En un d¨ªa triste el Bar?a termina un cuadro
Un d¨ªa triste. A veces habl¨¢bamos con Luis Garc¨ªa Montero, su marido, poeta, madridista, y hac¨ªamos pi?a contra ¨¦l porque ella era del Atl¨¦tico y este cronista lloraba por el Bar?a. Este d¨ªa tan aciago para la historia de la amistad y la alegr¨ªa que fue la divisa de Almudena Grandes, ni ganas daban de dar la bienvenida a este gesto excepcional de un Bar?a que al fin rompi¨® su ya antiguo maleficio y marc¨® tres goles, tres, para acercarse as¨ª, t¨ªmidamente al equipo de Luis, al amado equipo de Almudena. Fue un partido como antiguo, melanc¨®lico, y dos futbolistas resignados a la nada triunfaron como si vinieran de una fuente de la suerte.
Fue un partido lleno de accidentes; estuvo Xavi a punto de perder la sonrisa con la que volvi¨® a Barcelona, y fueron dos jugadores se?alados por la mala suerte ante el gol, Memphis y Coutinho, los que limaron el maleficio. Hubo un tiempo, el segundo, en el que aquella sonrisa de Xavi peligr¨® gravemente, pues ni la defensa ni la delantera azulgrana se atrincher¨® en sus viejos tiempos, perdi¨® el ritmo y no escuch¨® ni de lejos la antigua pericia que su entrenador ense?¨® en sus a?os de futbolista.
El gol de Memphis fue muy especial, como la reivindicaci¨®n de un artista que al fin termina bien un cuadro. El suyo fue un baile ins¨®lito que dej¨® callada a la grada, y que a ¨¦l le devolvi¨® la alegr¨ªa de escuchar el sonido de esos o¨ªdos que se tapa para dirigirse a sus mejores amigos.