Si los Lakers se olvidan de serlo

Setenta millones de d¨®lares por seis a?os no es una mala oferta. Es, de hecho, mucho dinero. Como concepto envasado al vac¨ªo, es una obviedad. Desde esa certeza, se puede estirar el razonamiento todo lo que se quiera para, en el caso que nos ocupa, afirmar que ese 70x6 es una proposici¨®n muy jugosa para un entrenador sin experiencia NBA que se habr¨ªa convertido, de haberla aceptado, en el sexto entrenador mejor pagado de la competici¨®n. Cuatro de los otros cinco (el quinto es Monty Williams, por lo que parece un genio de la negociaci¨®n) son campeones con los dos pies en la historia: Gregg Popovich, Erik Spoelstra, Steve Kerr y Tyronn Lue. As¨ª que s¨ª, se pueden usar argumentos (envasados al vac¨ªo) con sonrisa de cartel electoral. Pero el problema es que, en el mundo NBA, las cosas no funcionan as¨ª.

En el mundo NBA, los Lakers pod¨ªan permitirse que Dan Hurley les rechazara pero no que el asunto se convirtiera en una ¨®pera bufa, guerra de insiders estrella incluida. Dados los resultados de sus gestiones en los ¨²ltimos a?os, no tienen el beneficio de la duda y pod¨ªan llevarse un rev¨¦s¡­ pero no dar la sensaci¨®n de que o no saben c¨®mo hacer las cosas o no tienen el dinero (s¨ª, los Lakers) para hacerlas como Dios manda. A priori, no tiene mucha ciencia: si los Lakers quer¨ªan que Dan Hurley se convirtiera en su nuevo entrenador, ten¨ªan que haber hecho una oferta estruendosa, tan irrechazable que la noticia fuera que Hurley, porque es un hombre de Costa Este y College, la hab¨ªa rechazado. Por su deseo de seguir ganando, porque no quiere que su familia tenga que mudarse a la otra punta del pa¨ªs o, hay quien est¨¢ sumando dos y dos son cuatro, porque en realidad nunca pens¨® que era el momento de dejar UConn pero s¨ª de exprimir a fondo las negociaciones con la universidad que ha convertido en referencia.

Hace m¨¢s de un a?o, despu¨¦s del t¨ªtulo nacional de 2022, Hurley firm¨® con los Huskies un nuevo contrato de seis a?os y 32,1 millones que necesitaba actualizaci¨®n cuando el pasado abril repiti¨® t¨ªtulo con un aldabonazo, pura superioridad, todav¨ªa mayor. Ahora dicen que negocia (que, convenientemente, ya lo hac¨ªa cuando llamaron los Lakers) uno de 50x6. Ese, que puede que acabe siendo todav¨ªa mayor, s¨ª le va a poner en primera fila de los salarios de elite en al NCAA.

Lo merece, vaya que s¨ª: ha construido un programa que ser¨¢ leyenda; Ha ganado los dos ¨²ltimos t¨ªtulos y aspira a lograr el primer threepeat de cualquier universidad que no sea UCLA. Su balance en estas dos temporadas triunfales ha sido un aplastante 68-11. Y en el ¨²ltimo torneo nacional lograron la mayor ventaja total de puntos de siempre, +140. Hurley (51 a?os), no cuenta con los Lew Alcindor (Kareem, despu¨¦s) y Bill Walton de aquella UCLA que gan¨® siete t¨ªtulos consecutivos (1967-73) con John Wooden como inolvidable arquitecto. Hurley, en otros tiempos, ha alcanzado categor¨ªa de gur¨², especialmente en los entresijos ofensivos del juego, y se ha metido en la realeza del baloncesto universitario. Quiz¨¢ fuera de Estados Unidos cuesta m¨¢s entender hasta qu¨¦ punto le sit¨²a eso en una dimensi¨®n tal que la oferta de los Lakers, si hab¨ªan decidido que ¨¦l era el hombre, ten¨ªa que haber sido mejor. Incuestionable, s¨²per, imposible de esquivar salvo por las razones que pudiera tener Hurley y a las que no pod¨ªan llegar los Lakers. Lo que no depend¨ªa de ellos.

Finalmente, una pura cuesti¨®n de imagen

Dice el hijo de Bob Hurley, el hall of famer que entr¨® en la historia entrenando al instituto de St Anthony (su libro, un cl¨¢sico en la literatura deportiva estadounidense, lo escribi¨® Adrian Wojnarowski, el que ahora ha destapado las negociaciones), que no ha decidido por dinero. Y puede que sea verdad. As¨ª que podr¨ªan no haber bastado tampoco los m¨¢s de 100 millones por ocho a?os que hab¨ªan corrido por la catarata de rumores del fin de semana. Pero esa era la oferta que los Lakers ten¨ªan que haber hecho. No hay tanta diferencia en la media anual, pero s¨ª en el volumen y en el titular, en las formas. Era un pu?etazo en la mesa y una manera de demostrar hasta qu¨¦ punto la franquicia iba a confiar en ¨¦l, a ponerse en sus manos. Alguien como Hurley necesitaba algo as¨ª, y un equipo como los Lakers ten¨ªa que espantar la imagen de que no quiere o no sabe creer en la figura del entrenador.

Esto ten¨ªa que haber sido, ya que se va a por caza mayor m¨¢s all¨¢ de las fronteras NBA, un aqu¨ª estamos nosotros, han llegado los Lakers. Un hagamos las cosas como es debido. El 70x6 era una buena oferta, apreciable. Pero nada m¨¢s. A la vista de lo que negocia con UConn, no le iba a dar ni un mill¨®n m¨¢s al a?o. Peor: la diferencia de impuestos entre estados y el salto que hay entre L.A. y Storrs (Connecticut) en cuanto a coste de la vida, obligaba a los Lakers a pasar de 7 millones netos para que la cosa no quedara en unas extra?as tablas. Limpios de fiscalidad y ajustados a cada ciudad, la oferta de los Lakers rondaba los 5,6 millones al a?o por los poco m¨¢s de 5 de la de UConn.

Adem¨¢s, la NBA implica un desgaste mayor en cuanto a viajes y calendario, y los Lakers llevan el plus de exigencia del agotador seguimiento de la prensa nacional y el ruido (hist¨¦rico) de una afici¨®n tan masiva. Claro que por eso son los Lakers. Y cuesta creer que a un competidor enfermizo como Hurley no le pic¨®, como m¨ªnimo, el gusanillo. Tiene dicho, en el pasado, que alg¨²n d¨ªa le gustar¨ªa probar en la NBA. Y en la NBA no hay nada, a nivel de marca y s¨ªmbolo, como los Lakers, que adem¨¢s iban a darle galones de nuevo hombre fuerte, con mando para rehacer la cultura de la organizaci¨®n y (esto es importante) el dinero y los a?os que le habr¨ªan dado seguridad en el tramo final de LeBron James (en caso de que, como parece, siga en el equipo) y Anthony Davis.

Hurley, adem¨¢s, se mueve con una red que no tienen entrenadores ya en la noria NBA. Por muy mal que le hubiera ido, por muy grande que pudiera haber sido el desastre si es que ese era el destino que ten¨ªa escrito esta aventura, siempre iba a tener en el buz¨®n, como m¨ªnimo, una oferta mareante de una gran universidad. Ese estatus no lo iba a perder, y de hecho su valor en College est¨¢ en un m¨¢ximo que no superar¨¢¡­ salvo que llegue el esquivo threepeat.

Dan es hijo de Bob Hurley Sr y hermano de Bobby, el heredero: base de Duke, jugador NBA con una carrera marcada por un accidente de tr¨¢fico que casi le cuesta la vida y ahora entrenador en Arizona State. Se pas¨® media vida siendo el otro en la familia, y seguramente podr¨ªa haberse convencido, es uno de esos, de que el mundo pensaba que un tipo de Jersey City como ¨¦l fracasar¨ªa entre las luces de ne¨®n de Hollywood. La tentaci¨®n, ganar a su manera y ganar con los Lakers, parec¨ªa arrebatadora. Pero Hurley se queda en UConn. Los Lakers no pod¨ªan controlar su decisi¨®n final, pero s¨ª pod¨ªan haber afrontado el proceso con otras cifras y otra jugada¡­ o haber tenido el tiento de saber por d¨®nde iba la cosa y ni intentarlo si no lo ve¨ªan claro. Porque, ya que los ¨²ltimos tiempos los han convertido en sospechosos, han acabado generando dudas, debates, bromas y una pregunta que es, en este caso y ya que nadie tiene ni idea de qu¨¦ entrenador funcionar¨¢ y cu¨¢l no, la verdaderamente trascendental: ?acaso han dejado los Lakers de ser los Lakers?

Qu¨¦ significa, de verdad, ser los Lakers

Ese, sal en la herida, es el quid de la cuesti¨®n. Lo mollar. Quiz¨¢ Hurley tuviera en mente desde el principio seguir en UConn y solo quer¨ªa sacar hasta el ¨²ltimo d¨®lar a la universidad; O quiz¨¢ le dio vueltas de verdad a qu¨¦ hacer con su vida y tom¨® la decisi¨®n a ¨²ltima hora, como se ha vendido. Los Lakers no pueden meterse en su cabeza, pero s¨ª pod¨ªan haberse asegurado de que nadie pudiera decir que la oferta no era suficiente, sugerente: rotunda.

Porque, aunque hace unos a?os este planteamiento habr¨ªa parecido ciencia-ficci¨®n, ahora mismo es tan sencillo explicar por qu¨¦ el puesto de entrenador de los Lakers sigue siendo una golosina premium como defender que es una silla el¨¦ctrica en la que las posibilidades de salir bien parado son m¨ªnimas. Desde que se fue Phil Jackson (2011), ning¨²n entrenador ha estado m¨¢s de tres a?os en la franquicia; los despachos son un alboroto que acumula tropezones, hay margen para moverse en el mercado (salarios, assets), pero sin excesos; LeBron (otra vez: si sigue) va a cumplir 40 a?os, y quien gestione su final tendr¨¢ que asumir que es un asunto que puede ser muy gratificante y extremadamente complicado, no digamos si acaba en el vestuario tambi¨¦n Bronny, el hij¨ªsimo que no tiene culpa de nada pero al que sigue un rastro medi¨¢tico que ser¨ªa volc¨¢nico en los Lakers y junto a su padre.

Para colmo, no parece que el Oeste vaya a dar tregua, con un pu?ado de aspirantes que ahora mismo est¨¢n por encima de los Lakers y otro lote de aspirantes a convertirse en aspirantes. En los ¨²ltimos doce a?os, los Lakers solo han terminado una vez por encima del s¨¦ptimo puesto (eso s¨ª, fueron campeones: 2019-20). Y Jeanie Buss gestiona como si solo pensara en qu¨¦ dir¨ªa o har¨ªa su padre, con un tono de negocio familiar que parece de otra ¨¦poca, y m¨¢s en una NBA que se est¨¢ llenando de tiburones h¨ªpercapitalistas, de fortunas mareantes y c¨®digos que tienen m¨¢s que ver con especulaci¨®n y burbujas que con las historias de culebr¨®n y vieja escuela (para lo bueno y para lo malo) de aquella NBA en la que los Buss fueron mascar¨®n de proa. La familia, cuyo negocio y blas¨®n son los Lakers y no al contrario, tiene mucho dinero, pero no tanto como para enfrentarse a los Ballmer o Ishbia, y eso sin salir de su Divisi¨®n. Anticuada en las cuentas y sin la riqueza de cargos y estructura de otras franquicias que s¨ª viven en el futuro, conviene preguntarse cu¨¢nto queda, y cu¨¢nto va a durar, de la vieja y eterna ventaja competitiva que ten¨ªa un equipo al que, visto as¨ª, no se entiende por qu¨¦ querr¨ªa ir nadie ahora mismo.

La respuesta a eso es que son los Lakers. Claro. Una instituci¨®n verdaderamente global (?en qu¨¦ lugar del mundo no se ve su logo al menos un par de veces?) cuyo valor se proyecta ya por encima de los 7.000 millones de d¨®lares, m¨¢s o menos a la altura de los Knicks (una hist¨®rica guerra entre costas) y solo por detr¨¢s de los Warriors, el nuevo patr¨®n oro. En cuanto a ganancias netas, en 2023 se situaron por encima de los 500 millones, superados solo por los de la Bah¨ªa. Ganar un t¨ªtulo con cualquier equipo es un logro extraordinario, pero conseguirlo con los Lakers es un poquito m¨¢s. Acerca la inmortalidad. Son t¨®picos engolados, pero son verdades que implican que, hist¨®ricamente, los grandes agentes libres siempre acaban queriendo jugar en los Lakers, as¨ª que siempre hay una buena oportunidad a la vuelta de cada esquina. Por el sol y las playas de California, por la luna y estrellas de Hollywood (y sus saraos) y por c¨®mo Jerry Buss, el propietario que cambi¨® el deporte estadounidense, embrid¨® todo eso al significado de los Lakers en los a?os 80.

El mito construy¨® la excepcionalidad y la excepcionalidad alimenta el mito. Pero esta, en los buenos tiempos, era un est¨¢ndar, una exigencia que dejaba claro qu¨¦ hab¨ªa que ser y, sobre todo, qu¨¦ no hab¨ªa que ser. Ahora parece que es solo un mantra, una forma de rezar el rosario y cerrar los ojos, como si todo fuera a ir bien porque s¨ª. Como si bastara decir tres veces Lakers delante de un espejo. A veces puede parecer que es as¨ª, pero nunca es tan f¨¢cil. La cuesti¨®n es que, durante d¨¦cadas, los Lakers no se han dedicado a mirarse al espejo y decirse que son los Lakers, sino a intentar serlo todos los d¨ªas de todas las semanas. Sin descanso, hasta que sal¨ªa bien.

Jeanie (62 a?os), la hija del Doctor Buss a la que Kobe Bryant llam¨® madre de dragones, ha vivido dentro del equipo desde que era una adolescente. Abri¨® la puerta de casa a Magic Johnson la primera vez que este se present¨® por all¨ª buscando a su padre, en (1979) el inicio de unas de las relaciones propietario-estrella m¨¢s fascinantes (y fruct¨ªferas) de la historia del deporte. Nadie va a explicarle a ella qu¨¦ son y c¨®mo son los Lakers, desde luego, pero quiz¨¢ convendr¨ªa que alguien (que nunca ser¨¢ el matrimonio Rambis, que ejercen de constante mano derecha) le hiciera ver que la visi¨®n hay que aplicarla ¨ªntegramente, no solo en parte. Y que la actual NBA genera dinero a espuertas, pero tambi¨¦n obliga a una inversi¨®n constante y muy elevada.

El dinero que no depende del salary cap

La fortuna de Jeanie Buss, totalmente vinculada a la franquicia, est¨¢ estimada en unos 700 millones de d¨®lares, entre las cinco m¨¢s bajas de la actual NBA, que no es la ni la de hace cuarenta a?os, ni la de hace veinte¡­ ni la de hace diez. Los equipos ya no son las unidades de poder concentrado que eran. Se han convertido en empresas multisectoriales con much¨ªsimas capas de especializaci¨®n y muchos campos de batalla en los que ara?ar ventajas competitivas. Los Lakers, todav¨ªa sin listas inacabables de personal y sin expandirse a ciertas ¨¢reas que empiezan a ser cr¨ªticas, no son un modelo de franquicia moderna. Creen en las ventanas cerradas, una inclinaci¨®n endog¨¢mica en la que parece que lo ¨²nico importante es conocer la contrase?a para cruzar el umbral. Y tienen ya, pese a la barbaridad que generan, menos dinero que muchos otros para gastar donde no se aplican las reglas de control salarial que rigen la relaci¨®n con los jugadores: directivos, trabajadores de los que no van en ch¨¢ndal y, claro, tambi¨¦n entrenadores.

Porque, adem¨¢s, en el ¨²ltimo a?o el mercado de entrenadores NBA ha reventado, reseteado por el fichaje de Monty Williams por Detroit Pistons (6 a?os, casi 78,5 millones), una franquicia que (aunque desde entonces solo ha acumulado miseria) ten¨ªa claro cu¨¢l era su objetivo y se lanz¨® a por ¨¦l con verdadera convicci¨®n (eso va en los millones de la oferta) aunque su valor apenas supera los 3.000 millones y sus ingresos no llegan a la mitad de los de los Lakers. Despu¨¦s, y con nuevas varas de medir (como tantas cosas, esto funciona por comparaci¨®n: oferta y demanda) los Heat le dieron a Erik Spoelstra una extensi¨®n de ocho a?os y 120 millones y los Warriors a Steve Kerr dos extra por m¨¢s de 17 millones anuales¡­

As¨ª son las cosas ahora, y Dan Hurley lo sabe perfectamente. Tener al que crees que es uno de los mejores entrenadores del mundo tiene un precio inimaginable hace solo unos a?os. Y m¨¢s vale acompa?arlo de una estructura de despacho amplia, global y din¨¢mica. Los Lakers no pueden seguir viviendo de espaldas a ese mundo, por mucho que haya cosas de la vieja escuela que sigan funcionando y aunque est¨¦ claro que el dinero no da la felicidad: Steve Ballmer, uno de los tipos m¨¢s ricos del mundo, lleva una d¨¦cada en los Clippers, ha gastado todo lo que le han pedido que gastara... y sigue sin pisar unas Finales de la NBA.

En 2019 los Lakers no supieron o no quisieron lanzar un ¨®rdago por Monty Williams, que acab¨® en los Suns, ni por Tyronn Lue, que un a?o despu¨¦s firm¨® con los Clippers. Las ofertas no fueron competitivas, las negociaciones no parecieron limpias y el propio Lue cont¨® despu¨¦s que la obsesi¨®n de los angelinos era emparejar los a?os de su contrato a los del de LeBron y poner cortafuegos al eje de poder que pod¨ªa suponer reunir al entrenador y la estrella de los Cavaliers que remontaron un 3-1 a los Warriors en 2016, seguramente la mayor gesta de la historia de la NBA. Ficharon a Frank Vogel como tercera opci¨®n y, as¨ª es la vida, ganaron el t¨ªtulo (el decimos¨¦ptimo de la franquicia) en su primera temporada. Pero tardaron diez meses desde entonces en firmar una extensi¨®n que, adem¨¢s, fue por un un solo a?o y comunicada de forma r¨¢cana y confusa.

En 2021, las lesiones de LeBron y Davis estropearon lo que parec¨ªa un equipo destinado a repetir t¨ªtulo, y la franquicia exager¨® su reacci¨®n con el fatal (un error crucial de los que se tardan a?os en purgar) traspaso por Russell Westbrook. Vogel, que desde luego cometi¨® errores, fue despedido solo dos a?os despu¨¦s de ser campe¨®n y qued¨® como un m¨¢rtir de p¨®ster, la cabeza que ten¨ªa que rodar para pagar los errores de quienes le dieron un equipo disfuncional y le quitaron el perfil de jugadores con el que hab¨ªa construido una defensa impenetrable (y campeona). Su sucesor, Darvin Ham, solo ha estado en el puesto dos a?os y ha sido despedido doce meses despu¨¦s de llevar a la final de Conferencia a una rotaci¨®n totalmente reformada solo semanas antes. Ham ha cometido muchos (muchos) errores, pero ha acabado pareciendo otro t¨ªtere sin demasiado peso, movido por los vientos que sacuden a una franquicia. Que, a la fuerza, ¨²ltimamente soplan m¨¢s en contra que de cara. Ham, adem¨¢s, ten¨ªa un contrato de unos cinco millones anuales, modesto para los est¨¢ndares actuales y lo que implica una franquicia como los Lakers.

El fin del mundo nunca llega (no del todo)

Todas estas gestiones, volantazos y decisiones confusas son el background, el contexto en el que hay que interpretar el sainete Hurley. Por eso los Lakers no pod¨ªan permitirse un circo fuera de madre mientras Briand Windhorst (ESPN) asegura que unos cuantos ejecutivos creen que ha vuelto a asomar esa racaner¨ªa que no casa con ir a por las grandes figuras del mercado de entrenadores. Y Eric Pincus (Bleacher Report), un gran conocedor de la casa, da voz a los que se preguntan si los Lakers, sencillamente, ya no tienen el monedero lo suficientemente lleno como para afrontar determinadas operaciones. Un posible pecado capital para atraer a ciertas figuras estrat¨¦gicas y para levantar cimientos s¨®lidos, por mucho que en la pista, en lo que toca a la plantilla y las estrellas, los Lakers s¨ª han seguido gastando, invirtiendo y cuidando (otra cosa es si con acierto) su marca. Llevan cuatro a?os seguidos pagando impuesto de lujo (con castigo por repetidores) y siete de los ¨²ltimos trece rebasando el salary cap. En qui¨¦nes salen a jugar, desde luego, el problema no ha sido de dinero.

Es una cuesti¨®n de feeling, de sensaciones. M¨¢s de lo que parece que de lo que es. Porque desde dentro de los Lakers bien se puede argumentar que muchos querr¨ªan una crisis que en cuatro a?os ha dado un anillo y otra final de Conferencia, y que en menos de dieciocho meses (2018-19) convirti¨® una falta de identidad grave en la foto de LeBron James y Anthony Davis vestidos de p¨²rpura y oro. Algunos se preguntan ahora qu¨¦ habr¨ªa sido de los Lakers, y de Jeanie Buss, si el primero no hubiera tenido entre ceja y ceja mudarse a Los ?ngeles. Pero eso tampoco es justo: fueron los Lakers y Jeanie Buss los que aplicaron esa fuerza gravitacional que se sigue sintiendo por toda la NBA. No es razonabale, no todav¨ªa, dudar de que pueda seguir siendo as¨ª, pero hay que plantearse cu¨¢l es el precio de los errores y c¨®mo de preparados est¨¢n los Lakers para que (est¨¢ la salvo LeBron) la siguiente generaci¨®n siga percibi¨¦ndolos as¨ª: gigantes. El resto, el sol y las playas de California y la lunas y estrellas de Hollywood, siempre estar¨¢ ah¨ª.

Los voluntaristas tambi¨¦n pueden decir, y con raz¨®n, que al desastre con Monty y Lue sigui¨® un t¨ªtulo de campe¨®n, que los Lakers han ganado en todas las ¨¦pocas y de todas las maneras y que tampoco hab¨ªa ninguna certeza de que Hurley se iba a adaptar a la NBA e iba a acabar siendo en ella mejor entrenador que asistentes de m¨¢ximo prestigio (y que est¨¢n a tiro) como David Adelman (Nuggets), Micah Nori (Wolves) o Chris Quinn (Heat). Tampoco sabe nadie qu¨¦ tipo de entrenador ser¨ªa (ser¨¢, el salto parece inevitable) JJ Redick o c¨®mo de bueno puede ser James Borrego sin las disfunciones que le serv¨ªan cada d¨ªa en el men¨² durante su etapa en los Hornets. Y, finalmente, tampoco faltar¨¢ raz¨®n a los que argumenten que mejor mirar a la pista y arreglar una rotaci¨®n que ahora es buena, pero no de elite. S¨®lida, pero no aspirante de verdad. Ah¨ª hay, desde luego, otro trabajo que no es sencillo.

Los libros de historia tambi¨¦n quitan drama al no de Hurley. Hace veinte a?os (2004) que Mike Krzyzewski, el gran entrenador universitario de su generaci¨®n, rechaz¨® 40 millones por cinco temporadas de los Lakers (esa s¨ª: en su tiempo una oferta mareante) y prefiri¨® seguir en Duke. Los angelinos tardaron solo cuatro a?os en jugar la primera de tres Finales seguidas. Claro que esta NCAA de derechos NIL, inestabilidad en el tr¨¢nsito de jugadores y nuevo marco de relaciones (que nadie sabe hacia d¨®nde conduce) no es la de entonces, y Hurley bien podr¨ªa haber aprovechado la ocasi¨®n para hacerse a un lado y ver qu¨¦ va pasando desde uno de los banquillos m¨¢s emblem¨¢ticos (aunque seguramente tambi¨¦n, ahora mismo, peligrosos) del mundo. Pero ha acabado tomando el mismo camino que Coach K. Y que, antes (en 1979), Jerry Tarkanian, el genio ofensivo de UNLV que tambi¨¦n rechaz¨® una oferta astron¨®mica para entrenar a unos Lakers que cayeron as¨ª, de rebote en rebote, en la era del Showtime que ide¨® Jack McKinney y llev¨® a la perfecci¨®n Pat Riley.

Tarkanian iba a doblar en L.A. el salario que ganaba en Las Vegas (unos 350.000 d¨®lares de entonces). Pero, con la operaci¨®n cerrada, tuvo tiempo para dar marcha atr¨¢s y volver a la universidad con la que por fin gan¨® el March Madness en 1990 porque, al m¨¢s puro estilo noire, su agente, Victor Weiss, fue encontrado muerto dentro de un Rolls Royce, en un aparcamiento de Beverly Hills. Lo ¨²ltimo que se hab¨ªa sabido de ¨¦l es que hab¨ªa dejado cerrado con Jack Kent Cooke y Jerry Buss (due?os saliente y entrante de los Lakers) el salto de su representado a la NBA. La muerte (dos disparos por detr¨¢s en la cabeza) de Weiss, con fuertes conexiones con la mafia y el lavado de dinero manchado de sangre, no condujo a ning¨²n arresto y sigue sin resolverse.

Los Lakers, con Buss tremendamente afectado por el turbio caso Weiss, viraron hacia Jack McKinney, un tipo excelente pero sin ning¨²n glamour; un estudioso del baloncesto que no sab¨ªa ni qu¨¦ era un traje caro y, finalmente, el poco reconocido inventor del Showtime, que puso a los angelinos en ocho Finales (cinco t¨ªtulos) en la d¨¦cada de los 80. Casi todas con Riley, que ven¨ªa de ser un exjugador (campe¨®n con los Lakers de 1972) a la deriva y un brillante analista televisivo, la rendija por la que regres¨® al candelero en 1977.

La moraleja, si se quiere, es que los Lakers siempre siguen ah¨ª, resisten, se recomponen y usan atajos que est¨¢n vetados para otros. Pero eso no es una f¨®rmula m¨¢gica que baste con ser recitada. Es el fruto del trabajo, las buenas ideas y la exigencia para aprovechar unas tierras, eso es indudable, m¨¢s f¨¦rtiles y vastas que las de otros. Eso s¨ª es la excepcionalidad. El no de Dan Hurley no la ha enterrado, pero s¨ª conviene tom¨¢rselo como un (otro) toque de atenci¨®n, otra bombilla en rojo. Todo es cuesti¨®n de qui¨¦n est¨¢ escuchando y c¨®mo va a decidir tom¨¢rselo. Porque los Lakers tienen un margen de error con el que la mayor¨ªa ni sue?a, pero ni siquiera ellos pueden seguir apilando errores sin esperar que, como consecuencia, lleguen tiempos oscuros.

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