Una final y dos grandes historias
Una final de rugby puede dar para un libro o para una pel¨ªcula. O para las dos cosas. Para que la lectura de ¡®El factor humano¡¯ de John Carlin nos recuerde a Nelson Mandela con el rostro de Morgan Freeman y al capit¨¢n Fran?ois Pienaar con el cuerpo de Matt Damon. Aquella corona de Sud¨¢frica sofoc¨® las tensiones raciales de una naci¨®n en pos de una causa com¨²n. El oval, en otro tiempo s¨ªmbolo del Apartheid, ofrece esperanza a un pa¨ªs que no pasa por un buen momento, con recientes episodios de violencia. ¡°Hay una gota de optimismo en el aire. Estas victorias, como en 1995 y 2007, tienen un efecto en nuestro humor. Nos vuelven a unir¡±, explica el escritor Deon Meyer en una entrevista en L¡¯?quipe. El conflicto nunca se ha resuelto del todo. Por eso su Federaci¨®n obliga a una cuota de jugadores negros, a una discriminaci¨®n positiva en busca de la integraci¨®n. En el primer t¨ªtulo s¨®lo hubo uno, Chester Williams, y en el segundo participaron dos, Pietersen y Habana. Ahora son once, encabezados por el primer capit¨¢n de esa raza: Siya Kolisi. Una imagen del Mundial.
Enfrente de los Springboks emerge otro relato, el de los inventores del rug?by, heridos como anfitriones hace cuatro a?os, cuando fueron incapaces de superar la fase de grupos. Su victoria en semifinales ante Nueva Zelanda, entonces campeona, ha resuelto parte de la afrenta. Ahora toca rematar. El l¨ªder del desaf¨ªo no es un jugador, ni siquiera es ingl¨¦s. Se trata de Eddie Jones, el t¨¦cnico australiano que exige la excelencia: ¡°Si Nadia Comaneci fue capaz de sacar un 10 en gimnasia, ?por qu¨¦ no podemos tener la ambici¨®n de jugar un partido perfecto de rugby durante 80 minutos?¡±. Con esta filosof¨ªa, Inglaterra ha reencontrado su orgullo con un bal¨®n ovalado. Los All Blacks pueden dar fe. El partido de hoy escribir¨¢ dos grandes historias. Aunque s¨®lo una de ellas se publicar¨¢ con final feliz.