Pajarraco
Cada vez que juega el Pajarito siento una paz espiritual dif¨ªcil de describir. S¨¦ que no va a ir de genio, que no va a querer los focos y que va a avanzar entre l¨ªneas enemigas con la determinaci¨®n del soldado de 1917, aunque caigan bombas a su alrededor en Anfield. Con esa zancada suya que deja surco en el campo cual tractor. No le pido mucho m¨¢s. Porque s¨¦ que lo dar¨¢ todo.
No estaba siendo una temporada f¨¢cil para el uruguayo. Cada vez que asomaba el pico, le cortaban las alas (prometo no seguir haciendo juegos de palabras con p¨¢jaros). Demasiadas lesiones y poca continuidad. Despu¨¦s del Camp Nou, escenario donde estuvo espl¨¦ndido y del que sali¨® mareado de puro desgaste, sufri¨® una fisura en la meseta tibial. Recuerdo esos d¨ªas husmeando febrilmente en foros de pseudomedicina para ver qu¨¦ demonios era la meseta tibial, c¨®mo se curaba y cu¨¢nto tiempo supon¨ªa de baja, m¨¢s angustiado por su salud que por la m¨ªa propia, que andaba aislado y con COVID. Y no era de extra?ar aquel des¨¢nimo. Porque el peor momento del Madrid ha coincidido siempre con los periodos de ausencia o de baja forma del uruguayo. Es una pieza esencial. La llave Allen de este Madrid de Zidane. Ese jugador que te permite alternar distintos esquemas, romper l¨ªneas y estirar al equipo como un escalope armando. Porque se puede ser fundamental sin ser indiscutible. Algo que tal vez no entendi¨®, o no supo ver, o de lo que simplemente se cans¨® su rival en semifinales: Mateo Kovacic, otro jugador que me encantaba, pero que vol¨® del nido antes de tiempo.
Soy entusiasta de Valverde. Mi eterno agradecimiento a Juni Calafat o al que le trajera de Pe?arol. Valverde es vieja escuela. Es no alzar la voz, es dejar que tu trabajo hable por ti, es no arrugarse. Es reventar el Mikasa, es que no sepamos ni nos importe el nombre de su representante. En Anfield jug¨® con el pie como Juanito Oiarzabal y logr¨® reponerse a un inicio dubitativo como lateral improvisado frente a un Man¨¦ que siempre saca en la foto a sus marcadores. Y termin¨® imperial. Pocos equipos m¨¢s dif¨ªciles de batir ahora mismo que el Madrid cuando coinciden Valverde y Casemiro en el once. Es como tener dos Roombas: llegan a todos los rincones.
El uruguayo es tan discreto que realmente nadie sabe d¨®nde le gusta jugar. Le hemos visto de extremo, de lateral, de interior, de pivote defensivo y hasta de falso nueve. Cualquier d¨ªa descubrimos que vino para jugar de portero. Resulta llamativo que los jugadores del Castilla que mejor han funcionado sean todos de perfil similar: Carvajal, Casemiro, Lucas V¨¢zquez, Nacho o Valverde. Cada uno con sus peculiaridades, pero ninguno con ese aura de fino estilista, ninguno especialmente goleador, ninguno llamado a ser "el pr¨®ximo Ra¨²l". Ninguno de los que meter¨ªas su nombre en YouTube para ver un v¨ªdeo con sus mejores jugadas. Y, sin embargo, han acabado siendo piezas fundamentales. Todo un ejemplo de lo que dice el dise?ador Miguel Mil¨¢: "S¨¦ ¨²til y te utilizar¨¢n".