El tercer tiempo
Pasi車n por Sa迆l
Vi el partido junto a un ni?o de siete a?os. La decepci車n por el gol ingl谷s sumi車 al muchacho en esa melancol赤a que conocemos bien los aficionados: pasamos al letargo en cuanto el adversario nos pone en nuestro sitio. Pero en seguida resucit車 la nueva pasi車n espa?ola en los pies de Sa迆l. Y entonces el ni?o grit車 con toda la fuerza de su garganta y me fij谷 en sus ojos, c車mo la alegr赤a es rabia a la vez. La certeza de que el gol hab赤a subido al marcador lo dej車 confiado ya toda la noche. Cuando lleg車 el segundo gol ya el ni?o ten赤a dos h谷roes y la felicidad era su sitio en el mundo.
El mejor
A la mitad del partido le pregunt谷 por su h谷roe, hasta el momento. Sa迆l, del Atl谷tico. Escuch谷 en seguida en Carrusel el mismo diagn車stico. En realidad, pens谷, lo que sucede con Sa迆l es que representa una nueva manera de lo que se llam車 la furia: juega en consonancia con los otros, espera su pase o lo propicia, pero no alardea de lo que hace o de lo que deja de hacer. Es ese tipo de futbolista que parece de estirpe anglosajona: flema, buen comportamiento, marca sin m芍s alharacas que las justas, y eso es bueno para el conjunto, que lo tiene ah赤 como un faro que dispara. Fue el mejor, hasta cuando marc車 Rodrigo Moreno.
Reivindicaci車n
El partido de Espa?a enfrentaba un reto delicado: Luis Enrique Mart赤nez ten赤a que decidir delicadamente sobre el porvenir de uno de los grandes porteros del mundo, deca赤do tras un Mundial lamentable (lamentable no s車lo por 谷l: la gente se va olvidando, pero fue lamentable en todos los sentidos). El Mundial de De Gea fue una decepci車n tambi谷n para 谷l. Dejarlo caer (como dejar caer a Keylor, pongo por caso) hubiera sido la decisi車n aclamada por el t車pico popular. Espa?a como pa赤s, y como conciencia, es muy dada a eso: a castigar al primer pecado.
La decisi車n de Lucho
Luis Enrique decidi車 reivindicarlo, y eso que es dif赤cil de hacer aqu赤 lo llev車 a cabo con naturalidad, sin alardes. De Gea empez車 con dudas razonables: el gol ingl谷s fue consecuencia del gruyere defensivo, pero a 谷l se le hubiera pedido m芍s. Luego salv車 a Espa?a de algunas ocasiones grandilocuentes, y al final fue de los mejores del partido (con Sa迆l, claro). La decisi車n de Lucho, como llaman en Asturias al intr谷pido seleccionador, se torn車 l車gica y plausible, y ya los comentaristas (de la grada y de la pluma) se guardar芍n en un archivo oscuro los malos augurios. Espa?a est芍 viva gracias a De Gea, as赤 es.
El entrenador
Ha hecho filigranas espirituales de mucho calado Luis Enrique; si prosperan, a este hombre recibido con la evitable alusi車n a su car芍cter (como si s車lo tuviera un car芍cter y 谷ste afectara sobre todo a los periodistas), se le recordar芍 por haber resucitado a la Selecci車n en el peor momento de su reciente historia. Hizo una alianza de 芍nimo con Sergio Ramos, fue capaz de rescatar a Aspas despu谷s de haberlo dejado en la cuneta e hizo del buen 芍nimo la fuerza de su buena relaci車n con los jugadores. Escuch車 en Carrusel algunas alusiones al entusiasmo, una palabra que hab赤a sido enterrada en el Mundial.
El entusiasmo
Mi maestro Emilio Lled車 escrib赤a en la pizarra la palabra entusiasmo en griego: en Zeus iasm車s. Estar en Dios. La Selecci車n mostr車 entusiasmo. Eso vi en los ojos del hincha de siete a?os ante el gol de Sa迆l y en los vaivenes del equipo: entusiasmo para subir, para recuperar la pelota y para celebrar.. Como si una mano salvadora, y no hay que hurtarle m谷rito al seleccionador, le devolviera naturalidad al seleccionado para ser cada uno parte de un conjunto y, al tiempo, individualidades felices de estar al servicio de un trabajo com迆n. Eso es entusiasmo.