Petrovic y Sabonis, 1986: la final de Budapest y el Draft NBA maldito
Dos de los mejores de la historia del baloncesto europeo fueron rivales encarnizados, se jugaron una Copa de Europa... y fueron elegidos por el mismo equipo en el mismo draft.
Fueron dos colosos, dos de los mejores de siempre del baloncesto europeo. Durante un tiempo, su tiempo, seguramente los dos mejores que hab¨ªan pisado las pistas. Su tiempo: despu¨¦s de Radivoj Korac y Serguei Belov, antes de la gran explosi¨®n: Dirk Nowitzki, Pau Gasol¡ y el camino que se convirti¨® en autopista y por el que ahora transitan a toda velocidad Giannis Antetokounmpo, Nikola Jokic y Luka Doncic. Pero antes, entre el pasado y el futuro, estuvieron ellos: Arvydas Sabonis y Drazen Petrovic.
Vasos comunicantes, condenados a cruzar sus caminos. Con el Zalgiris y la Cibona, Kaunas y Zagreb, dos centros de poder del baloncesto mundial. Con la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Yugoslavia, antes de Croacia, Lituania y el enorme significado global que tuvo Barcelona 92. Enfrentados o en el mismo lado de la historia: dos leyendas del Real Madrid, antes Petrovic (1988-89) que Sabonis (1992-95). Dos jugadores drafteados por la misma franquicia NBA en tiempos (1986) en los que los europeos no eran elegidos de forma sistem¨¢tica y a veces indiscriminada, como ahora: los buenos, muy arriba. Los que ya veremos si lo son, despu¨¦s y por si acaso. Nacidos en 1964, Petrovic dos meses antes, los dos fueron seleccionados por Portland Trail Blazers: Sabonis con el n¨²mero 24, en primera ronda. Petrovic con el 60, en lo que fue la tercera de un draft maldito. Len Bias, el extraordinario n¨²mero 2, muri¨® dos d¨ªas despu¨¦s de ser elegido por una sobredosis de coca¨ªna. La droga marc¨® tambi¨¦n las carreras de Chris Washburn (n¨²mero 3), William Bedford (6) y Roy Tarpley (7).
Sabonis hab¨ªa sido elegido por los Hawks en 1985, con el n¨²mero 77, pero todav¨ªa no ten¨ªa 21 a?os cuando se aire¨® su nombre y el pick de la franquicia de Atlanta fue anulado. Un a?o despu¨¦s, comparti¨® generaci¨®n con Petrovic, una iron¨ªa del destino para dos enemigos ac¨¦rrimos en un a?o peliagudo. El 17 de junio se celebr¨® el draft. Dos meses y medio antes, el 3 de abril, la Cibona de Petrovic gan¨® al Zalgiris de Sabonis una m¨ªtica final de Copa de Europa. Justo un mes despu¨¦s de la ceremonia al otro lado del Atl¨¢ntico, la Uni¨®n Sovi¨¦tica del gigante de Kaunas levant¨® una semifinal imposible en el Mundial de Espa?a, derrot¨® en la pr¨®rroga a la Yugoslavia de Petrovic (91-90) y jug¨® la final, donde roz¨® la proeza contra Estados Unidos (85-87).
La comitiva de los Blazers vio ese duelo mundial en suelo espa?ol. Tambi¨¦n Curry Kirkpatrick, periodista de Sports Illustrated que encontr¨® francamente divertido que la franquicia de Oreg¨®n hubiera amarrado a dos jugadores que eran sencillamente sensacionales¡ pero que no se pod¨ªan soportar. ¡°Es el chiste del a?o en el Viejo Continente¡±, escribi¨®.
Budapest, epicentro de la rivalidad
Sabonis no tuvo problemas en definir p¨²blicamente a Petrovic como un jugador ¡°ego¨ªsta¡± y un tipo ¡°despreciable¡±: ¡°las cosas horribles que dice de m¨ª demuestran que est¨¢ desequilibrado¡±. Petrovic, lo cont¨® su entrenador en la Cibona, Zeljko Pavlicevic, viv¨ªa con una ansiedad nociva los d¨ªas previos a cualquier duelo contra su n¨¦mesis: ¡°Jugaba dos partidos, uno para que ganara su equipo y otro para demostrar a Sabonis qui¨¦n era el mejor¡±. Pavlicevic lleg¨® a expulsar del entrenamiento a Petrovic en v¨ªsperas de un duelo contra el Zalgiris porque el jugador, consumido por esa obsesi¨®n, era incapaz de controlarse.
En el baloncesto de selecciones, Sabonis gan¨® a Petrovic aquel duelo de 1986 y, por encima de todo, la final ol¨ªmpica de 1988: 76-63, con 20 puntos y 15 rebotes de Sabonis y 24 puntos y 4 asistencias de Petrovic. Cuando Yugoslavia aplast¨® sus demonios contra los sovi¨¦ticos en la final del Mundial 1990, en Buenos Aires, estaba Petrovic pero no Sabonis. En 1992, ya con Croacia y Lituania y en los Juegos que cambiaron el baloncesto para siempre, el primero se llev¨® la plata y el segundo el bronce, pero no llegaron a enfrentarse.
En pista, Petrovic sobrevolaba el territorio en la zona de Sabonis, que se tomaba como algo realmente personal el control de las apariciones en cascada del base, que dejaba atr¨¢s a su defensor y retaba a unos p¨ªvots por entonces mucho menos m¨®viles que ahora y literalmente vendidos: si sal¨ªan de su espacio, Petrovic los burlaba sin problemas. Si esperaban, el genio de Sibenik anota suspensiones que era capaz de meter, una detr¨¢s de otra, con los ojos cerrados. Sabonis, un 2,21 de movilidad prodigiosa antes de las lesiones que marcaron su carrera, era capaz de molestar lo suficiente a Petrovic para hacerle la vida (algo) imposible. Y para conseguir que sus duelos tuvieran un alto componente de cara a cara aunque no compart¨ªan posici¨®n. Era, por encima de todo, una cuesti¨®n de voluntades.
En 1986, antes del draft y del Mundial de Espa?a, la Cibona gan¨® su segunda Copa de Europa seguida, las dos ¨²nicas que hay en sus vitrinas. Un a?o despu¨¦s de amargar al Real Madrid, el equipo todav¨ªa yugoslavo super¨® a un Zalgiris (todav¨ªa sovi¨¦tico) que jug¨® su primera final y que no fue campe¨®n hasta 1999. La final, una de las m¨¢s recordadas de siempre, se disput¨® el 3 de abril a las siete de la tarde, en el Sportcsarnok de Budapest. Una cancha con capacidad para 12.500 espectadores en la que hab¨ªa clara mayor¨ªa balc¨¢nica: 8.000 por 4.500.
La Cibona control¨® el partido: 47-39 al descanso a pesar de 17 puntos y 8 rebotes de Sabonis, que acab¨® con 27+17 pero expulsado (el ¨²ltimo clavo en el ata¨²d de su equipo) a falta de ocho minutos y tras agredir a Mihovil Nakic. Petrovic no brill¨® en el d¨ªa del t¨ªtulo (22 puntos, 6/18 en tiros). No al menos al nivel de aquellos incre¨ªbles a?os de supernova casi incomprensible: en esa Copa de Europa 1985-86 promedi¨® 37 puntos. Le meti¨® 44 al Maccabi, 47 con 25 asistencias al Mil¨¢n, 49+20 al Real Madrid y 51+10 a un Limoges al que tortur¨® con siete triples seguidos en la primera parte.
Dos historias enfrentadas en Portland
Petrovic ya no gan¨® m¨¢s Copas de Europa despu¨¦s de aquellas dos. Sabonis se desquit¨® en 1995, cuando ascendi¨® a lo m¨¢s alto del pante¨®n del Real Madrid, en Zaragoza. Ninguno gan¨® tampoco un anillo de campe¨®n de la NBA, aunque el lituano lo tuvo cerca: en los playoffs de 2000, sus Trail Blazers dominaban a los Lakers en el s¨¦ptimo partido de la final del Oeste, en el Staples Center. Ten¨ªan 15 puntos de ventaja en el ¨²ltimo cuarto y un pie en las Finales¡ pero arreciaron Kobe Bryant y Shaquille O¡¯Neal, que firmaron una remontada hist¨®rica culminada con un alley oop que es una de esas im¨¢genes que todo el mundo ubica, un hito de la historia de los playoffs. Eran unos excepcionales Blazers (Sabonis, Stoudamire, Rasheed Wallace, Scottie Pippen, Steve Smith¡), un equipo que hab¨ªa ganado 59 partidos (59-23) y que bien pudo ser campe¨®n. El mejor en el que jug¨® en Estados Unidos un Sabonis que no dio el salto, entre asuntos burocr¨¢ticos y problemas f¨ªsicos, hasta 1995, justo despu¨¦s de ser campe¨®n de Europa con el Real Madrid.
Para entonces, dos a?os antes de hecho (un maldito 7 de junio de 1993), Drazen Petrovic ya se hab¨ªa dejado la vida en una carretera de Alemania. Acababa de jugar una temporada fabulosa con los Nets: m¨¢s de 22 puntos por partido con casi un 45% en triples. Con 28 a?os, el descorche al otro lado del Atl¨¢ntico de un jugador que sin embargo rumiaba un enfado may¨²sculo porque los Nets no le ofrec¨ªan el dinero que ¨¦l sent¨ªa merecer. Mucho se ha escrito despu¨¦s sobre sus intenciones: cambiar de franquicia, abandonar totalmente la NBA y regresar a Europa, fichar por el Panathinaikos si optaba por esta segunda opci¨®n¡ Sea como fuere, al menos demostr¨® que su lugar tambi¨¦n estaba entre los mejores en la Liga m¨¢s grande del mundo. Lo hizo en esos Nets, despu¨¦s de menos de dos temporadas (1989-91) sin ning¨²n ¨¦xito en Portland, la franquicia en la que luego jug¨® Sabonis. El gigante junto al que, caminos siempre cruzados muy a su pesar, defini¨® una inolvidable era de baloncesto.