Un negocio televisado
A los organizadores deportivos se les ha visto el plumero. Y no me refiero a su obstinaci¨®n por salvar sus eventos con demoras y aplazamientos eternos. En absoluto. Una compa?¨ªa organizadora es una empresa como cualquier otra, que mueve un negocio y que genera empleo y riqueza. Obviamente, tambi¨¦n busca un beneficio de rentabilidad, que repercute en esa rueda infinita que es la econom¨ªa. Es l¨ªcito y comprensible, incluso aconsejable, que persevere para proteger sus intereses. Salvo en algunos retrasos y titubeos iniciales, cuando nadie auguraba, o no quer¨ªamos creernos, que la crisis iba a ser tan letal y tan cruel, los organizadores del deporte, como el resto de sociedades privadas, est¨¢n actuando con responsabilidad ante la prioridad mundial, que es salvaguardar la salud.
El penacho al que hac¨ªa alusi¨®n reposa en la evidencia del lugar secundario que ocupa el p¨²blico presencial en el negocio del deporte. Realmente ya sab¨ªamos que los derechos de televisi¨®n son el sost¨¦n principal de las competiciones. Por si alguien ten¨ªa todav¨ªa alguna duda, muchas ideas que circulan para rescatar los eventos est¨¢n orientadas a la pantalla. La WWE encerr¨® a sus luchadores en su Performance Center de Orlando para grabar Wrestlemania 36, su espect¨¢culo estrella, que se emite este fin de semana. La NBA estudia una soluci¨®n similar, con los jugadores enclaustrados en una sede ¨²nica que apunta a Las Vegas. El f¨²tbol tambi¨¦n maneja diferentes escenarios a puerta cerrada para culminar la temporada. Y hasta una ministra francesa ha propuesto que el Tour se celebre sin seguidores, porque, total, los aficionados del ciclismo no pagan entradas y s¨®lo importa lo que vemos desde casa. Si todo esto sirve para salvar los campeonatos en una situaci¨®n excepcional, es mejor que nada. Siempre que no olvidemos que el deporte sin p¨²blico no es deporte, s¨®lo negocio.