La proeza de Kirk Gibson en las World Series de 1988
Los Dodgers ganaron su ¨²ltimo anillo tras un legendario latigazo que contribuy¨® a derrotar a los favoritos Oakland Athletics.

Cuando vi por primera vez aquellas im¨¢genes me surgi¨® una intensa inquietud. Era un ni?o cuando entr¨¦ en un motel de un nimio lugar de la Florida, tom¨¦ el mando y encend¨ª la televisi¨®n. Al cabo de unos minutos mis ojos fueron atrapados por un caballero que golpeaba un jonr¨®n con un estilo poco ortodoxo y que hacia estallar el estadio. Mientras hacia el recorrido entre las bases tres elementos alimentaron mi alboroto interior. Primero, el gesto de j¨²bilo con el pu?o derecho. Luego, su torpe carrera mientras se acercaba al plato para recibir los abrazos de sus compa?eros. En tercer lugar, el relato del narrador, ¨¦pico e inconfundible: ¡°?I don¡¯t believe, what I just saw!¡± As¨ª exclamaba, sorprendido y extasiado, el m¨ªtico locutor Vin Scully. Me encontr¨¦ delante a una proeza que vi repetida otras cuantas veces en mis viajes norteamericanos y que sigue hoy en d¨ªa una gesta que ha ampliamente trascendido los confines del beisbol qued¨¢ndose en el imaginario de quien no necesariamente es forofo de este deporte. ?Por qu¨¦ semejante legenda?
Nos situamos en la temporada 1988. Los Dodgers triunfaron en la Liga Nacional y por lo tanto se ganaron el derecho a pelear para levantar el t¨ªtulo de la Serie Mundial. Los contrincantes eran los poderosos Oakland A¡¯s, quiz¨¢s el mejor equipo de la segunda mitad de los a?os¡¯80. Por lo tanto los blanquiazules llegaron al cl¨¢sico de oto?o como claros underdogs. Los verde y amarillos fueron el mejor conjunto de la campa?a. Fueron capaces de sumar 104 victorias. Ten¨ªan un ataque que esgrim¨ªa poder¨ªo por todos los lados guiado por la pareja formada por Mark McGwire y Jos¨¦ Canseco. Los llamaban los Bash Brothers, sin embargo sus apabullantes n¨²meros con el bate fueron redimensionados cuando admitieron el uso de esteroides y anabolizantes. Adem¨¢s de esto, la rotaci¨®n de abridores hab¨ªa actuado maravillosamente. La final de la Liga Americana se hab¨ªa finiquitado con una barrida a da?o de los Boston Red Sox. Fueron cuatro partidos muy equilibrados, en los cuales los A¡¯s impresionaron por la facilidad que demostraron el los momentos decisivos de cada duelos.
Los Dodgers llegaron al baile de oto?o siendo unos de los peores equipos, ofensivamente hablando, que hab¨ªa conseguido un pennant. No figuraban entre los mejores cinco equipos de su Liga en ninguna voz estad¨ªstica. Adem¨¢s de esto cabe destacar como ninguno de sus bateadores tuvo un promedio superior a 300, ni siquiera hubo nadie que pas¨® las 90 carreras impulsadas. Sin embargo, hab¨ªa dos claros elementos que los analistas minusvaloraron. La rotaci¨®n de abridores de los angelinos, en la cual destacaba un colosal, casi irreal, Orel Hershiser. El nativo de Buffalo acababa de conseguir una plusmarca que parec¨ªa inalcanzable sobrepasando al record de Don Drysdale, uno de los h¨¦roes de la organizaci¨®n. Concluy¨® 59 entradas completadas sin conceder ni siquiera una carrera. Alcanz¨® este hito disputando un mes de septiembre inmejorable. Dispar¨® 6 shutouts consecutivos, y arrastr¨® su equipo a la post temporada. Orel era la estrella de una plantilla de lanzadores en la cual destacaba tambi¨¦n un bullpen casi intocable que anot¨® 49 partidos salvados en el curso. Luego hay que a?adir que los Dodgers ven¨ªan de derrotar a los Mets en 7 juegos a lo largo una serie monumental que hab¨ªa ayudado a fortalecer a¨²n m¨¢s a un equipo que se sent¨ªa apto para alcanzar cualquier meta.

Orel hab¨ªa literalmente destruido a la novena de Nueva York en la final de la Liga Nacional. Apareci¨® en 4 de los 7 episodios. Salv¨® el cuarto encuentro y gan¨® el s¨¦ptimo y decisivo capitulo ametrallando los bateadores rivales. Kirk Gibson por su parte hab¨ªa sobresalido en tres partidos. En el tercer juego registr¨® una asombrosa proeza en defensa, sin embargo, el desenlace del partido fue amargo. Sus gestas en los dos siguientes desaf¨ªos, un par de latigazos, resultaron decisivos para los suyos. La ¨¦pica serie dej¨® en herencia la lesi¨®n del mismo Gibson, h¨¦roe ya en las World Series del a?o 1984 luciendo el uniforme de los Tigres de Detroit.
Cuando empez¨® el primer juego en el Dodgers Stadium contra los A¡¯s, Gibson no figuraba ni siquiera en el banquillo de los suyos. Los anfitriones tomaron la ventaja gracias al jonr¨®n de Mickey Hatcher que los aficionados recuerdan por su curiosa celebraci¨®n recorriendo las bases con la rapidez de un cohete. Pero el recinto se enmudeci¨®, poco despu¨¦s, al contemplar un memorable Grand Slam de McGwire.
Los A¡¯s empezaron la parte baja de la novena entrada con una ventaja de una carrera y con en la colina un cerrador de probada experiencia como Dennis Eckersley que hab¨ªa blanqueado cualquier atisbo de los Red Sox consiguiendo 4 saves en 4 oportunidades en la final de la American League. Elimin¨® a los primeros dos batidores con solvencia. El tercer oponente se gan¨® un boleto. En este momento no apareci¨® al plato quien estaba en el c¨ªrculo de espera, es decir Dave Anderson. Poco segundos despu¨¦s de la eliminaci¨®n del segundo bateador el manager de los locales, Tommy Lasorda, cambi¨® su carta y opt¨® por un improbable comod¨ªn, Kirk Gibson. Un jugador lesionado que andaba cojeando. Para muchos una locura.
?l futuro h¨¦roe se present¨® en la caja de bateo con intrepidez, acompa?ado por una atmosfera improvisamente alocada y seguramente por un halo divino. El turno de bateo se convirti¨® en un evergreen. Casi 10 minutos de escalofriantes emociones. Eckersley puso contra las cuerdas a su contrincante infligi¨¦ndole 2 strikes. A partir de aqu¨ª Kirk resisti¨®. Se salv¨® golpeando en foul, dejando claro que su swing se alimentaba exclusivamente gracias a la fuerza de sus brazos y su tronco. El pinch-hitter se qued¨® paciente esperando su bola. Mientras tanto la cuenta lleg¨® a 3 balls y 2 strikes y el corredor Smith hab¨ªa robado la segunda base de manera que te¨®ricamente con un hit Gibson hubiese podido empatar el partido. Sin embargo, el hombre de Pontiac, estado de Michigan, ten¨ªa otros planes. Conect¨® el lanzamiento de Eckersley y envi¨® la pelota en las gradas. ?xtasis.
Cuando pasan proezas de semejante envergadura se revelan varias an¨¦cdotas que contribuyen a ensalzar a¨²n m¨¢s lo ocurrido. Dos merecen una citaci¨®n. Keith Olbermann, que trabajaba en una radio de L.A. pregunt¨® a un hombre de la CBS, Alex Dennis: ¡°?Qu¨¦ piensas que deber¨ªamos preguntarles a Eckersley?¡±. Alex, atrapado por una visi¨®n m¨¢gica, casi m¨ªstica, espet¨®: ¡°?Le preguntaremos sobre el jonr¨®n que habr¨¢ acabado de golpear Kirk Gibson!¡±. El protagonista del segundo suceso fue Mem Didier. El scout de los Dodgers ejerci¨® un papel fundamental sugiri¨¦ndo a su slugger que en caso de llegar a una cuenta de 3 bolas y 2 strikes el closer de Oakland hubiese disparado un lanzamiento con efecto hac¨ªa el interior del plato. Gibson se prepar¨® justamente para golpear aquel mismo pitch que lleg¨® tal y como hab¨ªa previsto Didier. Fue votado como el momento m¨¢s grande de la historia del deporte de Los Angeles. Las World Series acababan de empezar y el pulso emocional de la proeza de Gibson ya hab¨ªa sellado el desenlace.
En el segundo encuentro de la serie Orel Hershiser lanz¨® una joya. Concedi¨® solamente tres imparables, curiosamente fueron tres sencillos bateados por el mismo jugador, Dave Parker. Su ataque le regal¨® m¨¢s carreras de lo que necesitaba. Las Athletics volvieron en su feudo en una situaci¨®n casi desesperada, pero consiguieron ganar el tercer partido de manera rocambolesca. En la parte baja de la novena entrada Mark McGwire golpe¨® un jonr¨®n que para mucho podr¨ªa suponer un cambio emocional en la serie.
En el cuarto partido los visitantes tomaron el c¨¦sped con un equipo que estad¨ªsticamente resultaba el peor en la historia de las World Series de la era moderna. No obstante, los A¡¯s siempre estuvieron por detr¨¢s en el marcador y desaprovecharon una ¨²nica gran oportunidad para empatar o ganar el encuentro cuando se present¨® en el box de bateo Big Mac con las bases cargadas. Esta vez el m¨ªtico inicialista no consigui¨® el mismo resultado del primer partido y los Dodgers se pusieron a un solo triunfo del anillo.
El d¨ªa siguiente, Orel Hershiser entro oficialmente en el club de los m¨¢s grandes. Su complete game que permiti¨® a los suyos finiquitar una de las m¨¢s grande sorpresas en la historia del deporte estadounidense fue la guinda del pastel a una temporada que se quedar¨¢ irrepetible. Fue inevitable su n¨®mina de MVP.

Los Dodgers nunca volvieron hasta el d¨ªa de hoy a disputar una Serie Mundial. Los A¡¯s se vengaron el a?o siguiente derrotando a otro rival californiano, los Gigantes de San Francisco, en la que pasaron a la historia como la World Series del terremoto. Curiosamente el actual due?o de la organizaci¨®n cercana a Hollywood es Magic Johnson que en aquella memorable temporada para la ciudad logr¨® el laurel de la NBA. Los aficionados del historico conjunto de L.A. necesitan a otra magia para volver a so?ar.