Nos hacemos mayores
Vaya por delante que nunca ha sido necesario hacer una falta adrede para que sea sancionada o motivo de amonestaci¨®n o expulsi¨®n. El reglamento tambi¨¦n persigue la temeridad e, incluso, la torpeza si como consecuencia de ello se comete una infracci¨®n. Pero el estreno en nuestra Liga del ¨²ltimo ajuste normativo que persigue expl¨ªcitamente los pisotones en zonas peligrosas como el tend¨®n de Aquiles me ha parecido excesivo. Contrario al esp¨ªritu del juego.
Me refiero a la aplicaci¨®n en los casos de Modric y Jorge Molina. Cualquiera que haya jugado sabe que hay acciones fortuitas donde no hay culpa ni juego brusco o temerario por parte de ninguno de los jugadores implicados. Los apoyos de los pies de dos jugadores diferentes son totalmente imprevisibles y un pisot¨®n accidental es comprensible. Creo que esto es lo que ocurri¨® en ambas acciones, y ser expulsado por ello me pareci¨® una exageraci¨®n.
Entra en juego, como siempre, la interpretaci¨®n del ¨¢rbitro. Yo estimo que en el caso de Jorge Molina se deber¨ªa haber se?alado falta sin m¨¢s, porque la falta es tan evidente como claro es que el delantero no puede evitar que pase, simplemente va corriendo detr¨¢s de un contrario y tropieza con ¨¦l. En el caso de Modric admito quiz¨¢ la tarjeta amarilla, porque es una entrada en la que mide mal, pero nunca la roja. Porque se ve claramente que no hace por contactar con el rival ni se emplea con fuerza desmedida ni bruscamente ni con torpeza, sino que, en el apoyo l¨®gico que requiere su escorzo, se encuentra con el pie de Denis. Y pensar¨ªa exactamente lo mismo si alguno de los dos jugadores que recibieron estas faltas hubiera resultado lesionado de gravedad.
La nueva directriz me parece apropiada en esencia, como me pareci¨® en su d¨ªa la relativa a los codazos. Pero los jugadores tienen que pisar el suelo para correr de la misma manera que necesitan los brazos para impulsarse o equilibrarse durante un salto. Por eso hay que entender que algunos manotazos o pisotones son inevitables y tolerables en la disputa del bal¨®n y no pueden ser tratados como si se tratase de un codazo temerario o intencionado o de un intento de frenar el avance del rival con una zancadilla.
Se da la casualidad de que Modric y Jorge Molina comparten dos caracter¨ªsticas importantes: ambos son muy veteranos y ambos destacan por ser jugadores nada sospechosos de juego sucio a pesar de conocerlo perfectamente. El croata, por curtirse en las dur¨ªsimas ligas balc¨¢nicas, y el espa?ol, por pelear desde chaval con los viejos centrales que poblaron nuestro f¨²tbol hasta hace poco, los de taco largo y mil artima?as que rozaban la violencia que se persigue en un juzgado. El f¨²tbol en el que empezaron ya no existe, el reglamento ha logrado vencer a la barbarie. Pero una cosa es proteger al jugador y otra muy distinta es pretender que un juego de contacto y practicado al l¨ªmite no tenga encontronazos peligrosos o lesiones fortuitas. Una roja es algo muy serio y no puede ser vista por acciones como las de Modric y Jorge Molina. No puede bajarse tanto el list¨®n.
Por eso, en la cara de resignaci¨®n e incredulidad que mostraron ambos mientras abandonaban obligados el terreno de juego, casi se les pod¨ªa leer el pensamiento. Y no ser¨ªa muy diferente a algo as¨ª: "Me estoy haciendo mayor para entender esto".
Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este art¨ªculo con las pupilas.