Pompeya: La leyenda del Vesubio
Pompeya: La leyenda del Vesubio - El Primer D¨ªa
Tras levantarte del impluvium en el que yaces como un vil borracho resacoso, a partir de este momento comienza tu aventura, estaras dispuesto a pagar el precio de tan duros tiempos.
EL PRIMER D?A
(20 DE AGOSTO DEL 79)
Tras levantarte del impluvium en el que yaces como un vil borracho resacoso dir¨ªgete hacia una cortina de colorines y atravi¨¦sala (lo s¨¦, al cerrarse hace un ruido m¨¢s propio de una puerta convencional que de una cortina, pero no ser¨¦ yo el que juzgue la ingenier¨ªa de los romanos). Ahora te encuentras en una salita de color encarnado. Camina hacia un peque?o mueble, situado en la pared de la izquierda. Una vez frente a ¨¦l recoge la llave que hay en el suelo. ?sala en el mueble. Voil¨¤. El mueble se abre. No lo pienses m¨¢s y hazte con el amuleto, la cuerda y el contrato. Inmediatamente despu¨¦s entran en la habitaci¨®n dos simp¨¢ticos personajes: Popidus Hermes y Maenianus, el batanero. S¨¢cales toda la informaci¨®n posible y recu¨¦rdala.
En un futuro te ser¨¢ util. Terminada tan interesante pl¨¢tica, aparece en escena Secundus Popidus, un viejo elegante, de porte distinguido, tu anfitri¨®n durante tu estancia en la ciudad. Popidus te pone al corriente de la vida social, pol¨ªtica y religiosa de Pompeya. Muy atento el chico. Cuando hayas terminado, sal de la habitaci¨®n. Ya est¨¢s en la calle. Sube la cuesta y tropi¨¦zate de frente con el primer problema que requiere de tus sabios servicios. Un frutero no puede trasladar la mercanc¨ªa a su destino porque a una mula muy tozuda (ya sabes como son estas mulas) se le ha metido entre ceja y ceja... bueno, entre oreja y oreja, no moverse del medio de la calzada.
El due?o de la mula (que guarda un sospechoso parecido con su animalito) no hace nada por evitar tan engorrosa situaci¨®n y tanto ¨¦l (el due?o, no la mula) como el frutero cabreado se ponen a discutir en t¨¦rminos m¨¢s bien desagradables. Ahora te toca a ti. Toma la fusta de las manos del frutero. Del carrito con mercanc¨ªas junto a tu espalda coge una lechuga. Muy bien. Ahora coloca la fusta sobre las orejas de la mula. Despu¨¦s coloca la cuerda que tienes en el inventario en el extremo de la fusta y, ya por ¨²ltimo, ata al cabo de la cuerda la lechuga que acabas de recoger. Asunto arreglado. La dichosa mula se mueve. El frutero, m¨¢s contento que unas casta?uelas, te agasaja con unos apetitosos d¨¢tiles.
Dirij¨¢monos ahora al Foro. Es f¨¢cil, s¨®lo tienes que continuar todo recto. Una vez llegado a tu destino tuerce a la izquierda, hasta ponerte frente a la oficina de los Dunviros (si te sientes mareado o perdido consulta el mapa, s¨®lo tienes que pulsar la barra espaciadora. De nada). Frente a la puerta te encuentras con un hombre. Es Harp¨®crates, comerciante de Alejandr¨ªa. Agota las l¨ªneas de di¨¢logo hasta que le propongas un negocio.
Tras terminar de hablar con ¨¦l vuelve al lugar por donde has entrado en el foro, all¨ª te encontrar¨¢s con Popidus, que queda impresionado con tu diplomacia despu¨¦s de expuestas tus ideas. Te da un contrato para culminar tu asunto con Harp¨®crates, as¨ª como cien sextercios que pasan, gustosamente, a engrosar el inventario. Despu¨¦s de comunicarte que anda en la busca de un pintor para restaurar su fresco te cita en los ba?os a eso de la una. Bien, ahora camina un poco m¨¢s, justo hasta la puerta de la casa de Eumachia.
All¨ª te espera Harp¨®crates. Utiliza tu contrato y dale carpetazo a tan "agresivas" negociaciones. En prueba de agradecimiento, Harp¨®crates te agasaja con un magn¨ªfico cuchillo egipcio. Bienvenido sea.
Franquea la puerta de la casa de Eumachia. Parece que las mujeres tambi¨¦n est¨¢n negociando. Una de las esclavas te comunica que andan en tratos con un batanero que vende, cosa extra?a, el lino a muy bajo precio. Las mujeres, ensimismadas en las negociaciones, te hacen caso omiso. Muy bien. Habr¨¢ que ganarse su atenci¨®n. Que un batanero rebaje tanto sus precios no puede ser buena se?al. El g¨¦nero es p¨¦simo. Para demostrarlo usa tu cuchillo sobre la tela. Esto pone el enga?o de manifiesto y te deja v¨ªa libre para hablar en privado con Julia F¨¦lix.
Terminada la conversaci¨®n, sal a la calle. Apoyado en la puerta te encuentras a Caius, el batanero timador, que te sugiere un nuevo lugar para explorar: la cauponae de Dyonisos, regentada por Lucius. All¨¢ vamos. Entra en la taberna y habla con Lucius. El hombre tiene un problema con las cestas y las aceitunas. En fin... habr¨¢ que echarle una manito. Coje las dos cestas y la rueda de la carretilla que se distingue en la esquina inferior izquierda de tu monitor. Coloca la rueda sobre la punta que sobresale en el canto de la estanter¨ªa. Con la cuerda de tu inventario rodea la rueda. Ahora lo ¨²nico que tienes que hacer es poner cada cesta en los dos extremos finales de la cuerda. Listo. Habla con Lucius. Te dir¨¢ que a Sophia le encantan los d¨¢tiles (?recuerdas esos que tienes en el inventario? Biennnnn.
Pero no los usaremos por ahora), as¨ª como que en la parte de atr¨¢s un pintor tramposo est¨¢ desvalijando a un pobre hombre con unos dados trucados.
Entra en esta nueva parte de la taberna. La v¨ªctima del enga?o es Harp¨®crates. Para desenmascarar al tramposo jugador vuelve frente al mostrador y recoge la balanza que hay en la estanter¨ªa, detr¨¢s de Lucius. Regresa a la mesa de juego. Coge los dados de Harp¨®crates y los del pintor. Luego c¨®localos, cada uno en un platillo diferente de la balanza. Evidentemente, los dados trucados pesan mucho m¨¢s que los normales. Harp¨®crates, indignado, irrumpe en gritos. Pero se le pasa el enfado cuando, despu¨¦s de que le ganes una partida al pintor, su bolsa vuelve a estar llena. Como es un hombre tan desprendido te agasaja con un maravilloso collar y te cita en los ba?os para hacerte entrega de su agua sagrada. No est¨¢ mal. Pero tu tarea no termina aqu¨ª.
Como pago por no denunciar al pintor ante el edil conseguir¨¢s que restaure el fresco de Popidus por un precio m¨¢s que razonable. Habla a continuaci¨®n con Palmyra. Te dejar¨¢ las cosas muy claras en cuanto al problema electoral que ensombreci¨® la carrera pol¨ªtica del hijo de Popidus. Adem¨¢s sugiere que ser¨ªa una buena idea hacer una donaci¨®n al templo de Isis para suavizar las relaciones entre tu anfitri¨®n y Julia F¨¦lix. Ap¨²ntatelo.
Ahora movamos nuestro galo trasero rumbo a los ba?os. All¨ª te espera H¨¢rp¨®crtaes para darte un ¨¢nfora de agua sagrada del nilo. Terminada la conversaci¨®n entra en la habitaci¨®n de la izquierda y comun¨ªcale a Popidius tus noticias.
Despu¨¦s, en la peque?a fiesta, termina el poema de la manera que m¨¢s te guste: c¨®mica o dram¨¢tica. As¨ª, con tus palabras y sus risas retumbando en las h¨²medas paredes de los ba?os, el primer d¨ªa llega a su fin.