Pompeya: La leyenda del Vesubio
Pompeya: La leyenda del Vesubio - El Segundo D¨ªa
Tras levantarte del impluvium en el que yaces como un vil borracho resacoso, a partir de este momento comienza tu aventura, estaras dispuesto a pagar el precio de tan duros tiempos.
EL SEGUNDO D?A
Aparecer¨¢s ante Popidus. Est¨¢ ocupado con sus oraciones y te ruega silencio. Sal de la casa. Chocar¨¢s de frente con Fructus, el loco iluminado que parece saber muchas m¨¢s cosas sobre ti que el resto de los pompeyanos. Dir¨ªgete a la calle del templo de Isis. Al principio de la misma el edil te pregunta si has visto a Fructus. Dile que no. Despu¨¦s camina hacia el final de la calle. Una vez all¨ª mira el suelo y recoge el brazalete. ?A que es bonito? Habla con Locusta, la maga con lumbago. Ella te preparar¨¢ dos filtros. Para que pueda hacerlo tienes que conseguir unos ingredientes determinados.
La "lista de la compra" y dos probetas para recoger muestras pasan a formar parte de tu inventario. Locusta sale de escena entre quejidos y chirridos provenientes de su espalda. Ya que es maga pod¨ªa fabricarse una columna vertebral nueva. En fin... Vuelve por donde has venido y p¨¢rate ante la puerta del templo de Isis, justo en el lugar donde te encontraste con el edil. Entra en el templo y habla con el sacerdote. Entr¨¦gale el agua sagrada del Nilo.
El hombre se revuelve de alegr¨ªa. ?Tan sedientos estar¨¢n sus dioses? Dirige tus pasos a la derecha, hasta una sala con la entrada arqueada. Ah¨ª recoge de la mesa el objeto situado m¨¢s a la derecha: una pluma de Ibis. Un ingrediente para los filtros es tachado de tu lista. Pero ten mucho cuidado con el jarr¨®n que reposa en la esquina izquierda de la mesa. No lo toques. Romper¨¢ y la aventura habr¨¢ terminado.
Sal del templo y ve a la cauponae de Dyonisos, la taberna de Lucius. All¨ª encontrar¨¢s tres ingredientes m¨¢s. Incieso, aceite de la luz y vino puro. Rec¨®gelos de las estanterias situadas a las espaldas del tabernero. ?ste es tan vago que ni se digna a entreg¨¢rtelas en mano. Ahhhh.... A caballo regalado no le mires la entrepierna.
Y hablando de caballos, bueno, de mulas... consigamos acto seguido el polvo de muela de mula molido. ?D¨®nde demonios encontraremos tan extra?o ingrediente? Pues en la panader¨ªa de Sotericus, un poco m¨¢s all¨¢ de la cauponae (te recuerdo otra vez que hay un mapa para disposici¨®n de despistadas y poco orientadas personas. Pulsa la barra espaciadora.) Entra en la panader¨ªa. El panadero, muy ocupado en sus quehaceres, te saluda con un seco salve. T¨², ni caso.
Entra en la habitaci¨®n de la izquierda, camina un poquito hasta que, a tu derecha, tirada en el suelo, encuentres la muela junto a unos sacos de harina. Luego sigue hacia el final de la habitaci¨®n hasta encontrarte con una mula atada a un molino. Usa la muela en el molino.
La mula, muy trabajadora y disciplinada, se pone patas a la obra y en un abrir y cerrar de ojos termina su trabajo. Ahora s¨®lo tienes que recoger el resultado, en la parte baja del molino. Otro ingrediente es tachado de la lista.
Y ahora... la rosa que crece a los pies de Venus... perfecto. Dir¨ªgite a la puerta de la cauponae. Camina una vez m¨¢s hacia delante, con un solo click desde la taberna. Mira a tu derecha. Un rosal. Y una pintura. Coge la rosa. Cuando lo haces, una paloma pasa ante tus ojos. Se le escapa una pluma. Rec¨®gela tambi¨¦n, qu¨¦ caray.
?Qu¨¦ es lo que queda por conseguir? La l¨¢grima de Apolo, la sangre del animal y las piedras del jard¨ªn. Empecemos por la l¨¢grima... ?qu¨¦ mejor sitio para buscarla que el propio templo de Apolo? Vaaaaaamos pall¨¢. Junto a la puerta del templo un hombrecillo te dice que no se puede entrar. Que vuelvas m¨¢s tarde. ?Ja! Ni caso. Adentro. Habla con el sacerdote. Si quieres intenta pedirle la sangre y la l¨¢grima, pero no te va a servir de mucha ayuda.
Lo mejor es que camines hacia el altar que hay en el exterior del templo. Gracias a que se ha limpiado recientemente todav¨ªa conserva restos de agua, lo que nos viene de perlas. Usa el tubo de cristal en el charco. Luego ac¨¦rcate a la cara de apolo, vierte el contenido del tubo en su ojo y cuando la fina l¨ªnea de agua se deslice por la cara del dios, vuelve a recogerla con el tubo. Ya tienes una l¨¢grima. La sangre est¨¢ muy cerca. Sal del modo zoom que te acerc¨® a la cara de Apolo. Sin moverte del sitio desliza el cursor por la hierba que crece a la izquierda del altar (donde has conseguido el agua), y activa de nuevo el zoom: un rastro de sangre.
Coge el otro tubo de cristal que tienes en el inventario y consigue, as¨ª, este sangriento ingrediente.
S¨®lo nos quedan las piedras. Las encontrar¨¢s, como habr¨¢s adivinado por el nombre, avispado lector, en el jard¨ªn de Octavius. As¨ª que vamos hacia all¨ª. Un esclavo, en la puerta de atr¨¢s, impide nuestro acceso al jard¨ªn. Lo enga?aremos f¨¢cilmente. Entra en el lugar y coge las piedras: est¨¢n al principio de tan verde y buc¨®lica zona, a mano izquierda.
Con los ingredientes todav¨ªa fresquitos corremos al lugar donde nos hab¨ªamos citado con Locusta, la taberna. La muy bruja ya est¨¢ en el exterior, esperando por nosotros. Como la mujer necesita un tiempecillo para preparar sus pontingues te dice que ma?ana los filtros ya estar¨¢n listos.
?Y qu¨¦ hacemos ahora? Pues nos vamos a la perfumer¨ªa, a los ba?os de Stabias. A ver si sacamos algo en limpio. Al llegar all¨ª, Ascula, la dependienta de la perfumer¨ªa, te saluda muy efusivamente. Pero tu prefieres a la mula que est¨¢ fuera, tu vieja amiga, aquella con la que te encontraste al principio del juego. Hazle una caricia. Animalillo... Pero las simpat¨ªas que te despierta tan noble bestia no son compartidas por Ascula, ni mucho menos. Para ella la mula m¨¢s que un simp¨¢tico bicho es una delirante pesadilla.
Se come sus flores y el olor a cuadra sucia que despide espanta a los clientes, todos ellos limp¨ªsimos y muy dignos ciudadanos de Pompeya. Seguro que el problema tiene soluci¨®n.
Y t¨² eres el encargado de buscarla. Habr¨¢ que mantener una conversaci¨®n a tres bandas, entre Ascula, el due?o de la mula y el vejete de la tienda de pigmentos. Pero antes de iniciar las conversaciones recoge los dos cestos de flores que flanquean la entrada a la perfumer¨ªa. Despu¨¦s habla con el due?o de la mula, ese brutote moreno de inteligencia m¨¢s que dudosa. Tras unas palabras con Ascula lo convences (el pobre hombre no tiene dinero para perfumar a su esposa). Cuando hayas conseguido el permiso del due?o para utilizar a la mula dir¨ªgete al vendedor de pigmentos.
Exponle el problema y su soluci¨®n. Entusiasmado con la idea te dise?a un cartel muy chulo. Ahora pongamos manos a la obra, convirtamos a la mula en un animal-anuncio. Coloca el cartel que ha dibujado el vendedor de pigmentos sobre el soporte de madera. Haz lo mismo con las cestas de flores, una a cada lado del animalito. Listo. A modo de desquiciada celebraci¨®n aparece Fructus diciendo incoherencias, como buen loco/l¨²cido que se precie. El espect¨¢culo no tiene desperdicio y Ascula, emocionada por tu creatividad (las vuelves locas a todas) te ofrece sus favores a cambio (apunte para mal pensados: el Canal Plus sigue poniendo interesantes pel¨ªculas los viernes de madrugada. Ah¨ª os remitimos). Dile a Ascula que sus botellas son muy bonitas. Y ya que te da la oportunidad de coger alguno de sus perfumes sin pagar un vil sextercio, ac¨¦rcate al final de la tienda y utiliza la reci¨¦n regalada botellita sobre los envases que reposan en las estanter¨ªas. Un perfume perfuma ahora tu inventario.
Como buen diplom¨¢tico que eres necesitas descansar despu¨¦s de tan duras negociaciones.
P¨¢sate por la cauponae y ¨¦chate una partidita a los tabis. Cuando te canses de perder saldr¨¢s automaticamente de la taberna para aparecer ante la casa de Octavius. Cambia unas palabrejas con el deslenguado esclavo y ad¨¦ntrate en el interior de la casa. En el jard¨ªn ves a Sophia. Aprovecha que Lavinia est¨¢ ausente y entr¨¦gale los d¨¢tiles y el perfume. Ella te toma por un gal¨¢n del tres al cuarto que intenta llev¨¢rsela a la alcoba.
Evidentemente tus intenciones son otras. Ponla sobre aviso del peligro que corre, conv¨¦ncela de que deb¨¦is largaros de la ciudad. Sophia duda. Te dice que tiene que pens¨¢rselo. Eso le llevar¨¢ todo un d¨ªa y te cita para ma?ana. En esto, Lavinia entra en escena. Dale su apestoso brazalete y aguanta la perorata. Tus planes de huida se ven complicados enormente. Sophia, te dice Lavinia, no es mujer para ti. Est¨¢ comprometida con un tal Habbinas, con el que se casar¨¢ en las calendas de Noviembre. Pero t¨² eres un hombre de ideas fijas. Por los dioses que lo conseguir¨¢s. Tu segundo d¨ªa en Pompeya toca a su fin. Pocas horas m¨¢s te separan del ¨¦xito o de la muerte.