Finales de la NBA 2003: tedio, defensa y un Tim Duncan estelar
Pocos puntos, p¨¦simos porcentajes... 2003 fue testigo de una de las Finales m¨¢s aburridas de siempre, pero tambi¨¦n de una de las mayores exhibiciones de la carrera de Tim Duncan.
"Me han entrado ganas de levantarme del banquillo y largarme a mi casa". Son palabras de Steve Kerr, ese ser adimensional due?o de una mente privilegiada, una de las que mejor ha entendido el baloncesto, sabiendose adaptar a sus cambios y a su constante evoluci¨®n, ya sea como jugador, directivo o entrenador. Kerr siempre fue un hombre con un protagonismo irrisorio en sus equipos que sin embargo tuvo un inopinado protagonismo en ciertos momentos, muy concretos, de los playoffs, como aquel tiro ganador que dio el t¨ªtulo a los Chicago Bulls en 1997. Tambi¨¦n ten¨ªa un discurso magn¨¦tico, ejercido desde una oratoria atrapante, trasparente cuando ten¨ªa que serlo, incluso utilizada desde una fina iron¨ªa. Con esa frase, Kerr defini¨® perfectamente lo que el aficionado medio sinti¨® al ver las Finales de 2003, unas llenas de hast¨ªo, tedio, soberano aburrimiento y, todo hay que decirlo, el mejor nivel de la carrera de Tim Duncan, la ¨²nica luz de una serie fr¨ªa y oscura pero que catapult¨® al ala-p¨ªvot a la categor¨ªa de leyenda cuando apenas llevaba algo m¨¢s de un lustro en la NBA.
Durante esas Finales, los Nets no superaron los 90 puntos en ninguno de los seis partidos, en tres de ellos se quedaron por debajo de los 80 y en los cuatro ¨²ltimos su tope fue de 83. Los Spurs no se quedaron muy lejos, protagonizando el ¨²nico encuentro, el inaugural, que tuvo a alguno de los dos equipos por encima de la centena y cruzando una vez m¨¢s la frontera de los 90, un balance paup¨¦rrimo que daba muestras de lo que fue una serie tosca y fea, como si ambos conjunto fallaran aposta, incluso como si ninguno de ellos quisiera ganar un anillo que nadie que no fueran los Lakers hab¨ªa ganado desde 1999. De hecho, ese fue el a?o que se inici¨® la dinast¨ªa de los Spurs, motivada por la adquisici¨®n de Tim Duncan en 1997 tras un a?o de tanking por parte de Gregg Popovich, que vio la oportunidad de hacerse en el draft con aquel muchacho nacido en Islas V¨ªrgenes cuando David Robinson cay¨® lesionado y el r¨¦cord texano era de todo menos bueno. Suya fue la decisi¨®n de despedir a Bob Hill y bajar personalmente al banquillo, cuya ¨²nica experiencia en la NBA se remontaba a inicios de los 90, cuando hab¨ªa sido asistente de Larry Brown en San Antonio y de Don Nelson en Golden State.
Desde luego, en nada se parece ese Popovich al de ahora. O m¨¢s bien al de 2014, cuando alcanz¨® su cima t¨¢ctica, un techo al que lleg¨® tras mucho esfuerzo y un extraordinario periodo de aprendizaje y adaptaci¨®n constantes. Pop siempre ha sido un brillante gestor, un descubridor de talentos nato que se basaba en robos del draft (Tony Parker, Manu Gin¨®bili, Kahi Leonard...) convertidos en parte de la burgues¨ªa de la Liga y que permitieron rodear de una manera excepcional a Duncan antes de que comenzara su paulatino declive. Ah¨ª fue donde el t¨¦cnico consigui¨® crear un baloncesto colaborativo en el que su jugador franquicia era uno m¨¢s, aunque siempre destacado y con m¨¢s talento que el resto. Con esa capacidad innata que ha tenido para alargar el ¨¦xito, superar un a?o s¨ª y otro tambi¨¦n las 50 victorias, manejar perfectamente los descansos de sus jugadores y convertir as¨ª sus carreras en inacabables, Popovich ciment¨® los pilares de una de las mayores exhibiciones colectivas que jam¨¢s se ha visto, que se fragu¨® con unas Finales en 2013 en la que siempre le perseguir¨¢ el haber dejado a Duncan en el banquillo durante la jugada de ese rebote ofensivo de Chris Bosh y ese triple de Ray Allen, y un t¨ªtulo, el de 2014. Fue ese ¨²ltimo con el que cerr¨® el c¨ªrculo de toda una era y constat¨® la redenci¨®n eternamente postergada, no solo por el anillo perdido un a?o antes, tambi¨¦n por el sainete que le hab¨ªa impedido dar con la tecla sin la versi¨®n m¨¢s dominante de su hijo pr¨®digo, y que hab¨ªa tenido de 2009 a 2011 sus a?os m¨¢s complicado en playoffs. No as¨ª en temporada regular, donde siguieron con el piloto autom¨¢tico y 54, 50 y 61 victorias en esos tres cursos. Ojal¨¢ todos los bajones fueran as¨ª, pensar¨¢n algunos.
Antes de todo eso, antes incluso de que Gin¨®bili y Parker se convirtieran en parte de la clase alta (acomodada) de la Liga, Popovich intentaba repetir el ¨¦xito conseguido en 1999, una tarea ardua y dificultosa, potenciada por la tortura china que supuso perder contra los Lakers en las finales del Oeste de 2001 (4-0) y las semifinales de 2002 (4-1) con un balance de 8-1 que demostraba la superioridad t¨¢ctica de Phil Jackson, ese hombre que hab¨ªa definido al ¨²nico t¨ªtulo con el que contaba la franquicia por aquel entonces como el anillo del asterisco. El lockout y la ausencia de All Star en una temporada de solo 50 partidos provoc¨® que el Maestro Zen tirara de su consabida verborrea para empeque?ecer la victoria texana, una denominaci¨®n que Popovich jam¨¢s le perdon¨®, desarrollando entonces una animadversi¨®n a los Lakers demostrada cuando ciertos sectores de San Antonio celebraron el no traspaso de Kawhi a los Lakers hace apenas dos veranos, cuando puso rumbo a tierras canadienses. Con muchas luces y casi ninguna sombra, el entrenador se hipotec¨® entonces, llev¨¢ndose un premio m¨¢s que cuestionado (DeMar DeRozan) e iniciando una paulatina ca¨ªda que ha finalizado, coronavirus mediante, con toda una era de playoffs. 22 a?os para ser exactos, un hito dentro del deporte norteamericano. Por otra parte, hay poco que reprocharle a Pop, que es y ser¨¢ siempre parte indivisible de una competici¨®n imposible de entender sin ¨¦l, pero que ha constatado esa verdad que tanto duele. Esa que dice que, por mucho que nos pese, nada es para siempre.
Los a?os perdidos
Probablemente, los a?os que van desde la retirada de Michael Jordan (la segunda) hasta el advenimiento los Suns de Steve Nash y Mike D'Antoni puedan ser definidos como los a?os perdidos, sobre todo en 2003 y 2004. La ¨¦poca de los hombres altos, de bal¨®n dentro fuera, llegaba a su fin de manera lenta y perezosa, y el advenimiento del pick and roll, si bien tuvo precursores como los Kings de Adelman, los Mavs de Don Nelson o los Lakers de Shaq y Kobe, que romp¨ªan la monoton¨ªa del tri¨¢ngulo ofensivo para basarse en este recurso, no se instaur¨® definitivamente en la Liga hasta que lleg¨® el seven seconds or less. Desde entonces, la evoluci¨®n (o involuci¨®n) ha ido en aumento, y lo que antes eran p¨ªvots (y ala-p¨ªvots) cl¨¢sicos pasaron primero de una nueva dimensi¨®n, m¨¢s completa, pasadora y tiradora, con Dirk Nowitzki a la cabeza, a casi la extinci¨®n. Al menos en lo referente al perfil existente por aquel entonces.
Los Spurs y los Nets, protagonistas de esas Finales, representaban en esos a?os perdidos la defensa llevada hasta la quitaesencia, el no ceder nunca, estar permanentemente maniatando rivales, llenar la zona de cuerpos voluminosos y conseguir la victoria en partidos de pocos puntos. De hecho, solo los Pistons, otro equipo definitorio de ese estilo tosco y a la vez trabajado, recibi¨® menos puntos que ellos en regular season: 87,7 de los Bad Boys 2.0, todav¨ªa sin Larry Brown ni Rasheed Wallace (llegar¨ªan al a?o siguiente), 90,1 de los Nets, segundos en esta clasificaci¨®n, y 80,4 de los Spurs, terceros. Ambos adem¨¢s, provocaban un id¨¦ntico porcentaje en tiros de campo en sus rivales, 42,7%, el segundo mejor dato de la NBA. Algo que los Nets redondeaban forzando 16,6 p¨¦rdidas a los equipos con los que se enfrentaban, tercer mejor dato de la Liga, consiguiendo el mejor rating defensivo, por el tercero de los Spurs. Avisados desde luego est¨¢bamos, de que no ¨ªbamos a ver grandes florituras ni marcadores abultados en esas Finales, que generaron muchas menos expectativas de entrada que las de los a?os anteriores.
La exhibici¨®n de Tim Duncan
Entre fango y trabajo, emergi¨® Duncan. El ala-p¨ªvot ya contaba en la plantilla con Parker y Gin¨®bili, llegados en 2001 y 2002 respectivamente, adem¨¢s de con Bruce Bowen, el ex All Star Steve Smith, un Stephen Jackson de una importancia capital y un David Robinson que ya hab¨ªa anunciado que se encontraba en su ¨²ltimo a?o como profesional. Duncan promedi¨® 23 puntos, 13 rebotes, 4 asistencias y 3 tapones en regular season, y su nivel, unido al r¨¦cord del equipo (60-22) le llev¨® a conquistar su segundo MVP consecutivo por delante de jugadores con mejores n¨²meros individuales como Kobe (30+7+6), McGrady (32,1+6,5+5,5), Shaq (27,5+11) o Kevin Garnett (23+13+6), que lo ganar¨ªa al a?o siguiente. Adem¨¢s, los Spurs se desquitaron venciendo a los Lakers en semifinales en un duelo que llegaron a pensar que se les escapar¨ªa (los angelinos remontaron un 2-0 y empataron la eliminatoria) pero que resolvieron en el sexto partido despu¨¦s de que un triple de Robert Horry se saliera de dentro en el quinto, en San Antonio. Duncan, por cierto, promedi¨® 28 puntos y 12 rebotes en la serie, con un 53% en tiros, mientra que Pop se resarc¨ªa inflingiendo la primera derrota en una eliminatoria de playoffs a Phil Jackson desde 1995. Casi nada.
En las Finales, el ala-p¨ªvot alcanzar¨ªa otro nivel. Los Nets acabaron en finales del Este con unos Pistons todav¨ªa poco maduros y demostraron ser un equipo m¨¢s competitivo que el a?o anterior, cuando fueron barridos por los Lakers (4-0). Precisamente ante Detroit fue donde acab¨® el premio de Jason Kidd, cuando cayeron en 2004 en siete partidos tras desaprovechar, con 3-2, un match ball en Nueva Jersey. El equipo de Byron Scott, un entrenador mejor del que se recuerda por su malogrado paso por Cavs y Lakers, ya no contaba con Keith Van Horn o Todd MacCulloch, pero s¨ª con Kenyon Martin y Richard Jefferson, adem¨¢s de haber a?adido a un Dikembe Mutombo en horas bajas. El p¨ªvot podr¨ªa haber sido la soluci¨®n ante Duncan, pero su estado f¨ªsico, alejado de sus mejores d¨ªas, permiti¨® que la estrella texana campara a sus anchas en la zona. A los Nets, por cierto, les bastaron 49 victorias para ser segundos del Este tras las 50 de? los Pistons, una Conferencia en una crisis inapelable, que vivi¨® por entonces su peor momento desde la retirada de Jordan.
Duncan promedi¨® 24 puntos, 17 rebotes, 5 asistencias... y 5 tapones en la serie. Ya en el primer encuentro se fue a 32+20+6+7, cifras de videojuego. En el segundo se vio empeque?ecido por el br¨ªo visitante, que arranc¨® su primera victoria en unas Finales con 30 puntos de Jason Kidd, ese base adimensional e imaginativo que hab¨ªa figurado en el Segundo Mejor Quinteto con promedios de 18,7+6,3+8,9. Los Spurs recuperaron la ventaja de campo en el tercero,?ese en el que Kerr hab¨ªa declarado querer irse a su casa, con un 41% en tiros de campo por un 39,5% de su rival. En el cuarto, con victoria para New Jersey, el panorama fue a¨²n peor, con el resultado m¨¢s bajo imaginable (77-76), 114 tiros fallados y 27 balones perdidos de manera combinada. Jason Kidd ten¨ªa una llave de la cancha de entrenamiento que nunca hab¨ªa utilizado y a la que tuvo que recurrir ante semejante desprop¨®sito. No le sirvi¨® para ganar el quinto (con 29+17+4+4 de Duncan), ni el sexto, en el que cayeron (con resistencia, eso s¨ª) ante la versi¨®n m¨¢s sobrehumana del ala-p¨ªvot, que se mostr¨® absolutamente imparable: 21 puntos, 20 rebotes, 10 asistencias y 8 tapones, casi un cu¨¢druple-doble que habr¨ªa sido in¨¦dito, segundo anillo para los Spurs, segundo MVP de las Finales y consolidaci¨®n definitiva en el estado de leyenda.
Pocos recuerdan esas Finales, dif¨ªciles de vender para un espectador que ven¨ªa de disfrutar de unas semifinales en el Oeste entre Kings y Mavericks en la que ya se habian sumado 757 puntos cominados en los tres primeros partidos, promediando 252 por encuentro en toda la serie. En el segundo, los Mavs ya llevaban 83 puntos al descanso, una bacanal ofensiva extraordinaria y todo un r¨¦cord en la fase final. La serie acab¨® con la derrota de unos Kings con Chris Webber fuera por lesi¨®n, en el s¨¦ptimo encuentro. S¨ª, esos Kings de Adelman, Bibby y compa?¨ªa que cayeron ante los Lakers en las finales del Oeste del 2002, en siete partidos en los que hubo de todo y que hicieron explotar las audiencias televisivas, tambaleantes en las Finales entre Spurs y Nets, esa eliminatoria dura y espesa en la que Popovich consigui¨® la redenci¨®n y Duncan, la reivindicaci¨®n.
Los Spurs consiguieron as¨ª el segundo anillo de su dinast¨ªa, con una serie en la que ning¨²n equipo super¨® el 50% en tiros en ning¨²n partido y en la que Kidd, por cierto, se fue a 19,7 puntos, 6,2 rebotes y 7,8 asistencias, pero apenas un 36% en tiros. Una serie maciza, bien definida en palabras por ese genio llamado Steve Kerr (que gan¨® su quinto anillo, ojo) y con muchas trabas y complicaciones que hicieron decaer las audiencias, recuperadas en los a?os siguientes con el sainete de los Lakers en 2004 y la enemistad entre Shaq y Kobe, potenciada al m¨¢ximo por una NBA siempre ¨¢vida de nuevas historias. Eso s¨ª, al margen de todo, lo que demostraron esas Finales fue que Tim Duncan hab¨ªa llegado para quedarse. El anillo de 1999 no le bastaba a un hombre que sum¨® cuatro m¨¢s antes de retirarse como el mejor ala-p¨ªvot de la historia y alcanzando, en 2003, el que seguramente sea su cl¨ªmax baloncest¨ªstico. La excelencia. Y todo con Popovich al mando, claro. Solo faltaba.