fij¨¢ndose en la independencia que les daba a los jugadores en ciertos aspectos del juego, en su trato con la prensa, y su capacidad para imponer disciplina, con cosas tan b¨¢sicas como llegar puntual a los entrenamientos, algo no tan com¨²n por aquel entonces. Jackson traslad¨® mucho de lo aprendido a su etapa como entrenador, pero ni siquiera su eterna (y eternizada) figura, fueron capaces de enderezar el rumbo de una entidad que camina sin saber ad¨®nde va, con un tupido velo que provoca andares a ciegas que estuvo muy lejos de resolver el t¨ªo Phil, cuyo legado se basa exclusivamente en su etapa como entrenador. Y como fil¨®sofo, tal vez. Pero nada m¨¢s; y, desde luego, no como directivo.
Esos fueron los Knicks campeones. Tuvieron ramalazos con Bernard King en los 80 y so?aron con Pat Ewing en pista y Pat Riley en el banquillo, rozando las Finales de 1994 en una d¨¦cada en la que revitalizaron su conexi¨®n con el p¨²blico, una que es inexistente hoy en d¨ªa. De esos Knicks ya no queda nada: ni Holzman, fallecido en 1998, ni Frazier o Reed, cuyo recuerdo se reduce a dos camisetas retiradas en lo m¨¢s alto del Madison, una construcci¨®n extraordinaria que no sirve m¨¢s que para eso, para ser extraordinaria. Es la cuarta edificaci¨®n con ese nombre en la ciudad, pero nunca ha sido tan inservible baloncest¨ªsticamente hablando, m¨¢s all¨¢ de representar algo hermoso a la vista. De hecho, en el Madison hoy, puedes ver de todo menos baloncesto. Bueno, ni a Woody Allen, vetado de la zona VIP por sus esc¨¢ndalos sexuales all¨¢ por 2013.
En definitiva, nunca una frase ha sido tan aplicable ni a tenido tanto sentido como esa que hemos mencionado, si lo recuerdan, al inicio de este texto. Nos hemos hartado de escribir de la deriva de estos ¨²ltimos a?os y la mala gesti¨®n de un James Dolan cuya salida de la franquicia se antoja m¨¢s que necesaria. Era ya hora de recordar que, aunque hace mucho, los Knicks fueron el coraz¨®n de una ciudad que lideraba los cambios de un pa¨ªs, con tintes revolucionarios, a la vanguardia de la cultura, la moda y el progresismo social, con el Madison Square Garden como bandera y el anillo de campe¨®n luciendo en uno, y hasta en dos dedos. Del resto, poco podemos decir m¨¢s all¨¢ de eso que todo el mundo sabe. Que todo tiempo pasado fue mejor. Y en los Knicks, m¨¢s que en ning¨²n otro sitio.