Duckadamazo al Bar?a en la final del S¨¢nchez-Pizju¨¢n
Un serial que repasa a las grandes sorpresas de la historia del f¨²tbol, desde el Nottingham Forest campe¨®n de Europa al Leicester que conquist¨® la Premier.


Ahora que est¨¢n tan de moda los bulos, es una ocasi¨®n extraordinaria para recordar uno que salt¨® en 1986, cuando River Plate gan¨® la Libertadores y deb¨ªa enfrentarse al campe¨®n de Europa en la Copa Intercontinental: "Los europeos no mandan a su campe¨®n sino a un club de segunda l¨ªnea, el Steaua". Por lo general, era una frase que predicaban los detractores y rivales de los millonarios para menospreciar su victoria en una ¨¦poca en la que la informaci¨®n no circulaba con la fluidez actual , por lo que muchos la dieron por buena. Pero no era as¨ª. El Steaua Bucarest era el vencedor de la Copa de Europa de 1986, edici¨®n en la que los rumanos vencieron contra todo pron¨®stico en la final al Barcelona en el S¨¢nchez Pizju¨¢n. De aquel encuentro, quedar¨¢ para siempre el nombre de Duckadam, el portero del Steaua, como una de las grandes leyendas negras para el barcelonismo.
La Copa de Europa 1985-86 estuvo marcada por la ausencia de equipos ingleses a ra¨ªz de la tragedia de Heysel, en la que una avalancha provocada por los hinchas del Liverpool en la final de la edici¨®n anterior acab¨® con la vida de 39 personas. El Bar?a part¨ªa junto a la Juventus de Platini, vigente campe¨®n, y el Bayern como gran favorito para lograr el t¨ªtulo. Superar a la Vecchia Signora en cuartos de final fue un golpe de pecho para los azulgranas, que tras esa eliminatoria so?aban con ganar, y con muchas razones para ello, su primera Copa de Europa. Una remontada hist¨®rica ante el Goteborg en una noche m¨¢gica de semifinales (el Bar?a pas¨® en los penaltis tras empatar el 3-0 de la ida) sirvi¨® para alimentar a¨²n m¨¢s las esperanzas de aquel Bar?a dirigido por el ingl¨¦s Terry Venables.
Por el otro lado del cuadro caminaba un Steaua que hasta entonces s¨®lo hab¨ªa superado los octavos de final dos veces en toda su historia. Por suerte para el cuadro rumano, no tuvo ning¨²n rival de envergadura hasta semifinales, donde se top¨® con el Anderlecht. Antes elimin¨® al Vejle dan¨¦s, al Honved h¨²ngaro y al Kuusysi finland¨¦s. No eran precisamente cocos. Ante los belgas, el Steaua remont¨® la eliminatoria en el segundo encuentro (3-1 global) y se cit¨® con el Bar?a en la final de Sevilla, en la que los azulgranas jugaron pr¨¢cticamente como locales.
Aquella era la segunda final de Copa de Europa para el Bar?a despu¨¦s de perder 25 a?os antes la de 1961 contra el Benfica en Berna. Los nervios se apoderaron de los jugadores del Bar?a hasta tal punto que Schuster, tras fallar la ocasi¨®n m¨¢s clara del encuentro, protagoniz¨® una de las an¨¦cdotas m¨¢s absurdas de la historia de las finales europeas: fue sustituido y se march¨® del estadio claramente enfadado en un taxi hacia el hotel con 0-0 en el marcador. Nadie sabe qu¨¦ hubiera pasado si el Bar?a hubiera ganado y el alem¨¢n hubiera tenido que realizar es test antidopaje. La papeleta pudo haber sido terrible. Aquello fue el principio del fin en la relaci¨®n Schuster-Barcelona, un desencuentro que acabar¨ªa con el alem¨¢n en el Real Madrid.
En la tanda de penaltis, el Bar?a puso todas sus esperanzas en Urruti, el h¨¦roe ante el Goteborg. El portero cul¨¦ respondi¨® a las expectativas y detuvo los dos primeros lanzamientos de Majaru y Boloni. Lo que nadie pudo imaginar es que el meta rival, Duckadam, protagonizara una de las actuaciones individuales m¨¢s espectaculares de la historia de la Copa de Europa: el portero rumano par¨® consecutivamente los lanzamientos de Alexanco, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos Alonso. Cuatro de cuatro. Lacatus y Balint s¨ª acertaron y la tanda termin¨® con un incre¨ªble 2:0 tras ocho penaltis ejecutados.
Aquella final provoc¨® una crisis deportiva en el Barcelona, que termin¨® a once puntos del Madrid en liga y perdi¨® la final de Copa ante el Zaragoza. Pero aquel tropiezo provoc¨® el principio de algo mucho m¨¢s grande en Can Bar?a. Los malos resultados las dos temporadas siguientes provocaron el regreso de Cruyff al club, esta vez como t¨¦cnico, en mayo de 1988 y, como hizo en su etapa como jugador, rescat¨® a un Barcelona hundido para volver a colocarlo entre los mejores equipos del continente en una de las etapas m¨¢s gloriosas de su historia.
Por contra, la historia del Steaua fue a la inversa. Los finales de los 80 fueron la ¨¦poca dorada del club. En Ruman¨ªa no hab¨ªa qui¨¦n le tosiera y en Europa, lleg¨® a semifinales en 1988 y a la final el a?o siguiente, en la que esta vez s¨ª perdi¨®, y de qu¨¦ manera, ante el Mil¨¢n de Arrigo Sacchi (4-0). Aquel mismo a?o fue el a?o de la Revoluci¨®n de Ruman¨ªa y las grandes estrellas del Steaua, como Hagi y Petrescu, no tardaron en abandonar el pa¨ªs. En los 90, el Steaua mantuvo su dominio en el pa¨ªs pero al contrario que el Bar?a, fue perdiendo importancia en la Copa de Europa. El ying y el yang.