¡°Este Jordan me suena¡±: Salt Lake City y el lugar de la consagraci¨®n del mito
El All-Star se celebra en la capital del estado morm¨®n de Utah. Un lugar marcado por el esqu¨ª, los Jazz y el doloroso recuerdo del lanzamiento m¨¢s ic¨®nico de la historia.


Fue Leonard Shelby, interpretado por un genial Guy Pierce, el que dijo en Memento eso de ¡°no me acuerdo de olvidarte¡±. Y parece que es lo mismo que les pasa a los habitantes de Utah en lo referente a Michael Jordan y ese ¨²ltimo tiro (The Last Shot) realizado ya un lejano 14 de junio de 1998. Y la explicaci¨®n es mucho m¨¢s sencilla que en ese galimat¨ªas de pel¨ªcula de Christopher Nolan, tan original como compleja; al fin y al cabo, fue Jordan el que les priv¨® de celebrar el ¨¦xito deportivo m¨¢s grande de la historia del estado, uno al que no han vuelto a acceder en una ronda que jam¨¢s han vuelto a pisar y que les ha condenado al ostracismo al que pertenec¨ªan antes de la llegada de John Stockton, Karl Malone y los sue?os de anillos que nunca llegaron: una franquicia competitiva y que consigue buenos resultados en regular season, pero que no consigue dar con la tecla en la fase final. Una entidad que hace muchas cosas bien, pero de la que nadie habla. Un quiero y no puedo de equipo que sigue compitiendo, pero perdido en un firmamento en el que ten¨ªan reservada una estrella que jam¨¢s llegaron a ocupar. Su incipiente brillo, a punto de emerger, lo tap¨® Jordan con un manto de nubes que les sumi¨® en la total y perpetua oscuridad.
Han pasado casi 25 a?os de ese famoso tiro, de esa incre¨ªble gesta y, sobre todo, de la oportunidad perdida de los Jazz, el mayor entretenimiento deportivo que tiene Salt Lake City, la capital de un estado morm¨®n de clima des¨¦rtico y semi¨¢rido, cuyas temperaturas bajan ostensiblemente en invierno, cuando tiene alg¨²n tipo de atracci¨®n en lo referente al esqu¨ª y las oportunidades de practicarlo. Es de los pocos reclamos de una zona de Estados Unidos en la que hay poca vida: poca variedad en lo referente al ocio y mucha tranquilidad que, para las personalidades m¨¢s inquietas, se convierte en aburrimiento. Fue Dennis Rodman el que, en esas Finales de 1998, pidi¨® permiso a Phil Jackson entre el primer y el segundo partido (disputados en Utah) para viajar a Las Vegas ya que en Salt Lake City no se pod¨ªa concentrar. Apostar cantidades ingentes de dinero en el casino, beber copas y fumar cigarrillos era la manera de focalizarse de un jugador que como persona era indescifrable. Y cont¨® con el permiso de su sabio entrenador, claro, un buen sabedor de que en un ambiente como el que se manejaba en Utah, Rodman acabar¨ªa explotando de ahogamiento. Y que eso ocurriera en medio de las Finales no es precisamente de buen gusto.
Utah es un estado muy particular en el que nunca quieren recalar los agentes libres importantes: el 80% de su poblaci¨®n reside en torno a Salt Lake City, su capital. Con casi un 90% de poblaci¨®n blanca, es uno de los estados m¨¢s reconocibles en esta caracter¨ªstica, y que tiene una f¨¢cil comprobaci¨®n en la afici¨®n que acude a ver los partidos de baloncesto, de dicha etnia. Los mormones son los impulsores hist¨®ricos del estado y ocupan el 60% de su poblaci¨®n, con apenas un 5% dedicada al catolicismo. El t¨¦rmino morm¨®n es el sobrenombre que reciben los seguidores de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ?ltimos D¨ªas y fueron ellos los primeros estadounidenses que ocuparon la zona de lo que hoy es Utah y que termin¨® siendo parte de Estados Unidos en 1848, tras la victoria del pa¨ªs emergente ante M¨¦xico durante la intervenci¨®n estadounidense en a dicho pa¨ªs.
La influencia mormona en el estado es muy grande y tiene un peso hist¨®rico indivisible a Salt Lake City, donde est¨¢ la sede del templo m¨¢s importante de dicha religi¨®n. Los mormones tienen prohibido el alcohol y el tabaco, por lo que el ocio dedicado a dichos consumos est¨¢ m¨¢s restringido en Utah que en otros estados del pa¨ªs norteamericano, uno de los motivos por los que no van ah¨ª jugadores de renombre, que siempre han aterrizado v¨ªa draft en la entidad, obligada a cuidar a sus estrellas para evitar posibles salidas y crear una cultura largoplacista, con mirada al futuro y a la posibilidad de rodear a sus j¨®venes promesas y futuras estrellas (si es que llegan a serlo) con las herramientas necesarias como para intentar, en alg¨²n momento, el asalto al anillo. Una idea muy buena en la teor¨ªa, pero muy dif¨ªcil de llevar en la pr¨¢ctica y que s¨®lo se ha traducido en una oportunidad real de ganar el t¨ªtulo, una que se desvaneci¨® por obra y gracia de, otra vez, Michael Jordan (que hoy cumple, por cierto, 60 a?os). Y ni Stockton ni Malone pudieron hacer otra cosa que no fuera ser testigos de una historia de la que forman parte, pero en ese lugar en el que nadie quiere estar: el de la derrota.
Una historia de vuelta a empezar
Los Jazz fueron fundados en 1974 en Nueva Orleans, pero se trasladaron a Salt Lake City en 1979 manteniendo la nomenclatura, a pesar de no tener nada que ver con el g¨¦nero musical en particular. En ninguna de las dos ciudades se alcanzaron los playoffs hasta en 1984, a pesar de contar durante ese tiempo con un nombre de la altura de Pete Maravich, que permiti¨® que el equipo, 18? que apareci¨® en la NBA por aquel entonces, tuviera cierta repercusi¨®n desde su nacimiento. La fiesta empez¨®, efectivamente, con Frank Layden y Adrian Dantley como estrella: primeros playoffs (45-37, segundo puesto de la Conferencia Oeste), primera ronda superada (3-2 ante los Nuggets) y derrota ante los Suns en unas semifinales (4-2) marcadas por la inexperiencia propia. Las conclusiones fueron positivas y empez¨® una racha que concluir¨ªa en 2003, tras 20 temporadas consecutivas en la fase final, muy cerca de las 22 en las que finalizaron hace poco los Spurs de Gregg Popovich, los mismos que consiguieron los Nationals/Sixers entre 1950 y 1971. Todo un hito que no miraron desde muy lejos esos Jazz, que se convirtieron en un equipo competitivo por antonomasia.
La cultura empezaba a formarse: proyectos largos, con muchos a?os, y una apuesta clara por un entrenador al que darle tiempo para moldear su proyecto particular. Buena muestra de ello es que en los 20 a?os seguidos de playoffs s¨®lo estuvieron dos entrenadores: el mencionado Layden y el eterno Jerry Sloan, un ser celestial ascendido al infinito, un hombre que lo hizo todo menos ganar el anillo. Otra vez, por obra y gracia de Michael Jordan. Volviendo a los t¨¦cnicos: si obviamos la etapa de Nueva Orleans, s¨®lo hay 6 cambios en los banquillos, incluida la llegada de Will Hardy tras la etapa de 8 a?os de Quin Snyder. Son 6 entrenadores en 44 a?os; los Lakers, para ponerlo en perspectiva, han tenido 10 (entre interinos y pasos bochornosos) slo en el siglo XXI. Tremendo.
De 1989 a 2020, solo los Spurs (59,2%) tuvieron un mejor porcentaje de victorias que los Jazz. Ese fue el a?o en el que Ryan Smith se convirti¨® en el m¨¢ximo accionista y nuevo propietario de la franquicia al compr¨¢rselo a la familia Miller 1,6 mil millones de d¨®lares. Larry Miller se hab¨ªa hecho con la entidad en 1985 por apenas 24 millones, demostrando as¨ª la gran rentabilidad de los equipos actualmente, y fue una figura clave para que los Jazz no se movieran a Minneapolis durante esos a?os. Finalmente, el icono cultural que representaba el equipo en Utah se mantuvo en Salt Lake City, mientras que los Timberwolves nac¨ªan en Minnesota y entraban en la NBA en 1989. Bajo el mandato de los Miller, los Jazz fueron incre¨ªblemente competitivos, con 9 t¨ªtulos de Divisi¨®n, una presencia en playoffs casi permanente y dos t¨ªtulos de la Conferencia Oeste que se tradujeron en dos Finales perdidas. Ya se sabe, ambas ante los Bulls.
Con Ryan Smith, la riqueza m¨¢s grande del estado de Utah con solo 44 a?os, se prepara un nuevo comienzo, una t¨®nica muy general en una franquicia que siempre tiene que volver a empezar. Los traspasos iniciales (Pete Maravich procedente de los Hawks, Adrian Dantley de los Lakers) fueron sustituidos por la cultura mencionada: Stockton y Malone llegaron del draft, al igual que Deron Williams; y lo mismo se hizo en la fallida estancia de de Donovan Mitchell y Rudy Gobert, ya finalizada. Los Jazz, fieles a su historia, se mantienen competitivos a pesar de las p¨¦rdidas deportivas y tienen opciones de meterse en la fase final, algo que han conseguido en sus ¨²ltimas seis temporadas y en, atenci¨®n, en 32 de sus 49 temporadas de existencia. Tambi¨¦n en 32 de las 44 en las que han estado en Utah y en 32 de las ¨²ltimas 40. Un aut¨¦ntico logro para un equipo que, a pesar de perder jugadores y reiniciar proyectos, siempre est¨¢ ah¨ª, al pie del ca?¨®n, intentando emerger y estar entre los mejores. Solo les falta el premio m¨¢ximo y saben que es dif¨ªcil conseguirlo por algo que todo el mundo aprende antes o despu¨¦s en la NBA: ganar no es f¨¢cil. Nunca lo es.
Lo que pudo ser y no fue
Los Jazz, valorados hoy en m¨¢s de 2.000 millones de d¨®lares (la 21? franquicia m¨¢s valorada de la NBA), siempre tendr¨¢n la espina clavada del t¨ªtulo nunca conseguido. Pudieron con John Stockton y Karl Malone: ¡°La medalla del amor, Romeo y Julieta, hoy te quiero m¨¢s que ayer pero menos que ma?ana¡±. As¨ª les defin¨ªa a Andr¨¦s Montes, que en sus retransmisiones con Antoni Daimiel daban pistas de lo que era la ciudad: ¡°hemos salido a dar un paseo por la tarde y estaba todo muy tranquilo¡±, sol¨ªan decir. Las Finales de 1997 y 1998 tuvo a la pareja period¨ªstica al pie del ca?¨®n en dos a?os y 12 partidos que son parte de la historia de la NBA y que culminaron con esa canasta de Jordan que nadie olvidar¨¢ jam¨¢s. The Last Shot en The Last Dance. De esa ¨²ltima forma llam¨® Phil Jackson a esa ¨²ltima temporada con los Bulls, a sabiendas de que saldr¨ªa de all¨ª en verano por obra y gracia de Jerry Krause, un ejecutivo brillante pero en guerra eterna con su jugador franquicia y un entrenador que ¨¦l mismo puso ah¨ª. Tambi¨¦n se llam¨® as¨ª el documental producido por Jordan que ameniz¨® la pandemia del coronavirus y desat¨® alguna que otra pol¨¦mica. En el mismo sali¨® Stockton pero no Malone.
Base y ala-p¨ªvot configuraron una pareja al uso, una de las mejores que se recuerdan. Y se quedaron sin premio a pesar de su brillantez deportiva, en pleno contraste con el juicio que tiene la opini¨®n p¨²blica hoy sobre ellos: Stockton, su discurso trumpista y su oposici¨®n a la vacuna del coronavirus ha acabado denostado por los estamentos m¨¢s progresistas de la sociedad. Malone, con un caso reconocido de paternidad en una menor, tampoco desata precisamente pasiones. Y, sin embargo, fueron la mayor amenaza para Jordan en ese impoluto 6-0 que tiene en las Finales: los ¨²nicos que repitieron, los que tuvieron una opci¨®n vital en 1997 (de 2-0 a 2-2 con una oportunidad para adelantarse perdida en el famoso flu game) y no estuvieron a la altura en 1998, primera vez que los Bulls no eran favoritos en las Finales. Se adelantaron de inicio, perdieron los tres siguientes partidos (con un bochornoso 96-54 en el tercer asalto), ganaron el quinto y parec¨ªan tener en su mano el sexto y el primer s¨¦ptimo al que iba a enfrentarse His Airness... y pas¨® lo que pas¨®, claro.
Fueron dos Finales maravillosas, previas a un crisis pantagru¨¦lica, en la que los Jazz se mantuvieron competitivos pero s¨®lo disputaron unas finales de Conferencia (2007), una en los ¨²ltimos 25 a?os, cuando en los 90 se colaron hasta 4 veces en dicha ronda. Jordan promedi¨® m¨¢s de 32 puntos, con 7 rebotes y 6 asistencias en 1997; Stockton, 15+4+8,8. Malone, el jugador discordante, la estrella que no consegu¨ªa hacer los mismos n¨²meros ante Jordan que ante el resto de rivales o en regular season, se qued¨® en 23,8+10,3 tras promediar m¨¢s de 27 en temporada, en la que gan¨® el MVP con un 55% en tiros de campo, una cifra que se redujo a un 44% en dicha serie. En 1998, la historia fue similar: 33,5 de Jordan, 45 en el sexto y definitivo encuentro, por 9,7+8,7 del imaginativo Stockton, su pick and roll y pick and pop con Malone, sus robos y su soberana inteligencia... y 25+10,5 de un Malone mejor que el a?o anterior, pero otra vez peor que durante la temporada regular y con el despiste que supuso ese robo por detr¨¢s de un Jordan que hizo lo que ya sabemos que hizo. Nada pudo hacer ante eso Jerry Sloan, emblema eterno de la ciudad, coleccionista de tractores, leyenda eterna que sali¨® en 2011 de los Jazz tras 23 a?os de fiel servicio y una discusi¨®n entre bambalinas con Deron Willians. Muchas veces, las mejores estancias se convierten en inexplicables ausencias.
As¨ª es Salt Lake City, cuya sede baloncest¨ªstica est¨¢ en el Vivint Arena, antiguamente Delta Center. Una ciudad mormona, tranquila, ubicada en un estado de 3,3 millones de habitantes, apacible, de grandes paisajes y poca vida nocturna. En ese estadio se transforma la mansa y serena gente del lugar para convertirse en aut¨¦nticos hooligans, influyendo con las protestas constantes a arbitrajes unilaterales en Utah durante los 90, cuando la pista se convert¨ªa en una olla a presi¨®n enorme que s¨®lo las mentes preclaras y las cabezas fr¨ªas consegu¨ªan superar. Y ah¨ª fue donde tuvo lugar el sue?o frustrado con ese lanzamiento de Jordan ante Bryon Russell. El periodista Juanma Rubio dijo, en el podcast M¨ªnimo de Veterano y en un programa dedicado, por cierto, a LeBron James, que ¡°ese tiro fue la culminaci¨®n a la era que iniciaron Magic Johnson y Larry Bird¡±. Una que salv¨®, junto a David Stern o el Doctor Buss, a una NBA que empez¨® a vivir de la narrativa y aument¨® exponencialmente sus ganancias gracias a unas brutales audiencias televisivas.
En ¨²ltima instancia, el ¡°no me acuerdo de olvidarte¡± de Memento puede ser perfectamente la definici¨®n del doloroso recuerdo de un tiro para la historia. Uno que consagr¨® definitivamente a un Michael Jordan que ya era leyenda, pero que lo fue m¨¢s tras ello. Un lanzamiento que ya es indivisible a la carrera de uno de los tres mejores jugadores, junto a LeBron y Kareem Abdul-Jabbar, de la historia de la NBA. Lo m¨¢gico, ic¨®nico, ¨²nico, m¨ªstico: todo ello se junt¨® en un instante en el que se pudo escuchar el silencio. Un uno de esos instantes en los que sabes, es lo que tiene la mejor Liga del mundo, que va a pasar algo incre¨ªble y que puedes ser testigo. Salt Lake City ser¨¢ sede del All-Star por segunda vez en su historia, 30 a?os despu¨¦s (lo fue en 1993) de la primera. El lugar en el que se termin¨® de forjar la leyenda. ¡°Me llamo Michael, Michael Jordan. Como James, James Bond¡±. Fue el comentario perfecto de Andr¨¦s Montes a la canasta de la leyenda. ¡°Este Jordan me suena¡±, apostillaba un siempre acertado Antoni Daimiel. El momento culminante de una extraordinaria, magistral, enorm¨¦rrima trayectoria deportiva. Vuelve Salt Lake City: el lugar de la consagraci¨®n del mito.