Luis Su¨¢rez y el paraguas verde
El chaval clav¨® su mirada en la banda porque no se lo pod¨ªa creer. Acababa de desenredar aquel partido infame fabricando un penalti donde antes solo hab¨ªa aire y justo entonces aquel viejo loco decid¨ªa cambiarle. ?M¨ªrale, tomando notas bajo ese paraguas verde como un imb¨¦cil! El gol no alcanzaba para remontar la eliminatoria contra el Partizan, que ven¨ªa de nalgas tras el 4-2 en la ida, pero acercaba el milagro. Ya sobre la l¨ªnea de cal, frente al banquillo, en la zona que los objetivos indiscretos de las c¨¢maras buscan por defecto, el chaval explot¨® en insultos contra el mister. Le neg¨® el saludo al jefe y el otro, por no ser menos, le respondi¨® azotando el paraguas contra el suelo hasta romperlo en dos. La imagen ilustr¨® las cr¨ªticas en los peri¨®dicos durante d¨ªas.
El partido acab¨® en desastre, pero al chico las cicatrices se le curaban al instante. Dos semanas m¨¢s tarde regres¨® la liga al mismo estadio que le hab¨ªa aborrecido por su desprecio al entrenador y lo puso en pie con un doblete impresionante. Hasta entonces no hab¨ªa justificado la morterada que habr¨ªan pagado por ¨¦l y hab¨ªa sido m¨¢s noticia por sus mofletes y sus desplantes que por sus goles. Resulta que una de las tradiciones del club obligaba a los jugadores a dar la vuelta ol¨ªmpica al estadio para aplaudir a los hinchas cuando la ocasi¨®n lo merec¨ªa y en esas estaba Luis, prepar¨¢ndose para el pase¨ªllo, cuando se le acerc¨® el entrenador con dos regalos inesperados. En el gesto una sonrisa conciliadora y en la mano un paraguas verde con el que el joven dio la vuelta frente al estadio entregado. Nunca m¨¢s par¨® de marcar.
A estas alturas de la columna, todos habr¨¦is adivinado que el chico malencarado de la an¨¦cdota es Luis Su¨¢rez y que el viejo del paraguas verde es Ron Jans, un cl¨¢sico de los banquillos holandeses que entonces le intentaba domar en el Groningen. Han pasado quince a?os de aquello, pero la esencia del uruguayo no ha cambiado: un esp¨ªritu salvaje y una calidad innata para convertir ese fuego interno en f¨²tbol de una calidad superior. Donde flaquean las piernas, aparece el esp¨ªritu y el conocimiento profundo del juego. Por eso, con 34, su f¨²tbol sigue tan vigente como en la noche del paraguas.