Riders Republic, an¨¢lisis. T¨², yo, un barranco y una bici

Todos aqu¨ª conocemos a Hugo Simpson, ?no? ?S¨ª, hombre! No pong¨¢is esa cara que seguro que s¨ª. Nos referimos al hermano gemelo malvado de Bart. Ese que viv¨ªa en el ¨¢tico y com¨ªa cabezas de pescado. Ese que sal¨ªa en un especial de Halloween de Los Simpsons y que al final, a pesar de las apariencias y de c¨®mo le hab¨ªan tratado, resultaba ser bueno y hab¨ªa que integrarlo de nuevo en la sociedad. Pues bien, la historia de Riders Republic tiene mucho en com¨²n con la de Hugo. Tiene un hermano gemelo no reconocido (Forza Horizon), un aspecto feote del que resulta f¨¢cil pensar mal y unos personajes y comentaristas a los que deber¨ªan dar de comer aparte. Y nada de cabezas de pescado. Raspas. El caso es que, como pasaba con Hugo, Riders Republic ha acabado siendo un buen juego. Qu¨¦ le?e, ha acabado siendo cojonudo.

De la ¨¦poca edgy a la ¨¦poca cringe

En MeriStation ya hemos hablado alguna vez de la ¨¦poca edgy de los videojuegos y de la verg¨¹enza ajena que dieron sagas como Prince of Persia, Jak & Daxter o Sonic durante aquellos a?os. La industria atraves¨® su propia edad del pavo, su propia adolescencia, y pas¨® por una rachita de lanzamientos en la que parec¨ªa obligatorio que hubiese heavy metal, t¨ªas medio desnudas, colores oscuros y monstruos de pesadilla. Ah, y chuler¨ªa. Mucha chuler¨ªa. Era como estar en la habitaci¨®n de un quincea?ero. Cambiamos Las Arenas del Tiempo (luz, magia y romanticismo) por cosas como El Alma del Guerrero, cuyo inicio era un primer plano de un culo con un tanga min¨²sculo. En la secuela de PoP, la primera l¨ªnea de guion del Pr¨ªncipe (mucho m¨¢s atormentado, mucho m¨¢s ¡°malote¡±) consist¨ªa en llamar puta a la due?a de dicho trasero (arp¨ªa en castellano, bitch en el original). Ver para creer. Poco nos pasa. Y aunque ahora contemplamos el pasado con una sonrisa de suficiencia, nadie deber¨ªa cantar victoria. T¨ªtulos como Riders Republic nos demuestran que lo de dar verg¨¹enza ajena todav¨ªa no lo hemos superado. Qui¨¦n sabe. Quiz¨¢s nunca terminemos de hacerlo.

Hemos pasado de la ¨¦poca edgy de los videojuegos a la ¨¦poca cringe; de la adolescencia a la crisis de los cuarenta. Riders Republic es un nombre m¨¢s para esa lista de t¨ªtulos de hoy en d¨ªa que van de modernos, de contraculturales, de guays y de molones (aunque estos dos ¨²ltimos t¨¦rminos tambi¨¦n nos identifiquen a nosotros como boomers). Una lista que empieza a ser bochornosamente larga y en la que, vaya, qu¨¦ curioso, todos tienen algo en com¨²n. Todos presumen de un look gamberro con el que quieren parecer j¨®venes, pero en realidad huelen a naftalina. La mayor¨ªa de sus integrantes recuerdan al se?or Burns disfrazado de Jimbo. Muchos hasta corren su misma suerte (es decir que acaban siendo poco m¨¢s que un meme). No es el caso de Riders, pero casi. Ha ido de un pelo.

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Dos ejemplos bastante claros y recientes de esta etapa cringe son los de (los olvidables) Far Cry: New Dawn y Rage 2. Si alg¨²n ne¨®fito en la materia nos dijera que Riders Republic es una continuaci¨®n directa de ambos y que los tres conforman una trilog¨ªa, ?qui¨¦nes ser¨ªamos nosotros para juzgarle? ?Con qu¨¦ argumentos le rebatir¨ªamos? Al fin y al cabo presentan el mismo pantone plagado de rosas y amarillos, id¨¦ntica saturaci¨®n, botecitos de humo en cada esquina, lecciones de moral e ideolog¨ªa para el siglo XXI, protagonistas chistosos con la gracia y el talento de Juan Mu?oz (quien se llev¨® la cruz y la raya), secundarios que se vanaglorian de su esp¨ªritu outsider (o contestatario, o libre, rebelde, cabra loca y cuantas variaciones quer¨¢is), grafitis, peinados punk, ropa de cumplea?os infantil o de Mad Max (no hay t¨¦rmino medio), etc¨¦tera. El caso es que los tres ¡ªFar Cry, Rage, Riders Republic¡ª buscan el impacto cultural y la personalidad de Jet Set Radio (o si nos apur¨¢is, de Sunset Overdrive), pero en realidad acaban siendo tan rid¨ªculos como Juanma Casta?o haciendo de freestyler en Masterchef. Tienen tantas ganas de abrasarnos con su carisma que acaban por incendiar la cocina y terminan presentando un mismo plato a base de cenizas. O lo que es lo mismo, resultados grises, id¨¦nticos y sin sabor alguno. Quer¨ªan ser rompedores, pero no pasan de insulsos.

¡°Bueno, vale, el juego maneja un tono y registro que se os ha atragantado, ?pero por qu¨¦ hacer sangre? ?De verdad merece que le dediqu¨¦is estos primeros p¨¢rrafos de su an¨¢lisis?¡±. La respuesta es un S? rotundo. Y la raz¨®n muy sencilla: Riders Republic tiene argumentos tan buenos en la mayor¨ªa de sus apartados que su est¨¦tica y puesta en escena es de lo poco que podemos reprocharle. Cuanto antes nos quitemos de encima lo peor, casi que mejor. En el juego sucede lo mismo. Una vez dejamos de sangrar por los ojos ante sus problemas gr¨¢ficos y t¨¦cnicos, una vez comprendemos que hay que poner Spotify de fondo para no morir de hast¨ªo, y una vez nos apuntamos a meditaci¨®n trascendental para no perder los nervios con sus continuas interrupciones, sus escenitas est¨²pidas y sus avisos innecesarios, entonces, y s¨®lo entonces, descubrimos un arcade dif¨ªcilmente olvidable.

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Riders Republic est¨¢ tan preocupado por gustar, tan centrado en ser cool, que no se da cuenta del bombardeo insoportable de est¨ªmulos al que nos somete. Hasta abrir el mapa es una tortura. Sus guionistas aprovechan cada resquicio, cada paso nuestro por los men¨²s, para darnos la turra y presumir de ingenio. Es un aguacero de di¨¢logos sonrojantes y cinem¨¢ticas ante las que es imposible no llevarse las manos a la cabeza. Por no hablar de los comentarios por radio que se repiten una y otra vez, la exagerada cantidad de marcadores e iconos, o la marabunta de notificaciones sobre la ¨²ltima chorrada que hemos desbloqueado. Dejas el mando sobre una mesa, no tocas nada y... ?bingo! Venga premios y recompensas. Verle insistir tanto en lo moderno que es s¨®lo sirve para remarcar lo mal emulada que est¨¢ la jerga (parece una parodia) y lo vac¨ªo y distante de su arte. Porque no, no todos los que van a eventos de BMX son personajes de Jackass. Tampoco son hippies ni muertos de hambre. ?Practicar estos deportes te obliga a sufrir el s¨ªndrome de Peter Pan o qu¨¦? Su paternalismo es de lo m¨¢s desagradable. Va siendo hora de romper estereotipos. Y vale, lo pillamos, es un festival y si superamos pruebas iremos ganando un mejor equipo y accediendo a desaf¨ªos mayores. ?Qu¨¦ m¨¢s hace falta decir? ?Por qu¨¦ hay m¨¢s charleta que en Death Stranding? As¨ª que s¨ª, definitivamente es importante empezar dejando claro que Riders Republic es de lo m¨¢s cringe de una ¨¦poca cringe.

El salto al vac¨ªo de Ubisoft

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Si superamos la impresi¨®n inicial ocurre lo mismo que tras estos primeros p¨¢rrafos: proliferan las bondades, y mirad que la propuesta era arriesgada. ?Un MMO de deportes extremos? ?De verdad? Apenas hay referentes y la idea parec¨ªa chocar contra las propias bases del g¨¦nero. ?Qui¨¦n se compra una entrega de Trials para jugar online? ?Le interesa realmente a la comunidad de Steep la propuesta de Roller Champions o Shaun White Skateboarding? ?Y al rev¨¦s? ?A cu¨¢ntos fans de las mountain bike les llama tambi¨¦n el esqu¨ª? ?Pueden ir de la mano paracaidismo y los trucos en bici? ?Acaso existen los simuladores de wingsuit? M¨¢s importante todav¨ªa, ??c¨®mo demonios encajan los jet packs en todo esto?! Desde luego, hab¨ªa m¨¢s razones para que saliera mal que para que saliera bien. Pero el caso es que ha salido bien. El c¨®ctel resulta ser estupendo y ¡°arriesgado¡± no es m¨¢s que un sin¨®nimo de valiente y original, hasta revolucionario. Ubisoft vuelve a callarnos la boca y Annecy sigue reivindic¨¢ndose. A menudo cometemos el error de asociar autom¨¢ticamente los videojuegos de deportes a EA Sports y 2K Games, pero el curr¨ªculum y la experiencia de Ubisoft en determinadas disciplinas (todas las sagas citadas son suyas) bien merecen m¨¢s reconocimiento. Riders Republic supone un nuevo gal¨®n en la hoja de servicios de la desarrolladora y descubre al g¨¦nero un horizonte de lo m¨¢s prometedor.

Para empezar, estamos hablando de un juego que se adapta perfectamente a tu estado de ¨¢nimo. ?Te despiertas con esp¨ªritu competitivo? Prep¨¢rate. Conseguir las tres estrellas de cada evento (sin ayudas, por supuesto) exige t¨¦cnica y disciplina, precisi¨®n y nervios de acero. No es tarea f¨¢cil. Por no hablar de que ganar online s¨®lo est¨¢ al alcance de los mejores. ?Buscas relajarte y desconectar? Mejor a¨²n. Luego hablaremos de su mapeado, pero ya os adelantamos que es espectacular, se siente vivo y explorarlo es una aut¨¦ntica delicia. Bajar por determinadas pendientes porque s¨ª, porque nos apetece, de chill, no puede ser m¨¢s satisfactorio. Nosotros hemos pasado tardes enteras sin competir, simplemente explorando el mapa, y casi que han sido de las qu¨¦ m¨¢s hemos disfrutado a los mandos.

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?Que lo que quieres es verte las caras con gente online? Cuidado con lo que deseas. Los empujones y el caos de las carreras para 64 jugadores pueden desquiciar a m¨¢s de uno. En cualquier caso, tranquilo, existen modos para menos personas (12), y los hay contra todos y por equipos (6 vs 6). Porque para gustos, los colores. ?Buscabas lo contrario? ?Puro singleplayer? Lo mismo, perfecto. Todos los eventos se pueden disfrutar en solitario mientras luchamos contra rivales pose¨ªdos por el fantasma de nuestros amigos u otros usuarios. La IA no est¨¢ a la altura de los drivavatar de Forza (ni punto de comparaci¨®n), pero siempre es m¨¢s divertido reconocer el nombre del resto de competidores. Y si estamos especialmente hura?os, tampoco hay mayor problema. Hacemos unas acrobacias y punto. Son un popurr¨ª de pruebas en los que estaremos ¨²nicamente nosotros, sin bots ni adversarios de ning¨²n tipo. Contra el crono, contra una puntuaci¨®n, contra nosotros mismos. ?Qu¨¦ me dec¨ªs de entrenar un poco? ?Ese tutorial del demonio que tiene no ha podido con vosotros y quer¨¦is m¨¢s consejos? Ah¨ª ten¨¦is la academia, a rebosar de pr¨¢cticas y trucos. Riders Republic se adapta a lo que le pidas. La experiencia puede ser tan intensa o apacible como quer¨¢is. Tan dif¨ªcil o sencilla. Tan sociable o solitaria. Tan diversa o mon¨®tona. Un mundo para muchos riders.

Un hermano gemelo malvado para Forza Horizon

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Despu¨¦s de esta descripci¨®n es imposible no pensar en Forza Horizon. El juego de Playground Games es un referente clar¨ªsimo del que heredan la libertad, propuesta y capacidad de adaptaci¨®n. Repetimos, Riders es un camale¨®n. Su ritmo, grado de desaf¨ªo y n¨²mero de opciones online se amoldan a nuestros deseos. Por otro lado, la (?infinita?) variedad de la que goza Horizon gracias a su cat¨¢logo de marcas, categor¨ªas y especificaciones, el juego de Ubisoft la suple con una la idea que da vida a todo. Porque, ?cu¨¢ntos t¨ªtulos permiten pasar de una mountain bike a una tabla de snow en cuesti¨®n de un par de segundos? Riders Republic ofrece el repertorio de disciplinas y veh¨ªculos m¨¢s din¨¢mico y heterog¨¦neo que hayamos visto jam¨¢s.

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Hay juegos profundos como ellos solos (el propio Forza Horizon), pero aqu¨ª hablamos de otra cosa, de algo ¨²nico. Hablamos de ir a pie tan contentos, pulsar un bot¨®n y subirnos de golpe a una moto de nieve. Al rato lo pulsamos de nuevo y un ventilador gigante (aka paramotor) nos proyecta hacia el cielo. Bajamos en paraca¨ªdas cuando sobrevolemos la cima de alguna monta?a, nos pasamos a una tabla de snow y descendemos por su ladera. Al llegar abajo, cambiamos la tabla por unos esqu¨ªs con cohete y rehacemos el camino. Nada de esperar al telesilla. Arriba otra vez, ahora cogemos un traje de alas (wingsuit) y en esta ocasi¨®n bajamos dej¨¢ndonos llevar por las corrientes de aire. Y ya aabajo, si eso, le damos a las bicis. Bicis de descenso, de ciudad, de spinning (no es broma). La oferta es un aut¨¦ntico disparate. Una maravillosa locura. Un hito en el g¨¦nero que encima funciona como un tiro. Cambiar de veh¨ªculo es tan r¨¢pido como desplegar la ruleta de armas de cualquier third person shooter y pasar de una a otra. Sin tiempos de carga. Cuesti¨®n de segundos. Incluso hay eventos online que nos cambian de disciplina autom¨¢ticamente en mitad de una carrera y nos obligan a adaptarnos y usar al completo esa ex¨®tica macedonia de deportes. Situaci¨®n esta ¨²ltima que, creednos, no puede ser m¨¢s divertida.

?Aprendiz de mucho, maestro de nada?

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Es tan plural, tan diverso y variado, tan r¨¢pido, que m¨¢s de uno se preguntar¨¢ (con raz¨®n) por el nivel de profundidad y complejidad que alcanza. Porque ya sab¨¦is lo que dicen ¡°aprendiz de mucho, maestro de nada¡±. Pero contestando, vaya por delante que Riders Republic es un arcade tremendamente accesible, de los que te acogen con los brazos abiertos y te ense?an lo b¨¢sico para defenderte en cuesti¨®n de minutos. A¨²n as¨ª, accesible y sencillo no es lo mismo que simple. Ubisoft ha encontrado el equilibrio perfecto y cada disciplina cuenta con su propio esquema de controles, particularidades y formas de funcionar. Las mec¨¢nicas est¨¢n bien diferencias y si bien no necesitaremos m¨¢s de veinte minutos para saber movernos en cualquier terreno y a bordo de cualquier cachivache, a la hora de la verdad, dominar los saltos, trucos y derrapes nos llevar¨¢ bastante m¨¢s. Lo mismo con los aterrizajes o la distintas estrategias a la hora de dosificar turbos y sprints. Dominar un ¨¢mbito no garantiza nada de cara al resto, lo que desembocar¨¢ en que cada uno seamos un piloto ¨²nico con nuestras filias y fobias personales.

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A nosotros, por ejemplo, las alas propulsadas nos parecen la prueba m¨¢s pobre, la m¨¢s b¨¢sica, la que menos depende de nuestro habilidad y m¨¢s del equipo que hayamos escogido. Quiz¨¢s tambi¨¦n la menos atractiva por la fantas¨ªa impl¨ªcita y el contraste con las dem¨¢s, ya sacadas del mundo real. Por su parte, nos han sorprendido gratamente las etapas de wingsuit. Tienen un dise?o tan inteligente como espectacular, resultan vertiginosas y milim¨¦tricas, a lo que se suma que enganchan y son adictivas como ellas solas. No es un deporte del que supi¨¦ramos mucho ni lo practicar¨ªamos en la vida real, pero en la presente rep¨²blica rider no nos cansamos de ellas. A su vez, las fases de trucos con esqu¨ªs, con sus saltos y piruetas, nos dan pesadillas y tratamos de evitarlas siempre que podemos. Sin embargo, adoramos los grinds con ellas y con las tablas de snow. Pero la ni?a de nuestros ojos ser¨¢n siempre las bicis. No las de trucos, sino las de descenso, con un puesto especial en nuestro coraz¨®n para las pruebas de trial. No son muchas, pero resultan fant¨¢sticas. Una versi¨®n tridimensional de los Trials francamente sorprendente.

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Debemos aclarar que Riders Republic nunca llega a las cotas de profundidad de las entregas especializadas en cada disciplina. El trial nunca es como en la saga de RedLynx, el snow no rivaliza con lo ofrecido por SSX y las fases de trucos palidecen con las listas y opciones de Tony Hawk. Pero repetimos, tampoco es que todo se maneja de la misma forma ni que de igual la carne que el pescado. Ubisoft ha hecho un gran trabajo y la experiencia general con cada deporte cubre mucho m¨¢s de lo que acostumbra a abarcar el usuario medio. Solo quienes se dediquen a completar y terminar t¨ªtulos citados apreciar¨¢ lo que decimos. El mayor exponente de esto es la opci¨®n de poner un esquema de controles en el snowboard que est¨¢ directamente sacado de Steep. O varias pruebas que est¨¢n inspiradas en eventos reales de los que hasta llegan a retransmitirse por televisi¨®n y tienen patrocinadores del calibre de Red Bull. Es un trabajo muy s¨®lido.

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Cada prueba consta de hasta tres desaf¨ªos opcionales y es en estos donde radica el desaf¨ªo y la verdadera chicha. Son tres estrellas (de nuevo como en Forza Horizon, como en sus radares y tramos de velocidad, por ejemplo) y para conseguirlas no basta con ganar las carreras, sino que hay que cumplir varios objetivos secundarios. Van desde batir un tiempo determinado hasta encontrar ciertos objetos por el camino o usar el bot¨®n rebobinar. ??A que no adivin¨¢is de qu¨¦ saga es ¨¦ste!? Pues s¨ª, ayudas a la conducci¨®n / pilotaje a un lado (donde s¨ª apreciamos m¨¢s simplificaci¨®n, pues el ¨²nico cambio realmente significativo es el de los aterrizajes autom¨¢ticos), tambi¨¦n tenemos el sistema de rebobinar de los Forza. Acertadamente, en su caso el tiempo no se para los dem¨¢s, s¨®lo para nosotros, y aunque retroceder es de gran ayuda para corregir errores puntuales, es un sistema m¨¢s justo y no supone un agravio tan grande para el resto.

M¨¢s nos vale acostumbrarnos a no completar cada evento del tir¨®n. A menudo quedar primero no importa y debemos concentrarnos en hacer las estrellas individualmente, nada de a la vez. Por no hablar de que muchas son disparatadas y exigen volver a ellas cuando nuestro equipo de alas, bicis, tablas y tenga m¨¢s nivel (un backtracking un tanto sucio, para qu¨¦ mentir). Cada ¡°veh¨ªculo¡± cuenta con las stats habituales (velocidad, aceleraci¨®n, manejo, etc) y se nota en los tiempos que marcamos. Todas se clasifican como mandan los c¨¢nones de belleza actual: verde, azul, morado y dorado seg¨²n grado rareza (*fingiendo una tos* como en Forza Horizon), y hasta tienen un sistema propio de reputaci¨®n y fidelidad a una marca (las hay reales, como Ford o Red Bull). Son los contratos, con los que ganar recompensas. Estos ¨²ltimos nos ofrecen distintos desaf¨ªos, pero inexplicablemente, si cogemos uno y lo cambiamos hemos de pagar un tiempo de penalizaci¨®n sin poder coger otro. Apostamos a que ante las quejas y lo innecesario del asunto, no tardar¨¢ en abrirse la posibilidad de combinarlos todos. Aunque para eso Ubisoft tendr¨¢ que pensar primero en un modo de hacer que todas las marcas no exijan lo mismo en sus contratos. De verdad, no es tan dif¨ªcil personalizarlas un poco. ?Podr¨ªa la dificultad crecer de un modo distinto, m¨¢s bien en base a la IA, las rutas y las f¨ªsicas? Sin duda. Se va notando seg¨²n caen las horas y los eventos permanecen constantes. A prop¨®sito del contenido, nosotros le hemos echado una treintena de horas y aunque es cierto que atisbamos el final, a¨²n nos queda para rato (y eso sin contar que alagar¨¢ v¨ªa online).

Un mapa ante el que quitarse el sombrero (o casco)

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La estocada final con la que nos ha atravesado el coraz¨®n es su mapeado. Un lujo y disfrute continuo. Su dise?o ya es llamativo de por s¨ª, pues combina los lugares m¨¢s emblem¨¢ticos de varios parques naturales estadounidenses como Bryce Canyon, Canyonlands, Grand Teton, Mammoth Mountain, Sequoia Park, Yosemite Valley y Zion National Park. ?Qui¨¦n no ha so?ado alguna vez con hacerse la ruta de los parques por todo Estados Unidos? ?Qui¨¦n no ha visto pel¨ªculas ambientadas en ellos como Free Solo, la reciente ganadora del Oscar, o 127 horas, de Danny Boyle? Desde verdes y floridos bosques donde cruzarnos con Bambi (existe una fauna con la que iremos topando), hasta biomas naranjas y rocosos, antesala del Gran Ca?¨®n. Pasando, claro est¨¢, por la nieve y hasta por pueblos o ciudades en miniatura que podemos recorrer dando botes por los tejados. Son tremendamente verticales, aunque en tema cimatol¨®gico no resulten tan exuberantes. Est¨¢n repletos de coleccionables, pruebas, carteles de informaci¨®n sobre la ubicaci¨®n real en la que se basan, etc¨¦tera. Explorar o hacer descensos por puro placer es una maravilla. Sus recorridos en carrera son relativamente lineales, pero cuando no hay puntos de control por los que pasar la experiencia se magnifica. Encima los tiempos de carga son inexistentes en las consolas de nueva generaci¨®n. Es un mundo abierto con may¨²sculas.

Quiz¨¢ le falte el impacto visual y las dimensiones de los Forza Horizon, pero una vez m¨¢s, compensa esta flaqueza a su manera (y ni siquiera lo contar¨ªamos como flaqueza, pues al lado del rey del g¨¦nero, a cualquiera le tiemblan un poco las piernas). Pero Riders Republic lo hace, lo compensa, y es por medio de un mundo tremendamente vivo. Vayas donde vayas siempre hay alguien. Todo est¨¢ plagado de personas haciendo el cabra y recorriendo tu misma ruta. Generalmente no son personas reales (a menos que est¨¦s con tu grupo de amigos), sino sus fantasmas, una versi¨®n et¨¦rea que visto lo visto, a menudo hace las mismas estupideces que sus alter ego. Es donde m¨¢s se aprecia su concepci¨®n como MMO (massive multiplayer online). Somos conscientes de que a la hora de la verdad las cifras no son tan elevadas (las carreras a 64 son el tope), pero creednos, da la sensaci¨®n de que hay miles, o decenas de miles de jugadores a nuestro alrededor. Es un enga?o muy logrado que usa truquitos como reunirnos a todos con frecuencia en torno a un campamento que hace de epicentro del juego, o mostrando millones de personas movi¨¦ndose cuando abrimos el men¨² del mapa. Lo mejor es que, al ser fantasmas, no atosigan, no nos molestan, empujan y sacan a nadie de su ruta. Simplemente acompa?an. Nos permiten ver toda clase de locuras, caminos improvisados, an¨¦cdotas divertidas y golpetazos memorables. En ning¨²n otro sandbox del g¨¦nero, ni siquiera en el propio Horizon, se tiene semejante sensaci¨®n. Y si os agobia esta condensaci¨®n de almas, existe un modo Zen totalmente offline. Limpio de iconos y personas, vac¨ªo, silencioso y abrumador. Perfecto para relajarse. Es una gran idea, pero actualmente la ensucia un fallo garrafal: es el modo al que nos obliga a jugar por decreto si no estamos conectados a la red. Y en ¨¦l no hay eventos (ni carreras, ni trucos, ni acrobacias), s¨®lo exploraci¨®n. Ergo sin conexi¨®n a internet el juego es bastante limitado. Nos sumamos a todas esas voces de la comunidad que han pedido a Ubisoft corregir esto.

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La parte audiovisual no acompa?a

Los problemas aparecen cuando volvemos a hablar de lo que mencion¨¢bamos al principio del an¨¢lisis: su aspecto. Pero ya no nos metemos m¨¢s con su dise?o ni con esa aberraci¨®n crom¨¢tica que gasta y que por momentos estropea la belleza de su mundo. A veces hasta puede tener un pase. Sirve para ajustar el HDR de la tele, por ejemplo. Fuera bromas, ni siquiera nos referimos a que a veces la distancia de dibujado rivalice con la de Silent Hill 2, que haya un continuo popping, un clipping constante y texturas reguleras. Podemos pasar por encima de ello y justificarlo con sus 4K y 60 fps en PS5 y Xbox Series X/S. Por problemas hacemos alusi¨®n cosas que s¨ª afectan a lo jugable, como un sistema de colisiones que provoca momentos cuanto menos extra?os. En las carreras de 64 a veces saldremos disparados del camino sin que nadie nos haya tocado, o avanzaremos a tirones como una pelota de pinball. No es ¨²nicamente un defecto online. En solitario hemos sobrevivido a impactos demoledores, pero despu¨¦s el personaje ha salid volando por el roce de la rama de un pino. Sin duda, el sistema de colisiones es lo m¨¢s frustrante que hemos experimentado a los mandos. Al principio gracioso, despu¨¦s injusto y por ¨²ltimo, exasperante. Y a ¨¦l se suman algunas congelaciones de pantalla que en Series X nos sacan de la app e incluso nos apagan la consola, aunque para estas se ha prometido que habr¨¢ soluci¨®n pr¨®ximamente v¨ªa actualizaci¨®n.?

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La banda sonora vuelve a las andadas con el tono cringe. Si bien Just Dance podr¨ªa haberle cedido algunos, no es que tenga pocos temas (son alrededor de 70 colaboraciones externas), pero la selecci¨®n es, con todos los respetos, terrible, y se suma el problema de que las canciones vuelven a empezar desde el principio cada vez que repetimos una misma prueba. En las dificultades m¨¢s altas, al reiniciar un mont¨®n de veces un evento, nos va retumbar la cabeza con el mismo soniquete. Spotify es necesario si no queremos terminar con una embolia cerebral. Al explorar s¨ª que hay opci¨®n de cambiar de emisora, pero n¨® sabemos por qu¨¦, siempre terminaremos oyendo una y otra vez los mismos estribillos. Nos sentimos identificados con un divertido articulo de Game Informer que repasa el repertorio musical y dice as¨ª "Quiero que Riders Republic me guste, pero no puedo superar todo lo que odio".?

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El futuro de Riders Republic

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Riders Republic nace bajo el yugo de la sociedad contempor¨¢nea y casi que por ende, bajo el yugo de la etiqueta "juego como servicio". As¨ª lo demuestran los micropagos de su tienda (s¨®lo est¨¦ticos, por suerte), los contenidos que se van renovando semanalmente, o la existencia de un "pase del a?o 1" cuyas novedades suenan interesantes (la disciplina de las BMX y m¨¢s escenarios y modos online). Habr¨¢ que ver c¨®mo evoluciona su mundo porque a la estaci¨®n de salida no se le puede exigir m¨¢s. ?Hay margen de mejora? S¨ª, y es amplio, ?pero exigir? Adem¨¢s de corregir su rendimiento, los contratos y el modo zen del que habl¨¢bamos antes, Riders podr¨ªa, por ejemplo, ofrecer desaf¨ªos diarios adem¨¢s de los semanales. O un cat¨¢logo de ropa m¨¢s amplio dentro la tienda (con skins realistas para los que no quieran sentirse como en Fall Guys). Esto ¨²ltimo quiz¨¢s lo arreglara un editor para crear nuestros propios dise?os y compartirlos online. O una mayor rotaci¨®n de circuitos en las carreras multitudinarias. Tampoco le sentar¨ªa nadal mal retocar los lobbies y el matchmaking para acelerarlo, o incluir alg¨²n modo multijugador extra que le eche imaginaci¨®n (que por ahora tenemos ¨²nicamente carreras de 12, duelos de trucos y batallas por equipos 6 vs 6 en las que deberemos conquistar zonas a la manera de Splatoon). En cualquier caso, estar¨¦is viendo que no hablamos de introducir grandes cambios o paquetes de contenido. Son matices, mejoras concretas que apuntalen una base ya por s¨ª sola capaz de saciar a cualquiera.

Esos retoques y cuentas pendientes se le perdonan cuando uno reflexiona sobre la haza?a que supone lo logrado. Porque Riders Republic es un pionero, un molde perfecto para el g¨¦nero y sirve de origen a una franquicia cuyos l¨ªmites s¨®lo est¨¢n en la imaginaci¨®n de Ubisoft. ?Hab¨¦is pensado en lo que puede llegar a ser en un futuro si el juego coge algo de peso gr¨¢ficamente, actualiza el tono, amplia esas dimensiones y propiedades MMO, e incluso a?ade disciplinas como skate, surf, rafting o un paracaidismo renovado? No es tan disparatado. Al skate y el surf hasta les hace un par de gui?os. Y mirad lo que crecieron los Trials. Podr¨ªamos estar hablando de uno de los grandes t¨ªtulos deportivos de la historia. El estrato jugable, sus pilares y el planteamiento, lo m¨¢s dif¨ªcil, ya est¨¢n ah¨ª. Riders Republic es una pepita de oro que veremos en qu¨¦ convierte Ubisoft. Y hasta que la transforme en algo, no queda sino admirar su brillo.