Centenario Delibes
¡°Amo la naturaleza porque soy un cazador. Soy un cazador porque amo la naturaleza. Son las dos cosas. Adem¨¢s, no s¨®lo soy un cazador, soy proteccionista".
¡°Amo la naturaleza porque soy un cazador. Soy un cazador porque amo la naturaleza. Son las dos cosas. Adem¨¢s, no s¨®lo soy un cazador, soy proteccionista; miro con simpat¨ªa todo lo que sea proteger a las especies. Dicen que eso es contradictorio, pero si yo protejo las perdices tendr¨¦ perdices para cazar en oto?o. Si no las protejo me quedar¨¦ sin ellas, que es lo que nos est¨¢ pasando. De manera que no hay ninguna contradicci¨®n. Por otra parte, yo no soy ning¨²n cazador ciego, pendiente del morral o de la percha, sino que me gusta disfrutar del campo, ver amanecer, ponerse el sol, ver el rojo en las matas¡ y si adem¨¢s cazo un par de perdices y me las como al martes siguiente, pues tan contentos. Pero no mido la diversi¨®n ni el placer por el n¨²mero de piezas¡±.
Son palabras pronunciadas hace ya muchos a?os por Miguel Delibes Seti¨¦n, ante la disyuntiva entre actividad cineg¨¦tica y conservaci¨®n de la fauna que, aun pasados los a?os, sigue siendo un tema actual y controvertido.
Y es que, aquel amante del mundo rural y de la pr¨¢ctica cineg¨¦tica, aquel que prefer¨ªa ser conocido como el ?cazador que escribe?, el que nos dej¨® en su gran obra, una oda del amor a la naturaleza, al campo y a la caza, hubiera cumplido este mes de octubre, 100 a?os
Delibes dej¨® un legado extraordinario al mundo de la literatura, pero adem¨¢s ennobleci¨® el oficio y arte del cazador de caza menor, al identificarse el maestro con este tipo de caza, que representa seg¨²n sus palabras ¡°a la humilde actividad venatoria que yo practico y que ya, de entrada, los papeles oficiales menosprecian denomin¨¢ndola caza menor¡±.
Si me tengo que decantar por uno de sus libros, no sabr¨ªa cual nombrar. Todos me parecen maravillosos y de cada uno he aprendido algo nuevo (no solo de caza), y disfrutando como una ni?a "chica".
He rele¨ªdo varias veces "Diario de un cazador", "Perdices de domingo", "El libro de la caza menor", "Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo", ¡°Las ratas¡± ¡ pero hay dos que, a d¨ªa de hoy, cuando lo vuelvo a tener entre mis manos, me sobrecogen: ¡°El camino¡± y los ¡°Santos inocentes¡±. Os recomendar¨ªa uno, pero no puedo. Os recomiendo todos (Y no s¨®lo los de caza). En cada una de las p¨¢ginas de sus libros, pueden escucharse susurros del campo.
Os dejo una selecci¨®n de frases de Delibes, escogidas entre sus obras:
Las perdices de domingo. - 1981
- ?Domingo tras domingo, en oto?o y en invierno, el cazador sale al campo en pos de las perdices, unos d¨ªas con suerte y otros sin ella, pero, en todo caso, las perdices disminuyen en la percha y en el campo, con lo que no descarto que estas p¨¢ginas, al correr de los a?os ¡ª tampoco demasiados ¡ª puedan ser la constataci¨®n de un proceso devastador en virtud del cual, Castilla se fue despoblando de p¨¢jaros, como siglos atr¨¢s se despobl¨® de bosques. El tiempo hablar¨¢ y no tardando?.
Diario de un cazador. - 1955
- ?Salir al campo a las seis de la ma?ana en un d¨ªa de agosto es algo que no puede compararse con nada. Huelen los pinos y parece como que uno estuviera estrenando el mundo. Tal cual si uno fuera Dios?.
Mi vida al aire libre. - 1989
- ?Mi padre fue un perfecto cazador deportivo. Un cazador a salto, de perro y morral que sab¨ªa disfrutar de la naturaleza como nadie?. A la codorniz iba a la Sinova con Boby, el perro que ante la codorniz ?acortaba el paso que se hac¨ªa lento, florido, achulado como el de los toreros en lances de adorno?.
Con la escopeta al hombro. - 1970
- ?El d¨ªa que consigamos que a un hombre sentado debajo de una encina se le acerquen las perdices y se suiciden, ahorc¨¢ndose de la percha que cuelga de su canana, podremos decir que el deporte de la caza ha alcanzado el techo de sus posibilidades?.
La Caza de la Perdiz Roja. - 1962
- Juan Gualberto, el Barbas, cuestionaba la filosof¨ªa sobre la caza de Ortega y Gasset.
©¤?Sabe usted, Barbas, lo que dec¨ªa Don Jos¨¦ Ortega sobre lo que el cazador siente en el momento de disparar?
El Juan Gualberto se atusa las barbas complacidamente.
©¤Ese don Jos¨¦ ©¤dice©¤ ?era una buena escopeta?
¡ªEra una buena pluma.
©¤?Bah!
El libro de la caza menor. - 1964
- ?He aqu¨ª por qu¨¦ caza usted. Cuando est¨¢ usted harto de la enojosa actualidad¡, toma usted la escopeta, silba usted a su can, sale usted al monte y, sin m¨¢s, se da usted el gusto durante unas horas o unos d¨ªas de ser un paleol¨ªtico?.
- ?La liebre es r¨¢pida; la perdiz, brava; el conejo, astuto, y el hombre gusta de probarse su rapidez, su bravura y su astucia. Ninguna piedra de toque para ello como la caza?
Castilla habla. - 1986
- ?Las voces aparentemente elementales de un pastor, un caracolero, unos modestos labradores, un molinero, un capador, etc. aparte su riqueza de expresi¨®n que he querido conservar intacta, apuntan con frecuencia sabiamente a los ancestrales problemas de Castilla y Le¨®n: sequ¨ªa, pobreza del suelo, individualismo, despoblaci¨®n, envejecimiento, contaminaci¨®n, abandono oficial, desconfianza¡?.
No puedo despedirme esta semana (y ya casi son 100), de otra manera: "Lo que hay que preguntarse no es si la caza es cruel o no lo es, sino qu¨¦ procedimientos de caza son admisibles y qu¨¦ otros no lo son".
?Salud y buena caza!