Seeler - M¨¹ller, la pareja dinamita
Pese a las fricciones iniciales existentes entre ambos futbolistas, el seleccionador alem¨¢n decidi¨® juntarlos para el Mundial de M¨¦xico 70.
Cuando irrumpi¨® Gerd M¨¹ller, Alemania ten¨ªa un favorito que hab¨ªa llevado con gloria el 9 de la Manschaft durante 12 a?os: Uwe Seeler. Con s¨®lo 1,70, estatura baja para cualquier alem¨¢n, no digamos ya para el oficio de delantero centro, hab¨ªa empezado a golear en el Hamburgo con 16 a?os y en la Selecci¨®n con 18. Jug¨® y marc¨® en Suecia 58, Chile 62 e Inglaterra 66.
Era r¨¢pido, bravo, t¨¦cnico, valiente, escurridizo y sobre todo imprevisible en el remate. De piernas muy fuertes, dominaba el juego a¨¦reo y marcaba goles con escorzos imposibles. Con el pie, alternaba los remates ortodoxos, de distancia o pr¨®ximos, con otros acrob¨¢ticos, cazando balones de manera inveros¨ªmil. Un genio y un optimista del gol: lo descubr¨ªa donde nadie lo hubiera supuesto. Sus goles eran variad¨ªsimos.
Ya frisaba los 30 cuando en 1965 se empez¨® a hablar de un raro fen¨®meno en el Bayern M¨²nich, entonces club sin pedigr¨ª que no estuvo entre los fundadores de la Bundesliga. Se llamaba Gerd M¨¹ller y hab¨ªa marcado 33 goles en 28 partidos en Segunda, contribuyendo as¨ª al ascenso de los suyos. Un tipo casi contrahecho, paticorto, cuellilargo y de hombros ca¨ªdos. Tampoco ten¨ªa gran estatura, pero al menos alcanzaba el 1,76. Hubo que tomarle en serio cuando en la 66-67 con sus 28 goles en 33 partidos fue m¨¢ximo goleador de la Bundesliga. Primera de las siete veces que lo lograr¨ªa.
Para entonces, Uwe Seeler ya era calvo y hab¨ªa echado kilos, pese a los cuales manten¨ªa su velocidad y su agilidad. A esa ¨¦poca responde el retrato que nos leg¨® Eduardo Galeano: "En las canchas alemanas era siempre el m¨¢s bajo y el m¨¢s gordo: un hamburgu¨¦s rechoncho y petizo, de andar oscilante, que ten¨ªa un pie m¨¢s grande que el otro. Pero Uwe Seeler era una pulga cuando saltaba, una liebre cuando corr¨ªa y un toro cuando cabeceaba". Era tambi¨¦n, a?ado, un jugador de t¨¦cnica completa y visi¨®n integral del problema. M¨¹ller era un excelso goleador, pero un futbolista primario que sacaba el m¨¢ximo provecho de lo poco que ten¨ªa: arrancada para ganarle los dos primeros metros al defensa, capacidad ¨²nica para ver el resquicio por donde colarla y buena percusi¨®n con la cabeza.
Nadie cruzar¨ªa la calle para verle jugar, pero cualquiera querr¨ªa tenerle en su equipo.
Sus goles eran m¨¢s bien ratoniles, muchos desde la frontal del ¨¢rea chica. No ten¨ªan la belleza heroica de los de Seeler, pero marcaba m¨¢s. La discusi¨®n estaba servida. Seeler o Muller, Hamburgo o Bayern, Norte o Sur, tradici¨®n o modernidad. Les separaban nueve a?os.
Cuando en 1968 Uwe, ya con 32 a?os, anunci¨® que renunciaba a la Selecci¨®n, hubo un desencanto entre sus seguidores. Y cuando Alemania se qued¨® sin clasificarse para la Eurocopa 68 (primera a la que se apunt¨®) por un incre¨ªble 0-0 en Albania, se arm¨® un incendio.
?Dos nueves en el equipo?
Se aproximaba el Mundial 70, en M¨¦xico, y Helmut Schoen, seleccionador, tom¨® una decisi¨®n pol¨¦mica: deb¨ªan jugar los dos. ?Dos nueves en un equipo? Sonaba a apa?o cobarde. La pol¨¦mica arreci¨® cuando Schoen anunci¨® que el viejo Uwe, superior en edad, dignidad y gobierno, llevar¨ªa el 9. Gerd se revolvi¨®: "Schoen debe decidir: o Uwe o yo". Seeler despach¨® aquel arrebato como "cosas de ni?os", lo que le enfureci¨® a¨²n m¨¢s. El Bild Zeitung fue feliz agitando el foll¨®n, que multiplic¨® sus ventas.
Aunque el 9 le fue reservado a Uwe, la posici¨®n m¨¢s pr¨®xima al gol correspondi¨® a Gerd, que eligi¨® el 13. Seeler se retrasar¨ªa, aprovechar¨ªa su ciencia para el toque, el desmarque y la llegada en velocidad; tambi¨¦n ir¨ªa al segundo palo, donde devolver centros hacia la posici¨®n de M¨¹ller. Ese era el plan.
Jupp Derwall, ayudante de Schoen, sugiri¨® hacerles compartir la habitaci¨®n n¨²mero 15 del Hotel Balneario de Comanjilla, cerca de Le¨®n, donde Alemania estableci¨® su cuartel general. M¨¢s carnaza para el Bild.
Fue mano de santo. El viejo Uwe amans¨® al rebelde Gerd, colaboraron y la pareja fue dinamita. M¨¹ller marc¨® 10 y Seeler, 3, empatando con Pel¨¦ en el honor de golear en cuatro mundiales (luego se les unir¨ªan Klose y Cristiano). Uno de sus goles figura entre los m¨¢s fant¨¢sticos de la historia de la Copa del Mundo: un cabezazo de espaldas, que cay¨® llovido a la segunda escuadra y provoc¨® la pr¨®rroga contra Inglaterra de la que Alemania saldr¨ªa vencedora... con gol de M¨¹ller. Alemania caer¨ªa en semifinales ante Italia, en aquella pr¨®rroga inolvidable en la que Italia hizo tres goles y M¨¹ller dos goles... a pase de Uwe. Esa pr¨®rroga la jug¨® Beckenbauer con un brazo en cabestrillo. Siempre qued¨® la duda de qu¨¦ hubiera pasado en una final entre Brasil y aquella Alemania que pegaba con los dos pu?os.
Seeler tiene hoy 84 a?os, pas¨® hace poco una operaci¨®n de cadera y tiene el coraz¨®n averiado, pero la vida le ha tratado mejor que a su viejo competidor-amigo, cuya muerte le habr¨¢ hecho evocar aquellos buenos viejos tiempos.