Joe DiMaggio y su racha inquebrantable
El hijo de un pescadero siciliano empez¨® hace 75 a?os el r¨¦cord m¨¢s memorable e inalcanzable de la historia del deporte profesional.
La primavera hab¨ªa estallado con todos sus perfumes, en el aire se respiraba un aroma que invitaba a salir a la calle y disfrutar de los placeres de la vida. Sin embargo, aquel d¨ªa, en el templo del Bronx acudieron menos que 10.000 aficionados. Con las gradas tristemente desertas y en el medio de brutales pol¨¦micas, los Yankees ten¨ªan que enfrentarse a los White Sox de Chicago. La tremenda prensa neoyorquina hab¨ªa empezado a gastar r¨ªos de encuentros para criticar a un conjunto que, seg¨²n los periodistas de la ¡°Gran Manzana¡±, hab¨ªa acabado su dinast¨ªa. De hecho, tras cuatro Series Mundiales ganadas consecutivamente, el a?o anterior los pinstripes no hab¨ªan llegado al gran baile oto?al. Y, en la campa?a que hab¨ªa arrancado hace apenas un mes, los Bombarderos ya estaban hundidos en la clasificaci¨®n, a 5 partidos del l¨ªder. La crisis se resum¨ªa en la falta de productividad de su as, que conoci¨® un baj¨®n prolongado, 14 hits en 78 turnos. Algo realmente horroroso si estamos hablando de tal Joe DiMaggio.
El partido empez¨® muy mal y acab¨® espantosamente para los anfitriones, que encajaron un severo correctivo (1-13) y pudieron solamente anotar una carrera. Este peque?o punto pas¨® muy desapercibido. Un imparable de Joe hab¨ªa impulsado hac¨ªa casa Phil Rizzuto. Los pocos que aquel d¨ªa asistieron a la tremenda derrota local volvieron en sus hogares enfadados y destrozados por ver a sus ¨ªdolos tan desangelados. Estaban incomodos porqu¨¦ de repente hab¨ªan pasado de degustar fresas con cava a tener que tragar trozos amargos de hiel. No eran conscientes de que hab¨ªan testimoniado el arranque de un r¨¦cord que para muchos es el m¨¢s imposible de batir en todos los deportes. Aquel hijo de pescadores sicilianos hab¨ªa obtenido un hit, la primera de su racha infinita, que hoy en d¨ªa sigue siendo un hito inalcanzable. Hab¨ªa empezado ¡°The Streak¡±.
DiMaggio es probablemente el m¨¢s famoso jugador de beisbol entre los que no son aficionados de este deporte. La raz¨®n es muy sencilla. Era la estrella del equipo m¨¢s fuerte de la ¨¦poca, pero m¨¢s bien era lindo, ten¨ªa una mirada cautivante y unos ojos que atraparon, entre otras, a nada m¨¢s y nada menos que Marylin Monroe, la mujer m¨¢s deseada del mundo en aquel momento. Su breve matrimonio aliment¨® la prensa de medio mundo. En el diamante era un fuera de serie que regal¨® a lo Yankees una cantidad irreal de t¨ªtulos, precisamente 9. Tremendo bateador, mezclaba poder¨ªo con precisi¨®n y coordinaci¨®n. En defensa ha sido unos de los mejores jardineros centrales, gracias a su envidiable capacidad atl¨¦tica y a un brazo capaz de electrocutar a los mejores corredores. De hecho uno de sus dos hist¨®ricos sobrenombres, Yankee Clipper, trae origen de sus descomunales capacidades para proteger a su equipo. Cubr¨ªa tan soberbiamente su parte de c¨¦sped que fue apodado como el mejor avi¨®n de la ¨¦poca que ostentaba la compa?¨ªa Pan American. El otro y quiz¨¢s m¨¢s famoso remoquete fue Joltin¡¯ Joe. Joltin se podr¨ªa traducir en este caso, electrizante.
Hijo de inmigrantes sicilianos naci¨® en Mart¨ªnez, poblado de la Bay Area (California), pero se cri¨® en la ciudad San Francisco donde su familia se transfiri¨® cuando ¨¦l ten¨ªa solamente un a?o. En principio la vida no fue sencilla para la familia que hab¨ªa arrancado de la Isola delle Femmine. Eran nueve hermanos, cinco de ellos hombres, y el padre, Giuseppe, que no entend¨ªa nada de beisbol, quer¨ªa que todos ejercieran su misma ocupaci¨®n. Solamente dos lo hicieron, los tres restantes encontraron riqueza en el beisbol profesional. Cuando Vince volvi¨® a casa con sus primeros d¨®lares, cotizados en el equipo de Tucson, Giuseppe realiz¨® que sus sucesores hubiesen podido ganarse la vida gracias a este deporte tan extra?o a sus ojos. Suerte para Joe que odiaba el olor a pescado que se quedaba en el barco cada vez que su padre volv¨ªa al puerto.
El muelle de donde arrancaban los marineros era el m¨ªtico Fisherma?nWharf. All¨ª mismo, hoy en d¨ªa, los turistas gozan del Pier 39 y comen cangrejos al ajillo con patatas dulces. Sin embargo, en su ¨¦poca Giuseppe luchaba para poder salir a buscar peces. Y no era un asunto tan sencillo, porqu¨¦ all¨ª mandaban los genoveses y para los sicilianos era mucho m¨¢s complicado poder trabajar diariamente. Desde que firm¨® con los San Francisco Seals, combinado de la Pacific Coast League, Joe nunca tuvo que preocuparse de limpiar la embarcaci¨®n y de oler aquella nauseabunda peste tan insoportable. En los Seals el joven chaval comenz¨® a destacar gracias a actuaciones descomunales.
Se estren¨® con la camiseta de los Yankees en el a?o 1936 y, en su primer d¨ªa, bate¨® despu¨¦s de Lou Gehrig. Empez¨® la dinast¨ªa. Consigui¨® el p¨®quer de anillos en sus primeras 4 temporadas, colosal. Luego lleg¨® la crisis del 1940 y el mal comienzo de la temporada siguiente. Hasta la derrota contra las Medias Blancas. A partir de all¨ª Joltin Joe empez¨® a batear y batear, sin parar. Cada mero partido, como m¨ªnimo lograba un imparable. Una mezcla de talento, perseverancia, abnegaci¨®n, fuerza mental, coordinaci¨®n y sangre fr¨ªa. En un par de semanas los medios de comunicaciones empezaron a darse cuenta de que el crack de los Yankees estaba haciendo algo incre¨ªble.
Hablando estad¨ªsticamente, batear un imparable en cada encuentro, a lo largo de 56 batallas seguidas, es algo que no tiene ning¨²n sentido. No obstante, nuestro h¨¦roe persigui¨® su haza?a. Tambi¨¦n en el funesto d¨ªa en el cual falleci¨® el ¡°Caballo de Hierro¡±, su compa?ero y amigo. Aquel 2 de junio anot¨® un par de imparables en una derrota contra los Indians en Cleveland. Tras el partido los pinstripes viajaron a Detroit y en el hall del hotel se enteraron de la tr¨¢gica noticia. El d¨ªa siguiente Joe golpe¨® un latigazo monumental. The streak alcanz¨® los 20 partidos.
Mientras en Europa se viv¨ªan las masacres de la Segunda Guerra Mundial y en la radio se escuchaban boletines de destrucciones y muertes, los Estados Unidos estaban pendientes de los turnos de bateo del campe¨®n. Se interrump¨ªan las retransmisiones para avisar de que Joe hab¨ªa cosechado un imparable, otro m¨¢s. ¡°Os hablo desde Washington, donde DiMaggio acaba de conseguir un doble que alarga su racha¡¡± es una t¨ªpica frase que se pod¨ªa o¨ªr en cualquier cafeter¨ªa a lo largo de casi dos meses apasionantes e irrepetibles. Mientras un hijo de italiano hacia so?ar a enteras generaciones, otro transalpino, Benito Mussolini, representaba una de las peores pesadillas del pueblo de las Barras y Estrellas. As¨ª se explica el hecho de que Giuseppe no pudo entrar por muchos meses, en el restaurante que su mismo hijo hab¨ªa comprado en San Francisco. Las restricciones golpeaban a los enemigos italianos. Contradicciones t¨ªpicas de un lugar que, pese a cualquier cosa, segu¨ªa extasiado por su h¨¦roe.
En algunos d¨ªas el imparable llegaba muy pronto, en otros se sufr¨ªa hasta el final. Los d¨¦biles Browns de St. Louis obsequiaron al hombre en b¨²squeda del r¨¦cord los sustos m¨¢s grandes. El 24 de junio la racha estaba en peligro. En la s¨¦ptima entrada DiMaggio se present¨® al bate todav¨ªa sin haber conseguido un hit y el entrenador del equipo del estado de Missouri orden¨® a su lanzador de regalar un boleto a Clipper. Muncrief, un muchacho nacido en Oklahoma adentro de un entorno muy complicado, no quiso ceder. No escuch¨®, decidi¨® desafiar al n¨²mero 5 de los Bombarderos, que prontamente castig¨® su atrevimiento. As¨ª que el anhelo continu¨®, pero los incondicionales pasaron por otros momentos de apuros. Dos d¨ªas despu¨¦s, el californiano empez¨® la octava entrada sin hit y sin que fuese seguro de ir otra vez a batear. Sus compa?eros, cada d¨ªa m¨¢s entregados, lucharon para regalarle otra oportunidad. La lograron y ¨¦l, al filo de la navaja, la disfrut¨®. Conect¨® un doble contra el lanzador submarino Elden Auker, un contrincante muy complicado para ¨¦l. The Streak alcanz¨® los 38 partidos.
El 29 de junio la prueba de que algo maravilloso estaba realmente a punto de pasar. Joe puso un par de ladrillos m¨¢s hac¨ªa la gloria. Aquel d¨ªa se disput¨® un doubleheader contra los Washington Senators. Di Maggio empat¨® a Sisler, titular del record de la era moderna, con un doble en el primer partido. En el encuentro nocturno un sencillo le permiti¨® superar definitivamente al jugador de los St. Louis Browns que se hab¨ªa bloqueado a 41. Pero faltaba un ¨²ltimo escal¨®n.
La marca absoluta pertenec¨ªa a Willy Keller. Corr¨ªa el siglo XIX, cuando todav¨ªa una pelota golpeada en el ¨¢rea de foul no contaba como un strike. El d¨ªa 1 de julio, es decir menos que dos meses despu¨¦s de aquel desolador partido contra los Chicago White Sox, DiMaggio estaba a un imparable de escribir su propia leyenda. Gracias a un capricho del destino, los contrincantes de los pinstripes aquel d¨ªa y aquella noche, se jug¨® un doubleheader, eran los eternos rivales de los Boston Red Sox, que muy de repente se encontraban en el lado equivocado de la historia. M¨¢s que 50.000 personas abarrotaron la ¡°Casa que Babe Ruth construyo¡±. En el matin¨¦e la racha sigui¨® y en la noche, Joltin alcanz¨® la plusmarca de Keller. ?Qui¨¦n intent¨® impedir que la pelota decisiva cayera en la hierba? ?Su hermano Dom, jardinero de las Medias Rojas!
El d¨ªa siguiente, el nativo de Mart¨ªnez super¨® el r¨¦cord con un jonr¨®n que remolc¨® dos carreras. La cabalgada hab¨ªa sido impresionante y as¨ª la remontada de los Yankees que ya ostentaban el liderato en la clasificaci¨®n, con 5 partidos de ventajas sobre los Red Sox ?qui¨¦n si no? Joe no par¨® y lleg¨® a batear a lo largo de 56 partidos consecutivos. Hasta que en el viejo Cleveland Stadium todo se acab¨®. Aquella tarde la tercera base de los Indians era vigilada por Ken Keitner que protagoniz¨® un par de excelentes jugadas que sentenciaron el n¨²mero m¨¢gico clavado en la leyenda: el 56. La campa?a acab¨® con la quinta Serie Mundial del palmar¨¦s de DiMaggio. El Yankee Clipper despu¨¦s de prestar servicio en la aviaci¨®n, volvi¨® a protagonizar los diamantes y a cosechar alirones. Hasta su retiro que dejo rotos a muchos corazones.
Simon and Garfunkel le dedicaron una estrofa de su canci¨®n s¨ªmbolo, Mrs Robinson. Cuenteaban como un pa¨ªs extra?aba a h¨¦roes como ¨¦l, de generaciones que se sent¨ªan hu¨¦rfanas de atletas capaces de ilusionar y emocionar como supo hacer el siciliano de San Francisco con su estilo ¨²nico. De hecho, en el d¨ªa en el cual la organizaci¨®n homenaje¨® a DiMaggio, Paul Simon cant¨® su cl¨¢sico, posicionado en el jard¨ªn central del Estadio del Bronx, con la guitarra en mano. Joe miraba desde arriba, como observa, probablemente sonriendo, a todo los que intentan acercarse a su marca inalcanzable. Pete Rose, ¨¦l que m¨¢s se acerc¨®, alcanz¨® los 44 partidos. En estos d¨ªas se subi¨® al carrusel Jackie Bradley Jr que ya suma 25. Pero tengo la sensaci¨®n de que el hijo del pescadero Giuseppe sonreir¨¢ eternamente.