La dificultad en los videojuegos: Evoluci¨®n, variaci¨®n e importancia

A su estreno en 2002, The Elder Scrolls III: Morrowind no solo fue un action RPG de alta calidad, capaz de mostrar nuevas posibilidades para el g¨¦nero en mundo abierto y cosechar ¨¦xito casi un¨¢nime entre prensa y p¨²blico. Tambi¨¦n fue la primera entrega de la saga con adaptaci¨®n a consola (Xbox), donde cuaj¨® un buen port y empez¨® una trayectoria que definir¨ªa tanto el futuro de Bethesda como el de otras compa?¨ªas especializadas en rol. Si bien algo tosco en animaciones y combate, Morrowind ofrec¨ªa una gran libertad a la hora de explorar, aceptar misiones de diferentes gremios y facciones, desarrollar las capacidades f¨ªsicas y sociales de nuestro personaje o ajustar el nivel de dificultad mediante una barra deslizante con m¨²ltiples valores, adapt¨¢ndose a muchos perfiles de jugadores y dejando a ¨¦stos con ganas de m¨¢s.

Al desarrollar la siguiente entrega, Xbox 360 ocup¨® una posici¨®n m¨¢s importante tanto a la hora de aprovechar su hardware como de adecuar la interfaz al mando, siendo objetivo de Bethesda, adem¨¢s, acompa?ar la consola en su lanzamiento ¡ªobjetivo que no logr¨® por pocos meses¡ª. Con el tiempo, Oblivion tambi¨¦n acabar¨ªa llegando a PlayStation 3, pero mucho antes de eso, y viendo el creciente inter¨¦s en la franquicia, Sony movi¨® ficha para tener su propio ?Elder Scrolls?: From Software, compa?¨ªa japonesa m¨¢s humilde, pero con experiencia mezclando el rol en primera persona con la fantas¨ªa medieval (en Jap¨®n, King's Field IV se hab¨ªa estrenado poco antes que Morrowind), fue la aliada escogida para la tarea. Y si bien el resultado acabar¨ªa siendo bastante diferente al esperado, tambi¨¦n redefini¨® el panorama de los action RPG, incentivando adem¨¢s un debate sobre dificultad que resurge de forma peri¨®dica y hoy exploraremos incluyendo ¡ªpero no limit¨¢ndonos¡ª a la obra de From.

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Dificultad de 25 y 10.000 pesetas

No se puede hablar de dificultad en videojuegos sin tratar su origen como necesidad para contrarrestar las limitaciones tanto en las herramientas de dise?o como en el espacio de almacenamiento, as¨ª como incentivar el rejugado en m¨¢quinas recreativas que recaudaban una moneda extra por cada intento de seguir progresando o regreso para mejorar puntuaciones que luego mostraban nuestras iniciales al resto de jugadores. Sin embargo, aunque a menudo respondiese m¨¢s a una ventaja comercial que a una expresi¨®n art¨ªstica, requer¨ªa una considerable cantidad de planificaci¨®n y talento crear juegos cuyo nivel de exigencia invitase a seguir intent¨¢ndolo en vez de producir el efecto contrario. A fin de cuentas, si el jugador consideraba que el juego en cuesti¨®n era ?injusto?, pronto dejar¨ªa de echar monedas.

Como cabr¨ªa esperar, esta noci¨®n de ?justicia? no es un elemento matem¨¢ticamente cuantificable, sino una cuesti¨®n de percepci¨®n que variaba de jugador a jugador ¡ªy lo sigue haciendo d¨¦cadas despu¨¦s del auge de las recreativas¡ª, aunque los desarrolladores pod¨ªan condicionarla en gran medida calibrando aspectos como la precisi¨®n del control (respuesta lo m¨¢s inmediata y constante posible para que el jugador dejase de pensar en t¨¦rminos de botones y lo hiciese en t¨¦rminos de acciones), la claridad en el dise?o visual (los videojuegos son como un lenguaje con nombres y verbos y, como tal, deben organizarse de forma l¨®gica y ordenada, no aturullarse como un di¨¢logo donde varios interlocutores se solapan) o mediante tiempos de reacci¨®n asumibles (si detectamos el inicio de la animaci¨®n de un ataque, deber¨ªamos ser capaces de evitarlo antes de que se complete). Es una l¨ªnea fina que infinidad de juegos han recorrido a uno u otro lado, a veces haciendo zigzag.

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Con el gradual incremento del mercado casero ¡ªparticularmente el de consolas¡ª, la industria se movi¨® de un modelo donde pag¨¢bamos por cada vida a otro donde compr¨¢bamos el juego completo para darle usos ilimitados, aunque el impacto no fue inmediato y la filosof¨ªa de dise?o arcade se mantuvo vigente durante a?os. Unas veces en forma de ports, muchas otras mediante juegos in¨¦ditos que, a pesar de estar creados para el sal¨®n de casa, se pod¨ªan completar en el transcurso de una tarde. T¨ªtulos como Super Mario Bros., Castlevania o Ninja Gaiden a¨²n se pod¨ªan completar en menos de una hora, o incluso en menos de media, aunque no era una perspectiva realista para un jugador novato. Esa media hora te¨®rica era el resultado final de un proceso largo de aprendizaje y pr¨¢ctica, familiariz¨¢ndonos con los controles, las rutinas de cada tipo de enemigo, las intrincaciones de los niveles y desarrollando t¨¦cnicas propias o compartiendo consejos entre amigos en la era pre-internet.

De nuevo, aunque pudiese tener su origen en limitaciones ajenas a los estudios, la capacidad de cada uno de ellos para crear experiencias estimulantes ¡ªy no solo dif¨ªciles¡ª marcaba las diferencias. Los retos desarrollaban destrezas y las destrezas creaban satisfacci¨®n, incluso aunque el progreso fuese lento, siempre y cuando se percibiese como un triunfo personal y no producto de azar o factores ajenos al jugador. Dise?ar con eso en mente era un arte en s¨ª mismo, e implicaba tener en cuenta no solo la exigencia como un requisito concreto en un momento concreto, sino como una escalera que conduc¨ªa escal¨®n a escal¨®n, reto a reto, hasta un punto inasumible al empezar el juego. Es la com¨²nmente conocida como curva de dificultad: la capacidad de mantener de forma prolongada al jugador en un punto de tensi¨®n intermedio, que evite tanto el aburrimiento de las tareas demasiado f¨¢ciles como la frustraci¨®n o incluso la ansiedad producida por las m¨¢s dif¨ªciles.

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Tipolog¨ªa y modulaci¨®n

Huelga decir que ?dificultad? como t¨¦rmino engloba m¨¢s de un significado y var¨ªa seg¨²n el contexto. El hecho de que los videojuegos sean un medio interactivo no solo significa que el jugador participa en ellos de forma activa, tambi¨¦n que esta relaci¨®n bidireccional puede adoptar diferentes formas y, a consecuencia, requerir diferentes tipos de competencias. De este modo, por ejemplo, podemos catalogar como ?dificultad l¨®gica? a la necesidad de asimilar y aplicar de forma adecuada las reglas propias del mundo virtual (las aventuras gr¨¢ficas giran por completo en torno a ello), como ?dificultad t¨¢ctica? a la elaboraci¨®n de estrategias ¨®ptimas (con vistas a medio-largo plazo en g¨¦neros como los RPG), como ?dificultad espacial? a la capacidad de orientaci¨®n y memorizaci¨®n en niveles no lineales (hola, metroidvanias) y como ?dificultad mec¨¢nica? a la destreza ejecutando las acciones a trav¨¦s de la interfaz de control (que no se reduce al combate y se puede centrar en el aspecto motriz, v¨¦anse plataformas de precisi¨®n milim¨¦trica como Celeste).

Estas competencias se pueden entrelazar y complementar, dejando que los estudios escoren m¨¢s hacia una u otra direcci¨®n seg¨²n el tipo de propuesta que quieran construir. As¨ª, si bien tanto el primer Castlevania como su secuela plantearon desaf¨ªos exigentes de car¨¢cter mec¨¢nico, en Simon's Quest, adem¨¢s, Konami decidi¨® empujar el car¨¢cter l¨®gico, con requisitos para progresar m¨¢s cr¨ªpticos que ir del punto A al punto B o derrotar jefes. Combinar diferentes tipos de desaf¨ªos puede hacer un juego m¨¢s estimulante, pero tambi¨¦n exige m¨¢s ma?a para equilibrarlos: del mismo modo que el combate requiere afinar aspectos como el control, la claridad visual o los m¨¢rgenes de respuesta, los retos de naturaleza ?intelectual? requieren cuidar facetas como la correcta exposici¨®n de la informaci¨®n y la adecuaci¨®n sensible a un contexto razonable. Algo de lo que Simon's Quest dif¨ªcilmente era buen ejemplo, con acertijos obtusos que pr¨¢cticamente requer¨ªan golpes de suerte o consulta de gu¨ªas. Aunque encuentra una contrapartida positiva en otra saga de Konami que, adem¨¢s, nos permite introducir el concepto de ?modulaci¨®n?: Silent Hill.

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Podemos usar modulaci¨®n para referirnos al uso de diferentes tipos de herramientas, sean proporcionadas de forma directa por los desarrolladores o iniciativas de los propios jugadores (usos no evidentes de mec¨¢nicas, picarescas, exploits), para alterar la dificultad. En su forma m¨¢s tradicional, aquellas propuestas por desarrolladores, toman forma de modos como los cl¨¢sicos ?f¨¢cil?, ?normal? y ?dif¨ªcil? u otras denominaciones m¨¢s creativas. Sobre el papel, es una buena forma de adecuar el juego a diferentes perfiles de jugadores ¡ªno solo en funci¨®n de la mera habilidad, sino tambi¨¦n del tiempo que quieran invertir en cada juego completo¡ª. En la pr¨¢ctica, su implementaci¨®n es otro elemento que requiere planificaci¨®n a?adida y, en no pocos casos, se puede resolver con tanto ventajas como desventajas.

El caso de Silent Hill que adelant¨¢bamos es interesante porque algunas de sus entregas (2 y 3) implementaron modos que permit¨ªan ajustar la dificultad de los acertijos de forma independiente al combate, algo que requiri¨® que el estudio crease diferentes pistas y soluciones para los mismos puzles. Es una soluci¨®n brillante porque no solo permite modular dos tipos de dificultad por separado, sino que invita a los jugadores a hacer m¨¢s de una partida para ver diferentes variantes. Algo parecido ocurr¨ªa con FPS como GoldenEye, Perfect Dark o la saga TimeSplitters, donde los modos escalaban la dureza de los enemigos, pero tambi¨¦n a?ad¨ªan objetivos nuevos a los niveles, logrando que las dificultades inferiores no solo fuesen un atajo para acabar f¨¢cilmente la campa?a, sino tambi¨¦n ?entrenamientos? para familiarizarse con el dise?o de niveles antes de regresar para superar desaf¨ªos replanteados.

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Los problemas de las esponjas y la sem¨¢ntica

La gran mayor¨ªa de modulaciones planteadas por los estudios, sin embargo, tienden a centrarse a reajustar las exigencias mec¨¢nicas, sobre todo las relacionadas con el combate, aunque dentro de esto tambi¨¦n existen distinciones importantes. Halo, por ejemplo, se hizo c¨¦lebre en gran parte por la implementaci¨®n de rutinas variables en la inteligencia artificial, provocando que m¨¢s all¨¢ del factor estrictamente num¨¦rico, cambiasen de forma perceptible aspectos como las din¨¢micas de ataque en grupo o el instinto de auto-preservaci¨®n de enemigos. Eso s¨ª, dif¨ªcilmente constituye la norma, puesto que una implementaci¨®n minuciosa de esta clase de rutinas implica programar y testear varios juegos en paralelo, lo que termina derivando en los m¨¢s comunes simples cambios de valores y, en no pocos casos, el s¨ªndrome de las bullet sponges (esponjas de balas): enemigos que ponen m¨¢s a prueba la resistencia que la destreza por limitarse a ofrecer r¨¦plicas conductuales con m¨¢s vida.

Es algo que en algunos casos, no obstante, s¨ª puede ser beneficioso. Devil May Cry, por salirnos de los shooters, tambi¨¦n recurre al aumento de vida, pero de una forma m¨¢s precisa ¡ªen jefes¡ª para no solo poner a prueba la resistencia del jugador, sino tambi¨¦n el conocimiento y dominio de las mec¨¢nicas propias de su combate: del todo opcional en dificultades bajas, gestionar el incremento y canjeo del medidor que activa el devil trigger (capacidad de Dante para transformarse temporalmente en un demonio) reduce dr¨¢sticamente la duraci¨®n de los combates. En un caso como este, por tanto, la intenci¨®n no es castigar al jugador que elige la dificultad dif¨ªcil y se intenta abrir paso por ella a base de fuerza bruta, sino premiar a aquel jugador que a la destreza con las manos suma un mejor aprovechamiento t¨¢ctico con la cabeza.

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Tangencial, pero relacionado, es un problema de naturaleza sem¨¢ntica que puede asociarse a esta clase de modos. Y es que t¨¦rminos como ?f¨¢cil?, ?normal? y ?dif¨ªcil? por s¨ª solos no tienen un significado consistente, dependen de un contexto que var¨ªa de juego a juego. El veterano que regresa a una saga sabe a qu¨¦ atenerse, pero ni siempre es el caso, ni modos equivalentes en una escala te¨®rica marcan necesariamente una equivalencia pr¨¢ctica en la dificultad. En ese sentido, un acierto en tiempos recientes es acompa?ar los modos de descripciones (el remake de Resident Evil 2 ampl¨ªa la selecci¨®n del original y matiza que, adem¨¢s de los cambios en dureza de los enemigos, el m¨¢s f¨¢cil tiene punter¨ªa asistida y regeneraci¨®n de vida, mientras que el m¨¢s dif¨ªcil requiere usar cintas para guardar), aunque eso tampoco impide que las compa?¨ªas puedan darle uso cuestionable (el reciente Pikmin 3 Deluxe renombra el ¨²nico modo de Wii U como ?dif¨ªcil? y no aclara que ?normal? es en realidad f¨¢cil).

Dificultad din¨¢mica y escalado de nivel

Hablando de Resident Evil 2, el nuevo cl¨¢sico de Capcom tambi¨¦n es un buen exponente de un tipo de modulaci¨®n camuflada que algunos juegos usan para acomodarse al jugador: la conocida como dificultad din¨¢mica o adaptativa. Si bien las caracter¨ªsticas propias de los modos extremos son inamovibles (el modo f¨¢cil siempre va a tener ventajas como la regeneraci¨®n de vida y el modo dif¨ªcil va a requerir cintas para guardar), en el intermedio, valores como la vida de los zombis o la probabilidad de cr¨ªticos cambian hacia arriba o hacia abajo en funci¨®n del rendimiento del jugador. Es una pr¨¢ctica recurrente en la saga, que se remonta a Resident Evil 4 ¡ªdonde el estudio incluso quitaba enemigos tras varios intentos¡ª, y sirve para favorecer esa tensi¨®n constante de la que hablamos antes (los mecanismos internos trabajan para que nunca sea demasiado f¨¢cil y aburra, o demasiado dif¨ªcil y frustre).

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Un principio similar lo aplica Mario Kart a la hora de asignar mejores objetos a los rezagados, y tambi¨¦n otros juegos de velocidad sin ¨ªtems para evitar que la distancia entre veh¨ªculos aumente demasiado y las carreras pierdan intensidad (fen¨®meno conocido como rubber banding). Esto, naturalmente, plantea otro dilema, ya que, de forma manifiesta o no, el jugador pierde control sobre la modulaci¨®n. El reto se ajusta a ¨¦l en vez de a la inversa. Aunque si se aplica de forma sutil, es algo dif¨ªcilmente problem¨¢tico porque la mayor¨ªa ni siquiera lo percibe y sigue experimentando la satisfacci¨®n de superar el modo elegido sin cambiarlo, opci¨®n directa que muchos juegos tambi¨¦n ofrecen al encadenar varias muertes (aqu¨ª vale la pena se?alar Smash Bros. Ultimate como h¨ªbrido, ya que la dificultad de su modo arcade usa una escala con decimales que cambia de forma visible en funci¨®n del rendimiento).

Claro que esta clase de trucos son m¨¢s dif¨ªciles de implementar cuando se aumenta la escala y las posibilidades. Con el tiempo, los juegos de apenas una hora no solo dieron paso a otros de ocho o diez, tambi¨¦n a mundos abiertos donde el jugador pod¨ªa estar varias docenas merodeando. Esto, obviamente, requiere otra planificaci¨®n, tanto en lo que se refiere al contenido en s¨ª como a la propia dificultad. Es por ello que muchos RPG recurrieron a un sistema, el level scaling (escalado de nivel), orientado a mantener de forma constante ese equilibrio que evitase los extremos f¨¢ciles y dif¨ªciles. As¨ª, daba igual que un personaje de nivel 10 fuese a la zona B o a la C antes que a la A, los enemigos se ajustar¨ªan para ofrecer un desaf¨ªo apropiado y el jugador no fuese disuadido de explorarlas. Una teor¨ªa l¨®gica que, como todo, hist¨®ricamente ha tenido mejores y peores implementaciones. Lo que nos lleva, por fin, de vuelta a Elder Scrolls.

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Como dec¨ªamos al principio, Morrowind implement¨® una barra para que el jugador regulase la dificultad general: el punto inicial, situado en el centro, era 0, pero se pod¨ªa subir o bajar hasta 100 puntos en cualquier direcci¨®n. Estos cambios ten¨ªan efectos claros en el combate, aunque ni siquiera al m¨ªnimo terminaban de trivializar la experiencia por varios motivos: primero, porque el juego tambi¨¦n requer¨ªa otro tipo de destreza para orientarse a partir de di¨¢logos y notas de diario (no hab¨ªa GPS m¨¢gico que indicase la posici¨®n y el mapa solo se dibujaba mediante exploraci¨®n); segundo, porque daba gran importancia a atributos m¨¢s all¨¢ de ataque o defensa (en -100 nuestros golpes eran demoledores, pero pod¨ªan errar incluso a un palmo del enemigo); y tercero, porque el level scaling era muy moderado y preservaba tanto jerarqu¨ªas claras (un bandido siempre iba a marcar diferencias respecto a una rata, y un soldado entrenado respecto a un bandido) como picos ajustados de forma manual ¡ªla Monta?a Roja deb¨ªa ser, y era, m¨¢s intimidante¡ª.

Cuatro a?os despu¨¦s, Oblivion lleg¨® con gr¨¢ficos de nueva generaci¨®n, GPS m¨¢gico y una interpretaci¨®n m¨¢s dr¨¢stica del sistema: todo, desde los tipos de enemigos, hasta sus atributos e incluso equipamientos, cambiaba al mismo tiempo que el jugador sub¨ªa de nivel. A consecuencia, ning¨²n rinc¨®n era realmente peligroso ¡ªa menos que subi¨¦semos la barra de dificultad y todos lo fuesen¡ª, criaturas menores como ratas o cangrejos dif¨ªcilmente ilustraban la evoluci¨®n del personaje con el paso de las horas, bandidos acababan poblando los bosques con equipamientos legendarios e incluso pod¨ªan aparecer desequilibrios imprevistos cuando el personaje sub¨ªa de nivel con atributos que no eran de combate (sigilo, cerrajer¨ªa, etc.) porque no los discriminaba. Las inconsistencias fueron tan evidentes que, para la siguiente entrega (Skyrim), Bethesda volvi¨® hacia atr¨¢s e implement¨® un sistema mucho m¨¢s moderado y localizado. Y otros juegos posteriores como The Witcher 3 o Assassin's Creed: Odyssey decidieron a?adir un selector de escalado independiente al de dificultad.

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Demon's Souls: Vuelta a los or¨ªgenes

Eso s¨ª, ninguno de los problemas comentados evitaron que Oblivion recibiese mejores puntuaciones, vendiese m¨¢s millones de copias y ganase m¨¢s premios que Morrowind, as¨ª que Sony segu¨ªa esperando la r¨¦plica de From Software. Sin embargo, el desarrollo se complic¨®, los prototipos se suced¨ªan sin ¨¦xito y el proyecto estuvo al borde de la cancelaci¨®n. Fue entonces cuando Hidetaka Miyazaki ¡ªdirector entonces al frente de la saga Armored Core¡ª, vio una oportunidad ¨²nica para experimentar con su g¨¦nero favorito: la fantas¨ªa oscura. Con el benepl¨¢cito de una From m¨¢s atenta a otros proyectos y el desconocimiento casi total de Sony, el creativo desech¨® la primera persona y el mundo abierto. Sab¨ªa que no podr¨ªan competir con Bethesda en sus propios t¨¦rminos, as¨ª que replante¨® Demon's Souls como un regreso a los RPG de anta?o. Un juego m¨¢s exigente, pero donde el jugador viese recompensados sus esfuerzos con progresos y descubrimientos significativos.

Como ¨¦l mismo matizar¨ªa en entrevistas posteriores, el objetivo no fue simplemente subir la dificultad por el mero hecho de subirla, sino para perseguir esa sensaci¨®n de logro que le suced¨ªa. Una que no se pod¨ªa ?trucar? cambiando modos o bajando barras, sino adapt¨¢ndose para modularla con las herramientas propias del juego. Fue en contra de casi todas las convenciones contempor¨¢neas, usando penalizaciones severas para introducir a los jugadores en un constante estado de hiperalerta incluso cuando no hab¨ªa enemigos a la vista. Impidiendo subir de nivel hasta completar el primer desaf¨ªo de Boletaria para hacer que el jugador no se apoyase solo en las estad¨ªsticas, sino que interiorizase el uso de sistemas como la resistencia y los parries. Que apreciase el impacto en el ataque, la defensa y la velocidad de cada cambio en el equipamiento. Que buscase atajos que canjeasen la exploraci¨®n por progreso aunque cada muerte devolviese al punto inicial. Que atesorase recursos como hierbas curativas o bombas incendiarias. Y que aprendiese a vivir con la p¨¦rdida permanente de las almas que serv¨ªan como moneda y experiencia. Porque el miedo invitaba a la cobard¨ªa y Demon's Souls requer¨ªa tomar riesgos.

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Fan confeso de obras como el Zelda original o ICO ¡ªjuego que le motiv¨® a perseguir una carrera en el medio¡ª, Miyazaki tambi¨¦n quer¨ªa construir una experiencia contemplativa, con misterios. No se trataba solo de que el combate exigiese m¨¢s, tambi¨¦n de prescindir de indicadores de misi¨®n, los mapas con mil puntitos o incluso dejar que los jugadores descifrasen por su cuenta mec¨¢nicas sin tutoriales dedicados, incluyendo una cr¨ªptica inversi¨®n del escalado que complicaba el juego al morir de forma repetida. Aunque tampoco era sadismo indiscriminado, y el juego dej¨® a cambio ventajas como un sistema de pistas que los usuarios pod¨ªan compartir, la invocaci¨®n de otros jugadores para ayudar contra jefes ¡ªa cambio de tener la partida abierta a invasiones enemigas, eso s¨ª¡ª o la posibilidad de saltar a placer entre varios niveles para probar suerte en otro si uno se nos atragantaba m¨¢s de la cuenta.

Fue una prueba de fuego en una ¨¦poca donde la mayor¨ªa de juegos optaban por c¨®moda tibieza. Una prueba que Sony no super¨®, como el propio Shuhei Yoshida admitir¨ªa tiempo despu¨¦s. Aun siendo propietarios de la licencia, se negaron a distribuir el juego fuera de Jap¨®n: aquello ten¨ªa poco o nada de Oblivion, la recepci¨®n en eventos como el Tokyo Game Show fue un desastre y las ventas iniciales ni siquiera alcanzaron las bajas expectativas. Tras a?os con Dark Souls hasta en la sopa es f¨¢cil olvidarlo, pero la saga fue rescatada del nicho m¨¢s extremo por fans que lo importaron. Como estaba en ingl¨¦s y no ten¨ªa bloqueo regional, foros, streamings y algunos an¨¢lisis occidentales empezaron a hacerse eco de aquel juego diab¨®licamente dif¨ªcil, pero a la vez adictivo porque cada progreso importaba. En una jugada maestra, Namco no solo se hizo cargo de su distribuci¨®n en Europa, tambi¨¦n produjo una secuela que no ser¨ªa secuela, sino una IP nueva. Y el resto, como se suele decir, es historia.

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Sekiro y la dificultad como expresi¨®n art¨ªstica

Por supuesto, la historia sigue con Dark Souls consagrada como una de las sagas m¨¢s influyentes de la d¨¦cada, Sony volviendo a la puerta de From Software para producir Bloodborne y Bluepoint Games rehaciendo el ya-no-tan-nicho Demon's Souls para respaldar el lanzamiento de PS5 como juego estrella. Aun as¨ª, la trayectoria de Miyazaki no ha estado exenta de controversias, casi siempre producto de esa misma dificultad que lo puso en el mapa en primer lugar. Es un tema que viene y va como las mareas, aunque sacudi¨® la orilla de forma particularmente agitada el a?o pasado con el estreno de Sekiro: Shadows Die Twice. Esta vez producido por Activision, el juego mantuvo la buena racha en ventas, y con ellas se uni¨® m¨¢s gente a un debate que esta vez, adem¨¢s, encontr¨® a algunos fans de los propios Souls algo fuera de lugar al reducir o incluso eliminar elementos roleros, la variedad de builds y las invocaciones online.

La renovada exigencia abri¨® y mezcl¨® frentes sobre dificultad, accesibilidad e intenci¨®n de autor. Los dos primeros a menudo vinieron entrelazados y confundidos, as¨ª que vale la pena diferenciar accesibilidad, o inclusividad, como la serie de medidas dedicadas a que jugadores con alg¨²n tipo de discapacidad visual, auditiva, cognitiva o motriz puedan sortear impedimentos que para el grueso de jugadores no son tal. Es un aspecto al margen de la dificultad per se que, por suerte, cada vez m¨¢s compa?¨ªas tienen en cuenta, ofreciendo desde opciones para aumentar subt¨ªtulos, a?adir indicadores extra a la interfaz o cambiar el funcionamiento de botones hasta compatibilizar juegos con hardware especializado. En ese sentido, Sekiro tiene margen de mejora, aunque ofrece un punto de entrada m¨¢s amable que sus predecesores tanto por la presencia de tutoriales que explican cada mec¨¢nica al detalle como de un personaje que permite practicar las t¨¦cnicas en un entorno seguro.

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Esto, no obstante, tendi¨® a ser un factor secundario de la controversia. Porque aunque Sekiro no fuese demasiado inclusivo, todav¨ªa se encuadraba en una tendencia general de un medio con deberes por hacer. Lo que multiplic¨® el debate fue el hecho de que muchos jugadores perfectamente adaptados a otros juegos del g¨¦nero sin necesidad de ajustes extra tambi¨¦n considerasen que el juego levantaba barreras demasiado altas para ellos. Para poder disfrutar del mundo creado por From sin necesidad de invertir un tiempo que no ten¨ªan o desarrollar una destreza que quiz¨¢ no estuviese a su alcance. Fue ¡ªy a¨²n es¡ª un debate con grises que, c¨®mo no, a menudo roz¨® los extremos y deriv¨® en la narrativa de que los Souls perpetuaban un elitismo al negar modo f¨¢cil. Pero eso, incluso acept¨¢ndolo como cierto ¡ªsea en un porcentaje marginal o significativo¡ª, no deja de ser una cuesti¨®n de la comunidad. Y no es de la comunidad, sino de From, de quien depende incluir dicho modo.

A principios de 2012, meses antes de que el primer Dark Souls diese el salto de consolas a PC, el estudio brit¨¢nico The Chinese Room puso a la venta un juego llamado Dear Esther. El t¨ªtulo ten¨ªa origen como mod creado a partir del motor de Half-Life 2, pero fue a su lanzamiento comercial cuando se aviv¨® otra controversia, bastante diferente, en torno a los l¨ªmites del ?videojuego? como medio: sin m¨¢s mec¨¢nicas que caminar, ni m¨¢s objetivos que llegar al final del camino mientras escuch¨¢bamos los relatos que pieza a pieza formaban la narrativa, la obra fue un punto de inflexi¨®n clave a la hora de establecer el g¨¦nero ahora conocido como walking simulator. Uno que, como los dem¨¢s, ha evolucionado, aportado nuevas ideas en la puesta en escena y la jugabilidad, que a veces tambi¨¦n se cuela entre los juegos m¨¢s reverenciados (Gone Home, The Stanley Parable, What Remains of Edith Finch, etc.), pero que a¨²n sigue siendo acompa?ado por cierto estigma por su simplicidad mec¨¢nica.

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Este peque?o desv¨ªo nos lleva por otra senda hasta una idea com¨²n y es que, aunque sea razonable decir que los videojuegos, como medio, deber¨ªan ser para todo el mundo, eso no equivale a decir que todos los juegos deban ser para todos los jugadores, porque de sus diferencias y riesgos surgen sus identidades, su capacidad para materializar tanto una visi¨®n creativa espec¨ªfica como apelar a una sensibilidad tambi¨¦n espec¨ªfica. Si Dear Esther intentase contar la misma historia a lo largo de una isla m¨¢s grande, donde el estudio pudiese implementar y sacar partido a mec¨¢nicas plataformeras, el resultado se podr¨ªa definir como un producto m¨¢s elaborado, quiz¨¢ tambi¨¦n m¨¢s ?divertido?, pero perder¨ªa el aura de solemnidad que tiene en su forma actual. Del mismo modo, si Sekiro hiciese opcional el dominio de mec¨¢nicas como la gesti¨®n de la barra de postura o el timing del contraataque Mikiri para que cada jugador las usase o las ignorase a su gusto, la experiencia resultante tambi¨¦n ser¨ªa diferente.

La funci¨®n est¨¦tica, producto del talento de las personas involucradas en el dise?o de personajes y niveles, o de escribir trasfondos argumentales, podr¨ªa ser disfrutada por su cuenta, pero sin la tensi¨®n jugable ser¨ªa como escuchar la triunfal pieza musical del cl¨ªmax de una pel¨ªcula sin ver las im¨¢genes acompa?antes. Las bandas sonoras, de hecho, a menudo se pueden comprar por separado aunque fuesen compuestas para un contexto concreto, pero ¨¦ste les da otro significado, las complementa para crear una relaci¨®n simbi¨®tica. Y es justo esa relaci¨®n, que eleva ambas cosas por asociaci¨®n, la que buscaba Miyazaki. Porque dibujar y luego construir con pol¨ªgonos una criatura monstruosa perder¨ªa impacto si lo ¨²nico monstruoso fuese su aspecto. Por eso, los juegos de From no existen como meros mundos virtuales donde ubicar las proezas de Lobo, un cazador de Bloodborne o un caballero de Dark Souls, sino las del jugador. D¨¦cadas despu¨¦s de las partidas de 25 pesetas y los cartuchos con juegos de una hora sigue habiendo valor en la dificultad, uno que responde a la funci¨®n art¨ªstica.

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Determinaci¨®n: La psicolog¨ªa de la dificultad

Antes de concluir, vale la pena recalcar que la dificultad es una herramienta propia de los videojuegos con capacidad para empujar a los jugadores hacia estados inalcanzables por otros medios. Aunque esto a veces se traduce en frustraci¨®n, sacarnos de la zona de confort sin opci¨®n para ajustar modos o barras es tanto una decisi¨®n que limita la versatilidad como una ventana a un nuevo tipo de introspecci¨®n. Persistir en juegos dif¨ªciles nos lleva a mejorar destrezas, a desarrollar pensamiento lateral para buscar alternativas y, en caso de ¨¦xito, a mejorar la autoestima. Es inevitable que algunos se queden por el camino y autores como Miyazaki lo saben tan bien como los que le piden un modo f¨¢cil. Pero el hecho de construir un juego alrededor de un desaf¨ªo igual para todos invita tanto a la celebraci¨®n comunal en caso de triunfo, como a la colaboraci¨®n en caso de duda o fracaso.

Ni el jugador con el r¨¦cord mundial de un speedrun, ni el que decide reemplazar el mando por la guitarra de Guitar Hero o los bong¨®s de Donkey Konga para ponerse a prueba llegaron hasta ese punto sin errar, perder y frustrarse por el camino. Y en algunos de esos momentos, ellos seguramente tambi¨¦n se preguntaron si val¨ªa la pena. Por qu¨¦ pasarlo mal si los videojuegos son un m¨¦todo de evasi¨®n que, por norma, busca lo contrario. Para esto no hay una sola respuesta porque, as¨ª como cada juego es ¨²nico, cada jugador tambi¨¦n lo es. Pero algo dif¨ªcilmente discutible es que la exigencia de la tarea incrementa la sensaci¨®n de logro y, a consecuencia, la propensi¨®n a aceptar nuevos retos. Es algo que tambi¨¦n se aplica en otros ¨¢mbitos, como cuando aprendemos a tocar un instrumento o entrenamos para superar una marca deportiva. Al igual que un m¨²sculo que mejora su rendimiento con la pr¨¢ctica, la determinaci¨®n es una cualidad que se desarrolla y se transfiere de juego a juego, o incluso a otras facetas de la vida, donde tambi¨¦n es necesario lidiar con el fracaso para triunfar.

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Privar de un modo f¨¢cil, un atajo hacia el objetivo que no requiera tocar todas las notas o empezar la carrera desde la misma l¨ªnea de salida que otros atletas, siempre ser¨¢ controvertido y nuestra intenci¨®n aqu¨ª no es demostrar lo contrario. Pero a veces, aunque solo sea a veces, la falta de alternativas es el empuj¨®n que necesitan algunos para ver hasta d¨®nde son capaces de llegar. Incluso aunque no sea hasta el final, quiz¨¢ s¨ª sea mucho m¨¢s lejos de lo que imaginaban antes de empezar.