Jordan, Stockton, Malone y Utah: Jerry Sloan, el hombre que pudo cambiar la historia de la NBA
Casi 30 a?os ligado a los Jazz, una pareja hist車rica, la rivalidad con Jordan... Sloan deja un legado inigualable con el que estuvo a punto de cambiar el curso de la historia.
De todas las cosas que se pueden coleccionar en el mundo, Jerry Sloan escogi車 los tractores. Hasta 70 lleg車 a acumular el m赤tico entrenador antes de vender 68, motivado por el robo de uno de ellos, valorado en 5.000 d車lares. Fue en 2011, un a?o en el que su vida cambi車 por completo, poniendo punto y final a sus 23 a?os de periplo como entrenado de los Jazz, con una dimisi車n forzada solo una semana despu谷s de firmar su renovaci車n. Una pelea con Deron Williams precipit車 la conclusi車n de una carrera que duraba casi medio siglo y en la que hab赤a sido un valorado jugador, un buen asistente y un excelente entrenador.
Sloan fallece a los 78 a?os dejando tras de s赤 1221 victorias, siendo el cuarto entrenador de la NBA que m芍s ha sumado tras Don Nelson, Lenny Wilkens y Gregg Popovich. Su legado, sin embargo, no se reduce solo a esa cantidad ingente de partidos ganados, que le permitieron disputar los playoffs en 20 temporadas (19 con los Jazz), 15 de ellas consecutivas. Sloan va mucho m芍s all芍, teniendo, en tiempo y forma, una de las mayores conexiones con su franquicia que cualquier otro t谷cnico que haya pasado por la competici車n. Si bien hist車ricos como Lenny Wilkens entendieron como nadie la idiosincrasia de Seattle y Popovich ha marcado toda una era en los Spurs, The Original Bull, llamado as赤 tras su primera etapa en Chicago fue pionero en una forma de relacionarse con los jugadores y con su p迆blico, en crear una camarader赤a propia de una familia m芍s que de un equipo profesional y, sobre todo, en desarrollar una lealtad infatigable que se mantuvo intacta incluso en su retirada.
Nacido en McLeansboro, una ciudad ubicada en el condado de Hamilton, estado de Illinois, Sloan siempre fue un hombre de fuerte car芍cter, pero tranquilo en sus costumbres. Si bien desarroll車 la primera parte en el lugar que le vio nacer, siendo un miembro hist車rico de los Chicago Bulls a finales de los 60 y principios de los 70, su conexi車n espiritual est芍 con la ciudad de Utah, y m芍s concretamente con Salt Lake City. All赤 desarroll車 su vida, con propiedades en forma de granjas en las que daba rienda suelta a sus tractores y alejado del ruido de los grandes focos de glamour que representaban Los ?ngeles o Nueva York, metr車polis en las que nunca se sinti車 c車modo. La tranquilidad con la que gestionaba su d赤a a d赤a, en un lugar cuya vida nocturna es incre赤blemente escasa (algo muy favorecido por la presencia mormona de la zona), siempre contrast車 con su recia verborrea, alejada del magnetismo de hom車logos como Phil Jackson, pero siempre directa y honesta. Algo que demostr車, por ejemplo, en la previa de las Finales de 1998, cuando asegur車 que solo hab赤a visto el primer minuto del s谷ptimo partido de las finales del Este entre Bulls y Pacers porque sali車 a cenar con su mujer.
La fina iron赤a era sustituida por un robusto sarcasmo en el caso de Sloan, que tras eliminar a los Lakers en las finales del Oeste con un sweep tan inopinado como merecido tuvo hasta 10 d赤as de descanso antes de preparar las segundas Finales consecutivas a las que llegaban, esta vez como favoritos. La suerte fue m芍s esquiva incluso que el intento anterior, cuando llegaron a empatar a 2 la eliminatoria ante los Bulls por primera vez en la era Jordan. Nunca ante se hab赤a visto Chicago con esa situaci車n en unas Finales, resueltas por el flu game de His Airness, que tir車 de 谷pica para conquistar Salt Lake City por cuarta ocasi車n en esa temporada despu谷s de un r谷cord en el Delta Center de 38-3 en regular season y 10-0 en lo que llevaban de playoffs. Ya sea por fiebre, resaca o un atrac車n de pizzas, lo cierto es que el escolta fue la pesadilla de Utah en 1997, con una serie completada con el tiro ganador de Steve Kerr. Y en 1998, con ese 迆ltimo tiro que todos conocen y que ha repasado The Last Dance en un documental que hablaba en sus 迆ltimos episodios de una figura que ha fallecido apenas unos d赤as despu谷s de su 迆ltima emisi車n.
Stockton, Malone y un legado
"La medalla del amor, Romeo y Julieta, Zipi y Zape, hoy te quiero m芍s que ayer pero menos que ma?ana". As赤 era la canci車n entonada por Andr谷s Montes cada vez que Stockton y Malone culminaban una de sus muchas jugadas. Tambi谷n dec赤a eso de "tengo un tractor amarillo", en referencia a las extra?as colecciones de Sloan, que tuvo en ese formidable base y ese ala-p赤vot excepcional a su santo y se?a. Nunca una pareja represent車 tanto a un equipo como ellos, condenados a unas Finales que nunca ganaron, pero siendo la representaci車n eterna de una franquicia imposible de entender sin ellos pero, sobre todo, sin Sloan. De hecho, desde su salida en 2011, la b迆squeda de una identidad sigue siendo el pan de cada d赤a de un proyecto con mimbres pero algo atascado, que pertenece a la burgues赤a de la Liga pero es incapaz de avanzar hacia la nomenclatura de contender.
La calidad de Sloan, siempre cuestionada en playoffs, dej車 un legado dif赤cilmente igualable a pesar de no contar con anillos. El t谷cnico no solo fue el encargado de dirigir a uno de esos muchos equipos que se qued車 sin anillo por culpa de Michael Jordan, tambi谷n sent車 algunas bases, de manera casi indescriptible, de algunos de los principios baloncest赤sticos que luego han formado parte del juego moderno, ya en el siglo XXI. Sloan cre車 un juego vertical y hasta cierto punto vistoso, con uno de los contraataques mejor interpretados de la d谷cada de los 90 y un canalizador de juego como era Stockton, que administraba de una manera casi inacabable balones a un Malone que, sin tener tantos movimientos como otros ala-p赤vots (Tim Duncan a la cabeza) era una m芍quina de meter puntos. El entrenador fue, por lo tanto, responsable de que el juego desarrollado por el Showtime de los Lakers en los 80 no quedara en el olvido, en parte por la influencia de unos Bad Boys imitados en unos a?os en los que prim車 el juego dentro-fuera, con pocos puntos, defensas f谷rreas y muchas dificultades por parte de los atacantes para anotar con facilidad.
Los Jazz fueron un buen equipo defensivo que permit赤a muy pocos puntos, pero penalizaban como nadie las p谷rdidas y los rebotes largos, corriendo cuando hab赤a que hacerlo y llevando hasta la extenuaci車n un pick and roll y pick and pop que no se utilizar赤a con semejante demas赤a hasta que los Suns del Seven Seconds or Less fueron pioneros de una nueva era. Y que nadie lea lo que no est芍 escrito, nadie est芍 comparando al Showtime de los Lakers con el juego de los Jazz. Ni Stockton era Magic, ni Malone era Jabbar (ni se les acercan), pero la cantidad de jugadas combinadas entre ambos y la cantidad de bal車n que asum赤a Stockton provoc車 que el juego vertical de los angelinos no se perdiera en su totalidad. Y los Jazz, que nunca recibieron m芍s de 100 puntos por partido en los 90, fueron los m芍ximos anotadores del Oeste en 1997 y los terceros en 1998. Eso s赤, con 101 puntos por partido ambos a?os. Est芍 claro que el juego ha cambiado.
Es cierto que Sloan tuvo dificultades de emparejamiento con Jordan en las Finales y tuvo que aguantar el sainete de que era un entrenador de temporada regular, pero su legado est芍 intacto m芍s all芍 de unas derrotas en las Finales que demostraron, para el que no lo supiera, que ganar no es f芍cil: nunca lo es. Por mucho que Jordan lo convirtiera en costumbre, el anillo fue esquivo para sus rivales, y tambi谷n para unos Jazz que fueron una m芍quina de ganar partidos en la fase regular. Sloan alcanz車 los playoffs en sus 15 primeras temporadas al frente del equipo, convirti車 a sus pupilos en m芍quinas de videojuego (17+14,5 de Stockton y 31+11 de Malone fueron algunos de los promedios de locura) y super車 las 60 victorias en tres ocasiones y las 50 en siete. En la 2003-04, ya sin su d迆o m芍gico en el equipo, su meritorio r谷cord fue de 42-40 y se qued車 fuera por primera vez de las eliminatorias por el t赤tulo, en la 迆ltima jornada.
Su 迆nico r谷cord negativo fue al a?o siguiente (26-56), en el que inici車 la construcci車n de un nuevo proyecto que pis車 las finales del Oeste en 2007 y permiti車 al Delta Center vibrar como anta?o, con ese ruido atronador que iba en consonancia con el genio de un Sloan que protestaba mucho con permiso de unos 芍rbitros que siempre concedieron a los Jazz el beneficio de la duda, sobre todo como locales. "Ya sabemos que en Utah pasan cosas raras", dijo en su d赤a Montes a Daimiel. Ese car芍cter era parte indivisible de una ciudad que se transformaba a la hora de ver baloncesto y que vio que Deron Williams, su 迆ltimo descubrimiento (junto a Carlos Boozer) acababa siendo el responsable de su inesperada dimisi車n, a los 69 a?os y tras casi 30 en los Jazz, a los que lleg車 en 1985 como asistente de Frank Layden.
Se va Sloan, un hombre que pudo cambiar la historia si hubiese ganado una de esas dos Finales que le enfrent車 a Jordan. "Yo no quiero ni cinco ni seis anillos, quiero uno, tan solo uno", ped赤a Malone antes de la serie final de 1998. Su deseo no se cumpli車, y una victoria podr赤a haber supuesto una mayor consideraci車n a esos Jazz? y al propio Sloan, al igual que un final distinto para The Last Dance, ese documental tan glorificado como criticado. El legado eterno de Jery Sloan, sin embargo, va mucho m芍s all芍 de los anillos, y se centra en una manera de relacionarse con los jugadores casi fraternal, con su p迆blico como si de una estrella de rock se tratase y con una franquicia con una lealtad absoluta. Eso, y sus tractores, son los que nos deja Sloan, uno de los mejores entrenadores de la historia. Casi nada.