Ghostwire Tokyo, an¨¢lisis. Ambientaci¨®n de ensue?o, jugabilidad terrenal

Ghostwire Tokyo es un juego de miedo que reniega de su propia naturaleza. Todos y cada uno de los est¨ªmulos que nos lanza parecen rendir homenaje al g¨¦nero de los survival horror, pero el juego se empe?a en no formar parte del mismo. Tiene unos enemigos espeluznantes, unos escenarios memorables y decenas de alusiones a las leyendas m¨¢s oscuras de la mitolog¨ªa oriental. Sin embargo, estos ingredientes se diluyen dentro de un mundo abierto de lo m¨¢s gen¨¦rico que adem¨¢s cobra forma de shooter torp¨®n, simple y repetitivo hasta decir basta. Shinji Mikami (Resident Evil) y Tango Gameworks (The Evil Within) acaban salvando la papeleta y compensando sus contradicciones a base de humor y carisma.

Un escenario para el recuerdo

Si hay algo que merece la pena rescatar de Ghostwire Tokyo es su ambientaci¨®n. Resulta tan espectacular que s¨®lo por ella el juego ya merece una oportunidad. Estamos ante una de las mejores recreaciones de Shibuya de la historia de los videojuegos, y no ser¨¢ porque ha habido pocas. Simplemente maravillosa. Da gusto explorar y pasear por su calles, azoteas, bosques e interiores.

El sentido de escala y verticalidad os va a sorprender. Las alturas son una parte muy importante de la localizaci¨®n. Saltaremos de un tejado a otro, planearemos entre edificios, treparemos por escaleras de incendios y g¨®ndolas de limpia cristales... Tiene notas de parkour y hasta cuenta con su propio gancho para agarrarnos a ciertos esp¨ªritus y proyectarnos hacia arriba. No es Spiderman, pero el desplazamiento funciona muy bien (un consejo: comprad las mejoras que aumentan su fluidez cuanto antes). El problema no es este mundo de ensue?o, sino lo que hacemos en ¨¦l.

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Un juego de acci¨®n... donde falla la acci¨®n

Ghostwire Tokyo es un first person shooter de lo m¨¢s particular con reminiscencias a Naruto y Jujutsu Kaisen. En vez de usar armas de fuego, nuestro personaje mueve las manos como un prestidigitador y forma distintos sellos ninja que le permiten lanzar tornados, bolas de fuego explosivas y ataques acu¨¢ticos. A estas habilidades se suman un arco en plan Ojo de Halc¨®n (para ir en sigilo) y varios objetos arrojadizos que paralizan a los enemigos y sirven para escondernos. Es una propuesta de lo m¨¢s original y vistosa, pero a los mandos no resulta demasiado ¨¢gil, satisfactoria ni desafiante.

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El juego nos recuerda a aquellos FPS de primera hornada para realidad virtual. Como no te dejaban moverte demasiado para evitar que te marearas, sus enemigos estaban dise?ados para venir de frente y en fila india hacia ti. Aqu¨ª ocurre exactamente igual. Nuestros contrincantes son tan lentos y previsibles que hasta se nos olvidar¨¢ que existe un bot¨®n para bloquear y contraatacar (parry). Nos limitaremos a ir caminando marcha atr¨¢s mientras hacemos tiro al blanco. Va de machacar el gatillo una y otra vez (gesto tosco e inc¨®modo), sin que importe demasiado el tipo de adversario ni el lugar de impacto.

Encima los tres poderes y cinco o seis enemigos a los que nos enfrentamos durante las primeras dos horas son los mismos a los que combatiremos durante las quince siguientes. No hay apenas cambios, sorpresas ni sensaci¨®n de progreso. Falta variedad. Al sumarse a ello un ¨¢rbol de habilidades anecd¨®tico, las batallas no tardan en resultar tan repetitivas y aburridas como para incitarnos a ir en sigilo siempre que sea posible. Esa es la amarga verdad que esconde Ghostwire Tokyo. Insiste en distanciarse del g¨¦nero de terror para volcarse en la acci¨®n, pero a la larga lo que menos nos gustar¨¢ hacer ser¨¢n las secuencias de acci¨®n. Sus decepcionantes jefes finales se llevan la palma.

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Rebosa humor, carisma e ideas

No es la ¨²nica contradicci¨®n del t¨ªtulo. Tambi¨¦n desborda personalidad y surrealismo, peque?os brotes de locura que nos cautivan... y a los que acaba sepultando con otro mundo abierto made in Ubisoft. Por ejemplo, como dec¨ªamos en las primeras impresiones de la semana pasada, en Ghostwire Tokyo hay un bot¨®n para leer el pensamiento a perros, tanukis y dem¨¢s animales con los que nos crucemos. Las tiendas de su universo est¨¢n regentadas por gatos que venden dorayakis y Waka Colas (nuestros botiquines). Existe un inventario de objetos y para subir de nivel tendremos que usar las cabinas telef¨®nicas de la calle como si fu¨¦ramos Superman.

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Podremos equipar rosarios para ganar bonificaciones (?hola, Blasphemous!), editar las manos del personaje, ponerle un gorrito conspiranoico de papel aluminio, cambiar su arco por kunais y hasta disfrazarnos en las cinem¨¢ticas de polic¨ªa o incluso de morador del refugio 101. Est¨¢ lleno de bromas y detalles inesperados, de situaciones tan hilarantes como inveros¨ªmiles. Por eso sorprende que sus mec¨¢nicas sean tan conservadoras y ajenas a este esp¨ªritu.

Esperad el abc de los mundos abiertos. Todos los t¨®picos y tipos de relleno posibles. Atalayas para desbloquear el mapa, fortalezas de las que echar a los enemigos para que no vuelvan a aparecer, secundarias de recadero breves y sin sustancia, un mapa a rebosar de puntitos, una interfaz repleta de texto e indicaciones y la tr¨¢gica vista de ¨¢guila que permite ver enemigos y objetos a trav¨¦s de las paredes. Como guinda del pastel hay cientos de coleccionables que vuelven su 100% un desaf¨ªo infernal a la altura de las famosas plumas de Assassin¡¯s Creed 2.

?Cu¨¢nto dura Ghostwire Tokyo?

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Superar la historia de Ghostwire Tokyo en dificultad dif¨ªcil nos ha llevado 20 horas, aunque hicimos todas las secundarias por el camino y encontramos m¨¢s de la mitad de los coleccionables. Para alguien que no se despiste tanto rondar¨¢ las 10 - 15 horas. Y si se quiere ir a por el platino, decir como referencia que a nosotros esto ¨²ltimo se nos ha ido a las 30 horas (aunque ha sido una labor tediosa). Tenemos cierta sensaci¨®n final de desgaste porque ni trama ni jugabilidad sostienen esas cifras.

Shinji Mikami tambi¨¦n lee a Stephen King

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La historia del juego nos sit¨²a en una versi¨®n de la capital nipona que parece invadida por la niebla de la novela hom¨®nima de Stephen King. Una misteriosa bruma ha hecho desaparecer (o transformado en monstruo) a todos los seres humanos de la zona.... menos a nosotros. ?Por qu¨¦? Pues porque justo antes del incidente, el protagonista tuvo la fortuna de ser pose¨ªdo por un esp¨ªritu. ?Hemos dicho fortuna? S¨ª, bueno, digamos que para que alguien te posea, antes tienes que pasar por cierto tr¨¢mite inofensivo al que habitualmente conocemos como ¡°morir¡±.

As¨ª que ahora estamos vivos, cierto, pero tambi¨¦n tenemos una misteriosa entidad dentro que no deja de juzgarnos y criticar lo que hacemos. Un Pepito Grillo que nos otorga los poderes de Kakashi del Sharingan, pero que al mismo estar¨¢ a la que salta y tratar¨¢ de hacerse en repetidas ocasiones con el control de nuestro cuerpo. Un continuo tira y afloja con el que deberemos aprender a convivir mientras investigamos qu¨¦ ha sido de la hermana del prota y c¨®mo podemos acabar con la dichosa niebla.

Este es el punto de partida de una trama que va de m¨¢s a menos y que acaba resultando confusa y olvidable. Pierde fuelle seg¨²n empiezan a aparecer y a nombrarse personas que nunca terminan de entrar en escena y con los que por tanto es muy dif¨ªcil empatizar o sentir inter¨¦s. Los personajes son sorprendentemente sosos y las cinem¨¢ticas excesivamente largas. Cortan el ritmo m¨¢s que otra cosa. A nivel personal nos han parecido mucho m¨¢s entretenidas sus misiones secundarias, una suerte de cap¨ªtulos encapsulados de Cuarto Milenio o Pesadillas.

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Una espl¨¦ndida antolog¨ªa de relatos de terror

Mu?ecos de mimbre, pianos que tocan solos Claro de Luna, juguetes malditos que persiguen a su due?o, trenes fantasma, bosques y cementerios encantados, ¨®rganos transplantados que vienen acompa?ados de la personalidad y los recuerdos del donante¡­ El mundo y las secundarias de Ghostwire Tokyo son una especie de necronomic¨®n. Hasta sus coleccionables contienen peque?os relatos de terror o comparten y reivindican las tradiciones de la cultura japonesa. La mayor¨ªa de estas historias se tratan con ligereza y a modo de an¨¦cdota, apenas sirven de lore, pero har¨¢n las delicias de los fans del g¨¦nero.

Son un elemento m¨¢s de esa maravillosa ambientaci¨®n, al igual que sus escenarios interiores. Hospitales, estaciones de metro, casas al estilo japon¨¦s (pisos de tatami, puertas corredizas y pasillos interminables)... La espectacular recreaci¨®n de Shibuya se completa con estos, unos interiores aterradores y asfixiantes. Pocos y a menudo reutilizados, pero muy inspirados. Las misiones y secundarias guardan m¨¢s momentos de linealidad de los que hab¨ªamos imaginado. La primera vez que entremos en cada uno de ellos lo haremos con el coraz¨®n en un pu?o. Es una l¨¢stima porque, pasadas unas horas, al comprender que jam¨¢s nos espera un susto tras la pr¨®xima esquina, perder¨¢n parte de su magia.

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Ghostwire Tokyo se niega una y otra vez a ser un juego de miedo, incluso en aquellos entornos como las casas residenciales, donde no hay espacio para los combates y entonces... pues no sucede nada. El juego pasa a ser un walking simulator muy bonito donde podemos abrir un par de armarios y poco m¨¢s. Sin tensi¨®n, sin mec¨¢nicas, sin narrativa, sin nada.

Algo falla en el enfoque cuando preferimos su limitad¨ªsimo sigilo sobre la acci¨®n. Cuando los escenarios se sienten desaprovechados y piden otra cosa. Cuando algunos de los mejores momentos nos los dan esas escasas secuencias on¨ªricas que recuerdan a The Evil Within y simulan que estamos dentro de una pesadilla. Por desgracia se aprecian los giros de tim¨®n dados durante el desarrollo.

Una pesadilla vistosa y algo silenciosa

A nivel audiovisual, Ghostwire Tokyo cumple gr¨¢ficamente y decepciona en lo sonoro. Viene con seis modos gr¨¢ficos distintos y m¨²ltiples opciones de personalizaci¨®n para satisfacer por igual a los ac¨¦rrimos de la resoluci¨®n y del framerate. En el modo detalle, el recomendado por la propia Tango Gameworks, nos ha parecido asistir a una de las mejores implementaciones del ray tracing en consolas. Por algo llueve tanto en Shibuya y tenemos semejante cantidad de charcos, escaparates y juegos de luces. En el resto de aspectos es m¨¢s discreto y no terminamos de entender por qu¨¦ no hay versi¨®n para PS4, donde es perfectamente posible.

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Por su parte, la BSO y los efectos de sonido apenas tienen presencia. Pasan desapercibidos, son algo mon¨®tonos y no terminan de aprovechar los Sony Pulse 3D. Con el Dualsense la sensaci¨®n tambi¨¦n es algo agridulce. Por un lado su vibraci¨®n ha vuelto a maravillarnos, sobre todo bajo la lluvia, pero hay minijuegos dise?ados para el panel t¨¢ctil que van regular y los gatillos tampoco se sirven de sus nuevas posibilidades. Esto ¨²ltimo llama la atenci¨®n porque machacarlos en combate tal y como est¨¢n es sumamente inc¨®modo.

Dejadnos finalizar insistiendo una vez m¨¢s en su ambientaci¨®n y apartado art¨ªstico. Empezando por ese memorable bestiario de yokais donde se re¨²ne lo mejor del imaginario popular y el terror asi¨¢tico. Es verdad que si contamos s¨®lo aquellos con los que combatimos, el carrusel de criaturas se reduce bastante, pero lo que es ver, veremos un mont¨®n. Lo mismo con la cantidad de lugares emblem¨¢ticos de Shibuya y sus alrededores. Pero la guinda del pastel son las referencias a las tradiciones y costumbres niponas. Tengus, nekomatas, puertas torii, estatuillas jinzo, omikuji de la fortuna... Un reivindicativo viaje a Jap¨®n cuidado al mil¨ªmetro.

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