Rosell y la literatura
Sandro Rosell lleva semanas promocionando su ¨²ltimo libro, una premisa inquietante porque nos recuerda que anteriormente ya hab¨ªa escrito otro. Publicado al poco tiempo de abandonar su puesto como vicepresidente del Bar?a, aquella primera incursi¨®n en la literatura se titul¨® Bienvenidos al mundo real y me dej¨® con la sensaci¨®n de que no cumpl¨ªa exactamente lo que promet¨ªa. Desde la misma introducci¨®n, uno empieza a sospechar que la realidad y Rosell tienen una relaci¨®n bastante tormentosa, un poco como Philip Marlowe y las protagonistas femeninas de las novelas de Chandler pero sin llegar a consumar. Por si usted no ha tenido el gusto de leerlo, aqu¨ª va un peque?o fragmento que puede ayudar a comprender esto que digo: "Me vi mientras se me escapaban las l¨¢grimas cuando pude abrazarme a la Copa del Mundo, la quinta de Brasil, y sent¨ª que tambi¨¦n era un poco m¨ªa". Sin entrar en m¨¢s valoraciones, es como si yo pensara que los seis anillos de los Chicago Bulls tambi¨¦n son un poco m¨ªos porque fui el primero de la clase en comprarse unas Air Jordan.
Como todas las leyendas antiguas, la de Sandro Rosell tiene algo de verdad y mucho de fantas¨ªa, por eso funciona tan bien entre los socios m¨¢s veteranos del F¨²tbol Club Barcelona. Es un hecho comprobado que la verdad y el f¨²tbol no se llevan demasiado bien. Lo explicaba el director de una prestigiosa cabecera catalana en un programa de radio, har¨¢ un par de meses. "Al aficionado no le interesa el Bar?agate o cu¨¢nto cost¨® Neymar", dijo sin arrugarse. Y tiene raz¨®n. Al gran p¨²blico le atraen los adjetivos generosos, la magia de los fichajes, las estad¨ªsticas favorables y las toallas de playa con el escudo oficial del club. Como clientes, solo estamos dispuestos a pagar por un pu?ado de ilusi¨®n y, metidos en este escenario, ?c¨®mo discutir a un m¨¢rtir moderno que lleg¨® al club con un ¨¢lbum de cromos bajo el brazo y se sac¨® de la chistera un conejo con los dientes de Ronaldinho? Hay mimbres para escribir una trilog¨ªa, me temo... Y eso es algo que ni Joan Laporta ni la crisis de ventas podr¨¢n evitar.