Lou Gehrig, el caballo de hierro en las Grandes Ligas
Su discurso de despedida fue la cima de una carrera asombrosa para el primera base de los Yankees, que se par¨® por una implacable enfermedad.

Era una tarde de humedad irrespirable y calor insostenible, indicios de que el verano neoyorquino acababa de empezar. En el monumental estadio que dominaba la orilla izquierda del Rio Harlem, un hombre alto, con melena negra y hombros anchos estaba de pi¨¦, encima del plato de casa base. Su camiseta le quedaba perfecta, como siempre. Estaban presentes, juntos a m¨¢s que 60.000 aficionados en llantos, los miembros de los Bombarderos del Bronx campeones del mundo en el a?o 1927 y los actuales componentes del glorioso equipo que viste de blanco con rayas azules. Todos devorados por la tristeza y la melancol¨ªa. Un escenario escalofriante. Sus compa?eros de vestuario le hab¨ªan regalado una placa que ¨¦l pudo sujetar por solo un par de segundos porqu¨¦ la fuerza no acompa?aba m¨¢s a sus brazos que por tres lustros hab¨ªan hecho temblar el pa¨ªs por ende de una potencia arrolladora.
Hab¨ªan tomado el micr¨®fono varios pesos pesados. El alcalde de la ¡°Gran Manzana¡±, Fiorello LaGuardia, un hombre al cual le pondr¨ªan uno de los aeropuertos de la ciudad. Despu¨¦s hab¨ªa llegado la hora de Joe McCarthy, manager de la m¨¢s poderosa dinast¨ªa del beisbol. Entonces se asom¨® Babe Ruth, vestido de traje blanco, sin corbata. El Bambino viejo amigo del protagonista que aprovech¨® esta inigualable ocasi¨®n para volver a acercarse al compa?ero enfermizo. Faltaba solo ¨¦l. Ninguna de las l¨¢grimas que sobresal¨ªan de su rostro proven¨ªan por el ahogante calor. M¨¢s sencillamente eran originadas por una emoci¨®n que ning¨²n adjetivo puede explicar con exactitud. Las palabras que hab¨ªa escrito sobre un papel, de su pu?o y letra, segu¨ªan esperando all¨ª en su bolsillo trasero, protegido por sus grandes manos. Hasta que el viejo entrenador le susurr¨® algo a la oreja. Nadie sabr¨¢ que le dijo pero, gracias a esta delicadeza, el ¨ªdolo finalmente se solt¨®, incluso sin el auxilio de la carta que hab¨ªa preparado.

Su carrera acababa de terminar por una raz¨®n tr¨¢gica. Una tremenda enfermedad que hab¨ªa empezado a comerse su f¨ªsico de caballo de hierro, como bien explicaba su apodo. Una desgracia que hab¨ªa interrumpido una serie de 2130 partidos jugados consecutivamente. Los aficionados estaban all¨ª quietos, con la piel de gallina y el coraz¨®n partido. Quiz¨¢s se esperaban vocablos nost¨¢lgicos, expresiones rabiosas, una despedida llena de rencor. En cambio, se escuch¨® un himno a la vida. El campe¨®n se ajust¨® su pelo negro y arranc¨®: ¡°Amigos, las ¨²ltimas dos semanas hab¨¦is estado leyendo acerca de la mala suerte que tengo. Sin embargo, hoy me considero el hombre m¨¢s afortunado en la faz de la tierra¡±. As¨ª comenz¨® el discurso m¨¢s famoso de la historia del deporte. Lou Gehrig estaba sellando el momento cumbre de su trayectoria, que por m¨¢s amargo que pueda parecer, lleg¨® justo cuando su carrera se hab¨ªa ultimado. Y estamos hablando de un camino inigualable.
Sus palabras resonaron fort¨ªsimo, acompa?adas por un eco gran¨ªtico desde los meg¨¢fonos de lo Yankee Stadium. Idealmente se difundieron por toda la ciudad, que, en m¨¢s que una d¨¦cada, hab¨ªa enmarcado su epopeya. Gehrig fue y probablemente sigue siendo el deportista m¨¢s fuerte nacido en Nueva York. Fue bautizado con el nombre Heinrich Ludwig, clara herencia de que sus padres hab¨ªan cruzado el charco desde Alemania. Enseguida, todo el mundo americaniz¨® su nombre en Lou. Fue el tercero de cuatros hermanos, sin embargo, el ¨²nico de ellos que super¨® la ni?ez. Las enfermedades hab¨ªan acabado con su humilde familia. Al padre, que no desde?aba la botella de whisky, le cost¨® encontrar un empleo estable. La madre se dedic¨® a cuidar el hogar y tuvo una relaci¨®n tremendamente afectuosa i intensa con su hijo querido.
Pas¨® su ni?ez en Manhattan, primero en Yorkville y luego en Washington Heights, donde se cri¨® otro grande del juego, Manny Ram¨ªrez. Deportista de elite ya a nivel escolar, llam¨® la atenci¨®n del entero pa¨ªs cuando en un partido de High School dej¨® para la posteridad un latigazo que regal¨® el encuentro a su instituto contra el Lane Tech de Chicago. Los 10.000 aficionados que testimoniaron la gesta del chaval en el Cubs Park, hoy Wrigley Field, quedaron extasiados.
Frecuent¨® la Universidad de Columbia, uno de los ateneos m¨¢s prestigiosos de la ciudad. Se hab¨ªa ganado una beca como jugador de futbol americano donde actu¨® en la posici¨®n de fullback. Sin embargo, fue con el bate que destac¨® m¨¢s, aunque impresion¨® tambi¨¦n como lanzador. Curiosamente, el mismo d¨ªa de la inauguraci¨®n del Yankee Stadium, una memorable jornada en la cual Babe Ruth golpe¨® un colosal jonr¨®n, Gehrig lanz¨® un partido fant¨¢stico defendiendo los colores de su alma mater, ponchando 17 bateadores del Williams College.
Sus prestaciones llamaron la atenci¨®n de Paul Krichell, ojeador de los pinstripes. El conjunto del Bronx iniciaba su tremendo dominio. La primera dinast¨ªa de la organizaci¨®n llevaba la estampilla de Babe Ruth, fichado en el 1919 de los eternos enemigos de Boston. De hecho el nuevo estadio fue bautizado ¡°La casa que Babe Ruth construy¨®¡±. Lou fue contratado en el 1923 y su estreno en las grandes ligas lleg¨® en el verano de aquel a?o, pero solamente a partir de 1925 se convirti¨® en titular. Entr¨® como pinch hitter el primer d¨ªa de junio, la jornada siguiente reemplaz¨® Pipp en la primera almohadilla y, a partir de all¨ª, a lo largo de 2130 partidos nunca abandon¨® el lugar. Gracias a su pujanza con el bate se convirti¨® en unos de los m¨¢s poderosos first baseman de la historia del juego. Aquel oto?o lleg¨® la derrota m¨¢s amarga de su carrera, en el partido decisivo de las World Series, ganado por los Saint Louis Cardinals en Nueva York.

Babe Ruth, ¨ªdolo de nuestro protagonista durante su adolescencia, ya era el amo y se?or de los New York Yankees. Gehrig siempre jug¨® bajo la sombra del socarr¨®n que vest¨ªa el n¨²mero 3 y que pronto se volvi¨® su inseparable amigo. Lou lucia el n¨²mero 4, como su posici¨®n en el lineup, obviamente tras el Bambino. Esta pareja atemoriz¨® a todos los lanzadores del pa¨ªs. En la temporada 1927 los dos amigos guiaron los suyos a una campa?a arrolladora. Se llevaron el t¨ªtulo de la Liga Americana con 17 partidos de ventaja sobre el segundo clasificado. La Serie Mundial contra los Piratas de Pittsburgh se concluy¨® con una barrida espectacular. El a?o siguiente cayeron secamente, sin ganar ni siquiera un juego de la World Series, los Cardenales de Saint Louis. La venganza perfecta.
En el 1932 Gehrig protagoniz¨® una memorable haza?a. Golpe¨® 4 cuadrangulares en el mismo partido. Despu¨¦s del tercer cohete, un enfurecido Connie Mack, entrenador de los Philadelphia Phillies, sac¨® a su abridor George Earnshow. El skipper pidi¨® a su pitcher que asistiese a su lado el duelo entre el ¡°Caballo de acero¡± y el relevo Roy Mahaffey. L.G. repiti¨® por cuarta vez. Y solamente un milagroso atrapo de Al Simmons evit¨® un memorable rep¨®quer. Aquel a?o lleg¨® el ¨²ltimo anillo que el n¨²mero 3 y el n¨²mero 4 ganaron juntos. Babe, ya en el ocaso de su trayectoria, se alej¨® de su compa?ero. A lo largo de una gira por Jap¨®n, un comentario de la madre de Lou sobre la manera de vestir de la hija de Ruth hizo que los dos nunca jam¨¢s se volviesen a hablar hasta el hist¨®rico "Appreciation Day". Sin embargo, otra dinast¨ªa estaba a punto de empezar.
Y, otra vez, Lou era destinado a quedarse bajo el espectro del nuevo ¨ªdolo de la catedral del beisbol, Joe Di Maggio. 'Joltin Joe' no era necesariamente un jugador m¨¢s fuerte que Gehrig pero, sin lugar a duda, arrastraba m¨¢s glamour. Los Bombarderos del Bronx eran imparables, el nuevo reinado fue aplastante. El Iron Horse segu¨ªa deleitando sus aficionados con proezas leyendarias y n¨²meros asombrosos. Entre el 1936, a?o en el cual la prestigiosa revista Time le dedic¨® el articulo principal de su presentaci¨®n del cl¨¢sico de oto?o, y el 1938, llegaron 3 anillos consecutivos que consagraron definitivamente al caballo de acero como unos de los peloteros m¨¢s ganadores de todos los tiempos.
Sin embargo, su productividad empez¨® a bajar a final de la temporada 1938 y en el Spring Training del a?o siguiente los n¨²meros subieron un frenazo alarmante. Sobre todo era evidente la falta de poder¨ªo. El 2 de mayo, exactamente 77 a?os atr¨¢s la infinita serie de juegos consecutivos, que fue m¨¢s fuerte que un par de concusiones cel¨¦brales y una lumbalgia, tuvo que rendirse a la Esclerosis Lateral Amiotr¨®fica. Dos meses despu¨¦s Gehrig vocaliz¨® el discurso que lo propuls¨® hacia la eternidad. Tras palabras tocantes y homenajes a los rivales m¨¢s duros, concluy¨® con un gui?o a la esperanza: ¡°¡ As¨ª que termino diciendo que pude haber dado un mal paso, pero tengo un mont¨®n de cosas por que vivir. Gracias¡±.

La enfermedad ahora es conocida con su nombre. Paso a paso se devor¨® su cuerpo. Su inquebrantable fe por la vida lo llev¨® a trabajar en el ayuntamiento de su ciudad, pero cada d¨ªa hab¨ªa algo en su cuerpo que respond¨ªa peor a las llamadas de su cerebro. Hasta que el 2 de junio del a?o 1941, exactamente 16 a?os despu¨¦s de su primer partido como primera base titular, dejaba este mundo. Cal Ripken, un caballero de otros tiempos, superar¨¢ el hito establecido por Lou en el 1995 y llegar¨¢ a aparecer en 2632 duelos consecutivos. Este hito incluso agradeci¨® m¨¢s la f¨¢bula del alem¨¢n de Manhattan.
La trayectoria del m¨ªtico numero 4 muy pronto se trasform¨® en el guion de una pel¨ªcula. Gehrig fue encarnado por Gary Cooper y ¡°El orgullo de los Yankees¡± se convirti¨® en un cl¨¢sico. Hollywood quiso adentrarse en la personalidad del campe¨®n y en su vida privada al lado de la inseparable esposa Eleanor, que hab¨ªa llevado al altar 7 a?os antes que morir. Sin embargo las palabras pronunciadas por el actor, en la escena que reproduc¨ªa la inolvidable despedida, no fueron exactamente las mismas. Incluso la pronuncia de Cooper, nativo del Estado de Montana se alejaba del acento neoyorquino del campe¨®n. No importa. Lo que quedar¨¢ para la eternidad son sus proezas sobre los diamantes, su extraordinario car¨¢cter ganador y su inigualable humanidad que aquel 4 de julio de 1938 los altoparlantes del templo han divulgado hacia todo el mundo.