Un derbi con veintid¨®s mundialistas
Este que se nos viene encima ser¨¢ el primer derbi madrile?o en el nuevo Metropolitano, as¨ª que se hablar¨¢ de ¨¦l durante tiempo. Yo alcanc¨¦ a ver el ¨²ltimo en el viejo Metropolitano y a¨²n recuerdo muchas cosas de ¨¦l. Sobre todo, c¨®mo se pegaron. Era un tiempo a¨²n sin tarjetas y hab¨ªa m¨¢s le?a, sobre todo en estos partidos fratricidas, en los que se pegaban con un entra?able alborozo familiar. Los masajistas sal¨ªan mucho, a veces los dos al tiempo, al ¡®sprint¡¯, y cada afici¨®n jaleaba al suyo y lanzaba un clamor de j¨²bilo si ganaba. La le?a desmedida era la principal caracter¨ªstica de los derbis en aquellos a?os. Eran todos tipos de verdad duros.
Fue en la sexta jornada o as¨ª. Llegaron l¨ªderes, empatados a puntos, y del 1-1 de ese d¨ªa se aprovech¨® el Pontevedra, que gan¨® su partido y se puso l¨ªder. Era aquel Pontevedra del ¡®hai que roelo¡¯, tan humilde en su naturaleza que su capit¨¢n, el lateral Cholo, era conductor de tranv¨ªa. Cuentan, nunca lo comprob¨¦, que ¡®Pravda¡¯ dedic¨® un art¨ªculo a ensalzar a ese grupo de sencillos jornaleros del f¨²tbol que se pusieron l¨ªderes del supercapitalista campeonato espa?ol. Recuerdo todo eso, claro, porque sab¨ªamos que era el ¨²ltimo en aquel campo, una entra?able cochambre castiza que ya ten¨ªa sentenciada su entrega a la piqueta.
Otro es este campo, una preciosidad. Y otro tiempo. Los jugadores ya no se pegan as¨ª ni tienen el trato que ten¨ªan entonces, cuando despu¨¦s de tanta patada se retiraban abraz¨¢ndose, exhaustos y felices, quedando en muchos casos para verse cuanto antes. Zoco y Glar¨ªa incluso viv¨ªan juntos. Ya no hay ese trato entre jugadores, ni va tan alta proporci¨®n de la afici¨®n forastera como entonces, cuando casi eran mitad y mitad y el ruido se repart¨ªa. Pero no hay nada que a?orar. El campo es magn¨ªfico, las dos plantillas re¨²nen a veintid¨®s mundialistas, la emoci¨®n de la espera es la de siempre y la tele lo pone al alcance de todo el mundo. El derbi ha crecido.