Tyler Farrar, ciclista en el nombre del padre

Ed Farrar, un prestigioso neurocirujano, mont¨® en su bicicleta aquel 22 de octubre de 2008 para trasladarse al hospital en Wenatchee, Washington, como hac¨ªa cada ma?ana de trabajo. A las siete de la ma?ana circulaba por Skyline Drive, cuando un Ford Crown Victoria 2001 se cruz¨® al carril opuesto y le golpe¨® frontalmente con violencia. Los da?os eran tan graves que, en otras condiciones, hubiera fallecido en el traslado, pero su compa?ero Hank Vejvoda, tambi¨¦n neurocirujano, pas¨® dos minutos despu¨¦s por el lugar del accidente, subido igualmente a una bici, y aceler¨® la intervenci¨®n. Farrar estuvo 12 horas en el quir¨®fano hasta que fue estabilizado. Salv¨® su vida, pero qued¨® parapl¨¦jico y condenado a una silla de ruedas, aunque su fuerza de voluntad s¨ª le ha permitido volver a rodar en una hand bike.

Por aquellas fechas, su hijo Tyler ya era un relevante ciclista profesional con una enorme proyecci¨®n. Tyler Farrar se hab¨ªa enganchado a este deporte desde ni?o gracias a la pasi¨®n de su padre. Hay una foto familiar en la que se ve a Ed junto a sus dos hijos en la cima del Galibier en el Tour de Francia de 1992. Pap¨¢ Ed viste el maillot del equipo Banesto, el mismo del campe¨®n de aquella edici¨®n: Miguel Indurain.

Farrar no sali¨® escalador, sino velocista. Y si no tiene un mejor palmar¨¦s fue porque coincidi¨® generacionalmente con Mark Cavendish, que devor¨® la ¨²ltima recta. Aun as¨ª hizo camino y logr¨® etapas en las tres grandes rondas: tres en la Vuelta, dos en el Giro y una en el Tour. Esta ¨²ltima, la que cerr¨® el tri¨¢ngulo en 2011, fue la m¨¢s significada. Farrar se impuso al esprint en la tercera etapa, que terminaba en Redon, y se convirti¨® en el primer estadounidense en lograr la victoria un 4 de julio, el D¨ªa Nacional. Como si estuviera unido a la tragedia por un hilo invisible, Tyler lo celebr¨® con los brazos en uve en recuerdo a su amigo y compa?ero de entrenamientos Wouter Weilandt, fallecido en mayo en el Giro de Italia tras chocar contra un muro. Ambos viv¨ªan en Gante, all¨ª donde Farrar se qued¨® prendado de otro pa¨ªs, B¨¦lgica, su segunda casa, entre otras cosas por "su amor al ciclismo". El mismo que le hab¨ªa inculcado su padre.