Por burofax
Tiempo habr¨¢ de consignar las verdaderas razones de la descomposici¨®n institucional y deportiva que ha llevado a que el jugador m¨¢s importante en la historia del Bar?a deje el club de forma tan lamentable, por burofax, y en el peor momento de la entidad. Todav¨ªa queda mucho por ver y ser¨¢ entonces cuando se podr¨¢ concluir, con argumentos contrastados y no con conjeturas en caliente, si el c¨¢ncer anid¨® en el vestuario o en la junta directiva. O en ambos. Y desde cu¨¢ndo. Si la salida del argentino se produce en estos t¨¦rminos, el de Bartomeu ser¨¢ un fracaso sin paliativos. La duda es qu¨¦ papel corresponde a Messi en la tragedia (comedia para muchos).
A un presidente no se le piden goles, ni evitar desde la grada el 8-2 del Bayern. Eso es trabajo de otros, y otros son los que deben responder por ello. Pero s¨ª corre por su cuenta dotar al club de las condiciones que garanticen que el mejor futbolista del mundo pueda ser eso, el mejor. No es un logro inalcanzable. De ello dan cuenta los 34 t¨ªtulos logrados por Messi con el Bar?a, sus seis Balones de Oro y el mismo n¨²mero de Botas de Oro. Es decir, esta era una feliz historia de ¨¦xitos sin fin que pod¨ªa y deb¨ªa haber acabado lo mejor posible.
Todav¨ªa se est¨¢ a tiempo. No de retener al argentino, sino de evitar que su salida se produzca por la puerta de los juzgados. Ni el Bar?a debe tener cuentas pendientes con Messi, ni Messi con el Bar?a. Convendr¨ªa que ambos eligieran el camino menos da?ino para la entidad. Messi tiene una sart¨¦n por el mango: es inviable su permanencia a disgusto y el club debe valorar la posibilidad de sacar dinero de la operaci¨®n, si esto es posible. Pero el Bar?a tambi¨¦n tiene su sart¨¦n: el contrato de Messi fija una fecha l¨ªmite de salida y llevar el tema a los tribunales podr¨ªa ser largo y agotador para quien desea retomar sus ¨¦xitos en otro club.
Bartomeu es un presidente zombi que se ha comportado como si el club fuera ¨¦l. Pero Messi corre el riesgo de caer en el mismo error: confundir al presidente y su junta con el club. El Bar?a es otra cosa. Conviene distinguir esto con claridad. La actitud de Messi desde el desastre con el Bayern, sin un solo mensaje para la afici¨®n en un momento tan duro, y su burofax no son el camino. Ni siquiera la denunciada incompetencia de la directiva justifica ese proceder. Los que han sido los mejores a?os en la historia del club se merecen otra cosa. Adem¨¢s, ese burofax convierte al jugador, voluntaria o involuntariamente, en un agitador electoral por el subtexto que encierra: si Bartomeu dimite yo podr¨ªa seguir. Sorprende este proceder en un hombre tan pausado, reservado y atento siempre con la afici¨®n. Tiene algo de provocaci¨®n, genera un ruido que no favorece a nadie y deja v¨ªctimas por doquier (LaLiga, su prestigio e inter¨¦s, entre otras).
Messi tiene todo el derecho del mundo a acabar su carrera lejos de Barcelona. Nadie dio al Bar?a lo que ¨¦l. Y el club tiene el mismo derecho, y tal vez la obligaci¨®n, de hacer todo lo posible para que el jugador engrose la lista de los one club men. Pero ambos deber¨ªan ser m¨¢s cuidadosos con la fibra sobre la que se construyen los clubes: los sentimientos, que requieren de un linimento especial. Los madridistas no acuden a Cibeles a celebrar el super¨¢vit del club, ni los cul¨¦s a Canaletas para dar v¨ªtores a la permuta de terrenos del Miniestadi. Es otra cosa.
Messi y Bartomeu pasar¨¢n. Los socios, por ese misterio que es el f¨²tbol, seguir¨¢n donde han estado siempre. Los que con raz¨®n temen la decadencia del club se merecen algo mejor que un cruce de burofaxes y el silencio de los protagonistas. Un optimista dir¨ªa que tanto el futbolista como el presidente tienen ante s¨ª la oportunidad de cumplir con la tarea del h¨¦roe: Messi continuando, Bartomeu renunciando. No parece posible. Pero de ellos depende no ya un final incruento, sino simplemente un final decente. Lo que comenz¨® con una servilleta no puede terminar con un burofax.