Cuando Federico Mart¨ªn Bahamontes atac¨® en el Alto de Allariz, el resto del pelot¨®n pens¨® que el toledano iba en busca de los puntos de la Monta?a, como tantas otras veces. S¨®lo se hab¨ªan cubierto 20 de los 287 kil¨®metros que compon¨ªan aquella cuarta etapa de la Vuelta a Espa?a de 1960, entre Orense y Zamora. Cualquier otro supuesto sonaba a locura... Una palabra tan asociada a Bahamontes.
El ¡®?guila de Toledo¡¯, que hab¨ªa tomado cierta ventaja, se anim¨® hasta la siguiente cota de monta?a, el Alto de Fumaces, en el kil¨®metro 93, donde pas¨® con 6:35 minutos de ventaja. Tampoco se par¨® ah¨ª. Despu¨¦s de superar el puerto cogi¨® una bolsa de avituallamiento que le ofreci¨® el auxiliar Sisquillo, con quien brome¨®: ¡°Estar¨ªa bien que me escondiera ahora en el bosque, se iban a tirar hasta la meta persiguiendo a un fantasma¡±. Bahamontes era un ciclista revoltoso.
Fede se tom¨® las viandas con parsimonia, mientras comentaba a los seguidores que no ten¨ªa intenci¨®n de llegar, pero que tampoco se iba a dejar cazar con facilidad. En Puebla de Sanabria, a 100 kil¨®metros del final, acumulaba 9:48 minutos. Atr¨¢s nadie se organizaba. Y decidi¨® seguir. Al paso por Mombuey, el cronista de El Mundo Deportivo, Juan Plans, le pregunt¨®: ¡°?Hasta d¨®nde?¡±. A lo que Bahamontes ya respondi¨®: ¡°Hasta la meta¡±. Pero atr¨¢s se hab¨ªan despertado.
A poco m¨¢s de 40 kil¨®metros le atrap¨® Antoine Abate. Y un poco despu¨¦s, su fiel gregario Julio San Emeterio, para prestarle un ¨²ltimo apoyo. En el Embalse del Esla se produjo la fusi¨®n. Fede hab¨ªa estado 220 kil¨®metros en solitario, sin mayor beneficio que los lideratos de la Monta?a y las Metas Volantes.