Syberia

A la izquierda encontr¨¦ una biblioteca en la que cog¨ª un libro sobre Amerzone y del que pude extraer la informaci¨®n necesaria sobre esos p¨¢jaros tan majos que me hab¨ªa encontrado en la estaci¨®n y que, por raro que parezca, su comida predilecta era una clase de vi?edo salvaje que curiosamente se cultivaba en los jardines de esta universidad. Un examen mas detallado de las estanter¨ªas de la biblioteca me llevaron a subirme por una escalerilla de madera y coger un libro que aun hoy no tengo muy claro que era, estaba en franc¨¦s y yo no tengo ni pajolera idea de hablarlo y, mucho menos, de leerlo. As¨ª que o me apuntaba a un curso CEAC o le echaba la culpa a alg¨²n traductor que pas¨® por alto la traducci¨®n de ese libro. Gracias a dios todo funcion¨® correctamente porque por el mero hecho de coger el libro y pasar las p¨¢ginas se activaron en mi mente las preguntas y di¨¢logos necesarios.

Sal¨ª de la biblioteca y me dirig¨ª a la izquierda, entr¨¦ por la ¨²nica puerta que quedaba y encontr¨¦ a los rectores de la universidad. Que tipos tan peculiares y pedantes, encaramados en su altar de conocimientos y yo ah¨ª, en una especie de reclinatorio que me dejaba dos metros por debajo de ellos. El caso es que habl¨¦ con ellos de todo, Hans, los vi?edos salvajes y del dinero que me hab¨ªan pedido el matrimonio del barco. De la conversaci¨®n con ellos obtuve bastante informaci¨®n y la propuesta de darme el dinero si les arreglaba el quiosco musical... no, si ya lo dec¨ªa yo, la intuici¨®n femenina, que no existe, que va.

Sal¨ª del despacho de los rectores y anduve hacia la derecha, dej¨¦ de lado el mamut gigante y continu¨¦ a la derecha, hasta que encontr¨¦ un hombrecillo que parec¨ªa muy concentrado en el estudio de unos f¨®siles expuestos en la galer¨ªa central de la universidad.