Quien con Johnny Manziel pernocta, excrementado alborea
A sus 22 a?os, Johnny Manziel es incapaz no ya de actuar con la m¨ªnima prudencia, sino de montar una mentira con un m¨ªnimo de coherencia.
Todos les hemos dicho mentirijillas a nuestros padres. Es ley de vida. Casi parte del entrenamiento para cuando en el futuro tengamos que enfrentarnos a personas con una actitud menos fraternal. Adem¨¢s, cuando crecemos y tenemos hijos, descubrimos con cierta resignaci¨®n que en realidad no enga?¨¢bamos a nadie. La ingenuidad infantil todav¨ªa no est¨¢ del todo preparada para colar ¡®pipas gordas¡¯. La mayor¨ªa de los ni?os son incapaces de poner cara de p¨®ker con suficiente convicci¨®n. Los padres descubren la trampa de inmediato, pero salvo que el asunto sea realmente serio, prefieren dejarlo correr, que tampoco es cuesti¨®n de presionar hasta el l¨ªmite a un tierno infante en cada trola.
Recuerdo perfectamente mi primera mentira exitosa. Y confieso que siempre me he sentido orgulloso de ella. Su precocidad y sofisticaci¨®n me sorprenden. Y me resulta incre¨ªble creer que el asunto terminara con ¨¦xito cuando, desde entonces, he sido incapaz de defender con un m¨ªnimo de persuasi¨®n ni una triste pareja de reyes en una penosa partida de mus.
Ya os aviso de que el asunto es bastante escatol¨®gico, as¨ª que os recomiendo no seguir leyendo si acab¨¢is de terminar de comer. Pero para los m¨¢s atrevidos, vamos a ello:
El caso es que yo ten¨ªa cuatro a?itos y estaba en mi clase de preescolar. La ¡®ele¡¯ con la ¡®o¡¯, ¡®lo¡¯. No hace falta que os lo explique. Y de pronto, sufr¨ª un tremebundo apret¨®n. De esos que solo puede sentir un ni?o de cuatro a?os en un jard¨ªn de infancia. Levant¨¦ las manos tembloroso, convencido de que cualquier esfuerzo, por m¨ªnimo que fuera, provocar¨ªa una explosi¨®n incontrolada con efectos devastadores. La profesora me mir¨® y me pregunt¨® qu¨¦ pasaba. ¡°Me hago caca¡± fue mi respuesta congestionada, y profundamente sincera.
Por supuesto, mi buena maestra comprendi¨® que me encontraba en una situaci¨®n desesperada y me permiti¨® acudir al ba?o, que alcanc¨¦ con grandes dificultades, incapaz de aventurarme a separar las rodillas, convencido de que tal atrevimiento solo pod¨ªa tener funestas consecuencias. Despu¨¦s de un viaje de poco m¨¢s de 5 o 6 metros, que a m¨ª me pareci¨® interminable, llegu¨¦ a mi destino, me baj¨¦ los pantalones y plant¨¦ un pino sensacional que me produjo una satisfacci¨®n infinita. Qu¨¦ os voy a contar que no sep¨¢is ya.
Pero los problemas de verdad comenzaron en ese preciso instante. Con tres palabras que por separado no significan nada, pero que unidas, y m¨¢s en la mente de un ni?o, pr¨¢cticamente anuncian el Armaged¨®n: no hab¨ªa papel. En una escuela de tiernos infantes el tr¨¢nsito por los aseos es casi fren¨¦tico, y los ni?os suelen usar el papel con generosidad, indiferentes a cualquier crisis econ¨®mica o al drama de la tala de ¨¢rboles.
Lo l¨®gico habr¨ªa sido salir a calz¨®n quitado en busca de la profesora y su pa?uelo salvador, que desde hac¨ªa mucho tiempo se hab¨ªa convertido en el ¨²ltimo recurso para la mayor¨ªa cuando todo parec¨ªa perdido, pero a mis cuatro a?os me dio un ataque de pudor, de verg¨¹enza, o me vi superado por los acontecimientos. As¨ª que decid¨ª limpiarme con las manos, y luego lav¨¢rmelas en el grifo. Pero el caso es que el asunto estaba especialmente enfangado y, pobre de m¨ª, el grifo s¨®lo soltaba un triste hilo de agua.
No os voy a explicar c¨®mo era la pintura rupestre que adornaba cada pared del cuarto de ba?o cuando sal¨ª satisfecho, convencido de que en mis manos ya estaban limpias como una patena, pero habr¨ªa sido la envidia de muchos pintores modernistas que jam¨¢s han conseguido crear una obra tan sincera y espont¨¢nea. Y oye, los menos expertos en arte moderno solemos pensar que lo que se expone es una aut¨¦ntica mierda en muchos casos, as¨ª que mi literalidad tampoco desentonaba demasiado con la realidad cultural existente. Es m¨¢s, ahora que lo pienso, deb¨ª clausurar el lugar, montar una taquilla y cobrar entrada.
Y ah¨ª estaba yo silbando, con las manos en los bolsillos y la satisfacci¨®n del trabajo bien hecho y de haber sido resolutivo y eficaz. Una m¨¢quina.
El problema lleg¨® cuando tres d¨ªas despu¨¦s la profesora subi¨® al encerado y dijo lo siguiente: ¡°hay un ni?o, un aut¨¦ntico marrano, que ha llenado las paredes del cuarto de ba?o de caca. Sabemos qui¨¦n es y ser¨¢ expulsado del colegio de inmediato si no confiesa en p¨²blico. Os doy tres minutos para meditarlo antes de anunciar su nombre en voz alta¡±.
Me entraron unas ganas horribles de levantar la mano. Pero no para confesar, sino para decirle a mi profesora lo siguiente: ¡°Me hago caca¡±. Porque en el momento que la ¡®se?o¡¯ inici¨® el discurso, un escalofr¨ªo me atraves¨® la espalda, me comenz¨® un sudor fr¨ªo y, literalmente, tuve serios problemas para contener los intestinos, en lo que habr¨ªa sido la confirmaci¨®n de que segundas partes no tienen por que ser malas en absoluto. Es m¨¢s, pueden convertirse en hom¨¦ricas. Pero pasado el primer instante de p¨¢nico, mi ingenua mente de cuatro a?os fue capaz de llegar a una conclusi¨®n evidente: ¡°y una mierda sabes t¨² qui¨¦n ha sido. Si lo supieras ya me habr¨ªas llevado al despacho del director de las orejas¡±. As¨ª que me un¨ª a los cuchicheos de mis compa?eros de mesa que, como siempre, colgaban el sambenito a los menos populares de la clase sin piedad ni mesura. Y ah¨ª estaba yo, disparando mierda sobre pobres inocentes y agradeciendo que a¨²n no estuvieran de moda las pruebas de ADN.
A los tres minutos, como me esperaba, la profesora desisti¨® y dijo que ante la actitud del culpable, se comunicar¨ªa inmediatamente a sus padres su expulsi¨®n del colegio. Y aunque yo no las ten¨ªa todas conmigo, us¨¦ esa arma que tienen los m¨¢s peque?os, capaces de cambiar su inter¨¦s absoluto de un tema a otro en d¨¦cimas de segundo sin que dado el paso quede en la memoria ni rastro del suceso anterior.
Hoy tengo 47 a?os y a¨²n estoy esperando que me expulsen del colegio por llenar las paredes del ba?o de caca. Y creo que esa fue la primera y ¨²nica mentira exitosa de toda mi ingenua vida.
Pero hoy estoy satisfecho, porque he descubierto que con cuatro a?os era m¨¢s maduro que un tipo que se llama Johnny Manziel, que a sus 22 es incapaz no ya de actuar con la m¨ªnima prudencia, sino de montar una mentira con un m¨ªnimo de coherencia.
Manziel fue declarado titular de los Cleveland Browns bajo la promesa que no volver¨ªa a hacer nada que manchara el buen nombre de su equipo. El siguiente fin de semana se fue de fiesta (supongo que para celebrarlo) y le grabaron cantando en un club con lo que parece una botella de champ¨¢n en las manos. Manziel neg¨® los hechos, dijo que era una fiesta del pasado y pidi¨® al resto de participantes en el jolgorio que dijeran la misma mentira.
Manziel ya no es el quarterback titular de los Cleveland Browns. Y el problema fundamental no ha sido que llenara de caca las paredes del ba?o de un equipo de la NFL. Eso lo lleva haciendo mucho tiempo sin consecuencias. El punto y final de la historia es que no solo es un mentiroso, sino que miente peor que un ni?o de 4 a?os que se hace pop¨® en los pantalones.
¡°No voy a hacer nada que distraiga a este equipo ni abochorne a esta organizaci¨®n¡±
Quien con infantes pernocta....