La quinta edici¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos se puede considerar como un antes y un despu¨¦s en la celebraci¨®n de este evento. Estocolmo fue la ciudad elegida para albergar una competici¨®n que revitaliz¨® la organizaci¨®n de la cita. Fueron los mejor organizados hasta la fecha y con un ¨¦xito econ¨®mico sin precedentes.

Los casi dos meses de competici¨®n enterraron las dudas creadas en las ediciones anteriores sobre la confraternizaci¨®n de las naciones participantes y se convirtieron en una gran fiesta de la amistad. Cabe destacar que, adem¨¢s, fueron los primeros en los que estaban representados los cinco continentes.

Nuevos tiempos. Muchos de los problemas se resolvieron gracias a los nuevos avances tecnol¨®gicos del cronometraje el¨¦ctrico y la utilizaci¨®n de la 'foto finish', que evitaron que las decisiones tomadas por los jueces fueran fuente constante de conflictos.

Pero tambi¨¦n hubo pol¨¦mica. La gran estrella de los Juegos fue un estadounidense con antepasados indio-americanos, Jim Thorpe, que se llev¨® de calle las disciplinas de pentatl¨®n y decatl¨®n, pero que fue descalificado por profesionalismo tras desvelarse que hab¨ªa jugado en un equipo de b¨¦isbol por setenta d¨®lares al mes.

Una de las novedades de los juegos fue la incorporaci¨®n del pentatl¨®n moderno. Lo ide¨® Coubertin y consist¨ªa en la combinaci¨®n de las disciplinas de saltos de h¨ªpica, esgrima, tiro, nataci¨®n y atletismo. Adem¨¢s, se retiro el boxeo del programa por estar prohibido en Suecia y se cambi¨® la lucha libre por la grecorromana, lo que provoc¨® combates de hasta de diez horas.

Respecto al deporte femenino, participaron 48 deportistas, pero lo m¨¢s importante es que se les permiti¨® competir por primera vez en nataci¨®n, a pesar de las reticencias del propio Coubertin.

Estrellas

Medallero