Ansufatis
Todos hemos conocido, al menos, a uno o dos ansufatis a lo largo de nuestras vidas: insolentes imberbes que se encargan de dejarnos en calzoncillos mucho antes de que nuestra falta de talento o resuello resuelvan lo evidente. Disimulamos, trampeamos, miramos hacia otro lado mientras nos convencemos de que s¨ª, de que la cosa va bien, hasta que aparece un ni?o cicl¨®n de la nada para dejarnos por el camino como Maradona a un autob¨²s de ingleses: mudos, desarmados, abatidos. Puedes protestar, alegar sorpresa, farfullar que no conviene exponerlo a los rigores de la vida adulta hasta que le sombree la barba. Puedes demandarlo ante un alto tribunal o declarar la guerra a Francia, lo primero que se te ocurra, pero de nada servir¨¢ ante el peso de lo evidente. Antes de cenar, el ansufati de turno se habr¨¢ quedado con tu trabajo, renegociado tus deudas, marcado dos goles, forzado un penalti, besado a la chica y reclamado su trono entre los aplausos y v¨ªtores de tu propia familia.
Existe una forma de consuelo: aceptar que la vida pasa y descubrir que el ¨²ltimo modelo de ansufati juega en tu equipo. Mal que bien, es de los tuyos. La gen¨¦tica est¨¢ de tu parte, pues el chico luce los colores que brillan en tus ojos desde ni?o, ese azul y grana de husky siberiano que tan poca gracia le hac¨ªan a tu padre. ?Corre como una gacela y pica como una faneca, Muhammad Ali reinventado para el arte de jugar al f¨²tbol! ?Resquebraja defensas, defenestra porteros y saluda al tendido de mi parte! Todo queda atr¨¢s. Los rencores y la rivalidad nos parecen cosa del pasado porque el ansufati es todav¨ªa un ni?o y no conviene criarlo en un ambiente tensionado. Lo aconseja su buen padrino, un Jorge Mendes que podr¨¢ construirse tres carabelas de oro m¨¢s para cruzar el Atl¨¢ntico y reclamar que Am¨¦rica tambi¨¦n la descubri¨® ¨¦l. Y ?frica. Y Sant Joan Desp¨ª, salvo que alg¨²n ansufati de la representaci¨®n lo adelante por la izquierda para convertirlo en otro mortal aniquilado, extremo poco deseable porque las viejas glorias tambi¨¦n necesitamos de un referente en el que seguir creyendo cada vez que Ansu Fati arranca.