El triunfador Williams y las alegr¨ªas contrariadas
Ganar era dif¨ªcil, para los dos contendientes, pero el Athletic est¨¢ bendecido por la tradici¨®n de mandar en partidos as¨ª; ante un Bar?a que se cre¨ªa de oro ensay¨® un eficaz concierto de hierro y platino, y el Bar?a termin¨® pregunt¨¢ndose c¨®mo era posible que la t¨¦cnica fuera solo una cuesti¨®n de pizarra. Rota la pizarra, la fuerza de ganar estuvo en el lado de los de Williams. ?Y Messi? Quince a?os despu¨¦s vio la roja, al final, cuando ya el Bar?a era vencido por los rojiblancos.
Adivinanzas imposibles.
Pregunto siempre a amigos en partidos decisivos. Nadie puede adivinar lo que puede pasar en un partido as¨ª, donde se juntan equipos imprevisibles, en perpetuo estado de duda, a veces agresivos y a veces blandos. En la encuesta jugaba el factor Messi. Si est¨¢, gana el Bar?a, aunque sea en los penalties. Y si no est¨¢ Messi, el Athletic lo tiene f¨¢cil, porque ah¨ª est¨¢n el estilete Williams y la rotundidad de Ra¨²l Garc¨ªa, capaces de disparar soplando. Pero luego est¨¢ el partido mismo. Para desesperaci¨®n de don Luis Su¨¢rez, en Carrusel, Koeman ralentiz¨® el juego hasta que el factor Messi se volvi¨® p¨®lvora mojada¡, hasta que ese revoltijo de talentos (Alba, Messi, Dembel¨¦, Griezman) desemboc¨® en un gol notable del franc¨¦s. Se vio euf¨®rico a Koeman, reivindicado, de momento, en su t¨¢ctica de esperar y ver; al otro lado, Marcelino estrell¨® una botella en el suelo, enfadado con su defensa abierta a cualquier atraco. Pero¡ En el minuto siguiente Marcelino salt¨® euf¨®rico, mientras Koeman se resignaba a duras penas, afectado hasta en el color de la cara por el disparo de De Marco facultado por un facilitador inesperado, Jordi Alba. Este es el f¨²tbol: alegr¨ªas contrariadas, empates que se deshacen solo si eres capaz de controlar los errores.
Las predicciones.
En esa encuesta edificada sobre la tradici¨®n que asiste al Athletic como equipo capaz de hacer f¨²tbol al rev¨¦s y al derecho, el m¨¢s acertado sobre el resultado fue Manuel Vicent, a quien el escultor Jorge Oteiza atribu¨ªa una especial inteligencia para entender a los vascos. Seg¨²n el autor de Tranv¨ªa a la Malvarrosa, habr¨ªa pr¨®rroga. El Bar?a regal¨® esa oportunidad. A pesar de que en la segunda parte Messi y Pedri procuraron algunas piedras preciosas, el equipo de Koeman regal¨® tantas oportunidades a los compa?eros de Williams que era posible vislumbrar que una victoria del Bar?a en los dos tiempos siempre ser¨ªa precaria, y en efecto los rojiblancos le pintaron la cara, hasta hacerla p¨¢lida, al equipo de Messi. Antes de ese resultado hab¨ªa escrito algunas exhibiciones que no iban a ninguna parte, hasta que el Athletic reinaugur¨® de manera inapelable este marcador mareado. La decepci¨®n azulgrana era un pasaje hacia la incertidumbre. ?sta se prolong¨® como si se cumpliera una profec¨ªa que lleva en sus botas el extraordinario delantero al que ??igo Marquinez llama, con justicia, la pantera.
La pasi¨®n de correr.
Fue un partido magn¨ªfico en el que ganaron los que corrieron mejor; los que ten¨ªan ante s¨ª la ilusi¨®n de ganar, como si una antigua voz de la tierra (y del c¨¦sped) los llevara, como dice Vicent, a concluir el juego como si no hubiera rivales al lado. Un gran triunfo del que debemos alegrarnos los que amamos a este equipo rojiblanco que fue siempre, como anoche, un argumento mayor de este deporte que ellos ayudaron a hacer mejor, en buenos y en malos tiempos. A¨²pa, Athletic. Resignaci¨®n, Bar?a; esta Copa es propiedad de los de Williams.