La casa que construy¨® Jordan: Bulls y el dif¨ªcil legado del mito
Los Bulls son lo que son, para Chicago y para el mundo, gracias a Michael Jordan. Pero su salida dej¨® heridas que nunca se cerraron y que siguen acosando a la franquicia.

Creo que hay una frase que explica perfectamente c¨®mo de importante fue y es la figura de Michael Jordan para Chicago: "Antes, cuando viajabas, te dec¨ªan que eras de la ciudad de Al Capone; ahora te dicen que eres de la ciudad de Michael Jordan". La dijo Allen Anderson, profesor de econom¨ªa que ha estudiado c¨®mo de profunda es una relaci¨®n que en realidad es complicada, seguramente porque muy pocas de las cosas que rodearon a Michael Jordan no lo fueron. Como persona, como deportista y como fen¨®meno social.
Chicago es ciudad de los Bulls, claro, pero es, y sobre todo era, mucho m¨¢s ciudad de los Cubs (MLB), los Bears (NFL) o incluso los Blackhawks (NHL). Pero es, seguramente por encima de todo eso, ciudad de Michael Jordan, pocas veces un jugador tan aferrado a un lugar para el que signific¨®, sobre todo, orgullo. Por eso su estatua en el United Center se llama The Spirit y por eso lleva el lema "The best there ever was. The best there ever will be". El mejor que ha habido y el mejor que habr¨¢. Y sin embargo Jordan y Chicago, entrelazados para siempre, han mantenido una extra?a distancia desde el ¨²ltimo partido de His Airness (su alteza de las alturas) con la camiseta de los Bulls, el 12 de junio de 1998, cuando cerr¨® su ¨²ltimo anillo (el sexto) en Salt Lake City con el robo a Karl Malone y la m¨ªtica canasta a falta de cinco segundos ante unos Jazz que, en cierto modo, ya sab¨ªan que en el gui¨®n estaba escrito que Jordan iba a volver a ganarles. Solo ten¨ªa que resolverse el c¨®mo. Y acabo siendo, seguro que tambi¨¦n lo hab¨ªan llegado a sospechar, un c¨®mo muy doloroso.

Ese c¨®mo fue la inolvidable maniobra ante Bryon Russell, a la que sigui¨® la descomposici¨®n de un equipo que hab¨ªan ido m¨¢s all¨¢ de cualquier l¨ªmite para conseguir ser el ¨²nico del deporte profesional estadounidense que ha jugado tantas finales sin perder ninguna: seis de seis. Jordan sali¨® enfrentado a muerte con el general manager Jerry Krause, del que acab¨® odiando hasta su aspecto y su dieta mientras este se hartaba de que nadie reconociera su trabajo en los despachos: Jordan, Jordan, Jordan. Los Bulls, abrasados por el sobreesfuerzo de aquella temporada 1997-98, el ep¨ªlogo de su gloria, cerraron la puerta a Phil Jackson y traspasaron a Scottie Pippen para entrar en una reconstrucci¨®n que, en cierto modo, todav¨ªa no ha terminado.
Michael Jordan, en la distancia
Y Jordan comenz¨® a hacer negocios en Washington con los Wizards, hasta tal punto que jug¨® con ellos en su ¨²ltima etapa en las pistas, un fin de camino por lo general intrascendente. Y despu¨¦s vir¨® hacia su Carolina natal, donde es due?o de Charlotte Hornets (por ahora nada exitoso) y donde opera su fortuna, estimada en m¨¢s de 1.900 millones de d¨®lares. M¨¢s, finalmente, que la de Jerry Reinsdorf (unos 1.600) el due?o de los Bulls ahora y durante los a?os de los seis anillos. Un dato que explica con elocuencia la dimensi¨®n del jugador en cuyos hombros puso Nike su futuro como empresa con un movimiento sin precedentes: cuando todav¨ªa no era profesional, despu¨¦s del oro de Los ?ngeles 84, Jordan firm¨® con la compa?¨ªa de Oreg¨®n por 2,5 millones (todo el presupuesto destinado al baloncesto) durante cinco a?os y, tambi¨¦n lo nunca visto, un 25% por royalties de cada par de zapatillas vendidas. Sonny Vaccaro, el visionario que cambi¨® la historia del marketing deportivo, sostuvo muchas miradas tensas en los cuarteles generales de Nike: ¡°?De verdad vamos a poner nuestro futuro en manos de un jugador negro de 21 a?os?¡±. Deloris, la madre de Jordan, le pregunt¨® por su parte si realmente la apuesta iba a ser tan fuerte que su hijo iba a ser el nuevo rostro de Nike. Vaccaro le contest¨® con absoluta sinceridad: ¡°Si esto sale mal, ni siquiera habr¨¢ Nike nunca m¨¢s¡±. Por entonces, las estrellas no se llevaban m¨¢s de unos 10.000 d¨®lares al a?o de las marcas deportivas y solo Kareem Abdul-Jabbar ten¨ªa un contrato que rondaba los 100.000.
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Jordan, despu¨¦s, ha ido concentrando su labor social, m¨¢s visibilizada en los ¨²ltimos a?os, tambi¨¦n en Carolina. E incluso sus apariciones p¨²blicas vinculadas a los Bulls son escasas. Ha llovido mucho, pero incluso cuando regres¨® por primera vez al United Center con la camiseta de los Wizards se impidi¨® al speaker Ray Clay que lo presentara como en los a?os de gloria de la franquicia. Recibi¨® el mismo trato que cualquier otro visitante y Clay acab¨® dejando (era 2002) un trabajo que hab¨ªa sido suyo desde 1990 y (esquirlas de una relaci¨®n torcida) apareciendo por sorpresa en pista de los Sixers para presentar a Jordan con su inconfundible soniquete en el, definitivamente, ¨²ltimo partido de su carrera profesional (16 de abril de 2003). Lo que no hab¨ªan querido hacer los Bulls: "From North Carolina...".
S¨ª, ha llovido mucho. Pero, por ejemplo, en el jurado del concurso de mates de este All Star Weekend de 2020 est¨¢ Scottie Pippen y est¨¢ Dwyane Wade, nacido en Chicago. Quienes, como el citado Anderson, cuestionan el legado de Jordan m¨¢s all¨¢ de los anillos y el orgullo del baloncesto, de la ciudad al mundo, aseguran que en realidad no gener¨® m¨¢s dinero del que movi¨®, ya que eran a?os en los que los partidos de la NBA atra¨ªan a pocos turistas y los ciudadanos de Chicago, sencillamente, invert¨ªan en ir a ver a los Bulls un pico de su presupuesto para ocio que si no habr¨ªan gastado igualmente en restaurantes o conciertos. Un enfoque distinto al de los Leconomics, la ciencia que estudi¨® el impacto de LeBron para Cleveland con unos c¨¢lculos estimados en cientos de millones anuales que calibran las formas de negocio de una nueva y pujante NBA y, claro, el nuevo estilo de consumo de sus aficionados. Adem¨¢s, esos mismos expertos acusan a Jordan de haber gastado mucho m¨¢s fuera que dentro de Illinois, donde su restaurante cerr¨® y solo qued¨® su Steak House, abierta en 2011. De forma m¨¢s o menos justa, esta corriente se nutre y al mismo tiempo alimenta esa relaci¨®n inseparable pero tan perfecta en unas cosas como imperfecta y compleja en otras. Chicago, los Bulls y Michael Jordan.
El laberinto que ha seguido a la leyenda
De lo que no hay duda, es de que los Bulls son uno de los equipos de referencia de la NBA a nivel mundial gracias a Michael Jordan. Ni ganaron antes de ¨¦l ni han ganado despu¨¦s. Ahora, adem¨¢s, est¨¢n lej¨ªsimos de hacerlo (todo lo lejos que se puede estar en una NBA en la que nunca sabes lo lejos que realmente est¨¢s... salvo que seas los Knicks). Y a?os de malas decisiones, pobres elecciones de draft, renovaciones cuestionables, banderas blancas inexplicables y calabazas en la agencia libre han dado la raz¨®n a quienes creen que el porcentaje del ¨¦xito de los Bulls de los 90 que recae en Jordan y su aparato (Phil Jackson y un carrusel de secundarios comandado por el extraordinario Scottie Pippen) es pr¨¢cticamente total.
Sin Jordan, los Bulls no discutir¨ªan un lugar en la nobleza deportiva de la ciudad, muy bien surtida: Cubs y White Sox (MLB), Bears (NFL), Blackhawks (NHL)... Hoy, en plena bonanza de una liga en la que la media del valor de las franquicias supera por primera vez los 2.000 millones de d¨®lares (2.100), los Bulls valen 3.200 seg¨²n la ¨²ltima estimaci¨®n de Forbes, solo por detr¨¢s de Knicks (4.600), Lakers (4.400) y Warriors (4.300), una franquicia por la que el grupo comandado por Joe Lacob y Peter Guber desembols¨® 450 millones en 2010. Jerry Reinsdorf, en 1985, afront¨® pagos sindicados de 16 millones para hacerse con los Bulls, que ya hab¨ªan drafteado a Michael Jordan y trataban de decidir qu¨¦ hacer con ¨¦l una vez que su efecto empezaba a ser evidente: dos a?os del escolta en la liga bastaron para que el vetusto Stadium pasara de una media de poco m¨¢s de 6.300 personas por partido a casi 18.000 con otras 8.000 en lista de espera.

Chicago, hoy una de las ciudades con equipos en las cinco grandes del deporte profesional masculino (NFL, MLB, NBA, NHL y MLS) y el tercer mercado m¨¢s importante de Estados Unidos solo por detr¨¢s de Nueva York y Los ?ngeles, aprendi¨® a amar a los Bulls justo cuando el mundo hab¨ªa aprendido a amar a la NBA. Las batallas entre Lakers y Celtics, Magic Johnson y Larry Bird (dos formas perfectamente opuestas de vivir, jugar y ganar), hab¨ªan sacado del lecho de muerte a lo que se hab¨ªa convertido en una liga depauperada, marcada por la mala reputaci¨®n y los problemas con las drogas de los jugadores y con los partidos emitidos con cuentagotas y en diferido, Finales incluidas, por las televisiones nacionales. La NBA anterior a la de antes de Jordan estuvo a punto de, simplemente, no valer nada.
Un camino en el que aparecieron los Bulls
Michael Jordan naci¨® en el Cumberland Hospital de Brooklyn el 17 de febrero de 1963 (va a cumplir 57 a?os: tempus fugit) y creci¨® en las zonas pantanosas de Carolina del Norte, donde su abuelo Dawson ejerci¨® de figura patriarcal en un lugar y unos tiempos que no hab¨ªan dejado atr¨¢s la esclavitud. S¨ª su pr¨¢ctica, no el vergonzoso rastro de su terrible efecto cultural. Para su madre, Deloris, fue un ni?o especial porque hab¨ªa perdido a su propia madre durante el embarazo, as¨ª que lo vincul¨® muy pronto a la parte m¨¢s feliz del ciclo de la vida. Y porque el peque?o Michael naci¨® con dificultades respiratorias que hicieron que se temiera por su supervivencia durante un par de d¨ªas mientras los m¨¦dicos se afanaban en vaciar de moco sus min¨²sculos pulmones. Si su hermano Larry parec¨ªa destinado a jugar al baloncesto, Michael (casi una obsesi¨®n para su padre, James) apuntaba al b¨¦isbol y creci¨® sin tener ning¨²n aprecio a los Tar Heels, el equipo de la Universidad de North Carolina con el que despu¨¦s ser¨ªa campe¨®n cuando todav¨ªa muchos le conoc¨ªan como Mike Jordan y ¨¦l conduc¨ªa un coche con la inscripci¨®n ¡°Magic Mike¡± en la matr¨ªcula, un regalo de su novia de instituto, Laquetta Robinson, y un homenaje a Magic Johnson y el equipo de su infancia, los Lakers.
Pero el destino es caprichoso: los Bulls se quedaron con el n¨²mero 2 del draft de 1979 (David Greenwood) porque perdieron un cara o cruz con los Lakers, que se llevaron a Magic con una ronda que le hab¨ªan sacado a los Jazz en 1976. Despu¨¦s, otra vez los Lakers eligieron a James Worthy, compa?ero en North Carolina y amigo de Jordan, con el n¨²mero 1 de 1982 con una primera ronda que hab¨ªan obtenido de los Cavaliers dos a?os antes. As¨ª en 1984 Jordan sab¨ªa que no ir¨ªa a los Lakers de Magic, Worthy y el Showtime, y ve¨ªa con curiosidad como se hund¨ªan en el tramo final de temporada los Bulls, un equipo de talento disfuncional y con mala fama tanto por su trabajo en pista como por la labor en los despachos del general manager Rod Thorn. Con el n¨²mero 3, finalmente, ese fue el destino de un Jordan que estuvo cerca de acabar en Houston Rockets. Los texanos se llevaron el 1 y los Blazers, el 2. Como Hakeem Olajuwon iba a ser primero para unos u otros, la patata caliente era el plan B: Jordan para los Rockets, Sam Bowie para los Blazers. Pero los de Houston se llevaron con el 1 a Olajuwon, ¨ªdolo de la Universidad local adem¨¢s, y dejaron el 2 para los Blazers y su arriesgada, y fat¨ªdica, apuesta por Sam Bowie a pesar de unas lesiones que luego, efectivamente, marcaron una carrera se?alada por haber sido elegido justo por delante del que acab¨® siendo, para muchos, mejor jugador de siempre.

Los Bulls que hered¨® Jordan no ten¨ªan rastro de nobleza NBA, ni pasado ni presente. Fundados en 1966, fueron el tercer intento del baloncesto profesional de la ciudad tras los Stags y los Packers/Zephyprs que acabaron siendo los Wizards. Dick Klein, el fundador, acab¨® vendiendo a la familia Wirtz, que acab¨® vendiendo a Reinsdorf. Pudieron llamarse Matadors o Toreadors, y acabaron con homenaje a la productiva industria del ganado de Chicago, y con un logo de Dean P. Wessel que quer¨ªa mezclar simpleza y furia y acab¨® siendo uno de los m¨¢s representativos y reconocidos de toda la historia del deporte. Tambi¨¦n a partir de Jordan, como el traslado del vetusto Stadium al nuevo United Center, una inercia inevitable en cuanto la NBA despeg¨® a finales de los 80 pero un proceso asfaltado, como todo, por el enorme ¨¦xito de la franquicia gracias a Jordan, que lo cambi¨® todo en la cancha y fuera de ella, una dimensi¨®n para entonces desconocida para un deportista, no digamos para uno de raza negra. El m¨ªtico Stadium, donde Jordan vol¨® desde la l¨ªnea de personal en el All Star Weekend de 1988, se hab¨ªa construido en 1929, creado como el mayor pabell¨®n deportivo cubierto del mundo¡ y tambi¨¦n como el m¨¢s ruidoso, algo que el nuevo United Center trat¨® de replicar y de homenajear con una significativa placa: 1929-1994. Remember the Roar. Recuerda el rugido. En 1995 fue demolido con retransmisi¨®n en directo de CNN y fans de los Bulls y los Blackhawks llorando en sus aleda?os.
Jordan dej¨® seis anillos y a los Bulls con la consideraci¨®n de la cuarta mejor franquicia de la historia, por detr¨¢s de Lakers, Celtics y Spurs. Y el orgullo de las cero Finales perdidas, algo que en la NBA solo pueden decir tambi¨¦n los Royals (despu¨¦s Kings)... con una ¨²nica disputada, la que ganaron en 1951. Desde el ¨²ltimo anillo, es f¨¢cil ver tambi¨¦n el vaso medio vac¨ªo, los Bulls no han vuelto a unos Finales y solo han jugado una final de Conferencia (2011). El All Star regresa en 2020, 32 a?os despu¨¦s, para encontrar a una franquicia en p¨¦simo estado, con la familia Reinsdorf todav¨ªa al frente y perseguida por acusaciones de taca?er¨ªa y un antiguo r¨¦gimen en los despachos formado por John Paxon (campe¨®n junto a Jordan) y Gar Forman, un d¨²o detestado por una afici¨®n hastiada y que lo trata como a un solo desastre de dos cabezas al que llama GarPax.
De los a?os de Jordan quedan las banderas de campe¨®n y la estatua, The Spirit. Casi cuatro metros de bronce ideados en 1993, tras la primera retirada del escolta, entre threepeat y threepeat. Y queda la tradici¨®n del primer equipo cuyos miembros empezaron a usar, todos, zapatillas negras en playoffs como se?al de unidad (luego a?adieron los calcetines, tambi¨¦n negros). Y los intentos de la franquicia por sacar adelante un equipo que todav¨ªa en los ochenta, con Jordan metiendo puntos ya en un ritmo hist¨®rico, parec¨ªa lejos de ser campe¨®n. Despu¨¦s vino la remodelaci¨®n de la plantilla y la llegada de Phil Jackson, adem¨¢s del peaje pagado en batallas de leyenda contra Celtics y Pistons en un Este que no perdonaba el m¨¢s m¨ªnimo s¨ªntoma de debilidad. El primer anillo, casi un cierre a unos a?os de pruebas herc¨²leas, lleg¨® contra los ¨²ltimos Lakers de Magic. Pero si Celtics y Lakers suman ¨¦pocas y estrellas del blanco y negro al color y de punta a punta de la historia de la NBA, los Bulls siguen siendo Michael Jordan, sin otra referencia posterior tambi¨¦n por culpa, seguramente, de las desgraciadas lesiones de rodilla de Derrick Rose, nacido en Chicago y MVP m¨¢s joven de la historia (22 a?os y seis meses) en 2011. Todo cuenta.
Los Bulls pre Jordan eran un caos de talento laxo y desorganizado. Jugadores profesionales en el peor sentido de la palabra, esforzados solo para cobrar los cheques. Quintin Dailey y Orlando Woolridge ten¨ªan problemas con la coca¨ªna y Reggie Theus era famoso b¨¢sicamente entre el p¨²blico femenino y no por sus actuaciones en la pista. Una franquicia destartalada que pudo tener a Magic Johnson y que lo perdi¨® en lo que se acab¨® llamando ¡°una moneda al aire de 200 millones de d¨®lares". Ese era el valor de los Lakers tras el aterrizaje de un Magic que se estren¨® con la franquicia angelina valorada en apenas 30. Los Bulls post Jordan, desde luego ya otros tiempos, han sido en todo caso un ejemplo m¨¢s o menos continuado (con excepciones) de mala gesti¨®n. De, en los ¨²ltimos a?os, la salida de Jimmy Butler a la colecci¨®n de rechazos en la agencia libre (LeBron James y Carmelo Anthony al frente).
As¨ª que ha acabado resultando inevitable vincular la cultura ganadora de los Bulls a Jordan y su ciclo: Phil Jackson, Scottie Pippen, Horace Grant, Ron Harper, Dennis Rodman, Toni Kukoc, Steve Kerr, BJ Armstrong¡ A sus pies se rindieron la NBA y las bestias de un Este muy feroz, de los Pistons y los Celtics a, despu¨¦s, Miami Heat y los Knicks de Nueva York, el eterno archienemigo y, seguramente, la principal raz¨®n por la que, segunda en tantas cosas por detr¨¢s de la Gran Manzana, ¡®second city¡¯ (la segunda ciudad) es uno de los nombres por los que se conoce a Chicago, tambi¨¦n la ciudad del viento. Otros, m¨¢s ben¨¦volos, prefieren pensar que segunda ciudad, en definitiva, no es m¨¢s que la descripci¨®n muy literal de lo que realmente es: una nueva ciudad levantada sobre los restos de la primera, abrasada por el terrible incendio de 1871.
En los Bulls queda la historia de sus a?os dorados, al menos, y la narrativa de leyenda de Michael Jordan, muchos cap¨ªtulos que resurgen constantemente en las conversaciones sobre baloncesto y otros que han ido cayendo en el olvido, como la m¨ªtica presentaci¨®n de aquel equipo que cambi¨® el concepto de introducci¨®n de los jugadores en unos a?os en los que, asociada a uno de los grandes quintetos de la historia, esa parafernalia casi experimental hac¨ªa rugir hasta niveles ensordecedores al United Center y met¨ªa a los Bulls de lleno en mentalidad de batalla. ¡°Era como darle las espinacas a Popeye¡±, recordaba despu¨¦s el propio Phil Jackson, que sab¨ªa que por mucho que la f¨®rmula de sus Bulls empezara a recrearse por otros pabellones mientras se forjaba un nuevo est¨¢ndar de presentaci¨®n, solo ¨¦l ten¨ªa a un quinteto de leyenda liderado por un superh¨¦roe como Michael Jordan, durante cuyo turno de presentaci¨®n (el ¨²ltimo del quinteto) ya era imposible escuchar, en medio de un rugido ensordecedor, la voz del speaker.
Este comenzaba con un ¡°Aaaaand now, the starting lineup for your Chicago Bulls¡± mientras sonaba ¡°Sirius¡±, la pieza instrumental de Allan Parsons que pronto se convirti¨® en banda sonora de la presentaci¨®n de muchos equipos locales por las canchas de todo Estados Unidos. Los Bulls, como tantos otros en su momento preocupados por ofrecer la mejor experiencia posible para un p¨²blico del que entonces hab¨ªa que tirar con fuerza para atraerlo a las canchas, fueron m¨¢s lejos que nadie para convertir esa presentaci¨®n de sus jugadores en un momento imperdible de cada partido, con el pabell¨®n qued¨¢ndose a oscuras y solo un foco iluminando a los integrantes del quinteto. Algo que puso en pie de guerra a los electricistas del viejo Stadium, que no ten¨ªan forma de recuperar la luz por la v¨ªa r¨¢pida y sufr¨ªan cuando algunos partidos arrancaban todav¨ªa sin una iluminaci¨®n ¨®ptima. Y algo que tampoco gustaba al inolvidable Chick Hearn. La legendaria voz que se gan¨® una estatua en el Staples Center por narrar durante m¨¢s de 3.000 partidos consecutivos de los Lakers, desde 1965 hasta 2002, llevaba especialmente mal que el pabell¨®n quedara a oscuras y no pudiera consultar sus notas durante esos momentos.
Tommy Edwards, que antecedi¨® como speaker a Ray Clay, tuvo la idea de introducir los acordes de ¡°Sirius¡± en un pabell¨®n sin luz. Una sinton¨ªa que despu¨¦s se ha usado sin parar en el mundo del baloncesto¡ y fuera de ¨¦l. Desde equipos de Copa Davis al mism¨ªsimo Donald Trump, que la utiliz¨® en campa?a hasta que recibi¨® la prohibici¨®n de hacerlo por parte de la familia de Allan Parsons. Un m¨²sico que no cre¨® ¡°Sirius¡± con esa finalidad, no vio apenas dinero por su uso y no es seguro que pudiera distinguir a Michael Jordan de Scottie Pippen durante los a?os de gloria de los Bulls, la franquicia desesperada por captar p¨²blico apenas unos a?os antes, cuando solo parec¨ªan llenar sus gradas sin problemas los Lakers, los Celtics, los Sixers y unos Pistons que ya ten¨ªan a Isiah Thomas (natural de Chicago, curiosamente) a los mandos.
El nuevo plan pasaba por sacar de sus casillas a los electricistas y por sustituir la cl¨¢sica m¨²sica de ¨®rgano en directo por piezas grabadas. ¡°El partido est¨¢ en juego durante 48 minutos, pero queremos que los aficionados disfruten durante las dos horas y pico que est¨¢n en el pabell¨®n¡±, dec¨ªa Steve Schanwald, por entonces directivo de la franquicia. Antes de ¡°Sirius¡±, Edwards prob¨® con ¡°Thriller¡± de Michael Jackson y hasta la banda sonora de ¡°Corrupci¨®n en Miami¡± para el momento clave de la presentaci¨®n del primer Michael Jordan, el anotador voraz que todav¨ªa estaba lejos de ganar sus primeros anillos de campe¨®n. Un momento que despu¨¦s, ya en plena era dorada, alcanzaba tintes de ritual: ¡°Da igual lo que se diga cuando se presenta a Michael, nadie lo va a escuchar con tanto ruido¡±, sol¨ªa decir el p¨ªvot del primer threepeat, Bill Cartwright. Y el propio Jordan era feliz asegurando que aquella m¨ªstica del prepartido les daba ¡°diez puntos de ventaja¡± antes incluso del salto inicial.
Cuando los Bulls se trasladaron a su hogar actual, el United Center, en la temporada 1994-95, dejaron atr¨¢s la ac¨²stica infernal (para lo bueno y para lo malo) y el viejo marcador antediluviano del Stadium. El nuevo permiti¨® introducir la animaci¨®n ¡°Running of the Bulls¡±, una especie de encierro animado en el que los toros recorr¨ªan las calles de Chicago, pasaban junto a la estatua de Michael Joradn y cargaban contra el autob¨²s del equipo rival.
Cuando queda en pie el legado... y poco m¨¢s
Esa es la magia que, d¨ªa a d¨ªa y partido a partido, cre¨® una comuni¨®n ¨²nica entre Chicago y un equipo que hab¨ªa sido el hermano pobre de la ciudad durante a?os. Una qu¨ªmica perdida y por la que muchos aficionados se preguntan cuando acceden al United Center y ven las seis banderas de campe¨®n. Que cada vez quedan m¨¢s lejos: Michael Jordan visti¨® la camiseta de la franquicia por ¨²ltima vez con 34 a?os, hace ya casi un cuarto de siglo. Y se fue con un sabor de boca amargo que en cierto modo nunca ha cicatrizado, ni para ¨¦l (solo hay que recordar su complejo discurso cuando entr¨® en el Hall of Fame) ni para una afici¨®n que vio como en 2010 invert¨ªa 275 millones en los todav¨ªa Bobcats (despu¨¦s Hornets) y asiste ahora a la aparici¨®n de una nueva cara de la relaci¨®n del astro con el mundo desde su Carolina natal, con las donaciones multimillonarias para abrir hospitales en Charlotte y las ayudas a las v¨ªctimas de los huracanes Dorian y Florence. Nadie desde luego critica sus acciones, pero es inevitable que estas se?alen, de forma indirecta, al distanciamiento extra?o de Jordan con sus Bulls, tantos a?os despu¨¦s de que le sacara de quicio la afici¨®n de Jerry Krause por tantear a jugadores europeos y hasta tal punto que casi se consider¨® una rareza verlo en el United Center en 2011, cuando los Bulls celebraron el veinte aniversario de su primer t¨ªtulo NBA.
Aquel divorcio, y las dificultades de las partes para superarlo de forma p¨²blica, son vistos (todav¨ªa) como una ominosa sombra que pone chinas por el camino de unos Bulls todav¨ªa en manos de los Reinsdorf. Esa narrativa, que parece forzada desde fuera, es real. Ronald Lazenby, autor de la mejor biograf¨ªa sobre el n¨²mero 23, considera que, a los ojos de los jugadores, una gran se?al de precauci¨®n pende sobre la franquicia; y que as¨ª era por ejemplo cuando esta trat¨® de aproximarse a Kevin Garnett, que salt¨® a la NBA directamente en 1995 tras convertirse en una sensaci¨®n nacional en sus a?os de instituto en la Farragut Academy¡ de Chicago: ¡°Si la pifiaron con uno de los mejores de la historia, ?para qu¨¦ voy a querer ir yo a jugar all¨ª?¡±. La ¨²ltima gran estrella, Jimmy Butler, sali¨® para acelerar una reconstrucci¨®n confusa que, adem¨¢s, sigue encallada. Y se fue diciendo que hab¨ªa conocido ¡°a traficantes de droga con m¨¢s moral¡± que Gar Forman, que hace d¨²o con un John Paxon que ya es, con todos sus errores, el tercer directivo con m¨¢s tiempo en el cargo de toda la NBA actual. Uno de esos errores, visiblemente grosero, es seguir apostando por Jim Boylen, un entrenador de pocos recursos y esp¨ªritu old school que no parece la opci¨®n m¨¢s apropiada para desarrollar el (indiscutible) talento joven que han ido amasando los Bulls a base de viajes a la loter¨ªa del draft (y del traspaso de Butler): Wendell Carter, Lauri Markkanen, Coby White, Zach LaVine¡
Ricky O¡¯Donnell, uno de los analistas de la actualidad de los Bulls m¨¢s ¨¢cidos y certeros, aprovecha la visita del fin de semana de las estrellas para recordar, en SB Nation, el paup¨¦rrimo estado de la franquicia por mucho que las banderas sigan en el techo del United Center: ¡°Los Bulls son una verg¨¹enza p¨²blica para la gran ciudad de Chicago, sus fans han perdido toda esperanza en el equipo y eso se nota en este fin de semana del All Star¡±. Una cita, por cierto, que Jerry Reinsdorf se neg¨® a acoger durante a?os, en parte porque no obten¨ªa el beneficio econ¨®mico que le parec¨ªa razonable para plantearse hacer un esfuerzo al que ahora ha accedido, dicen, por voluntad de su nieto, Joey. Los Bulls, hace no tanto una franquicia orgullosa, son el d¨¦cimo equipo con m¨¢s p¨²blico en sus gradas solo porque su pabell¨®n es el de m¨¢s aforo de la NBA (espacio para casi 21.000 espectadores). En porcentaje de ocupaci¨®n de las gradas, ocupan ya el puesto 22 de las 30 franquicias totales. ?Preocupante? M¨¢s que eso: vienen de ser primeros o segundos por volumen de p¨²blico entre 2005 y 2019 de forma ininterrumpida.
As¨ª que parece obvio que se ha agotado la paciencia de la afici¨®n de los Bulls, a la que durante estos d¨ªas de All Star se ve en las conexiones en directo de las televisiones estadounidenses gritando, detr¨¢s de los presentadores, el ya cl¨¢sico ¡°fire GarPax¡±. Paxon jug¨® con Jordan durante los a?os del primer threepeat (1991-93). Gar Forman ya trabajaba en los despachos en los ¨²ltimos a?os de Krause y la familia Reinsdorf sigue siendo la propietaria inamovible. As¨ª que para esa afici¨®n hastiada la ecuaci¨®n se ha simplificado: si todos siguen menos Jordan y las cosas van tan mal, est¨¢ claro qui¨¦n era qui¨¦n y qui¨¦n hizo qu¨¦ por los dem¨¢s actores de una historia que tiene en permanente bache a una franquicia legendaria pero que se enreda en cuanto trata de ir m¨¢s all¨¢ del trazo grueso en el an¨¢lisis del legado de Michael Jordan. Peque?as manchas, a veces simplemente extendidas por debajo del suelo y casi imperceptibles, que complican el camino, no la meta, del que para muchos es el mejor jugador de baloncesto de la historia y el gran emblema de la ciudad de Chicago. M¨¢s de la ciudad y m¨¢s de su gente que de los propios Bulls. Porque parece, aunque suene casi parad¨®jico en un primer vistazo, que tal cosa es posible. Y la afici¨®n tiene cada vez m¨¢s claras sus afinidades y sus fobias, el reparto de culpas sea a estas alturas m¨¢s o menos justo. Y quiere unos Bulls otra vez orgullosos, ganadores y que hagan temblar al equipo rival durante la presentaci¨®n de su gran estrella. Quiere que si el n¨²mero 23 es imposible de replicar, y lo es, al menos el equipo que creci¨® gracias a ¨¦l, la casa que construy¨® Michael Jordan, se comporte a la altura de lo que le recuerda la estatua del United Center con su listado de logros y su nombre, tan significativo: The Spirit, el esp¨ªritu.