Rockets: Harden, Westbrook y otro suspenso en matem¨¢ticas
Cuatro derrotas seguidas y una imagen de total impotencia ante los Lakers cierran la era D'Antoni y cuestionan la propuesta de Morey y el encaje de dos MVP de la NBA.
James Harden lleg¨® a Houston Rockets el 27 de octubre de 2012, con 23 a?os. Desde entonces, ha enlazado ocho All Star seguidos (de ocho posibles: 2013-20), ha sido MVP una vez (2018) y ha jugado a nivel de poder serlo unas cuantas m¨¢s. Ha ganado tres t¨ªtulos de M¨¢ximo Anotador de la NBA, y ha dejado un reguero de actuaciones (m¨¢s en Regular Season que en playoffs, mucho m¨¢s) y cifras prodigiosas. Literalmente de videojuego. Despu¨¦s de tres a?os de ausencia, los Rockets regresaron con ¨¦l, en aquel 2013, a playoffs y han firmado un ocho de ocho en las eliminatorias con Harden. Ahora mismo, y tras el fin de la era Spurs, ning¨²n equipo de la NBA tiene m¨¢s presencias consecutivas en las eliminatorias. Sostenidamente, los Rockets de James Harden han sido uno de los mejores equipos de la NBA y uno de los aspirantes al anillo, ya sea (pocas veces) como favorito de primera l¨ªnea de parrilla o como wildcard m¨¢s o menos oscura.
En 2016, despu¨¦s de que JB Bickerstaff hiciera de puente tras el feo final de Kevin McHale, lleg¨® al banquillo Mike D¡¯Antoni. En plena fiebre Warriors, los Rockets (esto tiene m¨¦rito) aceptaban el reto en lugar de cobijarse en sue?os de futuro y apostaban por anotar m¨¢s que los de la Bah¨ªa. Esa fue la m¨¢xima en la presentaci¨®n del entrenador de West Virginia, si bien acabaron aspirando al anillo desde la premisa contraria: la defensa, con el especialista Jeff Bzdelik (hoy en los Pelicans) llevando al extremo las propuestas de Ron Adams en los Warriors, fue lo que estuvo a punto de hacer campeones a los Rockets en 2018. Sea como fuera, D¡¯Antoni ha anunciado que se va despu¨¦s de cuatro temporadas en las que su equipo ha sido el segundo mejor de la NBA en victorias (tras los Warriors, la sombra que se alarga inacabable sobre los texanos). Se marcha con su segundo premio de Entrenador del A?o (2017) y el mejor porcentaje de victorias en la historia de unos Rockets que han cumplido un cuarto de siglo sin jugar las Finales (1995, el a?o del segundo anillo de Hakeem Olajuwon).
Porque en este tramo de ocho a?os de Harden (la mitad con D¡¯Antoni), los Rockets han perdido tres veces en primera ronda, tres en segunda y dos en la final del Oeste. Cuatro de esas eliminaciones han sido contra los Warriors, un equipo de leyenda, con cara y cruz en las lesiones (en 2016 Stephen Curry, en 2018 Chris Paul, en 2019 Kevin Durant) y la certeza de que consiguieron construir el equipo mejor pensado para mezclar en playoffs con esos Warriors portentosos con los que nadie parec¨ªa en realidad capaz de mezclar (en tres a?os con KD solo perdieron en playoffs la Final de 2019... tras las lesiones del propio Durant y Klay Thompson).
Un equipo sin respuestas en el gran escenario
Si preferimos considerar a los Warriors una anomal¨ªa hist¨®rica, una especie de parca que te acababa consumiendo de una forma un otra, fij¨¦monos entonces en las otras dos eliminaciones (cuatro fueron contra los de, todav¨ªa, Oakland) que han sufrido los Rockets en los seis ¨²ltimos a?os: ante los Spurs en 2017 y ante los Lakers ahora, en 2020. Hace tres a?os, los Rockets hab¨ªan ganado el 67% de sus partidos (55-27) y hab¨ªan eliminado a los Thunder. En segunda ronda, ganaron de forma muy convincente en el estreno ante los Spurs (99-126) y acabaron perdiendo cuatro de los cinco siguientes partidos, el ¨²ltimo de forma horrenda (75-114), en su casa y ante un rival sin Kawhi Leonard, lesionado. James Harden anot¨® 10 puntos con un 2/11 en tiros para cerrar una serie en la que los Spurs se concentraron en colapsar su producci¨®n y dejar que el resto de los Rockets tuviera que ganarse las habichuelas: no lo hicieron y D¡¯Antoni empez¨® a ser se?alado por su falta de ajustes y su escasa fe en los jugadores de rotaci¨®n.
En 2020, los Rockets ganaron el primer partido a los Lakers de forma tambi¨¦n convincente (97-112) y perdieron los cuatro siguientes. Otra vez sin ajustes y sin respuestas, partido tras partido, ante los traps de los Lakers a un Harden let¨¢rgico o ante una sencilla zona 3-2. Despu¨¦s de anotar 97 puntos en el primer partido, los Lakers sumaron, ante la te¨®ricamente temible defensa texana, 117, 112, 110 y 119. Los Rockets fueron cayeron de forma perfectamente progresiva en anotaci¨®n: 112, 109, 102, 100, 96. Arrollados en muchos tramos de los partidos tercero y cuarto, se vieron en el quinto (al borde de la eliminaci¨®n, acabaron perdiendo por 23) 33-11 en solo nueve minutos. No comparecieron en el d¨ªa oficial de la eliminaci¨®n.
A eso hay que sumar los 27 triples seguidos fallados en el maldito s¨¦ptimo partido de 2018 ante los Warriors (la gran oportunidad de los Rockets), 10 de ellos de un Harden que acab¨® con un 2/13 y un 12/29 en tiros totales. Ya en 2015, el escolta se qued¨® en dos canastas y 12 p¨¦rdidas en el partido definitivo ante los Warriors. En 2016, sin Curry, los de Kerr ganaron por 33 el ¨²ltimo encuentro. En 2017 y 2020 tambi¨¦n acabaron con palizas. En 2018 ganaban por 11 al descanso y estaban a dos cuartos (en su pista) de unas Finales en las que esperaban unos Cavaliers bajo m¨ªnimos. En 2019, tambi¨¦n en su pabell¨®n y sin Durant enfrente, no pudieron forzar el s¨¦ptimo partido aunque Stephen Curry no anot¨® en el primer tiempo y manejaban una ventaja de siete puntos a once minutos del final.
Sirva esta larga autopsia para entender que el problema no es perder en esta segunda ronda con los Lakers de LeBron James y Anthony Davis, algo perfectamente posible. Es que ning¨²n a?o acaba siendo el a?o, por unas cosas u otras. Es que hay unos patrones claros en la derrota y es que se pueden haber agotado lo conejos en la chistera (o la calculadora, en este caso), del general manager Daryl Morey, el padre de la revoluci¨®n estad¨ªstica en la NBA (el principal padre, al menos) y un tipo con el m¨¦rito de construir siempre proyectos ambiciosos y aparentemente ganadores y la posible tara de querer ganar con lo que acaba pareciendo m¨¢s una teor¨ªa econ¨®mica que un estilo de juego.
Westbrook: un ¨®rdago medi¨¢tico... de m¨¢ximo riesgo
Ahora, con el cad¨¢ver todav¨ªa caliente, es f¨¢cil asumir como un error tr¨¢gico la apuesta por Russell Westbrook. En realidad, fue un por qu¨¦ no dentro de un qu¨¦ m¨¢s da en un gigante y si fuera posible qu¨¦. Una anomal¨ªa en una franquicia dirigida por la m¨¦trica y los algoritmos. La certeza es que este proyecto muri¨® cuando en 2019 no pudo con los Warriors. Se perdi¨® otra oportunidad y, sobre todo, se consumieron las excusas: en 2018 la lesi¨®n de Chris Paul hab¨ªa sido considerada crucial en la derrota, menos de doce meses despu¨¦s no lograron que la ausencia de Kevin Durant tuviera el mismo efecto en su n¨¦mesis, los Warriors (otra vez). James Harden no quiso, eso es lo que m¨¢s o menos se sabe, seguir jugando con Chris Paul, con perspectiva el mejor compa?ero que ha tenido (por talento y por encaje) en Houston; el propietario Tilman Fertitta pidi¨® un electroshock y los Rockets, con dudas de su centro tecnol¨®gico (otra vez, es lo que m¨¢s o menos se sabe), se lanzaron ciegos a por un golpe de efecto medi¨¢tico, una rendici¨®n al polvo de estrellas. Russell Westbrook, el tirador m¨¢s ineficiente de la historia reciente de la NBA, fue adquirido a precio de oro por un equipo creado en base a la eficiencia de los tiros y la maximizaci¨®n del punto por posesi¨®n. ?Qu¨¦ pod¨ªa salir mal?
Si los Warriors hab¨ªan cerrado del todo la ventana de ese proyecto, tal vez solo un giro inesperado y estruendoso la volviera a abrir, aunque fuera a costa de hacerla pedazos. Era un pensamiento voluntarista, pero tal vez tambi¨¦n el ¨²nico posible desde la tierra quemada. Las posibilidades te¨®ricas de la mejor versi¨®n del d¨²o Harden/Westbrook (dos guard MVP juntos todav¨ªa en su mejor tramo de edad, algo nunca visto) eran arrebatadoras, lo suficiente para poner de nuevo todos los motores en marcha. Pero los Rockets, conviene recordarlo ahora, acabaron cuartos del Oeste despu¨¦s de llegar como sextos a la burbuja. All¨ª firmaron un 4-4 antes de los playoffs, terminaron en 44-28 con solo un +3 en diferencia media de puntos, y se salvaron ante los Thunder (de Chris Paul¡) en el ¨²ltimo segundo del s¨¦ptimo partido. Ven¨ªan de perder cuatro de sus ¨²ltimos cinco partidos antes del par¨®n del 11 de marzo. Y seis de los ¨²ltimos catorce. La salida de Clint Capela y la evoluci¨®n hacia el ultra small ball ha sido uno de los movimientos m¨¢s comentados y analizados, y sobre el que m¨¢s se ha fantaseado, de los ¨²ltimos meses. Pero, en el mundo real, desde el traspaso de Capela los Rockets firmaron un 12-10 en regular season y se han quedado en un 5-7 en playoffs. La cruda realidad es que, seguramente, los Rockets 2019-20 no eran tan buenos.
La culpa de todo, que quede claro, no la tiene el ultra small ball, ese quinteto con Robert Covington (2,01) de ala-p¨ªvot y PJ Tucker (1,96) de p¨ªvot. De hecho, esta f¨®rmula es la que permiti¨® liberar la mejor versi¨®n de los Rockets y de Westbrook, tras la salida de Capela y la llegada de Covington (una de las piezas m¨¢s codiciadas del pasado mercado invernal: a los Rockets hay que exigirles en funci¨®n de su plausible ambici¨®n). Con la zona despejada, Westbrook dej¨® de tirar triples horrendos y empez¨® a penetrar aprovechando las v¨ªas que siempre abre ante la atenci¨®n defensiva que concentra Harden. En paralelo, la defensa se convirti¨® en un muro de ajustes y m¨²sculo, con defensores similares en cada posici¨®n; un baile radical que aturd¨ªa a unos rivales que ya no pod¨ªan intentar dejar a sus bases ante p¨ªvots lentos ni a sus p¨ªvots ante bases peque?os.
La apuesta parec¨ªa ¨®ptima cuando consegu¨ªa imponer su forma de jugar al rival, crear cortocircuitos desde la defensa y aprovechar em ataque los caminos al aro y los pases hacia el exterior en un equipo que, recordemos, desprecia absolutamente el tiro de media distancia. La cuesti¨®n es que no hab¨ªa plan B, y que los Rockets siempre parecen aspirantes cuando va bien y un perfecto desastre cuando las cosas no salen. Blanco o negro sin grises, y los grises ganan batallas en playoffs. As¨ª, y sin ajustes entre partidos en un harakiri solo hasta cierto punto comprensible, los Rockets se estrellaron con unos Lakers para los que el small ball es jugar con LeBron James (2,06) de base y Anthony Davis (2,08) de p¨ªvot. Un equipo de quintetos con jugadores muy grandes... pero con calidad para jugar como peque?os. La pesadilla perfecta para D¡¯Antoni, que respondi¨® con sorna triste cuando le preguntaron si era imposible que el small ball funcionara en la hora de la verdad: ¡°Preguntad a los Lakers, es con small ball como nos han ganado¡±.
Es muy dif¨ªcil ganar el anillo con un solo plan, imposible si ese plan no es pluscuamperfecto. Los Rockets, un equipo tan apegado a los n¨²meros, lo fio todo a una cuesti¨®n de volumen y suma aritm¨¦tica desde el triple: necesitaba, como punto de partida, unos 40 triples m¨¢s que los Lakers en la eliminatoria para clasificarse. Al final solo sumaron 14 m¨¢s en cinco partidos, la nada al lado de la sangr¨ªa que supuso el rebote (227 a 163 para los angelinos) y la anotaci¨®n recibida en su aro en porcentajes que rozaron el 80% en algunos partidos. Con su eficiencia defensiva desparramada (octavo de los ocho semifinalistas de Conferencia), los Rockets concedieron una tonelada de puntos f¨¢ciles tras puerta atr¨¢s, se vieron desbordados con demasiada facilidad en el uno contra uno (el primer muro de contenci¨®n) y parecieron llegar tarde a todos los cambios.
Cuando trataron de cerrar el aro en el quinto partido se llevaron (ellos, precisamente) 19 triples, el r¨¦cord en playoffs de unos Lakers que jugaron los minutos de la basura con Dwight Howard y JaVale McGee juntos en pista. De forma ir¨®nica, los dos p¨ªvots que hab¨ªan desaparecido de la rotaci¨®n seg¨²n avanz¨® y se ti?¨® de amarillo y morado la serie. Ese final fue una caricatura para unos Rockets que tampoco parecen tener nunca el ¨¢nimo adecuado, la urgencia de pelear, el esp¨ªritu rebelde que exige superar los trances de los playoffs. Que siempre los hay. Porque, adem¨¢s, los n¨²meros siempre acaban traicionando: los Rockets ganaron los 16 partidos de Regular Season en los que metieron al menos el 40% de sus triples¡ y, en el momento decisivo de la temporada, perdieron tres seguidos contra los Lakers haciendo exactamente eso.
Perder tambi¨¦n acaba siendo un h¨¢bito
Este asunto de la preparaci¨®n an¨ªmica del equipo se?ala directamente a James Harden, otra vez apagado cuando vinieron mal dadas, anulado demasiado f¨¢cil (aparentemente) por la (extraordinaria) defensa de los Lakers. Ninguna gran estrella quiere perder. Esto es obvio, pero tambi¨¦n lo es que a unas les importa un poco menos que a otras y que Harden podr¨ªa (recopilando lo visto en los ¨²ltimos a?os) formar parte del primer grupo. Hay algo que le impide ser decisivo en series completas ante los rivales m¨¢s duro, impulsar a su equipo m¨¢s all¨¢. Y puede ser el agotamiento f¨ªsico y mental que exige su estilo y el de los Rockets. Su usage (n¨²mero de posesiones que acapara cuando est¨¢ en pista) se mueve siempre en n¨²meros hist¨®ricos desde que lleg¨® a Houston. Este a?o (36,4%) ha sido el segundo m¨¢s alto de su carrera, suficiente para estar en el top 10 hist¨®rico. Desde que la NBA mide cada posesi¨®n, solo un jugador con un usage de 35% o m¨¢s ha metido a su equipo en las Finales: Allen Iverson (35,9%) en 2001. Y de los otros 23 que han superado esa cifra, solo dos han llegado a la final de Conferencia: George Gervin en 1982 y Harden en 2018, el a?o de la gran oportunidad.
James Harden lleva en la NBA desde 2009. Tiene 31 a?os y ya le hemos visto cansarse de jugar con Dwight Howard y con Chris Paul. Su mejor versi¨®n exige un desgaste que le repercute (eso parece) en playoffs, su ¨¢nimo no es precisamente de hierro y se ha desencadenado del todo como megaestrella a las ¨®rdenes, para bien o para mal, del entrenador que se acaba de ir, Mike D¡¯Antoni. Una de las armas de ataque m¨¢s fabulosas de la historia, Harden se limita a tirar de tres o buscar o bien la bandeja o bien la l¨ªnea de personal en una f¨®rmula eficaz en Regular Season (demoledora, de hecho) pero que no parece castigar lo suficiente a las defensas rivales en playoffs. No a las mejores. Y ese es un problema al que los defensores de la estad¨ªstica avanzada como alfa y omega tienen que empezar a enfrentarse cuanto antes: lo que vale para temporadas completas contra 29 equipos diferentes, puede no hacerlo en emparejamientos concretos donde tienes que ganar cuatro partidos de siete al mismo rival. No vale que tu f¨®rmula sea infalible contra el 95% de la NBA si es in¨²til contra el otro 5%. Porque es precisamente con ese 5% con el que te vas a jugar los t¨ªtulos.
Harden cobrar¨¢ 41,2 millones la pr¨®xima temporada, 44,3 la siguiente y 47,3 (player option) en la 2022-23, que cerrar¨¢ con casi 34 a?os. Russell Westbrook cumple 32 en noviembre y, otro super max, tiene garantizados en los tres mismos a?os 41,3 millones, 44,2 y (otra player option) 47. Sus playoffs 2020 han sido desalentadores, precedidos (eso s¨ª) de la convalecencia por coronavirus y de una lesi¨®n muscular que lo par¨® en los primeros partidos ante los Thunder. Lejos de la plenitud f¨ªsica (por estas circunstancias... o por el paso de los a?os), ha visto como los Lakers prescind¨ªan casi literalmente de defenderlo y como sus suspensiones totales, desde cualquier zona, se quedaban en un 28,6%. Ha promediado 19,8 puntos, 7,4 rebotes y 5 asistencias con un 42% en tiros, un 25,9 en triples y un 53,8 desde la l¨ªnea de personal. Y ha lanzado solo diez veces menos que Harden desde la l¨ªnea de tres.
Soluciones cada vez m¨¢s borrosas
Una receta para el desastre que los Lakers que los Lakers exprimieron con pu?o de hierro ante un rival sin respuestas y cuyos dos MVP tienen garantizados m¨¢s de 265 millones durante tres temporadas. Si se suma el contrato de un Eric Gordon tambi¨¦n de 31 a?os, tenemos durante esos tres cursos 98,6, 106,8 y 113,9 millones. Solo entre ellos tres. Con una de las plantillas m¨¢s veteranas de la NBA y sin ning¨²n joven despuntando, los Rockets tampoco tienen un gran saco de picks para renovarse tras las inversiones hechas en los ¨²ltimos tiempos, la principal para hacerse con un Westbrook que, finalmente, no ha hecho nada m¨¢s que reivindicar a Chris Paul, que ha jugado una temporada formidable en OKC. Est¨¢n sin entrenador, su due?o suele huir del impuesto de lujo (as¨ª, entre otras cosas, se fue Trevor Ariza en el verano de 2018, para muchos un poco medi¨¢tico pero esencial principio del fin) y tienen a media rotaci¨®n libre despu¨¦s de esta temporada. Entre los que siguen, un Danuel House muy tocado por el esc¨¢ndalo que le apart¨® de la serie ante los Lakers (una mujer accedi¨® a su habitaci¨®n) y PJ Tucker, un jugador trascendental (pero ya de 35 a?os) para lo que proponen los Rockets y que, despu¨¦s de rebajar sus pretensiones para firmar en 2017, espera ahora una suculenta compensaci¨®n. Su objetivo inicial, 55 millones por cuatro temporadas. Es decir, hasta los 39 a?os...
Los Rockets pulieron al m¨¢ximo su propuesta. B¨¢sicamente (si esto es guerra, que vengan balas) lo que hab¨ªa que hacer para, sin medias tintas, lanzar un ¨®rdago en esta temporada en la que, por fin, no estaban por en medio los Warriors. Que volver¨¢n, para colmo. Pero al hacerlo crearon un roster, sin p¨ªvots y sin apenas bases puros, extra?o y concebido para jugar solo como han jugado con D¡¯Antoni. Quien llegue al banquillo, tendr¨¢ que enfrentarse a esa reestructuraci¨®n casi sin margen salarial, sin activos de mercado y con el ¨¢nimo de la tropa por los suelos. En la rueda de nombres hay mucho ex de la casa (Jeff Van Gundy, Sam Cassell¡), algunos que est¨¢n en todas las salsas (Tyronn Lue, Jason Kidd¡) y unos cuantos asistentes de primer nivel, de esos que est¨¢n en las agendas de todas las grandes franquicias. El reto es may¨²sculo para un equipo que (insisto, con perspectiva), ten¨ªa su mejor opci¨®n con Chris Paul, en ning¨²n caso con Russell Westbrook. Y que en el cuestionable trueque dos primeras rondas y el derecho a intercambiar otras dos.
La situaci¨®n es m¨¢s peliaguda porque, en definitiva, los Rockets no tienen ninguna de las vetas que se suelen exprimir para mejorar (o intentarlo) una plantilla: ni margen salarial, ni picks en el draft de 2020 (y no gran cosa despu¨¦s), ni jugadores j¨®venes que puedan tentar a otras franquicias... ni siquiera un propietario con ¨¢nimo de meterse en el impuesto de lujo, del que huy¨® despavorido en 2018 por mucho que en Houston se vendiera que estuvieron a una lesi¨®n de Chris Paul de derrocar a los todopoderosos Warriors. Con contratos que empiezan a verse como inflados (la extensi¨®n de Gordon, la millonada de Westbrook...), jugadores ya veteranos o a punto de serlo, el ahora vilipendiado Danuel House como mejor baza joven (no es tal pero es lo m¨¢s parecido: tiene 27 a?os¡) y con, descontando los diez contratos que est¨¢n garantizados, poco m¨¢s de un mill¨®n de margen salarial en las proyecciones que se manejan para el complicado salary cap de la pr¨®xima temporada
Cuando acab¨® el cuarto partido, D¡¯Antoni habl¨® sin tapujos de ¡°falta de actitud¡±. Cuando le preguntaron por ese problema emocional del equipo, un Harden despatarrado en una silla se limit¨® a dar esta respuesta: ¡°Esa es una buena pregunta¡±. Si hay que plantearse qu¨¦ falla a nivel an¨ªmico en los Rockets, conviene mirar primero a Harden. No por ensa?arse con ¨¦l sino porque, sencillamente, es el jugador franquicia y la pieza sobre el que gira todo el rompecabezas. Y el veterano de un vestuario que no demostr¨® fuerza ni dureza cuando los Lakers pusieran las cosas serias de verdad. Es dif¨ªcil saber cu¨¢nto de eso hay y cu¨¢nto de anomal¨ªa matem¨¢tica, la paradoja constante de Daryl Morey, en otra temporada con mal final para los Rockets. O incluso si ambos factores, el div¨¢n del psiquiatra y las tablas de Excel, acaban confabulando en una ola de negatividad y agotamiento, f¨ªsico y mental. Como dije antes, puede que los Rockets 2019-20 no fueran, sencillamente, tan buenos como se les quiso imaginar. Pero no es solo esta temporada, son todas las anteriores¡ y las preguntas que siguen sin respuesta. O, lo que es mucho peor, que empiezan a tener respuestas cada vez m¨¢s claras.