El crep¨²sculo de los dioses
Saber cuando retirarse es muy importante. Veremos como fue el fin de las carreras de algunos de los m¨¢s grandes quarterbacks de la NFL.
Ahhhh¡el don de la oportunidad, qu¨¦ necesario y la vez que dif¨ªcil resulta interpretarlo. Levantarse de la mesa de p¨®ker en el momento justo; apartar el cuenco de frutos secos antes de ese momento en que lengua y paladar se funden en un gran desierto de Atacama de sal y miel; decir buenas noches a los de la cuadrilla y as¨ª evitar dormir en el felpudo¡en fin, tomar la decisi¨®n adecuada en el momento ¨®ptimo nunca ha sido una cuesti¨®n sencilla. En todos los ¨®rdenes de la vida, dar un paso atr¨¢s en tiempo y forma es sin¨®nimo de inteligencia. Buen juicio que sin embargo, escasea alarmantemente. Desde Tony Curtis a Elvis Presley, pasando por pol¨ªticos como Rosa D¨ªez, tenores como Roberto Alagna, guitarristas como Keith Richards o futbolistas como Paul Gascoigne, son innumerables los ejemplos de exitosas y ejemplares carreras, arruinadas por grotescos ep¨ªlogos. Billy Wilder condes¨® esta idea magistralmente en los sublimes 110 minutos de Sunset Boulevard (1950).
En estas primeras semanas de competici¨®n en la NFL, uno de los temas recurrentes en los medios ha sido la salud y el rendimiento de uno de los tres mejores quarterbacks de la historia de este deporte. Que si las piernas y el brazo de Peyton no soportan el sistema ofensivo de Kubiak; que si tras la operaci¨®n ha perdido sensibilidad en las yemas de los dedos y que por eso usa guantes haga fr¨ªo o calor; que Denver es la franquicia que menos yardas produce por jugada; que si est¨¢ ya por el 4.2% en intercepciones, la m¨¢s alta de su carrera; que su zip ya no es el que era¡en fin, qu¨¦ c¨®mo nos doler¨ªa ver arrastrarse por el emparrillado al Sheriff Manning. Tras la traum¨¢tica derrota ante ¨Cprecisamente- los Colts en el divisional del a?o pasado, ?deber¨ªa haberse retirado a jugar al golf en su megamansi¨®n de Cherry Hills? ?tendr¨ªa que focalizar su talento en sus veinti¨²n locales de Papa John¡¯s Pizza en Colorado? ?deber¨ªa, en fin, volver a pescar con su viejo en las riberas del Pontchartrain?
Les dir¨¦ lo que pienso al respecto. Nadie est¨¢ en condiciones de valorar esa decisi¨®n. Factores tan heterog¨¦neos como son los familiares, personales, econ¨®micos y deportivos, escapan de la apreciaci¨®n de quienes somos simples y diletantes aficionados. Por eso, les propongo algo: examinemos como fueron los ¨²ltimos a?os de los diez mejores quarterbacks de la historia, y de esa manera, comprobar, desde la experiencia epistemol¨®gica, si Peyton est¨¢ obrando adecuadamente o, por el contrario, corre el riesgo de tropezar en la misma piedra que lo hicieron excelsos colegas suyos a?os antes. Por riguroso orden alfab¨¦tico -de manera que no lastimemos susceptibilidades- veremos a continuaci¨®n como gestionaron sus crep¨²sculos deportivos iconos como Bradshaw, Elway, Favre, Graham, Marino, Montana, Namath, Staubach, Unitas o Young (s¨ª, tambi¨¦n Moon, Kelly, Aikman, Starr, Tarkenton o Griese son siderales, pero no tengo ni tiempo ni espacio para todos).
En esta ¨¦lite del mariscalato de todos los tiempos, se pueden distinguir hasta cuatro grupos atendiendo a sus oto?os deportivos: en primer lugar, aquellos que colgaron las botas en loor de multitudes y levantando trofeos; el segundo segmento har¨ªa referencia a los que las lesiones mediatizaron acentuadamente su retirada; el tercer grupo lo compondr¨ªan quienes sufrieron en sus carnes el empuje del relevo generacional y, finalmente, el conjunto formado por¡Brett Favre.
Empezaremos por el apartado de lo afortunados. Y en este sentido, no es casualidad que el principal responsable de que Peyton juegue en Denver sea John Elway. El fen¨®meno de Port Angels se retir¨® a los 38 a?os, tras jugar 16 temporadas en la franquicia de Colorado. Con 36 a?os, era un extraordinario quarterback que sin embargo, todo su palmar¨¦s se sintetizaba en ser un triple l¨²ser de Super Bowls. Ni su famoso ?The Drive? ante Browns en 1986, ni su brutal perfomance en el Super Bowl ante Giants, ni ser el primer quarterback en recibir un pase en un Super Bowl, el que perdi¨® ante Redskins, le permitieron ajustarse un solo anillo. Es m¨¢s, la tercera y aplastante paliza sufrida en el XXIV Super Bowl ante San Francisco, en el que Elway acredit¨® unos raqu¨ªticos 10 de 26 y 108 yardas de pase, parec¨ªa que era el anuncio del fin de sus opciones para campeonar.
Ocho a?os despu¨¦s, y a pesar de romperse el tend¨®n del b¨ªceps en la preseason, Elway conduce a unos renovados Broncos de nuevo a un nuevo Super Bowl, donde les esperan adem¨¢s los poderosos Packers que defienden t¨ªtulo. Aquella noche en el Qualcomm Stadium, Elway no lo hizo mucho mejor que ocho a?os atr¨¢s (12 de 22 y 123 yardas), pero jugaba Terrell Davis. Pero la masclet¨¢ final aguardaba para la temporada siguiente. Con 38 casta?as?vuelve a plantarse en un Super Bowl para gan¨¢rsela a los Falcons de Dan Reeves, pero esta vez asumiendo el rol protagonista, al ser nombrado MVP y convertir ese partido en el broche so?ado para cualquier jugador profesional.
El otro final glorioso fue el protagonizado por Otto Graham. Aunque para ser preciosos, habr¨ªa que decir que su final apote¨®sico no fue sino la continuaci¨®n de una d¨¦cada absolutamente hegem¨®nica del querterback de origen alem¨¢n. Jug¨® profesionalmente en los Browns entre 1946 y 1955 y en esos a?os gan¨® 4 campeonatos de la AAFL y 3 de la NFL, todo ello despu¨¦s de jugar la temporada 1945-1946 en los Rochester Royals de la NBL, con quienes gan¨® el anillo a los Sheboygan Red Skins.
En 1954, muchos de lo jugadores que hab¨ªan convertido en legendario y preeminente al equipo de Paul Brown, se hab¨ªan retirado ya y el propio Graham le anunci¨® al t¨¦cnico que dejar¨ªa la franquicia tras finalizar la temporada. Tras aplastar a los Lions 56-10 en la final de ese a?o, anunci¨® su retirada con el segundo t¨ªtulo de la NFL a los que a?adir a los cuatro de la AAFL que ya ten¨ªa. Sin embargo, Paul Brown pod¨ªa ser muy persuasivo y convenci¨® ¨Ctambi¨¦n ayudaron los 25.000 $ de salario, record de entonces- a Otto para que jugara un temporada m¨¢s. Y Graham, obediente, llev¨® a los Browns a su d¨¦cima final consecutiva y, adem¨¢s, se la gan¨® a los Rams en Los Angeles Coliseum, donde los 87.695 espectadores que abarrotaban sus gradas, cuando en el ¨²ltimo cuarto fue sustituido, prorrumpieron en una impresionante e inolvidable ovaci¨®n que sell¨® con letras de oro una inconcebible e inigualada carrera de ¨¦xitos.
En el cap¨ªtulo de los finales abruptos provocados por las lesiones, son cuatro los quarterbacks cuyos adioses quiz¨¢ hubieran sido de otra manera de no ser por sus maltrechas constituciones f¨ªsicas. Tras ganar su cuarto anillo en 1979, el codo de Terry Bradshaw le dijo basta, y ni las infiltraciones de cortisona en cada partido pudieron paliar el evidente descenso de rendimiento del Blonde Bomber. La temporada de 1982 es un calvario, altern¨¢ndose en la direcci¨®n del ataque con Cliff Stoudt, por loque en la offseason se opera del maltrecho codo, perdi¨¦ndose los primeros catorce partidos de la siguiente.
El 10 de diciembre de 1983, los Steelers rinden visita al Shea Stadium y el m¨ªtico 12 vuelve a la titularidad.En el segundo cuarto, conecta con Calvin Sweeney un pase de diez yardas para touchdown y de inmediato nota un pinchazo en la articulaci¨®n operada que le hace abandonar el partido. Terry acababa de dar el ¨²ltimo pase de TD de su carrera y de hacer famoso a Sweeney. Esa fr¨ªa tarde neoyorquina, la NFL ve¨ªa como se retiraba uno de sus quarterbacks mitol¨®gicos y como se cerraba para siempre el viejo estadio de Flushing. Desde entonces no se ha jugado un solo partido de la NFL en la ciudad de NuevaYork.
Si entre 1965 y 1969 un quarterback no se pierde un solo encuentro por lesi¨®n, y entre 1970 y 1973 disputa ¨²nicamente 28 de los 58 partidos programados, es evidente que no estamos ante un problema gen¨¦tico o patol¨®gico, sino sobrevenido. Joe Namath tuvo un problema sobrevenido ¨Cbueno, varios- perfectamente identificable durante aquellos a?os: Johnny Walker Red, Vodka Crown y todo lo que llevara faldas. Durante ese periodo de maravillosa distracci¨®n con spots publicitarios, cameos televisivos, clubs de mafiosos y partys sin fin, los Jets presentaron unos paup¨¦rrimos balances de 4¨C10, 6¨C8, 7¨C7 y 4¨C10, aunque el destino a¨²n nos permiti¨® el 24 de septiembre de 1972 disfrutar del intercambio de golpes m¨¢s brutal de la historia de la NFL y el m¨¢s grande repertorio de pase en un solo partido nunca visto, cuando Namath se enfrent¨® a su ¨ªdolo juvenil, un ya caduco Unitas, quienes sumaron entre ambos 872 yardas de pase, con seis TD para Broadway Joe. Un canto del cisne en realidad.
Tras un delirante coqueteo en 1975 con los Winds de Chicago de la WFL, en el que la franquicia le ofreci¨® un pastizal indecente e incluso ?se modific¨® el dise?¨® de los uniformes de acuerdo al estilo de los Jets!, Namath recala en los Rams angelinos con 34 a?os y el objetivo de restaurar su decadente prestigio. Sin embargo, ni sus rodillas, ni sus isquiotibiales le dejaron mucho margen. Y el poco que le quedaba se lo arrebat¨® la defensa de los Bears en un fr¨ªo, lluvioso y desapacible Monday Night, el que le pegaron de manera inmisericorde, sufriendo cuatro intercepciones y, por encima de todo, la sensaci¨®n de que su tiempo sombre los emparrillados hab¨ªa terminado. Y as¨ª fue, los espectadores del Soldier Field aquel 10 de octubre de 1977 fueron testigos del ¨²ltimo Namath.
El Super Bowl XXIX ser¨¢ siempre recordado por los seis pases de TD y las 374 yardas totales de Steve Young, a los que fue imposible contestar ni con la potencia de Natron Means ni con el portentoso retorno de Coleman. Aquel 29 de enero de 1995, Young ten¨ªa 34 a?os, parafraseando a Jetrho Tull, demasiado viejo para el rock and roll pero a¨²n joven para morir. Y es que si los 34 a?os representan la perfecta madurez para el juego de un quarterback, esa misma edad puede ser una losa si ese quarterback es el l¨ªder hist¨®rico en TD de carrera, en yardas de carrera en posteseason y en yardas totales s¨®lo por detr¨¢s de Cunningham y Vick. Y as¨ª fue. Las tres temporadas siguientes los 49ers se vieron apeados en playoffs consecutivamente por la maldici¨®n de Brett Favre, en las que una espiral de lesiones de Young mermaron muy notablemente el rendimiento del equipo. No obstante y como antes hiciera Namath, Young ten¨ªa una casta especial y as¨ª, en 1998, viejo y dolorido, aun fue capaz de eliminar a su bestia negra de Titletown, lanzando a falta de tres segundos un asombroso pase que, emulando a The Catch, fue recogido por Owens para ganar el partido 30¨C27. Y como tambi¨¦n ocurriera con Namath, en la semana 3 de la temporada 1999, un espeluznante sack ¨Cel 290 de su carrera, record de la franquicia- del cornerback Aeneas Williams lo sac¨® del campo knockout. Lo que no sab¨ªa la gente es que tambi¨¦n, aquel 27 de septiembre de 1999, Young era sacado de la NFL para siempre con s¨ªntomas de s¨ªndrome de conmoci¨®n postraum¨¢tica
Para cerrar el cap¨ªtulo de los lesionados, un caso singular: Roger ?Capitan Am¨¦rica? Staubach. Se retir¨® en 1979 en lo m¨¢s alto, tanto en lo relativo a sus prestaciones ¨C 3.586 yardas de pase, 27 pases de TD, ¨²nicamente 11 intercepciones- como en rendimiento del equipo, no en vano ese a?o alcanzaron de nuevo la postseason, habiendo ganado el Super Bowl de 1977 y perdiendo el de 1978 ante unos intratables Steelers liderados por el feroz Lambert. No debe por tanto sorprender que en 1979 Murchinson Jr., el propietario de los Boy¡¯s ofreciera la renovaci¨®n a Staubach por dos a?os m¨¢s. Oferta que el quarterback rechaz¨®, en un ilustrativo ejemplo de la necesaria inteligencia de la que habl¨¢bamos al inicio, saber levantarse a tiempo de la mesa. Capit¨¢n Am¨¦rica hab¨ªa sufrido veinte conmociones en su carrera, de las que al menos en seis ocasiones le hab¨ªan dejado groggy, por lo que sabiamente decidi¨® no poner en riesgo su salud a medio plazo y siguiendo los consejos de los doctores de Cornell, se dedic¨® a su pr¨®spera compa?¨ªa The Staubach Company, a su mujer, sus cuatro hijos, sus quince nietos y su bisnieto.
El tercer cap¨ªtulo de esta historia, recu¨¦rdese, est¨¢ reservada a los finales no tan felices.
A Dan Marino, de sus gloriosas 17 temporadas en Miami le sobr¨® la ¨²ltima. Un t¨ªo que, al d¨ªa de hoy es el quarterback l¨ªder en partidos con m¨¢s de 400 yardas; con m¨¢s temporadas liderando los pases completados, los pases intentados, el menor porcentaje de sacks; nadie hizo 100 y 200 TD en menos partidos que ¨¦l y todos los records habidos y por haber en un Monday Night Football, adem¨¢s de haber ostentado durante veinte a?os el legendario record de yardas de pase en un a?o, ?qu¨¦ necesidad ten¨ªa de verse sometido a la humillaci¨®n de ser batidos por los intrascendentes Jaguars con la diferencia de tanteo m¨¢s abultada de la historia de los AFC playoffs?
Aquel ignominioso 15 de enero de 2000, Marino no deber¨ªa haber estado el Altell Stadium para ser testigo de como dos querterbacks vulgares como Brunell y Fiedler fre¨ªan a sus Dolphins por un indecente 62-7. No deber¨ªa haber estado sobre aquel terreno de juego cuando Jimmy Johnson le sent¨® en el banquillo despu¨¦s de su segunda intercepci¨®n, para colocar en su lugar al perfectamente olvidable Damon Huard. No deber¨ªa haber estado, en fin, en esa franquicia cuando el front office declin¨® su opci¨®n de renovarle al final de la temporada¡.?qu¨¦ demonios! Dan Marino tendr¨ªa que haber sido el franchise man de Steelers desde 1983, cuando los miopes acereros prefirieron al tackel Rivera en vez de acoger a un hijo del Allengheny, criado en los pechos de Central Catholic High School de Pittsburgh, amamantado por las Panteras de Pittsburgh y m¨¢s black and gold que la familia Rooney al completo, quienes ahora tendr¨ªan doce Lombardis en vez de seis.
?Qui¨¦n ha sido el m¨¢s grande? ?Unitas o Montana? ?Johnny o Joe? ?The Golden Arm o Joe Cool? No importa. Lo cierto es que ninguno de los dos fen¨®menos termin¨® su carrera como merecen semejantes talentos. Jonh Constantine Unitas, otro muchacho de Pittsburgh que los ofuscados ojeadores de los Steelers dejaron pasar, apur¨® hasta los 40 a?os su estancia en la NFL. Gran error. En 1972, tras perder sus cinco primeros partidos, los Colts despiden a Don McCafferty como head coach y sus sustituto, Sandusky, sienta a Unitas en el banquillo, d¨¢ndole la titularidad al joven y luego intrascendente Marty Domres. Tras pasarse toda la temporada en la banda, el 3 de diciembre de 1972, los Colts juegan y ganan con comodidad a Buffalo en el Memorial Stadium. En un momento dado, la grada al un¨ªsono grita ¡°we want Unitas, we want Unitas¡±. Un superado Sandusky convence a Unitas de que Domres est¨¢ lesionado y le saca al c¨¦sped ante la atronadora ovaci¨®n de un estadio que ver¨ªa como el ¨²ltimo pase de Unitas vestido de Colt se convirti¨® en¡TD. En vez de haberse ido a su casa como un se?or, como un one man franchise, como el mejor quarterback de todos los tiempos, como el nuevo Allan Poe de Baltimore, prefiri¨® probar suerte en San Diego, donde pronto se advirti¨® que ya no estaba para nada y en la cuarta semana no hubo m¨¢s remedio que sustituirlo por un joven y prometedor quarterback, Dan Fouts.
Si Unitas era Dios, Montana su profeta. El 20 de enero de 1991, todo el mundo pensaba en la posibilidad de que los 49ers fueran el primer equipo en encadenar tres Super Bowls, y a nadie le pasaba por la cabeza que aquella tarde ser¨ªa la pen¨²ltima en que ver¨ªan de burgundy y oro a su beloved Montana. Entre el wishfull thinking y la realidad se col¨® Leonard Marshall y un sack que retir¨® a Joe Cool durante todo el a?o 1991 y buena parte de 1992.
El 28 de diciembre de ese a?o, Clandestick Park fue testigo abochornado de c¨®mo George Seifert regalaba un innecesario garbage time a Montana frente a Lions, haci¨¦ndole ver en el subsiguiente partido de postseason que el quarterback de la franquicia era Steven Young. Un ¨²ltimo snap indigno para un Montana, al cual no se le puede tampoco eximir de responsabilidad en la gesti¨®n de su final, al ser incapaz de asumir que Young era mejor que ¨¦l en ese momento. Despechado, como un Di Stefano camino de Sarri¨¢, se march¨® a unos Chiefs que, locos con el trade, le hicieron hasta tres camisetas con el 3, el 16 y el 19, dos de los cuales correspond¨ªan a dorsales retirados de leyendas locales como eran Stenerud y Dawson, quienes gustosos cedieron en reactivar sus n¨²meros, que no fueron aceptados por Montana, portado finalmente el 19. Sus dos a?os en Kansas fueron sencillamente extraordinarios alcanzando en 1993 la final de Conferencia y al a?o siguiente el divisional, lanzando para 2.144 y 3.283 yardas respectivamente y ello a pesar de las numerosas lesiones que fueron minando su f¨ªsico. Dos a?os de orgullo, de soberbia, de demostrar que no estaba acabado. Lo logr¨®, pero tambi¨¦n romper la impagable historia de amor y ¨¦xito con 49ers, por m¨¢s que al a?o siguiente, su anuncio oficial de retirada se convirtiera en un empalagoso paneg¨ªrico en el Justin Herman Plaza de San Francisco.
Y claro, nos queda el ¨²ltimo grupo. Mejor, dicho, el ultimo monogrupo. Y es que Brett Favre es un caso aparte. Veinte y una temporadas, 41 a?os, cuatro franquicias, diferentes retiradas, incontables records¡El final del monstruo de Gulfport en Green Bay fue, sencillamente impresentable. Idas, venidas, postureo, rueda de prensa anunciado el final el 4 de marzo de 2008, negociaciones, entrevistas en televisi¨®n, anuncio de retirada de su dorsal y contraorden cuando Favre firma con Jets¡en fin, un final indigno para quien tanto hab¨ªa dado y recibido de la franquicia quesera. Y, por supuesto, una intolerable falta de respeto para un joven, pero no manco, llamado Aaron Rodgers. Tras un inicio de temporada supers¨®nico con Jets ¨Cpleonasmo-, Favre ¨Clesionado pero no incluido en IR- y su equipo entran en barrena perdiendo cuatro de los ¨²ltimos cinco partidos, en los que es interceptado en ocho ocasiones, logrando tan solo dos pases de TD. En febrero de 2009 anuncia a los propietarios de Nueva York su retirada¡hasta que el 18 de agosto, como si de Rafael de Paula se tratara, firma con Vikings, con el ¨²nico prop¨®sito de alcanzar milestones: titularidades consecutivas en la misma posici¨®n; primer quarterback en batir al resto de franquicias; record de partidos con cuatro TD; pases completados en postseason; 500 TD, 70.000 yardas de pase¡en fin, Tod Browning, la mujer barbuda, las siamesas trapecistas, el enano, el Sans¨®n..el Circo en fin. A pesar de que el 2 de enero de 2011 volvi¨® a anunciar su retirada por tercera vez, esta vez nadie le crey¨®, especul¨¢ndose con un en¨¦simo retorno en 2013 ante la plaga de lesiones que afect¨® a los Rams. Al d¨ªa de hoy, y de momento, Favre no ha vuelto a jugar en la NFL.
Analizados estos ocasos deportivos ?Cu¨¢l es el final que nos dispensar¨¢ Peyton? ?Su lesi¨®n cervical le convertir¨¢ en un nuevo Namath, en un doliente Bradshaw o en un conmocionado Young? ?Emular¨¢ a su Executive Vice President of Football Operations/General Manager y se despedir¨¢ con un anillo? ?Kubiak le sentar¨¢ por lento y falto de movilidad como sentaron otros a Marino o Unitas? ?tendr¨¢ un ataque de soberbia como Montana? ?Se convertir¨¢ en un hibrido de folcl¨®rica, torero y freak como Favre? Buenas preguntas, pero pocas certezas. En la familia Manning, Olivia, la madre, es la belleza; Cooper, el mayor, la simpat¨ªa; Eli¡Eli, es Eli y, finalmente, Peyton, la m¨¢s preclara cabeza que ha habido sobre un campo de juego. Confiamos en que esa inteligencia sublime para leer defensas le sirva tambi¨¦n para elegir la mejor opci¨®n para cerrar la vida profesional del digno heredero de Unitas y Montana. Y ahora yo, me levanto y anuncio que no escribo m¨¢s, que hay que saber retirarse a tiempo