Un tenista franc¨¦s reconstruye una pista en casa de su vecino
Arthur Reymond (21 a?os y 589? del mundo), a instancias de su padre, se puso manos a la obra para tener un sitio donde poder entrenarse. "Fue un infierno, pero esto es pura felicidad".
El diario L'Equipe descubri¨® una de las historias m¨¢s curiosas y bonitas que han ocurrido en el mundo del tenis en este periodo de confinamiento por la pandemia del COVID-19.
Arthur Reymond, tenista galo de 21 a?os y 589? del mundo, no aguantaba m¨¢s sin poder coger una raqueta y pelotear mientras pasaba el obligatorio encierro en casa de su familia, en Villemur-sur-Tarn, cerca de Toulouse. Mataba el tiempo corriendo por una colina con su hermano, Thomas, arreglando una de sus bicicletas, entre otras cosas. Hasta que un d¨ªa, su padre, Laurent, record¨® que un vecino ten¨ªa en su casa una vieja pista de tenis. Fue a finales de marzo. "Llevaba seis o siete a?os sin usarse y estaba impracticable", cuenta Arthur. "La vimos y nos quedamos derrotados y disgustados. Hasta que mi madre dijo, 'venga, reconstr¨²yela'".
El terreno, de finales de los 50, estaba en muy malas condiciones, lleno de hierbas y maleza. "Fue muy, muy dif¨ªcil, un infierno. Tard¨¢bamos cinco minutos en arreglar 50 cent¨ªmetros cuadrados", recuerda Reymond, que cont¨® con la aprobaci¨®n del vecino, Francis Imbert, que hab¨ªa sido director del club de tenis de la ciudad. Al principio, esperaban tardar unos d¨ªas, pero las semanas pasaban y segu¨ªa habiendo trabajo. "Hab¨ªa cien ra¨ªces de acacias, m¨¢s grandes que pelotas de tenis, que elevaban las l¨ªneas de cemento unas ocho pulgadas. La tierra se hab¨ªa endurecido". Padre e hijo, rasparon todo, sin m¨¢s ayuda por el obligado distanciamiento social y s¨®lo pod¨ªan trabajar una hora al d¨ªa. "La deportiva autorizada y bajo un calor tremendo", explica Arthur. "Fue como encontrar el Santo Grial, pero muy grande. As¨ª me di cuenta de lo que me gusta el tenis. Pura felicidad".
Un tenista franc¨¦s reconstruye una pista en casa de su vecino
Los Reymond acabaron baldados. "Cog¨ª m¨²sculo de tanto cavar y llenar carretillas". Despu¨¦s ten¨ªan que meter arcilla que compraron en un club cercano, pintar las l¨ªneas y darle los toques finales con l ayuda de una amiga de la familia. "Es como una mesa de billar, sin malos botes, muy agradable para jugar", explica Reymond hijo, que se entrena ah¨ª desde que terminaron con su padre. Pero antes de ese goce, lleg¨® la lluvia. "Tuvimos que volver a empezar, pero ah¨ª est¨¢". Desde este lunes, Arthur puede entrenarse en otras pistas, pero no dejar¨¢ de hacerlo en la que construy¨® con sus propias manos. "No todas las estructuras van a reabrir y no hay muchas canchas al aire libre listas en los clubes, as¨ª que voy a alternar", dice el joven jugador, que tiene garantizada de por vida la entrada en la cancha de su vecino.?