El primer h¨¦roe ol¨ªmpico de la Edad Moderna fue un griego llamado Spiridon Louis al que unos adjudicaban la condici¨®n de pastor, otros de aguador y otros de mensajero. Fue el primer icono de una competici¨®n nacida en la Grecia Cl¨¢sica, muerta despu¨¦s y reimplantada por el bar¨®n Pierre de Coubertin. El arist¨®crata franc¨¦s lanz¨® la idea en La Sorbona, en Par¨ªs, el 18 de junio de 1894, ante representantes deportivos de once pa¨ªses: hab¨ªa que resucitar los Juegos.

Propuso Paris y el a?o 1900 como lugar y fecha para la primera edici¨®n, pero se decidi¨® que se celebrasen cuatro a?os antes, en Atenas, como homenaje a Grecia, el pa¨ªs que los hab¨ªa creado. La propuesta lleg¨® del griego Demetrius Vikelas, que fue elegido como primer presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional. Se celebraron en el viejo estadio Panatinaik¨®n, restaurado altruistamente por el millonario George Averof, al que se recompens¨® erigiendo una estatua con su efigie. Los Juegos comenzaron el 6 de abril de ese 1896 y acudieron 80.000 espectadores, la mayor cifra alcanzada jam¨¢s hasta ese momento en una competici¨®n deportiva.

Participaron 241 deportistas de catorce pa¨ªses. Los Juegos estaban reservados s¨®lo a los hombres. Ese mismo d¨ªa se proclam¨® al primer campe¨®n, el estadounidense James Connolly, que venci¨® en triple salto. El juez de la prueba, al anunciar los resultados, resalt¨® que Connolly hab¨ªa llegado m¨¢s lejos, pero que los saltadores griegos ten¨ªan mejor estilo. El norteamericano era el primer campe¨®n ol¨ªmpico en 1.503 a?os.

Pero el h¨¦roe fue Spiridon Louis, un personaje rodeado siempre por sombras misteriosas. No est¨¢ claro a qu¨¦ se dedicaba, qui¨¦n era, que hac¨ªa, por qu¨¦ se enrol¨® para correr una distancia tan inhumana... Pero venci¨® en la prueba, que discurri¨® entre las llanuras de Marat¨®n y Atenas, aproximadamente sobre 40 kil¨®metros. Se trataba de conmemorar la famosa batalla de Marat¨®n, en la que los griegos derrotaron a los persas. Seg¨²n la leyenda, la noticia de la victoria la llev¨® a Atenas Fil¨ªpides, que falleci¨® a causa del esfuerzo tras decir: "?Alegraos, hemos vencido!".

Spiridon Louis fue tratado como un h¨¦roe, recibi¨® regalos incontables y se convirti¨® en un mito. Una millonaria estadounidense hab¨ªa prometido que se casar¨ªa con el ganador de la carrera, pero no cumpli¨® su compromiso al comprobar que la figura endeble del campe¨®n no se correspond¨ªa con la imagen id¨ªlica que ten¨ªa de los griegos, tal vez basada en la contemplaci¨®n de las estatuas de Fidias. En la otra prueba m¨ªtica del atletismo, la de los 100 metros, venci¨® el estadounidense Thomas Burke, el ¨²nico de los sprinters que en la salida adoptaba la posici¨®n actual, con cuatro apoyos. La prensa de la ¨¦poca se hizo eco de su triunfo "a pesar de lo inc¨®modo de su postura de salida".

Alfred Gutmann gan¨® para no ahogarse

Las competiciones de nataci¨®n se hicieron en las cercan¨ªas de El Pireo, en mar abierto, y en la prueba de 1.200 metros se impuso el h¨²ngaro Alfred Gutmann, llamado Hajos, que gan¨®... para no ahogarse, seg¨²n confes¨® despu¨¦s. Los organizadores llevaron en tres lanchas a los nueve participantes a esa distancia de la costa, les subieron a unos barcos y desde ellos se echaron al mar, que no estaba precisamente tranquilo, porque el calor t¨®rrido de d¨ªas anteriores se hab¨ªa convertido en fr¨ªo y la calma en fuerte viento. Hasta tal punto la temperatura era baja, que Hajos se hab¨ªa embadurnado el cuerpo con grasa, como hacen los nadadores que intentan atravesar el Canal de la Mancha u otros estrechos poco c¨¢lidos.

Sin embargo, no pod¨ªa con las olas de hasta tres metros de altura, y decidi¨® retirarse, porque se le acababan las fuerzas. "Mi deseo de vivir era superior a mi deseo de ganar", dijo despu¨¦s en frase lapidaria. Las previstas lanchas de rescate brillaban por su ausencia y Gutmann no tuvo m¨¢s remedio que seguir para salvar su vida. Luch¨® de forma heroica y finalmente lleg¨® a la costa como vencedor. Por fin aparecieron las barcas de rescate, que ayudaron a otros infelices nadadores. S¨®lo tres de los nueve competidores llegaron a la costa.

Hasta tal punto caus¨® sensaci¨®n su gesta, que en la recepci¨®n final ofrecida por la Casa Real, el rey Jorge se acerc¨® al magiar y le pregunt¨®: "D¨ªgame, muchacho, ?d¨®nde aprendi¨® usted a nadar de esta manera?". La respuesta de Hajos, al que las fotos de la ¨¦poca muestran como un dandy de pelo escrupulosamente peinado y fino bigote de perfecto dibujo, no pudo ser m¨¢s sencilla y obvia, pero implicaba tambi¨¦n una cierta burla: "En el agua, majestad". El vencedor de las aguas bravas de El Pireo, arquitecto de profesi¨®n, dise?¨® tiempo despu¨¦s la primera piscina en la isla h¨²ngara de Santa Margarita, en pleno r¨ªo Danubio. Sin olas, claro.

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