Momentos de un instante
Aquel d¨ªa no tuve la suerte de encontrarme con ning¨²n corzo, pero pas¨¦ una ma?ana fant¨¢stica como todas en las que tengo el privilegio de pisar el suelo mojado del monte.
Casi a mediados del mes de abril, a¨²n no he podido salir tras mis adorados corzos. Pero hace unos d¨ªas, a falta de tan solo 48 horas para que comenzase el mes y s¨®lo con la compa?¨ªa de mis prism¨¢ticos y mi mochila, decid¨ª "echarme al campo".
Reci¨¦n estrenada la estaci¨®n primaveral, aunque est¨¢ se resista, vemos el campo de un verde espectacular, fruto de todas las lluvias que nos ha dejado este invierno tard¨ªo y que siguen en est¨¢ incipiente nueva estaci¨®n. Pero ya lo dice nuestro refranero: en abril, aguas mil. Y no falla. Ello contribuye a poder disfrutar de los escenarios de la naturaleza en plena eclosi¨®n. Lo que se traduce en que se multipliquen las ganas de que llegue el momento de poder disfrutar de la caza del tan ansiado 'duende'.
Afortunadamente, no me queda nada para saborear sus recechos, esperas, los nervios del lance y, en definitiva, la que es para m¨ª una de las especies cineg¨¦ticas m¨¢s atractivas: el corzo.
Aquel d¨ªa no tuve la suerte de encontrarme con ning¨²n corzo, pero pas¨¦ una ma?ana fant¨¢stica como todas en las que tengo el privilegio de pisar el suelo mojado del monte.
Paseando tranquilamente, siempre ojo avizor, no puede evitar recordar con una sonrisa en mi cara una de las esperas m¨¢s especiales que he vivido hasta la fecha. Me sit¨²o en el coto de Turienzo-Casta?ero, Le¨®n, en pleno Bierzo, har¨¢ la friolera de, por lo menos, 12 a?os (?Qu¨¦ barbaridad!). Hace un calor casi insoportable, ya que estamos a finales de julio, cuando el corzo puede encontrarse en celo.
El coto lo conoc¨ªa muy bien, pues llevaba un par de a?os recechando en ¨¦l y terminas por empatizar con cada piedra, cada ¨¢rbol, hasta con los vecinos del lugar. Prebendas de esta forma de vida. Se trata de un coto de gran belleza, con la vegetaci¨®n propia de la comarca: casta?os, robles, pinos, escobas, brezos, vi?as, prader¨ªas, etc. Sin duda, un biotopo de alto valor ecol¨®gico, de ah¨ª que la densidad de esta especie y sus caracter¨ªsticas hagan de su caza algo muy particular y a la vez especial.
El s¨¢bado, al amanecer, disfrutamos de un rececho sin ning¨²n ¨¦xito, por lo que por la tarde decidimos ponernos de espera, en un punto donde por la ma?ana hab¨ªamos visto un buen macho, el cual no nos hab¨ªa dado oportunidad de lance.
De esta forma, despu¨¦s de un buen almuerzo y el merecido descanso correspondiente, volvimos hacia el coto.
Alrededor de las siete y media aproximadamente, algo temprano por las altas temperaturas, est¨¢bamos ya en el puesto. Pero a m¨ª me gusta tomar bien el pulso al monte cuando se trata de esperar al "Capreolus capreolus".
Nos colocamos en unas piedras dominando un barranco, con unas vistas incre¨ªbles sobre parte de nuestra ladera y toda la de enfrente. Prism¨¢tico en mano, 10x50, conjunto rifle-visor bien preparado, calibre .270 ¡ ?empezaba el espect¨¢culo!
Lo primero que recuerdo fue un par de conejillos que corr¨ªan loma abajo, un zorro curioso e, inmediatamente despu¨¦s, una corza. Preciosa. Pensamos que el macho no tardar¨ªa en dar la cara. Iban pasando los minutos, una hora, y ni rastro del que hab¨ªamos avistado por la ma?ana. Cosas de duendes o nos coger¨ªa el aire, aunque ven¨ªa a nuestro favor.
No pod¨ªa imaginar que esta espera iba a ser tan especial para m¨ª, no por haber hecho mi mejor lance a un corzo, ni tan siquiera por abatirlo. Decid¨ª dar por concluida la espera por la ausencia de luz suficiente para localizar y disparar ese macho que no hab¨ªa dado se?ales de vida en pos de la hembra.
Al subir hacia el coche viv¨ª uno de los momentos m¨¢s m¨¢gicos que me han pasado practicando la caza. Llegando arriba del repecho, con la respiraci¨®n algo entrecortada, me paro y¡ ?Madre m¨ªa del amor hermoso! A menos de veinte metros me est¨¢ mirando un lobo (m¨¢s tarde me dijeron que se trataba de una loba), con unos ojos que nunca hab¨ªa visto y un pelo que a¨²n recuerdo como si tuviese delante la imagen.
Me qued¨¦ inm¨®vil, cariacontecida, pues de sobra es conocido que los lobos no atacan en condiciones normales, y aunque no pude contabilizar el tiempo, me pareci¨® que se qued¨® quieto frente a m¨ª aproximadamente dos minutos. Hasta que se dio media vuelta y se fue tranquilamente.
?Un lobo! Era la primera vez que ve¨ªa uno, y por suerte, despu¨¦s de muchos a?os, no la ¨²ltima, pero me dej¨® completamente impresionada la belleza de tan enigm¨¢tico animal.
Camino de vuelta, una vez montados en el coche y ya echada la noche, iba contando lo que hab¨ªa visto y, justo all¨ª, no demasiado lejos del primer contacto visual, delante de los faros del coche estaba la loba. Impresionante. Fueron mis acompa?antes, aunque en ese momento a¨²n no sab¨ªa muy bien en base a qu¨¦, los que afirmaron que lo que ten¨ªamos enfrente era una loba. ?Era harto evidente!
En el campo, nuestro bendito campo, nunca sabes lo que te puede deparar una monter¨ªa, una espera, un rececho, una ma?ana de menor con tu perro¡ Lo que s¨ª est¨¢ claro es que, con independencia de si ha habido lance o no, abate o no, los regalos que nos ofrece el maravilloso campo, siempre aprendiendo, te hacen salir del monte con una sonrisa en la cara, la cual, cuando la recuerdas, inevitablemente, vuelve a aparecer.
Siempre se aprende algo nuevo. En este caso, a m¨ª me ha dejado una sonrisa que, cada vez que recuerdo esa calurosa tarde de julio, vuelve a mi cara.