Los chavales nos deben una gorda
Lo peor de todo es no poder explicarte c¨®mo de una vez te devuelven a la peor p¨¢gina del pasado, la tachan, la corrigen, la emborronan a modo, y superan el mayor de los desastres vividos en el tiempo reciente. Y en el tiempo remoto. Me lo pregunto y no encuentro salida. Un enigma. Si nos ce?imos a las actuaciones individuales no hay quien se salve. Pero ninguno, es decir que cuando se carga contra los centrales nos olvidamos de que para que la jugada llegue donde ellos yerran a lo bruto, antes los medios han permitido que tipos tan insolventes como un tal Xavi, o el desconocido Iniesta la reciban, se den la vuelta, piensen lo suficiente c¨®mo elaborar un tratado del pase y, al fin, ajusten el bal¨®n en el sitio m¨¢s goloso para el punta. Los centrales fueron un espanto, como los dem¨¢s.
El Atl¨¦tico de Madrid, el equipo que m¨¢s miedo ha llevado al Camp Nou desde que la magia de Kubala dej¨® peque?o Las Corts, no hizo ni una ocasi¨®n de gol fuera del que hermosamente consigui¨® Maxi. Ni una. De eso no tienen la culpa los centrales ni el infortunado Coupet. Si los que salieron hubieran sabido de los dos que le hizo Alberto a Sadurn¨ª desde treinta y cinco metros, el de Panadero rompiendo la defensa adelantada, los cuatro de Pantic aunque perdi¨¦ramos, la doble finta de Caminero a Nadal para decirle a Roberto, anda y emp¨²jala; o todos los de Fernando Torres, seguramente su salida al campo hubiera sido distinta: hubieran salido como sale el Aleti de Madrid, no como once que se ponen la camiseta del Aleti de Madrid.
Ese escudo pesa; pesa tanto que millones de personas padecieron la injusta amargura de verlo el s¨¢bado mal defendido. Se puede perder: as¨ª no. Pesa el escudo y pesan los dos colores, as¨ª que antes de repetir otra igual vale m¨¢s que el que se sienta incapaz de aguantarlo se haga a un lado. Dicho lo cual, sabido que estuvieron todos como para que hubieran vuelto de Barcelona andando con el cuerpo t¨¦cnico a la cabeza, por m¨ª que se acabe el asunto. Y que empiece el nuevo sobre la base de lo visto antes: este equipo es bueno y son buenos los jugadores. Son buenos los centrales y es bueno el resto. Alguno es de lo mejor del mundo, no s¨®lo bueno. As¨ª que la orden del pueblo rojiblanco y el azar del calendario se juntan para que nos devuelvan en el pr¨®ximo partido lo que la otra noche nos restaron. Tal como se las pon¨ªan a Fernando VII, aquel rey tan madrilista.