Ceferin y un whisky doble
El art¨ªculo del New York Times. Del detallado art¨ªculo que se public¨® en la prestigiosa cabecera sobre el nacimiento de nalgas de la Superliga, a la que he criticado abiertamente, y la consiguiente superfuga de nueve de los clubes implicados hay que quedarse con la jugada, que no desliz, de Joan Laporta en su reuni¨®n con Javier Tebas destapando el secreto tan bien guardado entre los 12. Piensen mal y acertar¨¢n. M¨¢s gr¨¢fica es incluso la imagen que detallan del presidente de la UEFA, Alekxander Ceferin, cerrando el ordenador, entendiendo la batalla ganada, despu¨¦s de 48 horas fren¨¦ticas, sirvi¨¦ndose un whisky doble. El cortijo permanece intacto.
La importancia del relato. Es inconcebible que empresarios tan exitosos, con complej¨ªsimas operaciones milmillonarias a sus espaldas en sus diferentes sectores de actividad, hayan sido capaces de aunar sus dispares voluntades, poner de acuerdo incluso a los hist¨®ricamente reticentes clubes ingleses, para luego precipitarse y equivocarse tan gravemente en los tiempos, en el fondo y en las formas de la Superliga. M¨¢s all¨¢ de su lamentable puesta en escena y del ninguneo a los m¨¦ritos deportivos, tienen algunas consideraciones que deben ser tenidas en cuenta.
El papel higi¨¦nico de UEFA. El generoso Ceferin perdona al Madrid las semifinales de este a?o, vaya broma, pero utilizar¨¢ la firma de las adhesiones de los clubes a la pr¨®xima Champions League para garantizar jur¨ªdicamente que ning¨²n club inscrito pueda auspiciar una nueva revuelta. Ya se encargar¨¢ Tebas del papeleo, sentado en la misma mesa que Rubiales. Entretanto, bien har¨ªa UEFA en abrir las persianas, explicar muy bien si, como se ha publicado, el propio Ceferin se ha subido el sueldo unos 450.000 euros, hasta los 2.190.000 en plena pandemia o empezar a ser transparente en sus concursos y en los repartos de los ingresos que gestionan a costa de los recursos que ponen otros.
Una reflexi¨®n necesaria. Estas guerras, con sus heridos reputacionales y sus vencedores ficticios, deben servir para darse cuenta de que, con suma urgencia, el f¨²tbol, como cualquier otro sector de actividad, est¨¢ obligado a transformarse, respetando su esencia, pero conectando con las futuras generaciones y con las nuevas maneras de consumir en la industria del entretenimiento. Los derechos televisivos y los repartos van a bajar y, por consiguiente, el nivel de las competiciones. Ni la UEFA del whisky doble ni Javier Tebas pueden vivir de espaldas a los grandes clubes ni a las grandes estrellas, que sostienen, entre otras cosas, sus millonarios sueldos.