T¨¢ctica en Luz de Gas
Vuelve el PSG al Camp Nou, as¨ª que se desempolvan los recuerdos de aquella jornada m¨¢gica en la que se acab¨® una fobia y sacamos el entrenador que llevamos dentro.
Nunca nada me sali¨® tan caro como defender a Luis Enrique. Y pocas veces un ataque de ese entrenador que todos llevamos dentro fue tan poco compartido. El 14 de febrero de 2017 el PSG barri¨® del mapa al Bar?a en Par¨ªs. Y, entre la espuma resacosa del oleaje, quedaron los mensajes con bala al m¨®vil que recibimos aquellos que, desde la distancia capitalina, abrazamos un estilo de juego y creemos m¨¢s en Messi que en Dios. Lo peor no fueron los dardos, sino las preguntas a modo de epitafio: ¡°?Y ahora qu¨¦? ?Remontada?¡±. Nadie confiaba. En mis primeras respuestas les habl¨¦ a los amigos m¨¢s encendidos del tridente. Record¨¦ el peso del Camp Nou. Y, ya apurado ante las risas y la indiferencia, saqu¨¦ a relucir las bondades del 3-5-2 como plan heroico hacia cuartos. As¨ª que como mis razones no me reforzaban, tir¨¦ de un atajo en busca del respeto: compr¨¦ un billete de avi¨®n para el encuentro de vuelta del 8 de marzo y s¨®lo inform¨¦ de la aventura en casa, pidiendo compresi¨®n, y a mi hermano en Barcelona. No ten¨ªa acreditaci¨®n a¨²n ni entrada, pero el p¨¢lpito me desbordaba.
Aquel mi¨¦rcoles pas¨® de todo. Y cada momento que viv¨ªa superaba al anterior. Vol¨¦ a primera hora, de madrugada, y ¨¦sa fue realmente la mayor de las remontadas. Por una maldita fobia, llevaba cuatro a?os sin volar solo, sin muletas, fruto de un p¨¢nico claustrof¨®bico consecuencia del estr¨¦s. Imaginen el cuadro en la sala de embarque antes de afrontar el reto: parec¨ªa primo hermano de Pocholo. Respir¨¦ hondo en mi asiento como me hab¨ªan ense?ado en la terapia, escrib¨ª unas l¨ªneas atropelladas en el bloc de notas como desahogo para distraerme y, ya aterrizado en El Prat, solt¨¦ tensiones como dici¨¦ndome a m¨ª mismo ¡°esto empieza bien¡±. Y tanto. All¨ª continu¨® un d¨ªa inolvidable. El gol de Sergi Roberto s¨®lo fue un detalle m¨¢s.
Un amigo de los de verdad, periodista de raza reci¨¦n afincado en Catalu?a, me esperaba entre sorprendido y esc¨¦ptico para comenzar un protocolario orden del d¨ªa. Sus objetivos, cumplidos en su totalidad, transitaban entre premiarme por mi arrojo e ir contagi¨¢ndose de mi fe. R¨ªete t¨² de los free tours. Ante la estampida general del personal, primero me confirm¨® que ten¨ªa listo un pase de prensa que, por momentos, parec¨ªa estar en el aire. Visitamos Montju?c para ponernos al d¨ªa con aquellas vistas de p¨¢jaro, luego lleg¨® una comida inolvidable con una futbolera sobremesa de las buenas, a continuaci¨®n unos desorbitados refrescos a cara de perro en el Majestic como conjura y, al final, para hacer tiempo y como el que emprende su camino hacia F¨¢tima, hicimos el paseo de siete kil¨®metros desde La Barceloneta al estadio.
Lo que pas¨® en el c¨¦sped ya lo saben. Y poco se ha hablado de que el 6-1 lleg¨® con Arda y Andr¨¦ Gomes en el campo. Lo que sucedi¨® alrededor fue m¨¢s o menos igual de emocionante. Que nadie diga que s¨®lo cuentan los t¨ªtulos. Hay noches, como en el 12-1 a Malta, en las que no se levantan copas pero levitan para siempre las emociones.
La ¨²nica vez que hab¨ªa ido al Camp Nou antes fue en un Bar?a-Valencia (2-3) a las cuatro de la tarde, del que s¨®lo recuerdo la peor resaca de mi vida por culpa de una execrable pareja de periodistas catalanes y de que compart¨ª pupitre bien cerca del a?orado Topo. Ten¨ªa ganas de volver y, esta vez s¨ª, de comportarme. Puedo decir de ese regreso que jam¨¢s vi a nadie tan empoderado en un campo como a Neymar, ni tan p¨¢lido en un tanatorio como all¨ª se nos mostraba Emery. Con el gol final lleg¨® la locura. Hubo ordenadores por el suelo. Y no me digan, que los veo venir, que no son formas como profesionales. Lo que estaba sucediendo, por hist¨®rico, hubiera desatado los mismos gritos y abrazos en un Torneo Carranza. Pero lo mejor de esos instantes lleg¨® cuando mi colega, recompuesta la figura y el texto que apuraba, sac¨® fuerzas de no s¨¦ d¨®nde -con los jugadores del PSG llorando en el c¨¦sped, el ¨¢rbitro con el silbato en la boca y Messi subido en una valla publicitaria (?qu¨¦ fot¨®n, profe Zueras!)- para suplicarle a todos los que le rodeaban: ¡°?Tranquilidad, esto no ha acabado todav¨ªa! ?No ha acabado, por favor!¡±. La final de Sevilla contra el Steaua a¨²n le ten¨ªa muy marcado.
Se detuvo el bal¨®n y empez¨® el show. Desde mi asiento sal¨ª del armario y tuite¨¦ un mensaje con la foto de la acreditaci¨®n (¡°Ten¨ªa una corazonada de que hoy hab¨ªa que estar en un d¨ªa hist¨®rico¡±). Al bajar a zona mixta, como oyente, recib¨ª un Whatsapp con uno de esos v¨ªdeos que atiendes como si fuera un simple meme. Luis Enrique estaba a punto de comparecer en sala de prensa mientras Emery, como confes¨® luego a Valdano, daba patadas al mobiliario. Al darle al play, casi por compromiso, vi que era una secuencia grabada sin permiso por una periodista de Sport Bible que ten¨ªa a la espalda, en cuyo pasaje de 24 segundos se nos ve¨ªa en el momento de j¨²bilo en el que se certificaba la remontada. Creo que llevaba casi un mill¨®n de reproducciones. Lo tom¨¦ como la mayor¨ªa de los que me fueron enviando el mismo documento una y otra vez. Con humor. A alg¨²n mereng¨®n, con el disgusto, pareci¨® no sentarle tan bien nada m¨¢s consumarse la proeza ni, cuando al d¨ªa siguiente, entr¨¦ por la puerta del peri¨®dico como el que vuelve a casa tras pisar la Luna despu¨¦s de tres semanas en silencio.
Tal fue la excitaci¨®n y la flojera post-partido que, recogidos los b¨¢rtulos, emprendimos el camino de vuelta a casa sin reparar en que en esa ¨¦poca hab¨ªa bares abiertos. Al final la cosa, como es l¨®gico, se alarg¨® con los port¨¢tiles en el guardarropa de una gran discoteca de la ciudad, copa en mano con la m¨²sica a toda pastilla dispuestos a redondear la jornada. Y cumplimos. Al poco tiempo, por esa suerte que nos envolv¨ªa, mientras analiz¨¢bamos los fallos de Emery en el planteamiento, se acercaron un par de chicas bailando y solicitando en primera instancia algo de atenci¨®n y charleta. Estrategia de primer curso de apareamiento que mi amigo, soltero a esas alturas, cort¨® en seco con tanta asertividad como educaci¨®n: ¡°?Pero vosotras no sab¨¦is lo que ha pasado? Dejadnos, por favor: estamos hablando de f¨²tbol¡±.
Fue la guinda. Y lo mejor hoy es saber que, al final, todo vuelve siempre y volver¨¢ en esta c¨ªclica vida. El PSG, los ataques del entrenador que somos, los viajes, la pasi¨®n en las gradas, la pista de baile del Luz de Gas y hasta Joan Laporta, que es el que de verdad la hizo m¨ªtica.