La desigualdad del deporte
Hoy, 8 de marzo, se celebra el D¨ªa de la Mujer. De fondo resuena una palabra: igualdad. El deporte camina en la misma direcci¨®n. Los avances han sido enormes. Hay patrocinadores que apuestan por el deporte femenino: Iberdrola, Dia, Renfe, Movistar... Hay un crecimiento lento, pero constante, de las licencias, con especial incidencia en el f¨²tbol y el baloncesto. Hay un compromiso del COI de alcanzar la paridad participativa, que ya fue efectiva en los Juegos de la Juventud de Buenos Aires. Hay grandes estadios que se abren para el f¨²tbol femenino, con 48.000 espectadores en San Mam¨¦s como r¨¦cord reciente, al que mira el Metropolitano el 17 de marzo. Hay una camiseta de Adidas propia para la Selecci¨®n del Mundial. Hay un anteproyecto de la Ley del Deporte volcado en la mujer. Hay avances...
Y, sin embargo, hay mucho trecho por recorrer. El camino es largo y, para completarlo con ¨¦xito, hay que asumir que la b¨²squeda por la igualdad implica aceptar el principio de desigualdad que lleva intr¨ªnseco el propio deporte. El mercado manda. Quien m¨¢s genera, m¨¢s ingresa. Audiencias, p¨²blico, patrocinios... Ni todos los deportes, ni todos los clubes, ni todos los deportistas arrojan el mismo inter¨¦s y, en consecuencia, no reciben los mismos beneficios. Hoy est¨¢n equiparados el esqu¨ª (incluso la campeona, Mikaela Shiffrin, acumula m¨¢s premios), el tenis, el atletismo... Pero en otras disciplinas a¨²n hay un abismo. Para que el deporte femenino contin¨²e con ese crecimiento, ya imparable, hay que aspirar a cerrar las brechas abiertas, pero sin olvidar que el mercado del propio deporte nunca ha sido igualitario.