De Georgi Glouchkov y Fernando Mart¨ªn a Giannis, Doncic y Jokic pasando por la explosi¨®n espa?ola y el m¨¢s grande de todos: Dirk Nowitzki. As¨ª se abri¨® paso Europa en la NBA.
Luka Doncic, Nikola Jokic y Giannis Antetokounmpo est¨¢n en los primeros debates sobre el MVP 2021 de la NBA. El ¨²ltimo se ha llevado el galard¨®n en las dos ¨²ltimas temporadas, la pasada con doblete: tambi¨¦n fue Defensor del A?o, premio que en los siete a?os anteriores tambi¨¦n ganaron Rudy Gobert (dos veces), Joakim Noah y Marc Gasol. Los tres -Doncic, Jokic, Giannis- fueron all star la pasada temporada, en Chicago. Como Domantas Sabonis y Rudy Gobert. Todos los citados son jugadores europeos, estrellas cuyo lugar en la elite est¨¢ naturalizado. No llama la atenci¨®n que cinco sean all star en la misma edici¨®n, que opten a los premios individuales, que hasta tres aspiren a copar el Mejor Quinteto de la Temporada¡
Esta es una NBA global. Un reino en el que no se pone el sol, por extensi¨®n de sus dominios y por procedencia de sus grandes protagonistas. En el citado All Star 2020, sin ir m¨¢s lejos, dos cameruneses (Joel Embiid y Pascal Siakam) fueron titulares en el Este. Son ya siete a?os seguidos con m¨¢s de 100 jugadores no estadounidenses en una Liga en al que juegan unos 450, con r¨¦cords de n¨²mero total en la temporada 2016-17 (113) y de procedencias (42 pa¨ªses distintos) una despu¨¦s, en la 2017-18. Las treinta franquicias tienen al menos un jugador internacional. Hay 17 canadienses, 14 africanos¡ y hab¨ªa en el d¨ªa en el que arranc¨® la temporada 46 europeos. Nos parece normal, pero en el inicio de la temporada 1999-2000 hab¨ªa¡ 19 europeos en la NBA.
El baloncesto ha crecido a lo ancho; es m¨¢s global, un deporte profundamente internacional. Las ra¨ªces de su expansi¨®n, que tampoco pareci¨® siempre el proceso l¨®gico -natural- que acab¨® siendo, est¨¢n en Barcelona. En el empe?o de Boris Stankovic y David Stern, de FIBA y NBA. Una visi¨®n conjunta que provoc¨® un deshielo y un fin de los bloques que trajo al inolvidable Dream Team a los Juegos de 1992. El efecto de aquello (de Magic, de Bird, de Jordan, de Barkley, de Malone, de Pippen¡) es imposible de calcular en toda su dimensi¨®n. S¨ªsmica. Dispar¨® al baloncesto entre todos los aficionados, tambi¨¦n entre los m¨¢s peque?os, que de la televisi¨®n se fueron a la cancha. A jugar: los hijos del Dream Team llenaron una NBA a la que empiezan a llegar los hijos de estos. Solo en el ¨²ltimo draft hab¨ªa dos europeos en el top 10, Killian Hayes y Deni Avdija.
Los aficionados m¨¢s j¨®venes asumen con naturalidad que el lugar de los grandes talentos es la NBA, sin asterisco por su procedencia. Hace no tanto, los primeros europeos en llegar eran vistos desde este lado del Atl¨¢ntico como colonos en tierra lejana, extra?os en un lugar extra?o. El proceso siempre es as¨ª: primero poner el pie, despu¨¦s asentarse, romper la barrera de lo residual: jugar. Y finalmente brillar. Ahora las franquicias tejen redes de captaci¨®n de talento por todo el mundo, arriesgan con elecciones muy altas y practican el draft and stash: elegir en el draft calidad internacional en bruto y dejarla que madure, a veces durante a?os, antes de reclamarla. La conquista avanz¨® por la senda que abrieron Detlef Schrempf, Rik Smits o Uwe Blab desde las universidades y Georgi Glouchkov y Fernando Mart¨ªn desde la vieja Europa, hacia la comprensi¨®n desde Estados Unidos del talento tan especial que facturaban los Balcanes: Franjo Aarapovic, Vlade Divac, Drazen Petrovic, Toni Kukoc, Milos Babic, Dino Radja, Zan Tabak y Predrag Danilovic fueron drafteados entre 1987 y 1992, mientras ca¨ªa el Tel¨®n de Acero (Marciulionis, Sabonis, Volkov, Tikhonenko...) y el baloncesto se preparaba para el gigantesco punto de inflexi¨®n que fueron los inolvidables Juegos de Barcelona.
Por el camino quedaron muchos, de hecho algunos de los m¨¢s grandes de su generaci¨®n (y de todas) en Europa (Spanoulis, Jasikevicius, Djordjevic, Navarro...) ni hicieron caminos en Estados Unidos ni, en muchos casos, se sintieron c¨®modos intent¨¢ndolo. Tambi¨¦n persisten patrones: la NBA sigue prefiriendo al europeo alto y cultivado t¨¦cnicamente, ese tipo de jugador interior con buena mu?eca y conocimiento del juego, multiusos, que acab¨® buscando como el man¨¢ en el Viejo Continente, hasta debajo de las piedras y a veces hasta arriesgarlo todo: por cada Porzingis (n¨²mero 4 del draft en 2015) hay al menos un Dragan Bender (4 en 2016). Entre los all star europeos sigue predominando el jugador alto (Vucevic, Gobert, Jokic, el propio Porzingis, Antetokounmpo, Sabonis, antes los hermanos Gasol y Nowitzki¡) y siguen siendo excepci¨®n los guards, de Tony Parker y Goran Dragic a la explosi¨®n multicolor de Luka Doncic. Estados Unidos, mientras, sigue produciendo estrellas a un ritmo perfectamente saludable. Pero las fronteras se han difuminado. Los grandes jugadores, sencillamente, se abren paso lleguen desde donde lleguen.
No siempre fue as¨ª, en parte porque el baloncesto y el mundo tampoco eran as¨ª. La historia es un tapiz que recorre los primeros y heroicos minutos de Glouchkov y Fernando Mart¨ªn, la presencia firme de Schrempf y Smits, la llegada en 1989 del quinteto de la green card (Petrovic, Divac, Marciuolionis, Volkov, Paspalj¡) y la explosi¨®n posterior culminada por las tres mejores carreras de europeos en la NBA: Tony Parker, Pau Gasol y el m¨¢s grande todos, Dirk Nowitzki. El puente dorado hacia este tiempo en la que los europeos firman contratos de megaestrellas, se re¨²nen en los All Star y compiten por los grandes premios individuales. Una edad de oro que, es lo mejor de todo, vino para quedarse.
"Con este acuerdo hemos entrado en el Siglo XXI", aseguraba euf¨®rico el 7 de abril de 1989 Borislav Stankovic, secretario general del FIBA. La Federaci¨®n Internacional acababa de aprobar la presencia en todas sus competiciones de los profesionales de la NBA, que hasta entonces no pod¨ªan participar con sus equipos nacionales. Ese fue el caso de Fernando Mart¨ªn, el segundo europeo en desembarcar en EE UU desde el Viejo Continente. FM se despidi¨® de la Selecci¨®n en el Mundial de Espa?a en julio de 1986, tres meses antes de debutar con Portland Trail Blazers, y ya no volver¨ªa a jugar porque falleci¨® en diciembre de 1989. La resoluci¨®n de la FIBA le hubiera permitido acudir al Eurobasket 89, pero un c¨²mulo de circunstancias, incluidos problemas f¨ªsicos, lo impidieron. Los profesionales ten¨ªan v¨ªa libre ¡°con car¨¢cter inmediato¡± para disputar Europeos, Mundiales y Juegos Ol¨ªmpicos, aunque el gran estreno llegar¨ªa tres a?os despu¨¦s con el Dream Team de Barcelona 92. La votaci¨®n de las federaciones aprob¨® el concurso de los NBA por 56 votos a favor, 13 en contra (incluidos los de Estados Unidos, cuya federaci¨®n no quer¨ªa perder poder en favor de la NBA, y la Uni¨®n Sovi¨¦tica) y una abstenci¨®n, la de Grecia.
La decisi¨®n, que por otra parte ya se intu¨ªa hac¨ªa meses, cambi¨® radicalmente el panorama internacional, la NBA se preparaba para un paulatino desembarco de jugadores europeos, aunque todav¨ªa habr¨ªa que superar ciertas reticencias locales, entre ellas, las de la propia prensa estadounidense, a veces con m¨¢s prejuicios por lo que pod¨ªa venir de fuera que algunos directivos y entrenadores. En aquel ahora lejano 1989 los dos gigantes del baloncesto continental y grandes f¨¢bricas de talento, la URSS y Yugoslavia, se acercaban a su final como los pa¨ªses que hab¨ªamos conocido. El 9 de noviembre caer¨ªa el muro de Berl¨ªn, las guerras en Yugoslavia comenzar¨ªan en 1991 y la URSS quedar¨ªa disuelta a finales de ese mismo a?o. As¨ª que en 1989 ya se atisbaban medidas de relajaci¨®n del control de los dos gobiernos comunistas sobre sus deportistas, que no pod¨ªan abandonar el pa¨ªs sin la autorizaci¨®n del estado (los yugoslavos, al menos hasta cumplir los 28 a?os, aunque hubiese excepciones, como la de Drazen Petrovic, que aterriz¨® en Madrid a unos d¨ªas de cumplir 24; los sovi¨¦ticos, nunca, salvo autorizaci¨®n expresa, como la de la jugadora Uliana Semenova, de 2,13 m, que desembarc¨® en el Tintoretto Getafe en 1987. El Goskomsport (el comit¨¦ estatal de deportes de la URSS) lleg¨® a ver la salida de sus atletas como un medio de financiaci¨®n en un momento de grandes dificultades econ¨®micas y cre¨® una agencia llamada Sovintersport para gestionar los contratos de los jugadores. Gran parte de los ingresos iban al estado y al club de origen mientras que los deportistas recib¨ªan una peque?a asignaci¨®n, que, en algunos casos, como le ocurri¨® inicialmente a Semenova, apenas le daban para vivir en un pa¨ªs extranjero.
Estaban puestas las bases pol¨ªticas para un desembarco en la NBA, ahora quedaba que los jugadores tuvieran la calidad necesaria para el desaf¨ªo tras el frustrado paso del b¨²lgaro Georgi Glouchkov, el pionero en 1985 (de Varna a Phoenix), y el de Fernando Mart¨ªn (Portland, 1986-87). En el terreno estrictamente del talento tambi¨¦n se daban las condiciones propicias. Yugoslavia disfrutaba del alumbramiento de una generaci¨®n de ensue?o, verdaderos genios de este deporte que iniciaban el asalto a la cima como colectivo en el Eurobasket 89 y en el Mundial 90 con sendas medallas de oro antes de que todo saltara por los aires. Un equipo capaz de transmitir sensaciones al espectador europeo parecidas al s¨ªndrome de Stendhal frente a la acumulaci¨®n desmesurada de belleza art¨ªstica. Al tiempo, la nueva generaci¨®n de jugadores sovi¨¦ticos nacidos a partir de 1960 iban desterrando ese baloncesto mec¨¢nico que aplastaba al rival, pero que carec¨ªa de la creatividad que ya hab¨ªan mostrado los yugoslavos en la d¨¦cada anterior, la de los 70, con Slavnic, Kicanovic, Delibasic, Cosic¡
As¨ª que en 1989 se produjo el gran desembarco, cinco jugadores europeos cruzaron el charco para disputar la temporada NBA, tres yugoslavos (el croata Drazen Petrovic, el serbio Vlade Divac y el montenegrino Zarko Paspalj) y dos sovi¨¦ticos (el lituano Sarunas Marciulionis y el ucraniano Alexander Volkov). Y hubo negociaciones entre la Jugoplastika y los Celtics para que Dino Radja fuera el sexto, aunque finalmente su llegada se retrasar¨ªa cuatro a?os, hasta 1993. Se le adelant¨® en 1990 Stojan Vrankovic, muy amigo de Petrovic y que tuvo un contrato firmado con el Real Madrid, igual que meses despu¨¦s el propio Volkov, aunque ambos se rompieron antes de que pudieran vestir de blanco.
Petrovic se fuga del Madrid para sufrir y¡ triunfar
Cinco jugadores de golpe y porrazo, cinco estrellas europeas en la NBA, aunque la que m¨¢s brillaba entonces era Drazen Petrovic, que en marzo del 89 le hab¨ªa metido 62 puntos al Snaidero Caserta de Oscar Schmidt y del retornado Glouchkov y que en junio hab¨ªa sido el MVP del Eurobasket. En aquel verano, a Petrovic (Sibenik, 1964) a¨²n le restaban tres temporadas de vinculaci¨®n con el Madrid, pero Portland puj¨® fuerte y tras semanas de disputa en los despachos, que dejaban una sucesi¨®n de ofertas mejoradas al jugador y un mill¨®n de d¨®lares de compensaci¨®n al club blanco, el genio de Sibenik ten¨ªa el OK para firmar por los Blazers. El desembolso total por tres campa?as y una cuarta opcional superaba el mill¨®n anual. Por encima de lo que cobraba Clyde Drexler en ese momento. Drazen viajaba, como garante de sus opciones de ¨¦xito, con un talento pocas veces visto en Europa, una ¨¦tica de trabajo y una ambici¨®n personal por triunfar casi insuperables. Y, sin embargo, su primera temporada y media en EE UU fue muy dura, incluso pese a que Portland jug¨® la final en 1990 ante Detroit Pistons.
El reparto de minutos no le convenc¨ªa y era el cuarto exterior de la rotaci¨®n, mientras a mil millas al sur, en Los ?ngeles, su amigo Vlade Divac (fueron ¨ªntimos hasta el incidente de la bandera en el Mundial de 1990 y la posterior guerra) s¨ª viv¨ªa el sue?o americano en los Lakers junto a Magic Johnson. El p¨ªvot era cuatro a?os m¨¢s joven, ten¨ªa solo 21, y ambos se pasaban horas al tel¨¦fono en las que Petrovic le contaba sus sinsabores. No es que no confiaran en ¨¦l, pero los Blazers dispon¨ªan de una buena plantilla con un quinteto de muchos quilates (Terry Porter, Clyde Drexler, Jerome Kersey, Buck Williams y Kevin Duckworth) y Rick Adelman utilizaba a Drazen como especialista ofensivo. En 1990 lleg¨® Danny Ainge y Petrovic forz¨® el traspaso con unas declaraciones por las que fue multado, a lo que respondi¨® diciendo que no sab¨ªa que en EE UU faltaba libertad para expresarse. En enero de 1991 fue traspasado a New Jersey Nets, en el polo opuesto, una franquicia con pocas aspiraciones, que no alcanzaba los playoffs desde 1986, pero en la que podr¨ªa destacar con m¨¢s facilidad. Y de qu¨¦ manera lo hizo.
En los 43 partidos que restaban de ese curso pas¨® a jugar m¨¢s de 20 minutos para 12,6 puntos, en la 91-92 subi¨® a 20,6 tantos y fue segundo en la votaci¨®n de jugador m¨¢s mejorado de la Liga (tambi¨¦n mejor¨® su f¨ªsico, m¨¢s tirador y menos driblador) y en la 92-93 se dispar¨® hasta los 22,3 en 38 minutos en pista con un 52% en tiros de campo y un 45% en triples. Pudo ser elegido para el All Star, pero se qued¨® fuera, el cre¨ªa que ser extranjero le perjudic¨® entonces, quiz¨¢ tambi¨¦n sus gestos, mucho m¨¢s suavizados que cuando estaba en Europa, pero incluso as¨ª excesivos para algunos de sus rivales. La Liga le escogi¨® en su tercer mejor quinteto y los Nets esperaron demasiado a negociar su renovaci¨®n con detalles que no le gustaron al jugador. Todo se enquist¨®. Petrovic le dijo a su agente que quer¨ªa regresar al Madrid, donde Sabonis brillaba en su primer a?o, pero su representante le respondi¨® que el club blanco no ten¨ªa dinero para pagarle. Se habl¨® de que sus pretensiones superaban los tres millones de d¨®lares anuales y de un acuerdo con el Panathinaikos con opci¨®n de salida hasta el mes de julio en caso de oferta NBA. Su futuro estaba a¨²n abierto, Lolo Sainz estaba convencido de que un d¨ªa volver¨ªa al Madrid, pero todo se trunc¨® el 7 de junio de 1993 cuando falleci¨® en accidente de tr¨¢fico en una autopista alemana.
Divac releva a Kareem, vibra con Magic y deja huella en los Kings
"No tuve problema para encajar, mi problema era que el entrenador no me pon¨ªa"
Zarko Paspalj
Por entonces, Vlade Divac (Prijepolje, 1968) hac¨ªa ya tiempo que hab¨ªa perdido cualquier contacto con su antiguo amigo. Una bandera les separ¨® y la guerra en la antigua Yugoslavia termin¨® de romper los ¨²ltimos v¨ªnculos. El p¨ªvot serbio, protagonista de la final de 1991 ante los Bulls de Jordan meses antes del positivo por VIH de Magic Johnson, estuvo sus siete primeras temporadas, de las 16 que pas¨® en la NBA, en los Lakers, donde en la 93-94, la primera tras la muerte de Petrovic, iba a promediar 14,2 puntos y 10,8 rebotes. Y 16 y 10,4 en la siguiente. Lleg¨® a LA en 1989, en el primer a?o sin Kareem Abdul-Jabbar, y se march¨® en 1996 a Charlotte Hornets con muchas reticencias como parte del traspaso de Kobe Bryant y para dejar hueco salarial al fichaje de Shaquille O¡¯Neal. Luego volver¨ªa testimonialmente para retirarse en la 2004-05. En medio, dos cursos en Charlotte y seis en Sacramento Kings, donde junto a Jason Williams, Pedja Stojakovic y Chris Webber ampliar¨ªa su huella en la Liga hasta liderar la fase regular de la NBA en la 2001-02 con 61 victorias. Se retir¨® despu¨¦s de 1.255 partidos y con m¨¢s de 13.000 puntos, 9.000 rebotes, 3.500 asistencias y 1.500 tapones.
Paspalj, de la hipnosis para dejar de fumar a Popovich
De los tres yugoslavos que desembarcaron en 1989, Zarko Paspalj (Pljevlja, 1966) fue el que no logr¨® hacerse un hueco tras triunfar en el Partiz¨¢n de Belgrado con Djordjevic, Divac y el Zeljko Obradovic jugador. El alero zurdo de 2,07 m era entonces titular en Yugoslavia por delante de Tony Kukoc, alto y r¨¢pido en sus primeros a?os y buen tirador, aunque poco ortodoxo, muy talentoso, quiz¨¢ algo irregular y, eso s¨ª, con problemas m¨¢s tarde en su carrera desde la personal. Para la NBA le faltaba fortaleza y defensa, una mejor condici¨®n f¨ªsica. Gregg Popovich, asistente de Larry Brown, fue el que recomend¨® su fichaje para los Spurs despu¨¦s de viajar a Europa. Aquel verano entr¨® en el cinco ideal del Eurobasket con Galis, Petrovic, Ostrowski y Radja.
Popovich, de padre serbio y madre croata, acogi¨® inicialmente a Zarko en su propia casa en San Antonio, donde pudo ratificar que era un fumador empedernido, adicci¨®n que incluso trat¨® de dejar recurriendo a la hipnosis, aunque sin mucha convicci¨®n. La amistad, entre ambos, eso s¨ª, se mantuvo en el tiempo. Los medios ve¨ªan su fichaje como algo exc¨¦ntrico y el jugador, que lleg¨® sin saber ingl¨¦s y echaba de menos a los suyos, no ayudaba a cambiar esa imagen. "No tuve problemas para encajar pese a no hablar ingl¨¦s, mi ¨²nico problema es que el entrenador no me pon¨ªa", dir¨ªa m¨¢s adelante. Vuelta al Partiz¨¢n y luego a Grecia hasta que sus 16 puntos en la primera parte de la final ol¨ªmpica ante EE UU en Atlanta 96 le permitieron firmar un contrato con los Hawks a sus 30 a?os. Un problema matrimonial le hizo, sin embargo, renunciar en plena pretemporada. Volver¨ªa a Europa y en 1998 se retiraba en las filas del Kinder Bolonia, entre otros motivos, por recomendaci¨®n m¨¦dica. Posteriormente, tras el bombardeo de la OTAN a su pa¨ªs y la muerte de sus padres, sufrir¨ªa un infarto al concluir un partidillo de f¨²tbol sala que lo alej¨® de cualquier pr¨¢ctica deportiva.
La promesa de Gomelski
En el bando sovi¨¦tico, un lituano y un ucraniano se iban a estrenar en la NBA en aquel a?o 89 del siglo pasado. Ambos elegidos en sexta ronda del draft, Marciulionis en 1987 (aunque la elecci¨®n fue anulada por su edad, ya que cumpl¨ªa los 23 a?os nueve d¨ªas antes de la cita) y Volkov en 1986; y ambos en el quinteto ideal del Eurobasket 87, cuando comenz¨® a fraguarse su desembarco en la NBA camino de los Juegos de Se¨²l del 88. En la previa de la cita ol¨ªmpica, el Papa del baloncesto sovi¨¦tico, Alexander Gomelski, les transmiti¨® la certeza a sus jugadores de que, si ganaban el oro, el gran anhelo del t¨¦cnico (en M¨²nich 72 el seleccionador fue Vladimir Kondrasin), mover¨ªa los hilos para que pudieran salir a clubes extranjeros. Sus chicos confiaban en ¨¦l casi tanto como ¨¦l t¨¦cnico en conseguir el oro, incluso en los malos momentos y sin la seguridad de que un Sabonis convaleciente pudiera ayudarles. Y el oro fue suyo tras tumbar a EE UU en un partido memorable y a Yugoslavia en la final. Gomelski cumpli¨® su palabra, los acontecimientos ayudaron a que as¨ª fuera, y Kurtinaitis incluso particip¨® en el concurso de triples del All Star de la NBA en febrero de 1989. La salida no result¨® inmediata y hubo que esperar al verano del 89. Sabonis tambi¨¦n sali¨®, pero necesitaba recuperarse todo lo plenamente que fuera posible de la doble rotura del tend¨®n de Aquiles y sentirse otra vez jugador. Todo eso lo logr¨® durante tres temporadas en Valladolid antes de fichar por el Madrid y marcharse a Portland en 1995.
La fidelidad de Marciulionis con Donnie Nelson
Sarunas Marciulionis (Kaunas, 1964) no era el prototipo de jugador lituano, un escolta zurdo (en realidad era casi ambidextro) muy f¨ªsico y con un primer paso demoledor, al menos hasta que las lesiones le lastraron. Una negligencia interna le alej¨® del Zalgiris, de su Kaunas natal, y fich¨® con 17 a?os por el Statyba de Vilna, que solo abandon¨® puntualmente para participar en el Mundial de clubes con el Zalgiris en 1987. Quiz¨¢ por eso, al principio, su relaci¨®n con el n¨²cleo lituano de la selecci¨®n de la URSS no era tan fluida. Gomelski vio pronto su potencial, pero pese a su insistencia, el entonces seleccionador Vladimir Obujov decidi¨® que fuera el ¨²ltimo descarte para el Mundial 86 cuando ya era uno de los mejores jugadores del pa¨ªs (y un desconocido fuera). Marciulionis comenz¨® de ni?o practicando el tenis a buen nivel y cambi¨® al baloncesto despu¨¦s de ser hospitalizado por un accidente casero con un explosivo. Lleg¨® a la NBA tras solo tres campeonatos absolutos con la URSS y sin el bagaje en las competiciones europeas que hubiera tenido con el Zalgiris o el CSKA y, sin embargo, no quiso cambiar de club.
En su decisi¨®n de ir a los Golden State Warriors de Don Nelson, el padre de su amigo Donnie Nelson, al que conoci¨® en una gira del americano por territorio sovi¨¦tico como integrante de un equipo cat¨®lico para promover la religi¨®n en las universidades, tambi¨¦n pes¨® la fidelidad, en este caso la de la amistad entre ambos. Sarunas logr¨® zafarse de las presiones de Ted Turner, el fundador de la TBS y la CNN, que como propietario de Atlanta Hawks y debido a sus lazos comerciales con el gobierno comunista, negociaba directamente con Mosc¨². Los Hawks hab¨ªan estado de gira por la URSS en 1988 y, un a?o antes, un grupo de jugadores sovi¨¦ticos, entre ellos Marciulionis, hab¨ªan formado en verano un equipo mixto con integrantes de la plantilla de Atlanta.
El escolta, sin embargo, acab¨® en Golden State previo pago al Statyba de unos 300.000 d¨®lares y otras compensaciones. Aterrizaba en unos Warriors con Tim Hardaway, Mitch Richmond y Chris Mullin y en su segunda temporada entraba en playoffs. El lituano sobresali¨® despu¨¦s de superar una lesi¨®n en la rodilla izquierda. En la siguiente campa?a, la mejor de su carrera, promedi¨® 18,9 puntos en la fase regular y 21,3 y 5 asistencias en los playoffs de 1992. Ese verano se fracturar¨ªa el peron¨¦ corriendo en Vilna, a¨²n as¨ª a su regreso mantuvo su aportaci¨®n. Lo peor vino en septiembre de 1993, cuando se rompi¨® el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Campa?a en blanco y traspasado luego a Seattle, de ah¨ª a Sacramento y m¨¢s tarde a Denver. Una franquicia por curso en los tres ¨²ltimos en la NBA hasta su retirada en 1997 y tras ejercer de mentor de un Arturas Karnisovas entonces en el Bar?a camino ya del Olympiacos.
Marciulionis dec¨ªa adi¨®s meses despu¨¦s de una nueva lesi¨®n, ahora en el menisco, y de haber dejado la selecci¨®n lituana, a la que ayud¨® a financiar en sus inicios, con el bronce al cuello en los Juegos de 1996. En los a?os duros, a¨²n emergi¨® su talento para ser elegido MVP del Eurobasket 95 con 22,5 puntos de media por delante de su compatriota Sabonis. Desde su retirada siempre se ha mostrado muy activo: un hotel propio, academia de baloncesto, impulsor de la Liga lituana y de la del norte (NEBL), pol¨ªtica¡
N¨²mero de europeos en cada temporada:
70
56
57
54
16
11
4
4
1
1
1
46-53
54-61
62-69
70-77
78-85
76-93
94-01
02-09
10-17
18-21
Temporadas
N¨²mero de europeos en cada temporada:
70
56
57
54
16
11
4
4
1
1
1
46-53
54-61
62-69
70-77
78-85
76-93
94-01
02-09
10-17
18-21
Temporadas
N¨²mero de europeos en cada
temporada:
70
56
57
54
16
11
4
4
1
1
1
46-53
Temporadas
18-21
Volkov, el fichaje sovi¨¦tico del magnate Ted Turner
Marciulionis no acab¨® en Atlanta Hawks, pero s¨ª lo hizo Alexander Volkov (Omsk, en el actual distrito federal de Siberia, 1964), que desembarc¨® en Norteam¨¦rica tras darle la liga sovi¨¦tica al Stroitel de Kiev. Aquello tuvo su miga y lo hizo con un triple in extremis en la final frente al Zalgiris que fue anulado por estar supuestamente fuera de tiempo y, luego, concedido despu¨¦s de haberse jugado una pr¨®rroga, que quedar¨ªa sin efecto. Volkov es de la quinta de Sabonis y Tijonenko, con los que coincidi¨® ya en el Mundial j¨²nior del 83 y con el alero, tambi¨¦n un a?o en el CSKA por la obligaci¨®n del servicio militar. Como ellos, era un jugador moderno, un ala-p¨ªvot veloz, con bote, tiro y visi¨®n de juego que en la NBA lleg¨® a actuar hasta de escolta por necesidades del guion.
De no haber dado el salto a la NBA, Volkov hubiera jugado en el Madrid quiz¨¢ con Gomelski en el banquillo tras el adi¨®s de Lolo Sainz. De hecho, para firmar con Atlanta ejerci¨® una cl¨¢usula para liberarse que recog¨ªa el contrato con los blancos. Pens¨® que era "ahora o nunca" con 25 a?os y tras colgarse el oro ol¨ªmpico y abraz¨® la experiencia americana. Como Marciulionis, conoc¨ªa a la franquicia por haber formado parte de un equipo mixto con jugadores de los Hawks en el verano de 1987. Y como ¨¦l intent¨® firmar por otra franquicia previa anulaci¨®n de los derechos del draft; no lo logr¨® y rubric¨® un contrato de tres a?os con Atlanta.
La plantilla de los Hawks era en teor¨ªa competitiva y ser¨ªa dif¨ªcil que tuviera mucho espacio. Las lesiones de algunos compa?eros le abrieron algo de hueco, hasta los 13 minutos de media en 72 encuentros y 5 puntos por partido. El equipo no entr¨® en playoffs y Mike Fratello dej¨® de ser el entrenador. En la pretemporada del curso 90-91 se fractur¨® las dos mu?ecas en una ca¨ªda. A?o en blanco. En su tercer y ¨²ltimo curso arranc¨® fuerte, aunque luego se diluy¨® un poco hasta que Dominique Wilkins se rompi¨® el tend¨®n de Aquiles en enero de 1992, lo que acab¨® abri¨¦ndole las puertas de la titularidad. Concluy¨® con 8,6 tantos en casi 20 minutos en un total de 77 encuentros. Se habl¨® de un nuevo contrato; sin embargo, acab¨® de vuelta en Europa, primero en el Reggio Calabria italiano y luego en el Panathinaikos y el Olympiacos, con este ¨²ltimo se retir¨® en 1995 tras perder la final de la Euroliga frente a su excompa?ero Sabonis. Volvi¨® a vestirse de corto casi de manera promocional con el BC Kiev, ya que fue uno de sus fundadores en 1999. Luego sigui¨® por esa senda, la de los despachos, al frente de la Federaci¨®n de Ucrania, y tambi¨¦n en la pol¨ªtica. En 2011 convenci¨® a su exentrenador Mike Fratello para que dirigiera a la selecci¨®n ucraniana.
El tiempo vuela y ya han pasado casi 32 a?os desde que cinco j¨®venes europeos con talento y ambici¨®n, procedentes de la Europa Este, saltaran un muro que parec¨ªa insuperable, y no era el de Berl¨ªn, sino el de la NBA: llegar para quedarse y triunfar. Los llamaron el quinteto de la Green Card, por la tarjeta verde que da permiso a los extranjeros para vivir y trabajar en Estados Unidos. No todos alcanzaron la meta, pero su empe?o acerc¨® los dos baloncestos y allan¨® el camino de las generaciones posteriores del Viejo Continente. Cinco jugadores que hubieran formado juntos un quinteto de ensue?o: Petrovic, Marciulionis, Paspalj, Volkov y Divac. La imaginaci¨®n vuela.
Rudy Fern¨¢ndez recoge la pelota y, mientras da sus primeros pasos, mira al cielo. Tiene alguna cosa en mente. Seleccionado por votaci¨®n popular, se dispone a realizar su primer mate de la noche. Un Phoenix repleto de estrellas acoger¨¢ el primer intento (All Star 2009) de un europeo en el m¨ªtico concurso. En su cabeza, y en la del m¨¢s de medio mill¨®n de personas que le observan desde Espa?a, ojipl¨¢ticos, a 10.000 kil¨®metros de distancia, un nombre resuena con fuerza. Se quita la camiseta y ah¨ª est¨¢ Fernando Mart¨ªn: su diez, su camiseta de los Blazers, la primera piel espa?ola en la NBA. De pionero a pionero.
"No s¨¦ exactamente qu¨¦ va a pasar. Est¨¢ empezando el tema y hay que darle tiempo al tiempo, porque no es f¨¢cil adaptarse r¨¢pidamente. Creo que en los siguientes meses ser¨¢ m¨¢s sencillo todo. Tuve poco tiempo para sentir lo que es jugar en la NBA, pero ahora la NBA empieza para m¨ª", declaraba Fernando Mart¨ªn el 31 de octubre de 1986, tras disputar poco m¨¢s de dos minutos en la derrota de los Blazers frente a los Seattle Supersonics de Dalle Ellis y Tom Chambers; a su lado, Kiki Vandeweghe y Clyde Drexler. A?os despu¨¦s, llegar¨ªan a Oregon el propio Rudy, Sergio Rodr¨ªguez, cuyos alley-oops tienen su aquel en esta historia, y V¨ªctor Claver. La franquicia con m¨¢s espa?oles, caprichosamente.
La NBA empezaba para ¨¦l, pero tambi¨¦n para todo un pa¨ªs. La competici¨®n ven¨ªa de las penurias de los a?os setenta y, a golpe de Magic y Bird, alzaba el vuelo con un aleteo supers¨®nico. Michael Jordan, tan c¨®modo como se sent¨ªa en el aire, doblaba la apuesta. Sin ir m¨¢s lejos, esa temporada ser¨ªa la m¨¢s anotadora de His Airness, que pas¨® de promediar 22,7 puntos a 37,1 tras dejar atr¨¢s una lesi¨®n que pudo cambiar su carrera. Hom¨®logamente, Magic tambi¨¦n alcanzar¨ªa su s¨²mmum anotador (23,9+12,2 asistencias) y Bird, en su l¨ªnea (28,1+9,2+7,6), firmaba su temporada con mayor promedio de minutos. Extraterrestres. Seres que parec¨ªan de otra galaxia pero que Mart¨ªn demostr¨® que ten¨ªan su parte terrenal: eran de carne y hueso, se les pod¨ªa tocar, compart¨ªan pista con ellos.
Todo eso volv¨ªa a la memoria en 2009, a cada paso que Rudy daba hacia la canasta. "?Mart¨ªn? ?Qui¨¦n es Mart¨ªn?", repet¨ªan los comentaristas americanos, con ese acento que lo convierte todo en llano. Fern¨¢ndez deb¨ªa honrar su memoria, y lo hizo. Uno, dos, tres, cuatro pasos, pelota por detr¨¢s de la espalda, con violencia contra el tablero y, tras su rebote, mate a una mano. Al volver al suelo, ligera inclinaci¨®n hacia atr¨¢s, fruto de la inercia, que, en ning¨²n caso, iba a terminar en ca¨ªda: era el aura de un machacador contrastado, lo tangible de una cultura en la que ¨¦l, no estadounidense y juvenilmente espigado, a¨²n no era del todo bien recibido. Ese no era su papel. A¨²n menos el de Fernando 23 a?os antes, cuando Rudy era un beb¨¦ de uno; pero ah¨ª estaba el mallorqu¨ªn, y ah¨ª estuvo el madrile?o.
Nueve, nueve, ocho, ocho y ocho. 42 puntos tras el primer salto. En el segundo, hasta nueve intentos fueron necesarios para culminar la acci¨®n. Por el camino, risas y murmullos que, tras el ¨²ltimo salto, se terminar¨ªan convirtiendo en muecas de asentimiento y respeto. Bill Russell y Shaquille O¡¯Neal incluidos. Una met¨¢fora del trayecto nacional, e incluso europeo, por la mejor Liga del mundo.
No era una apuesta sencilla. Pau Gasol, a unos meses de lograr su primer anillo con los Lakers, ten¨ªa que rebotar la pelota contra la parte trasera del tablero; desde all¨ª, Rudy deb¨ªa envolverla y, a aro pasado, hundirla. Se consigui¨®, pero fuera de tiempo. Hecho que, seguramente, rest¨® en una puntuaci¨®n (42, otra vez) que el p¨²blico, asombrado con lo que acababa de ver, recibi¨® con abucheos. Nate Robinson, merecidamente, se llevar¨ªa el premio. Su segundo. El siguiente a?o repetir¨ªa, convirtiendo as¨ª sus 175 cm en los ¨²nicos que han ganado el certamen en tres ocasiones.
Su ¨²ltimo mate, como tantos otros que dej¨®, es un recuerdo imborrable. Una de esas actuaciones que lo a¨²nan todo: narrativa, puesta en escena y despliegue f¨ªsico. De verde completamente, pelota incluida, salt¨® por encima de Dwight Howard y su capa de Superman, la misma que, un a?o antes, hab¨ªa llevado al p¨ªvot hasta la victoria. Quer¨ªa ser su kriptonita y lo fue. De igual forma que Rudy lo hab¨ªa sido unos meses antes en Pek¨ªn, en la final de los Juegos Ol¨ªmpicos, cuando los Rudy, Gasol, Calder¨®n, Navarro, Garbajosa o Reyes llevaron al l¨ªmite a los Kobe, Carmelo, Wade, Paul o LeBron. "El partido nunca lo tuvimos cerrado, no puedo olvidarlo ni sacarlo de la cabeza, porque estoy convencido de que acabo de disputar un encuentro que pasar¨¢ a la historia como uno de los mejores", lleg¨® a decir este ¨²ltimo. "Estaban cagados, y si no lo admiten, mienten. Los hemos tenido", Marc Gasol. Y as¨ª fue. El 107-118 final no fue el mejor reflejo de un partido en el que, en muchos momentos, EE. UU se vio en serios apuros. "EE UU sobrevivi¨® al enorme desaf¨ªo que le plante¨® Espa?a y consigui¨® el oro", public¨® ESPN. Como Howard ante Rudy.
"Estoy convencido de que este partido contra Espa?a pasar¨¢ a la historia como uno de los mejores"
LeBron James
Tras 24 a?os, se repet¨ªa la haza?a. Espa?a sumaba su segunda plata ol¨ªmpica despu¨¦s de la de 1984, en Los ?ngeles. "Son mejores que nosotros", alabaron los primeros a los hombres de A¨ªto Garc¨ªa Reneses. Todos ellos, compa?eros de un Fernando que, tras ser drafteado por los New Jersey Nets (hoy, en Brooklyn) en 1985, retrasar¨ªa su llegada a la NBA, un a?o m¨¢s, para poder disputar la Copa del Mundo e intentar el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa: repetir, o mejorar, un imposible que se neg¨®. Un Fernando Mart¨ªn que ser¨¢ recordado y homenajeado cada tres de diciembre, pero tambi¨¦n en cada una de las barreras rotas m¨¢s all¨¢ del charco. Como en el mate de Rudy. El primero de un europeo en un concurso, el primero de un espa?ol.
Las c¨¢maras les siguieron hasta sentarse, uno al lado del otro: Rudy y Pau. El primero, con el paso del objetivo por delante, se?alaba al segundo, ech¨¢ndole la culpa entre bromas. Se sent¨ªan c¨®modos, ya no pisaban territorio desconocido. Un d¨ªa antes, Rudy hab¨ªa estado en pista en el partido de rookies contra sophomores; compartiendo juego, adem¨¢s, con Marc Gasol, que, como ¨¦l, formaba parte del primer equipo. Un a?o antes, Navarro tambi¨¦n hab¨ªa ocupado ese sitio. Un d¨ªa despu¨¦s, Pau iba a formar junto a los mayores, en el partido de las estrellas, repitiendo la presencia de 2006 y sumando una m¨¢s hasta las seis que terminar¨ªa logrando.
La conjugaci¨®n espa?ola empezaba a ser habitual en la NBA. Por mucho que se les atragantara a los nativos: las frases subordinadas iban perdiendo su prefijo y los verbos irregulares bailaban a su antojo. Dos a?os antes, sus ra¨ªces ya hab¨ªan mostrado c¨®mo se agarraban a una tierra que, no hace tanto, era desconocida. Por primera vez, cuatro espa?oles compart¨ªan parqu¨¦ en la NBA. Era la madrugada del 21 al 22 de noviembre de 2007 y, en el FedEx Forum de Memphis, los Grizzlies recib¨ªan a los Raptors. En el bando local, Pau Gasol y Juan Carlos Navarro; en el visitante, Jos¨¦ Manuel Calder¨®n y Jorge Garbajosa. Todos ellos, campeones del mundo un a?o antes. La noche espa?ola, la bautizaron, aunque no pudo ser del todo perfecta. Garbajosa, con problemas en el tobillo, no particip¨® en el partido. A pesar de ello, la ic¨®nica imagen no se escapar¨ªa. Los cuatro sonrientes y cruzando las miradas: los de Toronto hacia la derecha, los de Memphis hacia la izquierda y todo un pa¨ªs hacia el futuro y, nuevamente, hacia el pasado. Pioneros otra vez.
Calder¨®n se impuso en los dos partidos. Con grandes n¨²meros, adem¨¢s: sus 23 puntos y 18 asistencias, entre ambos encuentros, reduc¨ªan los 17 y 1 de Navarro y los 29 tantos y 17 rebotes de Gasol. Estad¨ªsticas considerables, pero que no dejan de ser anecd¨®ticas detr¨¢s de la ic¨®nica fotograf¨ªa. Una que conecta ya con tantas otras. Con la de Pau, junto a su querido Kobe, sosteniendo el trofeo de campeones o con la de Marc e Ibaka abrazados en medio del Oracle Arena de Oakland, bajo la mirada de Scariolo en el banquillo: reyes en 2019 con los Raptors. O con la de 2015, en el All Star de Nueva York, cuando los hermanos Gasol hicieron que Estados Unidos contemplara un salto inicial espa?ol. Un brinco con 29 a?os de impulso y en medio de una noche en que las estrellas brillaron como nunca.
Mitad cient¨ªfico loco mitad hombre del renacimiento, al Holger Geschwindner ni?o (naci¨® en en 1945) que creci¨® en la Alemania en ruinas de la posguerra le gustaba el deporte pero la cabeza le iba demasiado r¨¢pido como para llenarla con el f¨²tbol, casi el ¨²nico lenguaje com¨²n de Europa por entonces. Todo lo que, por lo que entend¨ªa como simple y fortuito, no le daba el deporte rey s¨ª lo encontr¨® en un baloncesto que, como el jazz, descubri¨® gracias a los soldados afroamericanos destinados en Alemania Occidental y que se convirti¨® en el recipiente de todas sus inquietudes y el escenario en el que obr¨® la obra maestra de toda una vida: Dirk Nowitzki.
Nowitzki es mucho m¨¢s que el mejor jugador de la historia del baloncesto europeo. Fue el presagio de unas cuantas revoluciones: cuando lleg¨® a la NBA solo hab¨ªa en la liga 38 jugadores no estadounidenses, la inmensa mayor¨ªa llegados desde College. Por entonces resultaba disparatado que una franquicia le diera un 9 del draft (hasta que ¨¦l lo fue, en 1998) a un jugador que aterrizaba directamente desde Europa. Cuando lleg¨® a la NBA los ala-p¨ªvots de 2,13 no driblaban como aleros ni eran letales desde la l¨ªnea de tres. La importancia de Nowitzki en la evoluci¨®n de la Liga hacia lo que es hoy merece tanta significaci¨®n como un curr¨ªculum en el que quedaron, cuando se retir¨® en 2019 despu¨¦s de 21 a?os en Dallas Mavericks, un anillo de campe¨®n, los MVP de Regular Season (2007) y Finales (2011), catorce All Star disputados, doce nominaciones All NBA (cuatro en el Mejor Quinteto) y 31.560 puntos, m¨¢s que Wilt Chamberlain y solo por detr¨¢s de Kareem Abdul-Jabbar, Karl Malone, LeBron James, Kobe Bryant y Michael Jordan.
Nowitzki tambi¨¦n es el ¨²nico jugador que ha llevado la misma camiseta NBA durante 21 temporadas (Kobe se qued¨® en 20 con los Lakers) y firm¨® una temporada con el m¨ªtico y esquivo 50-40-90: en la 2006-07, en la que fue MVP, meti¨® el 50% de sus tiros de campo, casi el 42% de sus triples y el 90% de sus tiros libres. Promedi¨® 24,6 puntos, casi 9 rebotes y 3,4 asistencias. Y, dir¨ªa, solo Tim Duncan est¨¢ sin discusi¨®n por delante (de ¨¦l y de todos) en la lista de mejores ala-p¨ªvots de la historia.
Nowitzki es uno de los mejores de siempre, una estrella con ese carisma tan especial que tienen las antiestrellas por vocaci¨®n y una Mona Lisa salida de una probeta, la de Geschwindner y su "Instituto del Sinsentido Aplicado" (Institute of Applied Nonsense), el lugar donde puli¨® al Dirk Nowitzki que apart¨® el tenis y el balonmano, el deporte que practicaba su padre, que pensaba que el baloncesto era m¨¢s propio de chicas porque su mujer, Helga, fue internacional alemana. Cosas: Geschwindner fue una contrarrevoluci¨®n en los tiempos de la explosi¨®n de los circuitos amateur (AAU) y el mercadeo con los j¨®venes talentos estadounidenses, de la inmersi¨®n en el baloncesto como ¨²nico fin y de la h¨ªper musculaci¨®n: sus pupilos aprend¨ªan a aprender, estudiaban ciencia y filosof¨ªa y casi no hac¨ªan pesas. A cambio, remaban durante horas en un lago por las ma?anas y dorm¨ªan en la pista de baloncesto por la noche. En el verano de 2010, la antiestrella Nowitzki acord¨® un nuevo contrato de 80 millones de d¨®lares por cuatro a?os en casa de Mark Cuban, con un simple apret¨®n de manos y sin grandes anuncios ni aspavientos. Era, claro, el verano de The Decision, el especial televisivo de LeBron James que puso Estados Unidos del rev¨¦s. Menos de un a?o despu¨¦s, el propio Nowitzki dej¨® sin anillo a la primera encarnaci¨®n de los super Heat de LeBron y se coron¨® definitivamente como el muy apropiado h¨¦roe de una opini¨®n p¨²blica que estaba muy lejos todav¨ªa de perdonar y abrazar al LeBron que acab¨® regresando a Cleveland.
Ese Nowitzki que jug¨® a un nivel prodigioso los playoffs 2011 no era ya en realidad el mismo jugador que estuvo a punto de volver a Alemania varias veces durante su a?o rookie, cuando parec¨ªa incapaz de adaptarse a Estados Unidos. Dorm¨ªa en un sof¨¢, tard¨® en comprarse una cama y cuando lo hizo eligi¨® una demasiado peque?a; los cheques sin cobrar de los Mavs se acumulaban junto a la televisi¨®n y la franquicia texana tuvo que poner personal a su servicio pr¨¢cticamente durante las 24 horas. Y ni as¨ª los entrenadores asistentes se evitaban sustos como salir corriendo a la carretera para ayudarle a cambiar la rueda de su coche a horas de un partido. Al primer Nowitzki, el que no quer¨ªa estar all¨ª, le salvaron la amistad con Steve Nash, a su manera otro outsider y un vecino con el que beb¨ªa cerveza y hablaba de f¨²tbol, y la tozudez de Geschwindner, que conoci¨® a Dirk cuando este ten¨ªa 15 a?os y traz¨® un plan quinquenal para ponerle en la NBA: lo tuvo que adelantar, la oportunidad era irrechazable, cuando encontr¨® la v¨ªa para ense?ar su producto a Am¨¦rica a trav¨¦s del NBA Hoop Summit de 1998, por entonces el ¨²nico escaparate para un europeo que no iba a disputar el torneo universitario. All¨ª Nowitzki sum¨® 33 puntos y 14 rebotes y sac¨® de la pista a un lote de promesas que inclu¨ªa a Quentin Richardson, Rashard Lewis y Al Harrington. Donnie Nelson, en Dallas, ya estaba tomando notas.
Los 12 pa¨ªses con m¨¢s europeos en la NBA:
36
30
22
18
17
13
13
13
12
12
12
12
Francia
Serbia
Croacia
Alemania
Espa?a
Grecia
Lituania
Rusia
Italia
Eslovenia
Turqu¨ªa
Reino Unido
* Incluye jugadores nacionalizados
Los 12 pa¨ªses con m¨¢s europeos en la NBA:
36
30
22
18
17
13
13
13
12
12
12
12
Francia
Serbia
Croacia
Alemania
Espa?a
Grecia
Lituania
Rusia
Italia
Eslovenia
Turqu¨ªa
Reino Unido
* Incluye jugadores nacionalizados
Los 12 pa¨ªses con m¨¢s europeos
en la NBA:
36
Francia
30
Serbia
22
Croacia
18
Alemania
17
Espa?a
13
Grecia
13
Lituania
13
Rusia
12
Italia
12
Eslovenia
12
Turqu¨ªa
12
Reino Unido
* Incluye jugadores nacionalizados
Geschwindner, capit¨¢n de la selecci¨®n alemana en los Juegos de M¨²nich 1972, fue para quienes le conocieron un adelantado a su tiempo: de haber nacido m¨¢s tarde, dicen que habr¨ªa sido sin duda otro europeo en la NBA. En 1995 ya hab¨ªa calculado que el tiro perfecto ten¨ªa que ser de 60 grados. Sus apuntes y bocetos pasaron del papel y boli a un programa inform¨¢tico que fue perfeccionado hasta pulir capa a capa el lanzamiento en suspensi¨®n de Nowitzki: la resistencia del viento, la presi¨®n de los dedos sobre el bal¨®n, la longitud de los brazos... c¨¢lculos perfectos aplicados despu¨¦s a la imperfecci¨®n de los partidos, en situaciones de agotamiento y entre empujones de rivales. En su libreto hab¨ªa t¨¦cnicas robadas a violinistas y pianistas y le gustaba que, al pie de su castillo b¨¢varo, sus jugadores realizaran movimientos con la bola mientras su amigo Ernie Butler tocaba piezas de jazz con su saxo.
Con todo lo antiamericano que era su m¨¦todo, su fin era el coraz¨®n mismo de los estadounidenses, el baloncesto y el jazz. Y su figura conecta a Nowitzki con el mism¨ªsimo inventor del juego, James Naismith. Su mentor Theo Clausen le hab¨ªa conocido a?os antes gracias a una beca en el YMCA de Massachusetts. As¨ª, muy de primera mano, lleg¨® a Geschwindner el juego con cuya s¨ªntesis ¨¦l se obsesion¨® despu¨¦s: "darle sentido cient¨ªfico para liberar su belleza natural".
No le cobr¨® nunca a Nowitzki nada que no fueran los gastos que le supon¨ªan, por ejemplo, los viajes permanentes a Estados Unidos durante el a?o rookie de un jugador del que ahora cuesta recordar que fue novato fr¨¢gil y estrella se?alada por su falta de liderazgo cuando su equipo perdi¨® en las Finales de 2006. O en la primera ronda de 2007 ante los Warriors, despu¨¦s de ganar 67 partidos de una Regular Season cuyo trofeo de MVP no quer¨ªa ni presentarse a recoger tras aquella derrota en playoffs, seguramente la peor de su vida (8 puntos y 2/13 en tiros en el partido definitivo).
Un jugador que suplic¨® para que el lockout de 1998 no se resolviera y as¨ª no tener ni que jugar su primera temporada en una NBA que Geschwindner le hab¨ªa prometido que no pisar¨ªa hasta dos a?os m¨¢s tarde. Los Mavericks, desesperados, llevaron a otro n¨²mero 9 del draft (este en 1996), Samami Walker, a jugar partidillos con ¨¦l para que entendiera que no ten¨ªa nada que temer de un campeonato que reverenciaba desde que el Dream Team de Barcelona 92 pisara Europa meses despu¨¦s de que ¨¦l comenzara a lanzar a canasta, con 13 a?os. Por uno de sus integrantes, Charles Barkley, empez¨® a jugar con el n¨²mero 14 que convirti¨® en Dallas en ese 41 que ya es para siempre suyo porque lo ten¨ªa ocupado Robert Pack. Holger Geschwindner pens¨® cuando le conoci¨® que con un siete pies que pudiera tirar cambiar¨ªa para siempre la historia del baloncesto. Y lo hizo. Desde W¨¹rzburg, con un padre que no quer¨ªa que jugara el baloncesto y con un mentor que le llev¨® de escalada al Gran Ca?¨®n antes de su debut en la NBA para demostrarle que por mucho que ascendiera, la cima siempre seguir¨ªa estando un poquito m¨¢s arriba. Hasta que Nowitzki consigui¨® lo imposible: que dejara de estarlo.
Hace tiempo que Europa dej¨® de ser una nota a pie de p¨¢gina en la mejor Liga del mundo. Hace mucho que pas¨® de curiosidad a vivero de jugadores importantes para muchos equipos de la NBA. Pero en los ¨²ltimos a?os el desembarco ha alcanzado unas cotas tan grandes (en cantidad y calidad) que lo extra?o ahora es no ver europeos en cada una de las franquicias. Y no verlos, adem¨¢s, entre los mejores de la NBA. La primera d¨¦cada de los 2000 fue un punto de inflexi¨®n, con el big three europeo formado por Dirk Nowitzki, Tony Parker y Pau Gasol dejando claro que lo tiempos hab¨ªan cambiado. Les siguieron los pasos los Marc Gasol, Goran Dragic, Joakim Noah y compa?¨ªa. Pero es a partir del verano de 2013, a?o en el que los Bucks draftean a Giannis Antetokounmpo, cuando se puede poner fecha a la explosi¨®n e inicio de la edad de oro de los jugadores europeos en la NBA.
Desde entonces han llegado una serie de jugadores que han tenido una influencia grande, muy grande o enorme en el desarrollo de las ¨²ltimas temporadas. Por ah¨ª est¨¢ Rudy Gobert, uno de los mejores defensores desde hace a?os, o Domantas Sabonis, de los ¨²ltimos en llegar de esta nueva aristocracia europea pero que ya est¨¢ en niveles de all star. Tambi¨¦n los dos Bogdanovic (Bogdan y Bojan) que han puesto al servicio de sus equipos su gen¨¦tica de ese talento balc¨¢nico que es inagotable. O Nikola Vucevic, que sin hacer ruido se fue formando una carrera en Orlando hasta convertirse en un p¨ªvot sobresaliente (y tambi¨¦n all star). Nunca se hab¨ªan juntado en la NBA tantos europeos de semejante nivel. Y a¨²n falta lo mejor, porque este grupo est¨¢ coronado por las tres joyas de la corona. Un griego, un serbio y un esloveno que son, hoy por hoy y sin discusi¨®n, tres de los mejores jugadores del mundo.
Giannis Antetokounmpo es, de momento, el ejemplo perfecto de esta edad de oro europea. El griego ha sido dos veces MVP de la NBA, algo que s¨®lo pueden decir otros 13 jugadores en la historia desde que en 1956 se entregara el primer galard¨®n al por entonces ala-p¨ªvot de los St. Louis Hawks Bob Pettit. Anteto parece salido del laboratorio del baloncesto del siglo XXI. Esa mezcla de altura, envergadura, potencia y agilidad que permite cada vez m¨¢s a los jugadores romper los l¨ªmites de las cinco posiciones en pista. Giannis es ala-p¨ªvot, eso est¨¢ claro. Pero a nadie extra?a verle subir el bal¨®n como si de un base se tratara, o de medirse en la zona con los p¨ªvots rivales. Lo que en f¨²tbol llamar¨ªan un ¡®todocampista¡¯ y que cada vez se ve m¨¢s en el deporte de la canasta y, especialmente, en la NBA, donde se les llama unicornios.
Lo de subir el bal¨®n botando como un base con m¨¢s de 2 metros de altura (2,11 oficiales ahora) ya lo vieron en Zaragoza en 2012, cuando le firmaron un contrato de cuatro a?os d¨ªas antes de cumplir los 18. Giannis jugaba en la segunda divisi¨®n griega y entonces ya era capaz de recorrer la pista de canasta a canasta (entonces med¨ªa 2,04, pero al lado de rivales y compa?eros parec¨ªa a¨²n m¨¢s largo que ahora). Para desgracia del entonces CAI Zaragoza y de toda la ACB, ese joven prometedor nunca lleg¨® a pisar la ciudad del Ebro. En junio de 2013 los Bucks le eleg¨ªan en la 15? posici¨®n del draft. Ya es, sin duda, uno de los robos m¨¢s grandes que hayan salido fuera de los puestos de la loter¨ªa (del 1 al 14).
Aunque no s¨®lo la gen¨¦tica le ha ayudado a llegar hasta los m¨¢s alto. Tambi¨¦n el trabajo continuo para ir puliendo aspectos de su juego. Algunos todav¨ªa los tiene pendientes, otros los ha mejorado con creces, pero lo que no ha cambiado es una ¨¦tica de trabajo que resaltan todos los que han coincidido con ¨¦l y que Giannis achaca a sus tiempos de ni?o y adolescente en Atenas, cuando sal¨ªa con su hermano Thanasis a vender en la calle relojes, carteras y gafas de sol para llevar dinero a casa. "Siempre voy a llevar eso conmigo, es como aprend¨ª a trabajar as¨ª", ha contado alguna vez este jugador hijo de inmigrantes nigerianos, ilegales en Grecia, que por esa situaci¨®n irregular tardaron meses en poder volar a Estados Unidos para estar con su hijo. De hecho, Giannis no obtuvo la nacionalidad griega hasta 2013. Ahora es un ¨ªdolo. Una met¨¢fora del mundo en el que vivimos.
Y de un sin papeles con or¨ªgenes africanos pasamos a un balc¨¢nico con m¨¢s clase que el 95% de la NBA, algo si se quiere muy europeo. Nikola Jokic tiene algo en com¨²n con Antekounmpo, aunque en el caso del serbio se eleve a la m¨¢xima potencia. Denver Nuggets lo eligi¨® en el puesto 41 del draft de 2014. Si coger a Giannis en el 15 era un robo, lo de Jokic ha resultado el atraco de la d¨¦cada. En n¨²meros pocas veces vistos para su posici¨®n, comienza a recordar estad¨ªsticas que no se ve¨ªan desde Wilt Chamberlain, posiblemente el p¨ªvot m¨¢s dominante de la historia. Pero si el bueno de Wilt aprovech¨® su superioridad f¨ªsica para aplastar rivales y r¨¦cords, lo de Jokic es todo cabeza.
Seguramente una de las cosas que m¨¢s atraen de ¨¦l es precisamente que no tiene pinta de jugador. O al menos no de jugador de elite moderno. Aunque en los ¨²ltimos meses ha conseguido una figura que nunca estuvo ah¨ª nunca, ni ahora ni antes, cuando incluso parec¨ªa pasado de peso, ha dado la sensaci¨®n de ser un deportista ultraprofesionalizado seg¨²n los est¨¢ndares del siglo XXI. ?l funciona a su propio ritmo y mejor que sea as¨ª, porque si no nos estar¨ªamos perdiendo un jugador ¨²nico en su especie.
Hace literalmente de todo. Mete puntos sin parar (8? m¨¢ximo anotador de la temporada), coge rebotes como se le supone a un p¨ªvot que tiene que cogerlos (8?) y reparte asistencias como nadie pod¨ªa imaginar que lo hiciese un tipo de 2,11 (5?, 8,7 por partido). Su ritmo de pases de canasta le convierte ya, sin discusi¨®n posible, en uno de los mejores p¨ªvots de la historia en la creaci¨®n de juego. Una mente absolutamente privilegiada para este deporte que no necesita sentirse superior f¨ªsicamente para serlo de verdad. Suya es la m¨ªtica frase "Lo que menos me ha gustado es correr" cuando le preguntaron por su experiencia en el concurso de habilidades del All Star de 2017. Toda una declaraci¨®n de intenciones de un jugador que est¨¢ peleando por el que ser¨ªa el primer MVP de su carrera.
Y para cerrar el podio de la aristocracia europea en la NBA, otro que es m¨¢s que probable que acabe su carrera con alg¨²n que otro premio a mejor jugador de la temporada. Luka Doncic ha sido el ¨²ltimo en unirse a esta nueva ¨¦lite que quiere cambiar definitivamente los n¨²cleos de poder en la liga norteamericana. Al esloveno le ha costado menos que a nadie poner en entredicho la supuesta inferioridad del jugador del Viejo Continente con el estadounidense. En su primera temporada en la liga fue Rookie del A?o (segundo europeo tras Pau Gasol), firm¨® n¨²meros s¨®lo comparables a los m¨¢s grandes en sus a?os de debut (Jordan, LeBron, Robertson¡) y su franquicia, Dallas Mavericks, cambi¨® sobre la marcha el plan. En febrero s¨®lo quedaba un titular de los que hab¨ªan empezado el curso cuatro meses antes. Por supuesto, era Doncic. El resto hab¨ªan tenido que hacer las maletas porque en Dallas se dieron cuenta a la primera que era alrededor de ¨¦l sobre quien hab¨ªa que construir todo el proyecto. Y se pusieron a ello.
Los Mavs, esa franquicia que dio la oportunidad al mejor europeo que haya pisado las pistas de la NBA, un Dirk Nowitzki que les devolvi¨® la confianza con creces, quieren ahora construir un nuevo proyecto ganador con Doncic como pieza fundamental. En este caso, a diferencia de los dos anteriores, lo eligieron muy alto. Fue el n¨²mero 3 de 2018 y los texanos cambiaron su n¨²mero 5 por el tercer puesto de los Atlanta Hawks para hacerse con los servicios del hasta entonces jugador del Real Madrid. Por delante, Phoenix Suns (Deandre Ayton) y, sobre todo, Sacramento Kings (Marvin Bagley) no se atrevieron a draftear a un jugador europeo que seg¨²n pensaban unos cuantos en Estados Unidos ten¨ªa poco margen de mejora despu¨¦s de su espectacular paso por el baloncesto europeo. La no elecci¨®n de Doncic por parte de esas dos franquicias es probable que sea una de esas decisiones incompresibles que se recuerden para siempre.
Doncic ha sido el ¨²ltimo en llegar de una camada que est¨¢ transformando la mejor Liga del mundo. En un momento de cambio en la forma de jugar, con los jugadores siendo cada vez m¨¢s due?os de sus carreras y una expansi¨®n internacional consolidada que no deja de llenar las arcas de la NBA, los europeos son ya parte fundamental de esta competici¨®n a todos lo niveles.