Duckadamazo en Sevilla (1986)

Aquella fue la primera Copa de Europa despu¨¦s de la tragedia de Heysel. Nuestro representante era el Bar?a, que fue eliminando sucesivamente a Sparta de Praga, Oporto, Juventus (campe¨®n vigente) y en la semifinal al Gotemburgo. Una semifinal emocionant¨ªsima, porque el Bar?a perdi¨® 3-0 en la ida y dio la vuelta a la eliminatoria en un inolvidable partido en el Camp Nou: gan¨® por 3-0 (hat trick de Pichi Alonso) y pas¨® en los penaltis. Por el otro lado se clasific¨® el Steaua de Bucarest, tenido por un equipo menor que llegaba ah¨ª por una buena racha. La final iba a disputarse en Sevilla, en el S¨¢nchez Pizju¨¢n. Se daba por seguro el t¨ªtulo del Bar?a, que a¨²n no ten¨ªa esta copa en sus vitrinas. Hab¨ªa adem¨¢s cierto ambiente de euforia en el f¨²tbol espa?ol, porque ese a?o el Atl¨¦tico tambi¨¦n alcanzar¨ªa la final de la Recopa y el Madrid la de la Copa de la UEFA.
Tan claro lo ten¨ªa el Steaua que alguien llam¨® al gerente del Bar?a,? Ant¨®n Parera, para ofrecer, lisa y llanamente, la venta del partido. Parera se lo coment¨® al presidente, Josep Llu¨ªs N¨²?ez, que, por supuesto, rehus¨®. Se trataba de ganar en el campo, ganar de verdad, y adem¨¢s nadie lo ve¨ªa dif¨ªcil. Hinchas del Bar?a inundaron el S¨¢nchez Pizju¨¢n, con una coqueta entrada en la que aparec¨ªan los escudos de los dos finalistas, la Giralda y un mapa de Europa. Una entrada que pensaban conservar asociada al d¨ªa m¨¢s feliz del barcelonismo hasta la fecha, la conquista de una copa que en su d¨ªa hab¨ªa sido patrimonio del Madrid, pero que hac¨ªa ya por entonces veinte a?os que no consegu¨ªa. Desde que el mundo era en blanco y negro.
Pero fue un fiasco. El partido result¨® lento y espeso, llevado al ritmo que le conven¨ªa al Steaua, que ten¨ªa algunos jugadores estimables (Belodedici,Balint, Lacatus¡). Junto a ellos, median¨ªas. Entre otros un tal Iord¡¦anescu, al que el hijo del dictador Ceausescu llam¨® a la convocatoria. Y, por si las moscas, el entrenador le hizo entrar en juego en el 72¡¯. El partido va transcurriendo sin goles, sin jugadas de peligro, encaminado a la pr¨®rroga. Cuando quedan seis minutos para el final, Venables retira a Schuster, que se enfada, se ducha, se va, coge un taxi y se dirige al aeropuerto, en gesto que fue muy comentado luego. La pr¨®rroga discurre en el mismo son, sin nada destacable, y el partido tiene que resolverse en los penaltis. Y ah¨ª es donde ocurre lo inesperado.
Urruti para los dos primeros del Steaua, con lo que puede decirse que cumpli¨®. Pero es que Duckadam, el meta rumano, par¨® sucesivamente los de Alexanko, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos. Lobo Carrasco, que estaba para tirar el quinto, ni siquiera pudo hacerlo, porque mientras tanto Lacatus y Balint hab¨ªan transformado los lanzamientos tercero y cuarto de los rumanos, que as¨ª salieron campeones. La gesta de Duckadam le elev¨® a la categor¨ªa de celebridad internacional, pero le sirvi¨® de poco. La dictadura rumana no le dej¨® salir del pa¨ªs, por lo que no pudo aprovechar las ofertas. Con los a?os tendr¨ªa que dejar el f¨²tbol por una flebitis.
Tambi¨¦n el Atl¨¦tico perder¨ªa su final europea, en la Recopa, 3-0, ante un gran Dinamo de Kiev. Solo el Madrid gan¨® su t¨ªtulo, la UEFA, en la final ante el Colonia. Schuster fue apartado del equipo y se le retir¨® la ficha federativa para toda la temporada siguiente. Los jugadores rumanos recibieron primas extravagantes, diferentes seg¨²n quiso cada cual, o seg¨²n su grado de enchufe en el r¨¦gimen de Ceausescu: Belodedici disfrut¨® de un viaje a Egipto, Balint recibi¨® 100 d¨®lares (cuando la moneda estadounidense estaba prohibida en el pa¨ªs), Lacatus escogi¨® un v¨ªdeo, todo un lujo asi¨¢tico en la Ruman¨ªa de aquellos d¨ªas.