La llave de un s¨²per equipo: los Warriors y el milagro defensivo
Su ataque acapara r¨¦cords y titulares y por eso a veces se olvida algo esencial: cuando realmente lo necesitan, los Warriors tambi¨¦n son uno de los mejores equipos defensivos de la historiaUnicaja - Barcelona en directo: Liga Endesa 2018
Cuando regresemos a estos a?os que estamos viviendo para recordar a estos Warriors hist¨®ricos (250 victorias desde la llegada de Steve Kerr en tres temporadas todav¨ªa sin completar) se hablar¨¢ desde luego de su capacidad para destruir a sus rivales con uno de los ataques m¨¢s sofisticados, libertarios, est¨¦ticos y eficaces de la historia del baloncesto. De los triples de Stephen Curry y lo que provocan en la defensa (y la psique) rival y de esa catarata de recursos que se basa en velocidad de pase, tiradores por todas partes, una finalizaci¨®n vertical reinventada con JaVale McGee y esa sinfon¨ªa callejera de bloqueos y pantallas lejos de la bola (legales y no tanto¡) que confunde a unos contrarios que persiguen sombras mientras chocan con muros que sencillamente no deber¨ªan estar ah¨ª. El ataque de los Warriors establece premisas de partida y concede la suficiente libertad de acci¨®n a sus protagonistas para ser casi imposible de leer. El rango de tiro de Curry es un problema obvio, pero tambi¨¦n lo son sus bloqueos inesperados con su 1,91 y las secuencias de escuadra y cartab¨®n que acaban con Klay Thompson liberado: esta temporada, 302 triples lanzados en catch and shoot ocho d¨¦cimas despu¨¦s de recibir (como promedio) y con un acierto de casi un 43% en ellos.
?Qu¨¦ se puede hacer contra eso? Nada, casi nunca. No si a ese ataque mort¨ªfero y distinto a todo lo que conoc¨ªamos se suma una defensa extraordinaria: mort¨ªfera y distinta a todo lo que conoc¨ªamos. Desde luego ya no es un secreto pero no siempre reparamos con la suficiente atenci¨®n, deslumbrados por ese Picasso constante que es su generaci¨®n de puntos, en que los Warriors son, cuando se ponen a ello, la mejor defensa de la NBA. O m¨¢s bien la defensa perfecta para esta NBA. De hecho solo as¨ª, con un ataque hist¨®rico y una defensa ¨²nica, se construye un equipo legendario.
Los minutos de la basura y el alto ritmo de partidos llenos de tramos intrascendentes repercuten en las estad¨ªsticas finales, en lo num¨¦rico, de una defensa que no llega en peso a los ratings de los Spurs 2003-04 (94,1) y 1998-99 (95) o de los Pistons 2003-04 (95,4), un muro m¨®vil y asfixiante en el que se adivinaba algo de lo que ahora hacen los Warriors. Al menos si se compara lo que hac¨ªan los Wallace (Ben y Rasheed) con lo que hace, ahora con la ayuda de los brazos kilom¨¦tricos de Kevin Durant, Draymond Green. Como el ataque, aunque no siempre de forma tan perceptible, la defensa de los Warriors es una mutaci¨®n, una evoluci¨®n precipitada que aprovecha lo que le ofrece su ¨¦poca, una en la que no queda rastro de la defensa ilegal y los privilegios de los p¨ªvots en el poste. Una que ha dibujado una NBA de tiro exterior, obsesi¨®n por los espacios e intercambio l¨ªquido de posiciones y roles. Cuanto m¨¢s se sigue el camino de los Warriors en ataque, m¨¢s carburante se echa a una defensa ideada para ese tiempo y ese lugar. Y as¨ª los rivales cierran un c¨ªrculo de perdici¨®n.
Una defensa que no podr¨ªa haberse gestado sin la materia prima adecuada. Y conviene reconocer el trabajo de unos ingenieros (de Joe Lacob al imprescindible Bob Myers) cuyas decisiones en el ¨²ltimo lustro no fueron siempre bien entendidas por expertos y aficionados. Al menos cuando todav¨ªa estaban poniendo andamios para levantar la actual edad de oro: Lacob fue triturado en la Bah¨ªa por cambiar a Monta Ellis por Andrew Bogut y la opini¨®n p¨²blica se dividi¨® profundamente cuando los Warriors fueron de farol con Dwight Howard para amarrar a escondidas a Andre Iguodala o cuando rechazaron incluir a Klay Thompson en el traspaso por Kevin Love. Pero todas esas decisiones florecieron en el instrumental draft de 2012 en el que los Warriors se llevaron a Harrison Barnes, Draymond Green y Festus Ezeli. Una sutil cadena de acciones y consecuencias: Bogut lleg¨® lesionado y no jug¨® hasta la siguiente temporada, lo que (junto a la salida de Ellis) ayud¨® al equipo ser lo suficientemente malo como para salvar el pick protegido que acab¨® siendo Barnes (n¨²mero 7). Del mismo modo, la continuidad de Klay tuvo una obvia recompensa directa pero tambi¨¦n evit¨® que Kevin Love ocupara el espacio natural que todav¨ªa no hab¨ªa empezado a devorar Green. Para la temporada 2013-14, en la antesala de la era Kerr y ya con Bogut e Iguodala, esa defensa hist¨®ricamente irrisoria de los Warriors ya era la tercera mejor de la NBA.
Los Warriors estaban dejando atr¨¢s su rol tradicional de equipo h¨ªper atractivo pero inofensivo (Run TMC, We Believe¡). Y entonces (mucho antes del salto al hiperespacio que supuso cambiar a Barnes por Kevin Durant) lleg¨® Steve Kerr. Y con ¨¦l Ron Adams, un gur¨² defensivo que fue mano derecha de Thibodeau y pas¨® de so?ar con ser entrenador jefe a acomodarse en su funci¨®n de ide¨®logo en unos Warriors cuyas coreograf¨ªas defensivas le hacen evocar su adorada Gestalt: el movimiento, c¨®mo lo percibimos y codificamos. Y, por encima de lo dem¨¢s, el todo como trascendencia de la suma de las partes. Steve Kerr desmont¨® el tosco andamiaje ofensivo de Mark Jackon y Adams utiliz¨® sus rudos cimientos defensivos para crear algo completamente distinto. Y completamente implacable. Algo que igualaba formas de atacar y entender y que descodific¨® en tiempo real esta nueva NBA sin posiciones, con el juego al poste tradicional en peligro de extinci¨®n y sin las normas que persegu¨ªan los atisbos de defensas zonales: ese algo son los Warriors 2014-17.
La clave de esa revoluci¨®n defensiva ya nada silenciosa est¨¢ en los cambios constantes de emparejamiento y la adaptaci¨®n expr¨¦s a cada bloqueo y movimiento del rival, un ballet brutal en el que Draymond Green dirige, pilota y limpia la basura. El perfil de los jugadores de los Warriors evita que los rivales saquen ventajas o como m¨ªnimo ralentiza sus lecturas lo suficiente para permitir la reconfiguraci¨®n o en ¨²ltima instancia las apariciones con la escoba de Green y un Durant que ha firmado esta temporada sus mejores n¨²meros en rebotes (8,3) y tapones (1,6). Ya no se trata de que un rival no haga da?o a un defensor sino de que este explote cualquier ventaja con la m¨¢xima agresividad: la defensa como ataque, el blitz en el lado fuerte de Thibodeau llevado a un extremo b¨¦lico hasta que el contrario pasa de la duda al p¨¢nico. En ese punto la defensa de los Warriors ya no est¨¢ evitando puntos en su canasta: est¨¢ anot¨¢ndolos en la contraria.
Los Warriors han sido en la ¨²ltima Regular Season (la primera sin Bogut ni Ezeli, recuerdo) l¨ªderes en tapones, p¨¦rdidas del rival y robos. Sin moverse de la zona templada en personales cometidas. Fugados los p¨ªvots y con un Pachulia casi nulo en ese apartado, la protecci¨®n del aro ha florecido en minutos de calidad de JaVale McGee y un nuevo concepto de verticalidad y ocupaci¨®n de espacios de Draymond Green y Kevin Durant. Ni siquiera la intimidaci¨®n es ya cosa de especialistas: el porcentaje de los rivales cerca del aro ha sido m¨¢s bajo esta temporada que en los a?os de Andrew Bogut, el primer basti¨®n defensivo que tuvo el equipo que nunca defend¨ªa, un precursor que permiti¨® a Mark Jackson establecer un sistema b¨¢sico pero efectivo que pastoreaba al playmaker rival hacia el aro y all¨ª lo dejaba en manos de la inmensa humanidad del australiano. Ese principio lo conservaron y evolucionaron Kerr y Adams en sus quintetos grandes, si bien la verdadera revoluci¨®n lleg¨® con el small ball del quinteto de la muerte (Stephen Curry, Klay Thompson, Andre Iguodala, Harrison Barnes y Draymond Green) que ha derivado en megaquinteto de la muerte con Durant en el lugar de Barnes. Esa es la unidad de presi¨®n que genera tormentas de arena que ciegan al rival, la que concede rebotes y tiros cerca del aro a cambio de forzar p¨¦rdidas, salir corriendo, descomponer cualquier estructura de ataque exterior del rival. Los Warriors de Bogut, y ah¨ª radicaba su temible capacidad de adaptaci¨®n, eran excelentes en ambos formatos defensivos as¨ª que eran excelentes en cualquier tipo de partidos. Si el rival jugaba con p¨ªvots cl¨¢sicos, su ritmo y rango de tiro le castigaba hasta que entraba al envite del small ball. Y ah¨ª, lo supiera o no, ya era un cad¨¢ver.
Esa visi¨®n magnificente y radical de Ron Adams necesitaba el personal adecuado (con la tenaza exterior que generan Iguodala y un Klay Thompson que defiende al mejor guard rival y guarda fuerzas para ser demoledor en ataque) y un jefe como Steve Kerr. Porque tambi¨¦n la defensa permite libertad a los jugadores a partir de unos conceptos de origen: si Stephen Curry se ha ganado el derecho a tirar triples de diez metros cuando siente que es el mejor atajo hacia la canasta, Draymond Green tiene carta blanca para operar seg¨²n su instinto en la retaguardia. ?l es en definitiva la llave, paradigma y al mismo tiempo jugador imposible de la actual NBA, olvidado del draft (n¨²mero 35) porque con sus dos metros raspados no se sab¨ªa muy bien ¡°en qu¨¦ posici¨®n podr¨ªa defender¡±. Por entonces nadie entend¨ªa que en realidad Green es el mejor defensor de la NBA precisamente cuando no defiende en ninguna posici¨®n y a ning¨²n rival.
Salvo sorpresa (muy) notable, Draymond Green ser¨¢ elegido Mejor Defensor de la NBA 2016-17 despu¨¦s de haber terminado segundo en las votaciones de las dos ¨²ltimas temporadas. Nadie salvo Rudy Gobert se ha acercado a las victorias aportadas por su defensa (defensive win shares), nadie ha robado m¨¢s balones que ¨¦l y nadie ha mejorado el porcentaje (con dos metros raspados¡) en el que deja a los rivales en las proximidades del aro (por debajo del 44%). No es un protector del aro convencional pero es tan bueno como cualquiera en eso y no es una avispa exterior pero interrumpe tantos pases del contrario como John Wall. De hecho, y es un dato asombroso, casi el 7% de los ataques del rival acaban en robos o tapones de Green. M¨¢s all¨¢ de la m¨¦trica, que dice mucho, su influencia en cada jugada defensiva es monstruosa. Tiene 27 a?os. Si sigue al nivel de esta temporada (no digamos si contin¨²a evolucionando) se retirar¨¢ convertido en uno de los mejores defensores de toda la historia.
Porque Green tiene cosas que lo convierten en ¨²nico: su capacidad casi admonitoria para leer el juego, su habilidad (y elasticidad) para defender a los guards rivales lejos del aro cuando se queda emparejado con ellos (el principio que permite y activa todo el entramado defensivo de su equipo) y, finalmente, algo que le distingue dr¨¢sticamente de los otros aspirantes a mejor defensor del mundo, desde luego a los interiores convencionales pero tambi¨¦n a Kawhi Leonard: Green no es un ni un terror por encima del aro ni un candado en los emparejamientos individuales sino que su verdadero valor aparece cuando no defiende a nadie y patrulla toda la pista (ahora con Kevin Durant como una sombra supers¨®nica a su espalda) tapando agujeros, dando ¨®rdenes, ocupando espacios, previendo brechas y modificando pases y tiros por todo el ataque rival, de la l¨ªnea de tres puntos a la de fondo. Green no hace desaparecer al mejor exterior rival como Kawhi Leonard ni saca tent¨¢culos imposibles como Rudy Gobert. Sencillamente, genera cortocircuitos integrales en el ataque rival, de origen a finalizaci¨®n.
Es un hecho que el estilo de los Warriors contagia e inspira. Dinamiza la NBA. Pero hay cosas que no son replicables: el tiro de Curry es una, muy obvia, pero la capacidad defensiva de Green es otra que es m¨¢s f¨¢cil pasar por alto a vuelapluma. Es el jugador perfecto para un sistema como el de Kerr y Adams que no ense?a soluciones sino que ense?a a solucionar. Los jugadores reaccionan por instinto y aprendizaje y exactamente eso, en el n¨²cleo absoluto, son los Warriors: la Gestalt de Adams bajo esa estela de Steve Kerr que va de Phil Jackson a Gregg Popovich, sus mentores. Una revoluci¨®n en ataque¡ pero tambi¨¦n en una defensa que ya no es un secreto pero que siendo la verdadera llave del castillo. Los cimientos de un equipo que ya es eterno: el ataque provoca los incendios pero la defensa enciende las mechas.