Iverson y el poder de la a?oranza
El ex jugador fue uno de los protagonistas del All Star de Chicago. Su legado trasciende m¨¢s all¨¢ del deporte y es casi imposible de encontrar en la NBA actual.


¡°El pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar, o lo que pretendes recordar¡±. La frase del polifac¨¦tico Harold Pinter, Premio Nobel de Literatura en 2005, cobra sentido en la NBA actual, esa en la que aficionados y jugadores veteranos o retirados se esfuerzan por demotrar una y otra vez que todo tiempo pasado fue mejor. Ese eterno refr¨¢n que para muchos cobra sentido cada vez que ven jugar a los Rockets y a?oran esos midrange shots tan frecuentes en los 90 y que ahora han desaparecido casi por completo.?
Tambi¨¦n por el (poco) nivel mostrado por los All Star Game en los ¨²ltimos a?os, carentes de emoci¨®n ni de esfuerzo, banalizados con numerosas jugadas que entran en los highlights de cualquier partido com¨²n pero que terminan aburriendo al espectador. Sobre todo cuando se trata de alguien que lleva mucho tiempo siguiendo la mejor Liga del mundo y recuerda como Magic, Jordan, Kobe y compa?¨ªa compet¨ªan por llevarse un partido que se ha visto abocado al ostracismo baloncest¨ªstico... hasta este a?o.
La NBA ha acertado en el cambio de formato, pero el recuerdo imborrable de ese eternizado y ahora divinizado ser llamado Kobe Bryant ha provocado que haya habido un sobreesfuerzo, redobl¨¢ndose los intentos por hacerse con un encuentro que significaba algo m¨¢s que en otras ocasiones. La atenta mirada de una ciudad como Chicago, ascendida al olimpo por esos 6 anillos que Michael Jordan y sus Bulls ganaron hace ya m¨¢s de 20 a?os, ha sido testigo de uno de los mejores All Stars de los ¨²ltimos tiempos, quiz¨¢ de la historia. Un regreso a esos tiempos pasados en los que ganar estaba por encima de todo, pero en los que justo por debajo se situaba la creaci¨®n de una cultura inherente hoy en d¨ªa a un pasado al que la Liga no puede o no quiere volver.?
Entre esa horda de ex jugadores que representan como nadie un pasado que se inyecta con nostalgia en la mente de ese grupo de aficionados que rechaza el baloncesto actual y todo lo que conlleva (load managment incluido), estaba Allen Iverson. Un jugador ¨²nico y singular que perteneci¨® a una etapa en la que consigui¨® crear una cultura que trascendi¨® mucho m¨¢s all¨¢ de las pistas y que actu¨® como referencia de una cara (la otra cara) de un pa¨ªs muy cuidadoso con las apariencias pero no tanto con todo lo que se aleja del glamuroso mundo en el que se mueve la NBA.?
Iverson fue uno de los mayores protagonistas del Fin de Semana de las Estrellas. Atraviado con una camiseta de Kobe Bryant, fue saludado por casi todos los jugadores, incluido un LeBron James con el que se fundi¨® en un largo abrazo. Muchos se acordaron del partido del 2001, ese en el que el base lider¨® al Este a la mayor remontada de la historia de los All Star y, acompa?ado de Stephon Marbury y Vince Carter se impuso a un Oeste en el que Kobe anotaba una canasta tras otro en el clutch time. Ah, y con 22 rebotes de una fiera llamada Dikembe Mutombo. Qu¨¦ tiempos aquellos...
Ese fue, el 2001, el a?o de Iverson y los Sixers. Uno de los mejores de la historia de una franquicia que hab¨ªa visto como Moses Malone (four, four, four...) y Julius Erving (presente tambi¨¦n el pasado fin de semana) llevaban a Philadelphia un anillo que no han vuelto a ganar. Con Iverson estuvieron cerca. Larry Brown pilotaba los banquillos (fue tambi¨¦n el t¨¦cnico de ese All Star) de una platilla en la que supo ser pragm¨¢tico, imponiendo su voluntad en defensa y d¨¢ndole libertad total a Iverson en ataque. Brown, que se llev¨® su ansiado anillo tres a?os despu¨¦s con unos Pistons que hoy tampoco son ni una sombra de lo que fueron (qu¨¦ tiempos aquellos...), fue elegido Mejor Entrenador de la temporada y Iverson a?adi¨® al MVP del All Star (25 puntos), el de la temporada, el t¨ªtulo de m¨¢ximo anotador (31,1 puntos por partido) y el de m¨¢ximo ladr¨®n (2,5). Mutombo, fichado a mitad de curso, fue Mejor Defensor y m¨¢ximo reboteador y Theo Ratliff, que fue el p¨ªvot titular hasta el par¨®n de febrero, el de m¨¢ximo taponador, ganando Aaron Mckie el premio a Mejor Sexto Hombre.?
En definitiva, una temporada hist¨®rica que se fragu¨® con unas Finales nada baratas y a las que llegaron tras superar a los Pacers en primera ronda (con 32 puntos por partido de Iverson), a los Raptors de Vince Carter, que err¨® el tiro ganador en el s¨¦ptimo y definitivo encuentro (con 34 de Iverson en la serie), y a los Bucks de George Karl, Sam Cassell y Ray Allen en las finales del Este, en otros siete partidos en los que el peque?o jugador de los Sixers (con 1,83 es el MVP m¨¢s bajo de la historia), que disput¨® seis, se fue a 30,5 puntos, 46 y 44 en los dos ¨²ltimos choques. Una exhibici¨®n que trascendi¨® y que puso a Philadelphia de nuevo en el mapa. Sobre todo, si contamos con los 48 tantos que anot¨® a los Lakers en el ¨²nico partido que los angelinos perdieron en unos playoffs en los que, literalmente, se pasearon. Los cuatro siguientes compromisos cayeron del lado de Shaq, Kobe y Phil Jackson (que ganaba su octavo anillo por aquel entonces), que convirtieron en humo los casi 36 puntos por partido que Iverson promedi¨® en las Finales.?
Una dimensi¨®n cultural
Sin embargo, es dif¨ªcil hablar solo del Iverson baloncestista. La cultura que llev¨® a la NBA fue ¨²nica y es muy dif¨ªcil comprender a una parte de la sociedad norteamericana sin mencionar su figura. El base (o escolta, un debate eterno) es el h¨¦roe del pueblo, ese hombre que pudo triunfar donde no todo el mundo lo hace pero alej¨¢ndose del american way of life y, sobre todo, del american dream. Nunca, o muy pocas veces, se utiliz¨® su figura para justificar que en el pa¨ªs de los sue?os todo era posible. ?l era un hombre procedente de la calle, criado en los suburbios de Hampton, Virginia. All¨ª se cri¨®, fue al instituto (donde jug¨® de quarterback en el f¨²tbol americano) y pas¨® meses en un correccional por una supuesta pelea (su implicaci¨®n no est¨¢ clara) contra un grupo racista de la ciudad.?
Iverson vivi¨® su infancia como uno de tantos ni?os pobres y racializados de barrios marginales, sujetos a las limitaciones econ¨®micas en una ¨¦poca no especialmente progresista de un pa¨ªs que tiene dos caras. Era a esa otra a la que pertenec¨ªa el baloncestista, que consigui¨® una beca en la Universidad de Georgetown y entr¨® como pupilo del m¨ªtico entrenador John Thompson gracias a las s¨²plicas de su madre, que rog¨® al t¨¦cnico que aceptara a su hijo. Su situaci¨®n familiar provoc¨® que diera el salto a la NBA antes de graduarse y trasladara la actitud chulesca de la calle a una ciudad que culturalmente, entend¨ªa el baloncesto: Philadelphia. Cuna de grandes nombres como Wilt Chamberlain o el ya mencionado Doctor J, Iverson utiliz¨® el dinero de su primer contrato para pagar los cuidados de su hermana enferma y sacar, como muchos otros antes que ¨¦l, a su familia de la pobreza.?
El crossover sobre Michael Jordan, su creciente desfachatez y su forma de vestir encontraron un lugar r¨¢pido en una Liga que ten¨ªa a muchos jugadores que proced¨ªan de la calle, pero pocos que conectaran como lo hizo el base con esa parte casi olvidada de la poblaci¨®n que ve¨ªa el baloncesto por la televisi¨®n. Gracias a ¨¦l, la cultura del rap y de los suburbios marginales lleg¨® a la NBA, e incluso el c¨®digo de vestimenta se vio alterado. Mientras tanto,? sus conductas deportivas y (sobre todo) extradeportivas, copaban titulares: parado por la polic¨ªa o detenido por diferentes delitos durante su carrera profesional (posesi¨®n de armas, marihuana, exceso de velocidad al volante, problemas con casinos, consumo de strippers...), sus altercados no hac¨ªan m¨¢s que darle un singular espacio muy marcado dentro de la competici¨®n, muy cercano a muchos jugadores que le idolatraban como su referencia y lejano a, por ejemplo, Kobe Bryant, uno de sus compa?eros de generaci¨®n cuya cultura europea e incluso pija (y su car¨¢cter, claro) le alej¨® en un inicio de la parte gruesa de la NBA.?
Como toda estrella, Iverson se redimi¨® con el paso de los a?os. Se reconcili¨® con Larry Brown, ese legendario t¨¦cnico que dijo de ¨¦l eso de que "dice la palabra entrenar m¨¢s veces de las que realmente entrena", vio como los Sixers retiraban su n¨²mero tras una despedida agridulce (25 partidos en la 2009-10 antes de recalar en el Besktas turco, su ¨²ltima aventura como profesional) y fue incluido en el Hall of Fame. Tambi¨¦n dej¨® atr¨¢s (aparentemente) los problemas financieros que le hicieron perder su mansi¨®n de Atlanta, valorada e 4,5 millones de d¨®lares, por esa eterna batalla legal que mantuvo con su esposa Tawanna en ese matrimonio que se convirti¨® durante casi una d¨¦cada en la comidilla de la salsa rosa televisiva en Estados Unidos.
Al final, como ha pasado con otros muchos, se ha convertido en una referencia baloncest¨ªstica que es aplaudida en cada lugar al que va y se han puesto por delante sus numerosos ¨¦xitos, dejando a un lado unos fracasos notorios que nunca ha tratado de evitar y que siempre le ha costado reconocer. Y representa una historia poco com¨²n hoy en d¨ªa: la del hombre de la calle, el h¨¦roe del pueblo que triunfa en la NBA, ese lugar reservado para unos pocos afortunados. Porque s¨ª, hay muchos que vienen del mismo sitio del que Iverson procede. Pero, al fin y al cabo, solo ¨¦l ha tenido tanta trascendencia dentro de la mejor Liga del mundo. Y ya si le comparamos con las estrellas actuales de los Sixers... en fin. Una leyenda.?