El nuevo hogar de los Warriors: ?una Disneyland capitalista?
El Chase Center de San Francisco, m¨¢s de 1.000 millones de inversi¨®n, ser¨¢ el pabell¨®n de los Warriors a partir de 2019. Los opositores avisan: ¡°Puede costar vidas¡±.
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Desde el downtown de San Francisco, de los ribeteos dorados del sol en las aguas de la Bah¨ªa al bullicio de Union Square entre m¨²sica callejera y ruido de obras, se antoja perfectamente normal el traslado de Golden State Warriors a una de las capitales del mundo. La ciudad que ha cedido parte de su encanto contracultural al ascenso vertiginoso de los d¨®lares de Silicon Valley y la industria tecnol¨®gica que se asienta a su alrededor: Twitter, Facebook, Google¡ San Francisco es un mercado gigantesco, moderno y abierto al mundo. Y los Warriors son el equipo de la nueva era en la NBA. El de la colecci¨®n de estrellas imposibles y el que le debe a Stephen Curry y sus haza?as de dibujos animados la reconversi¨®n de sus partidos en escaparates sociales para esa nueva alta sociedad tecnol¨®gica de la Bah¨ªa. San Francisco no tiene equipo de baloncesto y no tiene un gran pabell¨®n cubierto. A partir de 2019 tendr¨¢n al equipo en el que ahora juegan Curry, Kevin Durant y Klay Thompson y un pabell¨®n, el Chase Center, cuya construcci¨®n absorber¨¢ m¨¢s de 1.000 millones de d¨®lares de los que ni un centavo saldr¨¢ de los bolsillos de los contribuyentes.
Pero desde Bay Bridge, el puente de la Bah¨ªa que une San Francisco con Oakland, por el que pasan 250.000 coches al d¨ªa y el que aparece en la camiseta de los Warriors, la percepci¨®n cambia y las piezas solo encajan en una suerte de rapto de la vieja personalidad del equipo de Oakland, al otro lado del puente. Los Warriors, la vida es c¨ªclica, se fueron all¨ª huyendo de los problemas para construir un nuevo pabell¨®n en San Francisco y, como los Raiders (NFL) que se ir¨¢n a Las Vegas, echaron ra¨ªces en la parte dura de la Bah¨ªa, en esa mole que conforman en mitad de ninguna parte el Oracle y el Coliseum, un recuerdo que ya empieza a ser borroso de otros tiempos para el deporte estadounidense. Menos dinero, m¨¢s esp¨ªritu. Pero sin ni siquiera cruzar el puente, caminando hacia la derecha entre los muelles que dejan atr¨¢s el At&T Park de los Giants (MLB), tampoco todos recibir¨¢n con los brazos abiertos a un equipo de baloncesto hist¨®rico con su nuevo (y gratuito para la ciudad) pabell¨®n fara¨®nico. Mission Bay, la zona elegida para la mudanza, fue hace mucho una activa conexi¨®n entre los transportes mar¨ªtimo y ferroviario. Despu¨¦s, cuando ese sector emigr¨® precisamente a Oakland, una zona depauperada; Y ahora, finalmente, es una de las capitales mundiales de la investigaci¨®n m¨¦dica y biosanitaria, un hito de la Universidad de California y sede de un moderno hospital infantil. Y el centro de la protesta contra un traslado que ya es inevitable: los Warriors pusieron el 17 de enero la primera piedra en unas obras de financiaci¨®n completamente privada. 1.400 millones de d¨®lares para levantar el nuevo pabell¨®n y dos enormes torres de oficinas.
En 2010 Joe Lacob, que hac¨ªa fortuna en Silicon Valley y que hab¨ªa probado suerte dentro del grupo propietario de los Celtics, se ali¨® con 30 peque?os inversores y el productor de Hollywood Peter Guber (50 nominaciones a los Oscar y m¨¢s de 3.000 millones recaudados con t¨ªtulos como El Color P¨²rpura, Rain Man, Batman o Flashdance) para comprar los Warriors por 450 millones de d¨®lares. Por entonces un r¨¦cord que se ha quedado, los nuevos tiempos, en nada: hoy la franquicia tiene en valor estimado en unos 2.600 millones, solo por detr¨¢s de Knicks (3.300) y Lakers (3.000) y con posibilidad de ser la m¨¢s valiosa de la NBA cuando se concrete el traslado a San Francisco. Lacob y su grupo nunca ocultaron que el futuro pasaba por la mudanza, lo intentaron en 2012 casi al pie de Bay Bridge y lo han concretado ahora, cuando han podido saltarse muchas barreras burocr¨¢ticas ya que la inversi¨®n corre de su cuenta y los terrenos eran privados. Marc Benioff, que se hizo multimillonario con su empresa de software Salesforce, invirti¨® m¨¢s de 270 millones en unos terrenos que ten¨ªan que servir para apuntalar unas instalaciones de las que ha sido uno de los principales benefactores: don¨® 100 millones de d¨®lares para la construcci¨®n del hospital. Cuando esa nueva log¨ªstica acab¨® en otra parte de la ciudad, se reuni¨® con Lacob y Guber y les vendi¨® los terrenos en los que se levantar¨¢ un complejo de 4,4 hect¨¢reas con parques y zonas verdes rodeando la nueva joya de la corona que se asomar¨¢ a la Bah¨ªa desde Mission Bay¡ y a solo 300 metros del hospital infantil.?
Ser¨¢, en realidad, el epitome de las nuevas instalaciones deportivas estadounidenses: cerca del downtown y con un espacio el¨¢stico pensado para producir experiencias integrales en el p¨²blico: de 9.000 personas en convenciones a 18.000 en los partidos de los Warriors pasando por conciertos, congresos, galas¡ Quienes invierten m¨¢s de 1.000 millones necesitan crear espacios que generen beneficios pr¨¢cticamente las 24 horas de los siete d¨ªas de la semana. Y para eso tienen que tenerlos siempre activos: los partidos de los Warriors (41 de Regular Season y los playoffs, cuando los jueguen) podr¨ªan no llegar ni al 20% de las 220 actividades anuales que ya se proyectan. Si se suman solo aficionados al baloncesto, se recibir¨¢ a m¨¢s de 2 millones de personas al a?o. Entradas, parkings, restaurantes¡ Beneficios que ahora apenas se explotan en el Oracle Arena, que no es propiedad de unos Warriors que ni siquiera pueden negociar con su nombre y que pagan un alquiler que, de hecho, ha subido para estas dos pr¨®ximas temporadas en las que jugar¨¢n en Oakland con la mente ya en San Francisco.?
El nuevo pabell¨®n se llamar¨¢ Chase Center porque Morgan Chase firm¨® el mayor contrato de naming de la historia de los recintos deportivos estadounidenses: algo menos de 20 millones al a?o durante 20 a?os. A unos 8 kil¨®metros de Cow Palace, donde jugaban los Warriors (1962-1971) tras llegar desde Philadelphia y antes de irse a Oakland (y donde ten¨ªan problemas para promediar 5.000 espectadores por partido), el Chase Center generar¨¢ 14 millones de d¨®lares para la ciudad en recaudaci¨®n de impuestos, ser¨¢ completamente interactivo (banda ancha a toda m¨¢quina durante cualquier evento, realidad virtual, interacci¨®n del aficionado con estad¨ªsticas y datos de los partidos¡) y ofrecer¨¢ una variedad de restaurantes, de grandes cadenas a locales de lujo regentados por chiefs locales, que derriba la vieja noci¨®n del viejo aficionado con su viejo perrito caliente y su vieja cerveza. Los nuevos tiempos, a lo grande: ¡°San Francisco era una ciudad de primera clase mundial sin un recinto de primera clase mundial¡±, dice Lacob. ¡°Este es el negocio de la transmisi¨®n de emociones, somos empresarios de las experiencias¡±, a?ade Guber. Y Benioff, el v¨ªnculo entre la Mission Bay biotecnol¨®gica y la del show business, aplaude: ¡°Aportar¨¢ m¨¢s variedad a la zona y eso no es malo. Hasta ahora, la gente de San Francisco ten¨ªa que marcharse a San Jos¨¦ para ver a U2¡¡±.
Pero esta no es una historia de multimillonarios imponiendo la ley de los d¨®lares. Al menos no del todo. La oposici¨®n, cada vez m¨¢s doblegada y agrupada en torno a la asociaci¨®n Mission Bay Alliance, est¨¢ liderada por ilustres (y acudaladas) personalidades universitarias y de la investigaci¨®n m¨¦dica, y asesorada por David Boies, abogado estrella que en 1998 lleg¨® el caso del gobierno contra Microsoft y que form¨® parte del equipo de Al Gore en la carrera electoral de 2.000. Bruce Spaulding, el gran responsable de la reconversi¨®n de una zona que en los ochenta era ¡°marihuana, cristales rotos, barro y edificios decr¨¦pitos¡±, fue quien eligi¨® esos terrenos para el nuevo hospital universitario con casi 300 camas. Hoy lo rodean seis edificios de laboratorios y empresas dedicadas a la investigaci¨®n en un ¨¢rea de casi 300.000 metros cuadrados en los que se asientan cuarteles generales de Bayer y Pfizer. Jeff Sheehy, uno de los dirigentes del Instituto de California de Medicina Regenerativa, es uno de los m¨¢s vocales en una asociaci¨®n que no se da por vencida: ¡°San Francisco nunca ha sido lo que quieren que sea ahora, ha tenido otros valores. No se trata de tener un pabell¨®n porque Nueva York tenga el Madison Square Garen¡ Ahora quieren para la ciudad los Juegos Ol¨ªmpicos, la Super Bowl¡ Quieren una Disneyland del capitalismo consumista¡±.?
La Mission Bay Alliance define a los propietarios de los Warriors como ¡°multimillonarios de sombra alargada¡± y lanza un ominoso mensaje sobre el futuro de la zona que pretende proteger: ¡°Puede haber muertos¡±. Ese es, sin duda, uno de los puntos mollares del enfrentamiento. La avalancha de gente que acudir¨¢ a los eventos puede colapsar todav¨ªa m¨¢s un tr¨¢fico que ya es complicado y dificultar con ello de forma dram¨¢tica (y llegado el caso, letal) el acceso de ambulancia y veh¨ªculos de emergencia. Incluso la Asociaci¨®n de Enfermeras ha manifestado que el nuevo proyecto es incompatible con la zona hospitalaria. Los cr¨ªticos se?alan que el nuevo parking solo tendr¨¢ 950 plazas cuando hasta 18.000 personas acudir¨¢n a los partidos de los Warriors. Los inversores contestan que el nuevo transporte suburbano ya proyectado llegar¨¢ hasta el pabell¨®n, se potenciar¨¢n autobuses y ferrys y se crear¨¢n l¨ªneas de conducci¨®n limpia para las urgencias hospitalarias. Pero los vecinos intuyen ah¨ª un gasto extra v¨ªa impuestos que no aparece en los planes iniciales, que han ido sorteando obst¨¢culos como un dossier de 800 p¨¢ginas en el que se criticaba con todo lujo de detalles su futuro impacto urbano y medioambiental.
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Y es que las complicadas mareas vecinales de la San Francisco actual aparecen tambi¨¦n al final de las opiniones enfrentadas sobre este proyecto. Es, no hay que olvidarlo, una ciudad que lleva a?os enredada con la actividad de los Google Buses, servicio de transporte privado de las empresas tecnol¨®gicas que recoge a m¨¢s de 8.000 personas todos los d¨ªas en 125 paradas y las transporta a esas nuevas y gigantes industrias (de ah¨ª su nombre: autobuses de Google) que est¨¢n redefiniendo el perfil de una ciudad azotada por la gentrificaci¨®n y cuyos habitantes se est¨¢n marchando a otros lugares como, parad¨®jicamente, Oakland. Desde 2.000 el precio medio de la vivienda se ha multiplicado por cuatro mientras Forbes ubica en la Bah¨ªa la sant¨ªsima trinidad del terror de los alquileres: San Francisco, San Jose y ya tambi¨¦n Oakland. La otra ciudad, la de siempre, percibe la expansi¨®n de una suerte de nuevo opresor tecnol¨®gico que, inevitablemente, ya est¨¢ asociado a estos Warriors que hace un par de d¨¦cadas eran el equipo de esa Oakland desde la que la cultura de las bandas salt¨® a la primera plana de la prensa nacional en el funeral del capo de la droga Felix Mitchell, en el que catorce limusinas acompa?aron a un f¨¦retro transportado por un coche de caballos. 31 a?os despu¨¦s, todo ha cambiado: el mundo, Am¨¦rica, Oakland y San Francisco. Y tambi¨¦n los Warriors, que en poco m¨¢s de dos a?os jugar¨¢n de nuevo al otro lado de la Bah¨ªa y en ese Chase Center cuyas obras repiquetean desde enero junto a los muelles de Mission Bay. Eso es lo ¨²nico seguro.